Para poder abordar la figura del rol del proveedor, primero quiero
hacer referencia a quién consideramos proveedor y cuál es su papel.
Proveedor es la persona o entidad que ofrece bienes o servicios a
otras personas o empresas; puede ser persona o empresa que vende productos o
que ofrece diferentes servicios.
El proveedor es importante porque asegura que las personas tengan acceso a
lo que necesitan para vivir y trabajar.
Su función incluye:
Suministrar: Ofrecer productos o servicios.
Cumplir con acuerdos: Respetar los plazos y condiciones acordadas con
quienes compran.
Atender necesidades: Escuchar y adaptarse a lo que los clientes requieren.
El proveedor es fundamental en la economía, ya que conecta a quienes
producen con quienes consumen.
Proveer, bonito verbo y utilizable en otros contextos, … me viene a la mente
la frase "que Dios te provea" que expresa el deseo de que no te falte
de nada o que todo te vaya bien o que no pases penurias.
Voy a dar un paso más para saber en qué contextos se
utiliza el rol del proveedor y qué significa de manera más
extensa, porque es un rol que me llama la atención por las connotaciones que
puede tener.
Lo voy a utilizar en masculino porque se denomina así, el rol del
proveedor.
En términos sencillos, se refiere a
la persona que se encarga de aportar los recursos económicos y materiales
necesarios para el bienestar de otras personas, que pueden ser una familia, una
pareja o incluso un grupo de amistades.
Tradicionalmente, este rol ha estado asociado a la figura masculina, lo que
implica una serie de dinámicas particulares que afectan a la forma en que nos
relacionamos (Vivir bajo una estructura patriarcal). Hoy en día, el rol de proveedor ha cambiado
significativamente, ya que cada vez más mujeres trabajan, contribuyen
económicamente y comparten responsabilidades financieras.
Pese que esto es así hace tiempo, este cambio no siempre es fácil de
integrar en las dinámicas familiares, sociales o de pareja.
Hoy en día, el rol del proveedor no lo es sólo económicamente,
también tiene que haber un aporte en apoyo emocional, tiempo de dedicación y
cuidados.
A las mujeres se nos puede dar bien porque lo de ser apoyo emocional,
dedicar nuestro tiempo y saber cuidar ya lo hacíamos, así que, si le añadimos
la contribución económica, tenemos el lote completo en la mayoría de los casos.
¿Y los hombres? ¿Cómo hacen para ser
apoyo emocional, dedicar tiempo y cuidar si hasta hace muy pocos años la
expresión de las emociones les ha estado "prohibida", el tiempo era
para ellos y de los cuidados no se encargaban?
En principio esa idea está desfasada y ahora todas y todos esperamos que,
independientemente del género, las personas contribuyan también emocionalmente,
dediquen tiempo de calidad y asuman su parte en los cuidados. Este cambio
plantea un reto importante para muchos hombres que crecieron en una cultura
donde expresar emociones o involucrarse en los cuidados no era parte de su
formación; su función era ejercer el rol del proveedor económico y
listo, se dejaban de más líos “de mujeres”.
- El peso del rol del proveedor y la
"prohibición" emocional
Durante generaciones, a los hombres
se les inculcó la idea de que debían ser proveedores fuertes, resolutivos y
prácticos, y expresar emociones como tristeza, miedo o algún connato de vulnerabilidad
era visto como un signo de debilidad que les alejaba de esa masculinidad
hegemónica dominante.
Este condicionamiento cultural ha dejado una huella que, con el cambio de
los tiempos y el empoderamiento de la mujer, les lastra al intentar
adaptarse a roles más igualitarios.
Hay una serie de consecuencias a las que los hombres tienen que hacer
frente, al margen de que muchos piensan que están ya en la igualdad porque hay
algún signo han modificado (La autocomplacencia con la igualdad de género), pero internamente les quedan
secuelas machistas de la cultura patriarcal que les son difíciles de detectar.
Vamos con algunas de ellas:
- Dificultad para conectar emocionalmente
Como he comentado, en las sociedades patriarcales, a los
hombres se les enseña desde pequeños que tienen que ser "fuertes",
que llorar era de débiles y que mostrar emociones (salvo la ira y el asco) o
incluso amor de forma abierta es de mujeres ¿El resultado? Una desconexión
emocional que les dificulta expresar lo que sienten; no aprendieron a identificar ni a expresar emociones y,
en consecuencia, les cuesta comprender lo que sienten otras personas, por lo
que la empatía es una cualidad que tienen que trabajar y adquirir.
Esta carencia
de inteligenciaemocional afecta a nivel relacional, provocando conflictos
innecesarios e inútiles que distorsionan la realidad y dificultan las
relaciones sanas.
Si añadimos
que eran los que tenían el mando y el poder (dinámicas de poder) sin que nadie les pudiera decir
nada, en la comunicación no han aprendido lo que significa la escucha activa, pecan
de parecer desinteresados o desconectados, aunque en muchas ocasiones, la
realidad es que tienen ese bloqueo emocional que les impide saber procesar qué
es lo que sienten ellos y que siente la persona con quien hablan.
Hay otro punto;
no pueden con el hecho de mostrar debilidad o vulnerabilidad, por lo que
abrirse emocionalmente les hace sentirse expuestos y les genera inseguridad
personal. Permanecen "cerrados" emocionalmente por sus miedos y
costumbres culturales, y esta postura genera una distancia emocional nada
beneficiosa para las relaciones.
Evidentemente,
si existe un bloqueo emocional, si no tienen desarrollada la inteligencia
emocional, ni la escucha activa y si permanecen cerrados y distantes,
difícilmente pueden dar un apoyo emocional, lo más que pueden dar son consejos
prácticos que solucionen problemas.
Con personas del trabajo o del ocio, las interacciones
suelen ser menos intensas emocionalmente, lo que les resulta más cómodo. En un
ambiente laboral pueden hablar de sus éxitos o frustraciones en términos más
prácticos, mientras que en una relación de pareja se espera que hablen de lo
que sienten, lo cual puede ser más difícil y arriesgado emocionalmente (de
nuevo el sentirse vulnerables), algo que les genera presión y tensión, por lo
que lo suelen evitar, o por lo menos lo intentan a toda costa.
El entorno
laboral o de ocio, como un grupo de amigos o compañeros de deporte, muchas
veces es visto por los hombres como un lugar seguro porque no implica el mismo
nivel de juicio o responsabilidad emocional que en una relación de pareja. En
esos contextos pueden compartir espacio y tiempo sin preocuparse tanto por las
consecuencias emocionales profundas, las conversaciones suelen estar centradas
en temas externos (proyectos, deportes, aficiones) más que en cuestiones
personales o emocionales. Esto permite una conexión sin tener que profundizar
demasiado, lo cual resulta más cómodo para quienes no están acostumbrados a
manejar sus emociones.
Esto viene de herencia y muchos hombres han crecido
viendo a sus padres o figuras masculinas importantes conectando emocionalmente
más con sus amigos o colegas que con sus mujeres.
Este modelo cultural del patriarcado,
refuerza la idea de que el trabajo y el ocio son espacios de camaradería,
mientras que el hogar es un lugar donde se cumplen roles y responsabilidades.
Pero claro, este modelo cultural ya no vale, ya se ha modificado, ya las
mujeres proveen económicamente a la familia y por lo tanto, a la pareja le
piden un cambio; que no hagan tan sólo el rol trasnochado del proveedor
y que provean también en calidad de tiempo y en cuidados, incluidos los
emocionales.
Estas
peticiones le requieren al hombre un trabajo, un tiempo y un exponerse a sus
vulnerabilidades al abrirse emocionalmente que le resulta agotador, agobiante,
molesto, pesado e incluso, angustioso y atosigante, por lo que tienen una
tendencia a escapar y a culpabilizar a la pareja por sus peticiones de
compartir algo más que bienestar económico.
Aquí es cuando
viene la madre del cordero: por un lado, la pareja siente que no está valorada
ni comprendida, por otro lado, el hombre se siente acosado e incluso, al no
abrirse se puede sentir que se encuentra solo dentro de la relación y busca
conexiones externas como refugio (ocio, amistades, etc.).
Se le ha
complicado la vida al hombre en este aspecto; antes sólo se tenía que preocupar
de proveer económicamente, con la contrapartida de tener el poder (dinámicas depoder en pareja), y ahora se le pide que esté a la altura de
proveer de su tiempo de calidad (que antes era suyo para lo que quisiera) y de
un apoyo emocional que no ha aprendido (ni quiere aprender en muchos casos),
con el riesgo de mostrar su vulnerabilidad y perder su seguridad y el poder.
Visto así no resulta muy alentador el cambio ¿verdad? Es complicado soltar los
privilegios que durante generaciones se han tenido a cambio de algo que no
saben ni qué es.
¿Qué ocurre
entonces? Que se resiste a este cambio que para él sólo le trae esfuerzo, dedicación,
trabajo e inseguridad, aparte de perder el poder estando en una relación
igualitaria.
El hombre se encuentra en una
repulsión al cambió que en ocasiones les produce ira (dos emociones admitidas
en él), incluso el sólo hecho de adquirir información de algo distinto que
pueda suponer tener que cambiar. No quieren correr riesgos por los que
moralmente no tengan escapatoria del cambio (La
autocomplacencia con la igualdad de género).
Por eso vamos como vamos en tema de
igualdad, porque aún es mínima la parte de hombres que se han querido informar para
elegir que quieren salirse de la masculinidad hegemónica que tanto oprime (al
hombre y a la mujer); me refiero a hombres con otras masculinidades, que
se han salido de la adicción al poder.
Pero hay que ver la realidad, y esta realidad es que aún quedan muchos,
muchos, muchos hombres a los que asumir tareas de cuidados o mostrarse
vulnerables genera incomodidad y malestar, y si no es esto, lo que les genera
el malestar es la pérdida del poder (poder, prestigio, posición), porque
desafía su identidad tradicional, esa que han mamado, tienen pegada a las
entrañas y tan escondida que ni la quieren ver por conveniencia.
Cuando un hombre heteronormativo se enfrenta a la posibilidad de salir del
rol tradicional impuesto por el sistema patriarcal, experimenta
una resistencia al cambio porque percibe que perderá ciertos privilegios que
considera beneficiosos o parte esencial de su identidad.
La cosa es que el hombre juega al parchís con todas las fichas ya sacadas sin
tener que esperar a que te toque el 5 en el dado para empezar a jugar ¿injusto?
Sí, totalmente injusto y lo que no es justificable es cerrar los ojos y los
oídos ante eso y aceptar empezar a jugar como si no pasara nada, porque claro,
así tienen más posibilidades de ganar la partida.
Voy con alguno de esos privilegios adquiridos por herencia:
El poder y el control
De entrada, vivir bajo el amparo de una estructura patriarcal, otorga a
los hombres una posición de privilegio en las dinámicas de poder,
tanto en la familia, como en la sociedad, como en el hogar, y cambiar este
aspecto, hace que sientan que pierden el control sobre decisiones importantes o
el dominio en ciertas áreas. Por ejemplo, dejar de tener la última palabra en
una discusión o renunciar a decidir unilateralmente sobre cuestiones económicas,
de ocio o familiares, disponer de su tiempo sin dar explicaciones, optar a no
dedicarse a los cuidados, etc.
Privilegios "invisibles"
Muchos
privilegios asociados al sistema patriarcal pasan desapercibidos porque están
normalizados. Al abandonar ese sistema, el hombre puede sentir que pierde
comodidades, ventajas o exenciones que no sabía que tenía como privilegio, como
es ser menos juzgado por su apariencia o emociones, menos responsabilidades
domésticas o de cuidados, mayor promoción laboral, ocupación de espacios, poseedor
de la verdad, capacidad de elección mayor, etc.
No se dan
cuenta que no se les quita nada que fuera suyo, que tan sólo la mujer recupera
algo que le han usurpado desde hace generaciones.
Su identidad tradicional
El patriarcado
asocia la masculinidad con ser fuerte, proveedor y protector. Cambiar ese
modelo puede generar una crisis de identidad, ya que muchos hombres sienten que
están "fallando" en lo que la sociedad espera de ellos si no cumplen
con el rol de la masculinidad; si dejan esos roles, se encuentran con un vacío
en el que no saben quiénes son, además de encontrarse con esos miedos internos
a no sentirse respetados.
Estatus y validación social
El estatus y
la validación social son como las medallas o los premios que los hombres ganan
cuando siguen el “manual del hombre perfecto” que impone el sistema patriarcal;
este premia a los hombres que se ajustan a su rol tradicional.
Salirse de
este molde puede implicar perder reconocimiento o respeto en su entorno
(volvemos al miedo). Por ejemplo, a través de críticas o burlas por asumir
tareas consideradas "de mujeres”, veto a ascensos laborales por ser emocionales
y vulnerables, menos contactos en esferas del poder, etc.
Seguridad emocional
Los roles patriarcales ofrecen una estructura que da
seguridad, … pero no es oro todo lo que reluce, porque a cambio están toda la
vida con la presión de si están dando el perfil de ello o no, y con las
limitaciones que lleva, como la imposibilidad de la expresión personal
individual de quienes son, que conlleva vivir frustrados al estar desconectados
de ellos mismos. Al no haber tenido espacio para gestionar sus emociones,
muchos enfrentan estrés, ansiedad o conflictos internos, además del miedo al
rechazo por salirse de ese rol de proveedor duro, fuerte, resolutivo y práctico.
Además, modificar
actitudes para un cambio de rol hace que se sientan vulnerables, ya que tendrán
que aprender a gestionar emociones y relaciones de formas nuevas y menos
controladas, como enfrentarse a conflictos emocionales que antes evitaban, cuestionar
sus propias creencias, autocrítica de lo que han hecho hasta ese momento,
indagar en quiénes son y cómo son, etc.
La sensación de superioridad
El patriarcado promueve una jerarquía donde
los hombres están por encima de las mujeres y cambiar este paradigma se siente
como una pérdida de importancia o de un "estatus natural" que la
cultura les ha inculcado.
Esta sensación de superioridad no es algo que
los hombres "inventen", sino que es algo que la sociedad les inculca
desde pequeños. En el manual de instrucciones para ser hombre dice que los
hombres son más fuertes, más inteligentes y más importantes que las mujeres.
Comodidad en la rutina
Los roles
tradicionales pueden ser cómodos porque no requieren cuestionarse ni cambiar.
Salir del sistema patriarcal implica trabajo emocional y mental, lo que puede
parecer agotador o innecesario para quienes no perciben los beneficios del cambio.
La verdad es que no son para envidiar tampoco, pero lo que molesta es la
resistencia al cambio, porque generan un malestar relacional, una desigualdad
social y de poderes, que trae consigo entre otras cosas violencia y muerte …
¡no es ninguna tontería!
Hay que entender esta resistencia al cambio porque les han educado desde la
más tierna infancia a tener unos privilegios sólo por haber nacido hombres y
esto crea una adicción a tenerlos. Es verdad que hay que entender un grado de
resistencia, sí, pero, … ¿hay que aceptarla? NO
Entendamos que hay:
Miedo al cambio
Falta de modelos positivos (otras
masculinidades)
Inercia social y cultural
Falta de habilidades emocionales
-Son motivos
que me parecen totalmente solventarles con un poquito de interés.
NO ACEPTEMOS:
La desigualdad social
La violencia de género
La autocomplacencia en igualdad degénero
Supremacía en la toma de decisiones
Acceso privilegiado al espacio público
Expectativas más bajas en lo emocional
Mayores oportunidades laborales y económicas
Validación social automática
…
Que me dejo
cosas en el tintero, fijo. Las que he puesto las iré desarrollando en otras
entradas hacia las que estarán los enlaces.
El rol del proveedor es un poco traicionero tanto para quien lo ejerce,
como para quién recibe los beneficios de su proveer. Me explico:
A nivel familiar, como
tradicionalmente se ha esperado que los hombres sean los que traigan el dinero
a casa y mantengan a la familia, a simple vista pueda parecer un acto generoso,
pero… esta dinámica esconde una serie de cuestiones de poder. ¡Tachán!, de
nuevo aparecen las dinámicas de poder (en familia y pareja).
Más de uno/a y
de dos andarán pensando que ya estamos sacando de contexto las cosas y que
¿desde cuándo ser generoso está mal? Pues la generosidad en si no es mala, todo
lo contrario, lo malo es que esa generosidad enmascare:
Control
económico- Quien controla el dinero, controla muchas decisiones. Desde qué se compra
hasta dónde se va de vacaciones.
Sentido de
superioridad- Al ser el principal proveedor, se puede generar una sensación de
superioridad, como si se estuviera haciendo un favor al resto de la familia.
Exigencia de
reconocimiento- A menudo, se espera que el proveedor sea reconocido y agradecido por su
aporte económico, lo que puede generar resentimiento si no se siente valorado.
¿Cómo se
enmascara el poder en el hombre con el rol del proveedor?
"El buen
proveedor"- Se presenta al hombre proveedor como un héroe, alguien que sacrifica su
tiempo y esfuerzo por el bienestar de su familia, buena gente y buen hombre.
Culpabilización- Si la mujer
cuestiona esta dinámica o pide más equidad, se la puede hacer sentir culpable
por no valorar lo que el hombre hace.
Dependencia
económica- La dependencia económica de la mujer hacia el hombre puede limitar su
autonomía y su capacidad para tomar decisiones.
Desigualdad- Esta dinámica
refuerza las desigualdades de género, al perpetuar la idea de que los hombres
son los responsables de proveer y las mujeres las encargadas del cuidado del
hogar. No hay un reparto igualitario ni equitativo, cada persona aporta lo que
es y lo que tiene.
Relaciones
tóxicas- Puede generar relaciones tóxicas basadas en el control y la dependencia,
lo que vienen a ser las dinámicas de poder desequilibradas.
Presión sobre
los hombres- Los hombres también sufren las consecuencias de este rol, ya que se les
exige ser proveedores a toda costa, lo que puede generar estrés y ansiedad.
El rol del
proveedor generoso, aunque parezca positivo, esconde una serie de dinámicas de poder
que pueden ser perjudiciales para las relaciones y para la igualdad de género.
Sigo escribiendo
de este rol con cositas que voy encontrando y que, aunque en muchas ocasiones
reitere conceptos, no me importa porque será que lo necesito poner para que cuando
me lean y yo me relea, sirva de recordatorio y grabación mental que minimice lo
aprendido hasta el momento como válido.
A nivel
social, el rol de
proveedor puede reforzar ciertas expectativas y estereotipos, además, por un
lado, puede generar una sensación de seguridad y estabilidad en el grupo, como
es contar con alguien que se encargue de los recursos que facilite la
planificación y el desarrollo de proyectos (políticos, sociales, …), sin
embargo, también puede llevar a la creación de dinámicas de poder desequilibradas.
En el ámbito
familiar, la historia puede ser tanto positiva como negativa. Por un lado,
puede fomentar un ambiente de apoyo y cuidado, donde sentirse protegida/o y,
por otro lado, puede generar tensiones si la persona que ejerce este rol siente
que su valor se mide únicamente por su capacidad de proveer, llevando a un
desequilibrio en las relaciones familiares, donde las contribuciones no
económicas, de gestión de recursos o emocionales pueden ser subestimadas. Si a
esto le añadimos de nuevo que se crean unos vínculos relacionales insanos y de
dependencia (dinámicas de poder en la familia), donde las personas que no son
proveedoras pueden sentirse menospreciadas o limitadas en su autonomía, … ¡el
cóctel está servido!
En las amistades, el rol de proveedor puede
manifestarse en situaciones donde una persona asume la responsabilidad de
organizar actividades o cubrir gastos. Esto puede ser visto como un gesto
generoso, pero también puede crear expectativas poco realistas o generar
resentimientos si no hay un equilibrio en las contribuciones al grupo.
Lo que en un principio es algo que se hace de manera
voluntaria y generosa, acaba convirtiéndose en una carga si no se comparte el
rol, además de crear vínculos emocionales basados en tanto me das, tanto
vales, donde se pueden dar situaciones no equitativas (dinámicas de poder en la amistad).
Si todas las personas contribuyen de manera
justa, el rol de
proveedor es menos relevante y fomenta un ambiente de colaboración y apoyo mutuo,
donde cada persona se siente valorada por sus habilidades y aportes, no solo
por su capacidad económica.
En el ámbito
laboral, el rol de proveedor puede influir en la forma en que
una persona se relaciona con el resto y su entorno (dinámicas de poder en el trabajo). Aquella persona que asume este rol puede sentir una presión adicional
para sobresalir y mantener su posición, lo que puede llevar a un estrés
considerable. Además, si se identifica fuertemente con su rol de
proveedor, puede descuidar otras áreas de su vida, como el desarrollo
personal o las relaciones interpersonales.
Ya
tenemos algún ingrediente más para conformar la idea del rol del proveedor,
así que voy a intentar resumir:
Ø Pros y contras del rol de proveedor
Pros para la persona que ejerce el rol de proveedor:
- Sentido de propósito- Puede generar una sensación de
logro y satisfacción al poder cuidar de los demás.
- Estabilidad económica- Proveer
puede llevar a una mayor seguridad financiera para el grupo.
- Reconocimiento social- En
muchas culturas, ser proveedor es visto como un rol honorable, lo que puede
traer reconocimiento y respeto.
Contras para la persona que ejerce el rol:
- Estrés y presión- La responsabilidad de proveer puede
ser abrumadora y generar ansiedad.
- Desbalance en la relación- Puede
llevar a una dinámica desigual si no se reconocen otras formas de contribución.
- Identidad limitada: La
persona puede sentirse utilizada y tan sólo valorada por lo que aporta, aunque
no sea real y sus valores puedan estar en algo muy distinto a las meras
aportaciones.
Es evidente que todo tiene dos
caras; una buena y otra no tan buena o incluso mala. Saber identificar y no
pasarse "al lado oscuro" cuando una persona es proveedora, no es tan
fácil de detectar porque, como la intencionalidad con la que se hacen las cosas
a nivel mental, quizás no tengan nada que ver con la intencionalidad
inconsciente que lleva a adquirir el rol del proveedor, la cosa se
pone complicada.
Algunas
personas sienten que necesitan demostrar su valor personal, otras realmente
disfrutan cuidando de las demás personas, algunas están movidas por el deseo de ayudar,
por el sentido de la responsabilidad, y algunas veces, simplemente se
acostumbran a estar ahí para el resto.
Tienen
muchos aportes positivos y no siempre es algo negativo, pero cuando no hay
equilibrio, puede causar desgaste o crear dinámicas complicadas con las
personas a quienes proveen.
Para
las personas que tienen al lado una que ejerce el rol del proveedor, puede
ocurrirles:
Dependencia
A largo plazo, quienes están cerca
de un proveedor pueden llegar a depender demasiado de él o ella. Esta
dependencia puede hacer que sientan que no son capaces de tomar sus propias
decisiones o enfrentar desafíos sin ayuda, lo cual limita su autonomía y confianza
en sus capacidades.
Pérdida de voz y espacio propio
Cuando alguien asume el rol de
proveedor, puede terminar tomando todas las decisiones importantes. Esto puede
hacer que las personas a su alrededor se sientan menos escuchadas o que sus
opiniones no tienen tanto peso, porque el proveedor suele liderar en todo.
Dificultad para desarrollarse
Quienes dependen del proveedor
pueden sentirse estancados, ya que no desarrollan ciertas habilidades o
hábitos, como el manejo del dinero o la resolución de problemas. Esta falta de
experiencia puede hacer que se sientan inseguros al enfrentarse a situaciones
en las que el proveedor no esté para ayudar.
Desequilibrio en la relación
A largo plazo, el rol de
proveedor crea una relación desigual; una persona da mucho y la otra
recibe sin corresponder de la misma manera, bien porque se acomoda, bien porque
no la dejan. Esto puede generar tensiones o resentimientos, ya que el proveedor
puede sentir que no recibe el mismo nivel de apoyo o consideración, y quien
recibe puede sentir que le piden la sumisión y la voz y el voto en las
decisiones.
Pérdida de iniciativa: Con el tiempo, las personas a su
alrededor pueden dejar de tomar la iniciativa porque están acostumbradas a que
el proveedor asuma ese rol. Esto afecta su capacidad para proponer, organizar o
resolver por su cuenta, y puede hacer que pierdan parte de su independencia.
En
cualquiera de los contextos vitales, contar con una persona proveedora es
beneficioso porque brinda estabilidad, cuidado y apoyo, eso sí, siempre y
cuando no fomente una dependencia, donde otras personas no pueden desarrollar sus
capacidades.
A largo plazo, la dependencia no
saludable creada desestabiliza, ya que para la persona proveedora resulta una
carga de la que quiere escapar y para el resto resulta una inestabilidad sentir
que la persona que les daba seguridad y confianza, quiere escapar o huir.
Ser
o tener cerca una persona proveedora en sí mismo es un factor de tranquilidad,
el problema viene cuando el rol se convierte en una carga constante para
la persona que lo ejerce y, por otro lado, cuando a largo plazo se convierte en
un foco de relaciones no equitativas en las dinámicas de poder.
En una sociedad machista, el
rol del proveedor está cargado de expectativas de control, fuerza y
autosuficiencia, lo que afecta tanto a la persona que asume este rol como a
quienes están a su alrededor. A través de la socialización jerárquica a
la que hemos sido todas y todos sometidas y sometidos, nos han impuesto un
sistema totalmente descompensado y desequilibrado que trae unas consecuencias.
Este sistema limita la igualdad y el crecimiento personal de ambas partes, ya
que fija a las personas en roles rígidos donde la autonomía, la colaboración y
la reciprocidad son menos valoradas.
Es importante
reconocer estas dinámicas, además de urgente y necesario trabajar para crear
relaciones más equitativas, igualitarias y justas ¿Cómo? Con mucha información
para nosotras y para ellos de lo que suponen estas dinámicas, nosotras para no
consentirlas, ellos para no reproducirlas. Indudablemente una de las partes
actoras principales es el rol del proveedor con sus dinámicas y
reconocerlo es ya un avance.