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lunes, 18 de noviembre de 2024

Vivir bajo una estructura patriarcal

Las cosas que tiene Eloisa

Vivir bajo una estructura patriarcal tiene profundas implicaciones que afectan tanto a nivel individual como colectivo, influyendo en cómo interactuamos las personas, cómo nos percibimos y cómo organizamos nuestra sociedad. 
Significa habitar en un sistema que otorga mayor poder y privilegios a los hombres, especialmente a quienes encajan en un modelo tradicional de masculinidad y establece roles de género rígidos que limitan a todas las personas. 

El patriarcado no solo dicta qué comportamientos son aceptables según el tipo de persona, sino que también influye en cómo interpretamos sus acciones y qué consideramos reprochable o aceptable. 


EL EDIFICIO DE PIEDRA 
Los edificios hablan de aquellas personas que los construyeron y de las que los mantienen.

Dedicatoria- Todas las mujeres víctimas al vivir bajo una estructura patriarcal, es decir, a todas las mujeres y … añado a los hombres.

En la calle más céntrica de la ciudad, se erguía un edificio imponente, una amalgama de piedra, hormigón y vidrio que irradiaba poder y autoridad, como si fuera un monolito a la masculinidad. Su arquitectura, neogótica y moderna a la vez, ofrecía un contraste sorprendente: por un lado, la fachada de piedra con su escudo de un león, evocaba un pasado y, por otro, las líneas rectas limpias y los grandes ventanales delataban su renovación.

Construido en 1940 por un industrial que hizo fortuna aprovechando las circunstancias de la postguerra, el edificio se convirtió en un símbolo de poder y ostentación. En sus salas se celebraron reuniones y fastuosas fiestas, en las que se tejían las redes de influencia de la ciudad, así los poderes tácitos creaban sus alianzas y no había hombre o mujer de estatus alto en la ciudad que no quisieran estar en aquellas fiestas.

Pero el tiempo pasa cambiando las formas y en 2010, los descendientes del industrial decidieron modernizar el edificio sin perder su esencia de poder. La fachada de piedra, con su escudo, se mantuvo intacta, pero el interior fue completamente transformado. Los antiguos pasillos largos y oscuros y las enormes habitaciones fueron reemplazados por espacios diáfanos y funcionales, divididos en oficinas, apartamentos y grandes pisos. Cuatro ascensores de cristal conectaban todos los pisos, incluyendo un restaurante en la última planta con vistas panorámicas de la ciudad.

A pesar de su modernización, el edificio conservaba un aire de misteriosa antigüedad. Sus gruesos muros de piedra parecían guardar aquellos secretos urdidos por hombres con poder, mientras que las grandes cristaleras ofrecían una visión moderna y luminosa, como de pulcritud y transparencia. El edificio era un lugar de contrastes, donde las historias de hombres del pasado, se entrelazaba con las de los hombres del presente.

Su interior, cuidadosamente diseñado, ofrecía un alto nivel de seguridad; un sistema de control de acceso restringía la entrada a quien no fuera propietarios, inquilinos y personal autorizado. Cámaras de vigilancia y sensores monitoreaban cada rincón del edificio, garantizando el control y la tranquilidad de quienes estaban dentro.

Sin embargo, bajo esta apariencia de fortaleza inexpugnable, el edificio ocultaba las vulnerabilidades de los hombres que arrastraba como herencia desde su construcción. Los acuerdos del pasado, las ambiciones presentes y las tensiones ocultas creaban un caldo de cultivo para la ocultación y el conflicto. Y así, sin que nadie fuera consciente, el edificio más ostentoso de la calle más céntrica de la ciudad, se preparaba para enfrentar su desafío más grande.

Aquel hombre de negocios que financió la construcción del edificio primigenio, era un ejemplo de señor de su época: su figura, imponente y autoritaria, se proyectaba en cada rincón del edificio que había construido. Era un claro ejemplo de la masculinidad tradicional: fuerte, decidido, ambicioso y con un marcado sentido del poder y la propiedad.

El edificio era su reino, un reflejo de su ser y su dominio; cada detalle, desde la arquitectura imponente hasta la distribución de los espacios, estaba pensado para transmitir su autoridad y jerarquía. Detrás de la fachada de éxito trabajado, este hombre ocultaba un lado más oscuro y, se rumoreaba que había acumulado su fortuna a través de prácticas poco éticas y que había utilizado sus influencias para manipular, utilizar y beneficiarse de sus socios y empleados.

Sus descendientes heredaron no solo la fortuna familiar, incluyendo el edificio, sino también la visión del mundo y de lo que es ser un hombre y, aunque vivían en una época más moderna y abierta, mantenían arraigados muchos de los valores de los hombres de su familia.

En su convencimiento de que esos valores eran los que tenían que ser porque así había sido siempre y funcionaba, sabían que hoy en día había que preservarlos de otra maneras más ambigua y solapada.

Dar la imagen de progresismo al edificio era imprescindible, por lo que adaptaron la fachada antigua convirtiéndola en moderna, sin embargo, detrás de esta apariencia, seguían perpetuando los mismos patrones de poder y dominación, siguiendo el arquetipo de su abuelo, al cual veían como una figura a seguir y un modelo de éxito, poder y dominio. Eso sí, como la imagen pública era fundamental para ellos, se presentaban como hombres modernos y sofisticadamente igualitarios, pero en privado mantenían un estilo de vida opulento, ostentoso y clasista, propio de una élite privilegiada que menospreciaba a los hombres que no eran de su círculo y por supuesto, a las mujeres.

Dentro del edificio existía una jerarquía social muy marcada, basada en el poder económico y en el estatus social. La competitividad y la aporofobia se mascaban en él y la mayoría de las conversaciones giraban en torno a los negocios y los temas relacionados con el poder.

Los hombres más poderosos ocupaban los pisos más altos y tenían acceso a las mejores comodidades, mientras que el resto, dentro de tener el privilegio de vivir en el edificio, ocupaban pisos de menor tamaño y considerablemente más simples en su sobrada ostentosidad.

En las alturas del edificio, donde el viento azotaba las ventanas y el eco de las pisadas resonaba en los pasillos impolutos, se reunían los hombres que ejercían el poder en el edificio y en la ciudad; los herederos y sus colegas que eran los líderes indiscutibles, los dueños del juego y que no dudaban en usar cualquier medio para mantener su poder.

Sus reuniones eran un ritual de reafirmación de sus valores, sus poderes sobre las demás personas y una demostración de enérgica testosterona; en ellas se trazaban estrategias y se consolidaban alianzas, se urdían trampas y órdenes para mantener el sistema que les permitía vivir con los privilegios que habían heredado.

Uno de sus colegas de negocios y mejor amigo, un hombre corpulento con una sonrisa permanente, era el encargado de mantener a raya a los demás colegas o colaboradores, ya que conocía los secretos de cada uno, sus debilidades y sus anhelos. Con sutileza, les recordaba su dependencia de los que tenían el poder y les ofrecía favores a cambio de su lealtad.

Había más colegas de negocios o de vida, ya que todos vivían en el edificio, concretamente dos de ellos, eran como dos sombras que se movían sigilosamente por el edificio y entre sus moradores, convertidos en los brazos ejecutores de los poderosos para mantener el imperio creado.  Sin preguntas o explicaciones y sin dudar, cumplían con las órdenes, dispuestos a usar la fuerza u otras artes si era necesario.

No podía faltar en aquel edificio el colega de negocios competitivo, ambicioso y calculador que soñaba con destronar a los herederos del edificio y quedarse con él, maquinando otras estrategias, tejiendo intrigas y buscando aliados al margen de los poderosos dueños.

En toda sociedad existe el gracioso y, al edificio como institución social que era, no le faltaba su graciosillo, un bufón patético y misógino que intentaba ganarse el favor de los poderosos con sus chistes machistas y sus comentarios despectivos hacia las mujeres u otros hombres que no daban el perfil de hombre que marcaba aquel edificio. De esta manera se codeaba con los que ostentaban el poder y se creía que pertenecía al mismo estatus, cuando en realidad lo utilizaban para mantener las costumbres y más que con él, se burlaban de él.

El jefe de seguridad era un hombre enigmático y solitario, que observaba todo desde la distancia. Sus ojos oscuros parecían penetrar en el alma de los demás, pero nunca revelaba sus pensamientos. Se llevaba muy bien con el conserje, un hombre aparentemente bondadoso y servicial, pero que en realidad ejercía un control sutil en el edificio. Con sus consejos y su actitud paternalista, hacía sentir que le necesitaban para ciertas cosas porque ellos eran incapaces y dependientes de los servicios básicos que este hombre ofrecía.

Y casi como un ente transparente estaba él, el hombre que vivía en las sombras, ocultando su verdadera identidad porque estaba atrapado en un sistema que no comprendía y no era suyo, pero en el que tenía que sobrevivir. Dentro de él, sabía que tarde o temprano le descubrirían si se hacía muy visible y que le echarían del edificio.

Así transcurrían los días, meses y años, … hasta que llegó ella. Una mujer joven, independiente y decidida, que no encajaba en las normas del edificio, pero que al ser la hija de la mano derecha de los herederos y estar sólo de paso, la aceptaron. Lo que no supieron prever, fue que esa mujer sacudiría los cimientos del organizado ecosistema del edificio.

La llegada de la nueva inquilina desencadenaría una serie de eventos que pondrían a prueba las lealtades a la masculinidad, desenmascararían las hipocresías y revelarían las inseguridades de los hombres del edificio, provocando el debilitamiento del sistema ancestral que lo sustentaba.

Sofía a su llegada causó una pequeña conmoción: joven y con una energía contagiosa, nadie esperaba que ella fuera la catalizadora de un cambio tan profundo. Acompañada con las visitas de sus amigas, un grupo diverso de mujeres con ideas claras y personalidades fuertes, Sofía comenzó a relacionarse con los hombres del edificio.

Al principio, estos se burlaban a sus espaldas a través de los chistes del graciosillo misógino, viéndolas como una amenaza menor, o ni tan siquiera una amenaza; viéndolas como si fueran nada o un objeto para su diversión. Pero poco a poco su carisma, naturalidad, seguridad y verdad, fue calando en las mentes del resto e incluso sin ser evidente, en los propios cimientos ideológicos del edificio.

Un día el jefe de seguridad, guardián impasible del edificio con su visión del mundo (cumplir órdenes y mantener el orden), habló con Sofía. Al principio, la veía a ella y a sus amigas como una molestia al statu quo que él había ayudado a mantener; sin embargo, ese día, Sofía se acercó a él con una propuesta que le sorprendió.

Necesitaba un espacio seguro dentro del edificio para realizar una reunión de mujeres, un lugar donde pudieran hablar abiertamente sobre sus experiencias y sus ideas. El jefe de seguridad frunció el ceño porque la idea de un grupo de mujeres reuniéndose para hablar le parecía sospechosa e incluso, una grieta para su sistema de seguridad tan perfecto, pero algo en la mirada de Sofía lo conmovió.

Durante su conversación, ella le explicó las razones detrás de esa reunión; le habló de que ella obedecía también, pero a otro orden social en el que se daba prioridad a la igualdad, la justicia y el respeto hacia todas las personas. Le contó historias de hombres, pero sobre todo de mujeres que habían enfrentado discriminación y violencia, y de cómo ese tipo de reuniones les daba voz a otras mujeres en parecidas circunstancias. Le habló de madres (algo que le recordó a la suya), le habló de hermanas, esposas e hijas, le habló de vecinas e incluso de mujeres desconocidas, … le habló de sus vidas.

El jefe de seguridad escuchó atentamente, sorprendido por la pasión y la inteligencia de la joven. Comenzó a darse cuenta de que sus prejuicios y creencias quizás le estaban equivocando y que la muchacha no era una amenaza, sino que buscaba lo mismo que él: cumplir su misión, que era hacer un mundo más justo y equitativo.

Al final de la conversación, el jefe de seguridad accedió a conseguirle un salón de reuniones para que Sofía pudiera organizar su encuentro, y no sólo eso, además, se ofreció a garantizar la seguridad del evento.

A partir de ese momento y de aquella reunión de mujeres, el jefe de seguridad comenzó a ver el mundo de una manera diferente, convirtiéndose en un aliado inesperado de Sofía y sus amigas, utilizando su posición para protegerlas y apoyarlas. Su cambio de actitud fue gradual, pero significativo. Con el tiempo, el jefe de seguridad se convirtió en un defensor de las ideas de ese grupo de chicas que irrumpió sorpresivamente en su vida.

Este hombre, un día fue a hablar con el padre de Sofía, un hombre astuto y experimentado en los negocios, que se sintió profundamente conmovido por el relato del jefe de seguridad. Reconoció en sus palabras una sinceridad y una autenticidad que rara vez encontraba en sus propios círculos. La transformación personal que había experimentado el jefe de seguridad, gracias a la influencia de Sofía y sus amigas, le hizo reflexionar sobre sus propias acciones y las consecuencias que estas habían tenido en las demás personas, incluidas su exmujer y su propia hija, Sofía, ignorada por él desde que nació.

Con su característico y sibilino tacto, el padre de Sofía comenzó a sembrar las semillas del cambio en los más altos niveles de las empresas y del edificio, y utilizando su influencia y su capacidad para satisfacer las necesidades de los demás, convenció a los herederos y a los otros líderes, de la importancia de adoptar una nueva perspectiva.

Con sutileza, el padre de Sofía comenzó impulsando la creación de nuevos programas de gestión que abarcaran la diversidad e inclusión como estrategia de ventas. Fomentó la participación de las mujeres en puestos de liderazgo y promovió prácticas laborales más justas y equitativas, bajo la excusa de un lavado de cara de los negocios que les adaptaran a los nuevos tiempos y darían mayores beneficios.

Los herederos, al ver el entusiasmo del personal de sus empresas por trabajar, además de la mejora en los resultados económicos de las empresas, se mostraron cada vez más receptivos a estos cambios y poco a poco, el edificio se convirtió en un modelo de gestión igualitaria, aunque aún quedaran muchas mentalidades que tan solo se adaptaron exteriormente porque sus convicciones personales estaban en las viejas creencias.

Pasaron los meses y después de vivir los cambios en el edificio y ver la aceptación de la diversidad, el hombre reservado que permanecía a la sombra comenzó a sentirse más seguro, dándose cuenta de que ya no tenía que esconderse y que podía ser él mismo sin miedo a ser juzgado, criticado por el chistosillo o echado del edificio.

Empezó a hacerse ver en pequeñas cosas, participando en conversaciones en el ascensor o en grupos en el edificio, compartiendo sus opiniones y hobbies, etc. Al principio, se sentía incómodo, pero pronto descubrió que las personas lo escuchaban con atención y respeto porque los nuevos cambios habían abierto algunas mentes.

Un día, durante una reunión de comunidad del edificio, tomó la palabra y expresó sus ideas sobre cómo mejorar la comunidad, quedando el resto de las personas sorprendidas por su elocuencia y su visión; fue la manera de darse a conocer el hasta entonces desconocido vecino, dándose cuenta de que tenía mucho que aportar y que su voz era importante.

A medida que se iba liberando, comenzó a descubrir nuevas facetas de su personalidad y se involucró en proyectos creativos que le ilusionaban, como escribir, algo que materializó en unos cuantos libros, de los cuales, el que trató la historia del edificio en forma de ciencia ficción, se convirtió en un bestseller.

Su transformación de este hombre fue profunda y visible; pasó de ser un hombre introvertido y solitario a convertirse en una persona segura de sí misma y con una vida plena. Su historia sirvió de inspiración para el resto de habitantes del edificio, quienes se dieron cuenta cómo podían ser sus vidas al margen de las normas en las que se habían vivido desde hacía generaciones.

Sofía y sus amigas, al ver los cambios que se dieron en las gentes del edificio se sintieron profundamente satisfechas; su lucha había dado frutos y el cambio que habían anhelado, era ahora una realidad en aquel edificio monolito de la masculinidad. Ese era el camino, … aún quedaban muchos edificios por visitar.

Este relato corto para ilustrar lo que es vivir bajo una estructura patriarcal, simbolizada en el edificio de piedra, es el deseo de que realmente pudiera suceder lo que en él habéis leído; una ilusión, un deseo, una necesidad social.

lunes, 11 de noviembre de 2024

La autocomplacencia con la igualdad de género


Parece mentira que haya que explicarlo todo porque no se quiere ver, y más a gente en principio culta, con saber estar, con compromiso con la igualdad y el feminismo; parece mentira pero es así hoy en día que ser igualitario en un 45% o en un aprobado justito, queda como muletilla para sentirse  gente comprometida. Sí, estoy hablando de los hombres (también hay mujeres) que practican la autocomplacencia con la igualdad de género.

Algunas y sobre todo algunos estarán diciendo ¿Lo "cualo"? Repito, la autocomplacencia con la igualdad de género, que hace parecido daño a no reconocer que la mujer y otro tipo de hombres diferentes al rol establecido por el patriarcado, necesitan que sigamos dando pasos y descubriendo la desigualdad en la convivencia social del a diario, la cotidiana, esa en la que no se puede bajar la guardia porque sino, se le da la sujeción al entramado en el que se asienta el machismo y la violencia de género.

Si queréis leer sobre la autocomplacencia en todos los campos de la vida, ir a la entrada La autocomplacencia, igual os ayuda a entender mejor lo que cuento en esta.

Sé que desde la más tierna infancia nos aleccionan, lo sé, pero estamos en una etapa en la que en este país tenemos acceso a la información casi todas las personas y poder así desaprender las normas sociales, familiares y relacionales que no son igualitarias.

Nos tapan los ojos para que no veamos, llegamos a mayores y, …. ¿seguimos sin querer ver por voluntad propia? Mira, me pongo de mala leche, porque es totalmente injusto que hombres y mujeres con la capacidad de saber más sobre igualdad, no quieran saberlo y se conformen con aprobar con ese 5 raspado, si es que aprueban y que se crean que han sacado matrícula de honor, o en el mejor de los casos, que quedan muy bien diciendo que saben que no son totalmente feministas pero que han avanzado mucho más que las generaciones precedentes y que están en un notable alto. 

Muchos hombres y algunas mujeres están en cargos de poder, con una influencia muy alta sobre asuntos legales, laborales, en educación, salud, política, …, figuras públicas que promueven la igualdad pero que, en su vida personal o en acciones concretas, perpetúan dinámicas patriarcales.

Por poner ejemplos, personas de la política o líderes que impulsan leyes o iniciativas relacionadas con igualdad de género pero no las aplican con profundidad o las limitan a aspectos superficiales, mientras perpetúan dinámicas patriarcales en su entorno personal o profesional. Es evidente que aquí podemos poner el ejemplo de última hora hoy, Iñigo Errejón (político español)

También están esas figura públicas que se autodenominan aliadas del feminismo pero son pilladas en comentarios, actitudes o acciones que contradicen sus discursos en pro de la igualdad. Aquí pueden encajar artistas, escritoras o intelectuales que publican obras en favor de la igualdad pero cuyas conductas personales, como en relaciones de pareja o con colegas, no reflejan los valores que promueven.

No nos olvidemos que la autocomplacencia no se limita a figuras famosas o públicas, es un comportamiento socialmente aprendido y extendido, es ese manchón de petróleo en el mar que solo con los años y el trabajo voluntario de mujeres y hombres se puede limpiar. Pero claro, si parte de ese voluntariado a ido a hacer bulto y currar lo menos posible, pues difícil lo tenemos y eso me enfada. Me enfadan las actitudes de que pudiendo hacer algo más por un bien común, no se haga, me enfada que las personas nos quedemos aparcadas en un "fíjate cómo está el mundo de mal".

Venga, voy a por mi frase favorita cuando estoy enfadada:  "Mierda en un bote grande".

Cada persona su granito de arena en lo que pueda, no en lo que no pueda. Con tener las mentes abiertas para adquirir más información, llegamos a ella, ¿Qué ocurre?, que no conviene, no conviene saber más porque como son una buena persona, si saben algo más, tienen que hacer algo y no quieren porque pierden privilegios, pierden poder.

Si os vais a la entrada de Socialización jerárquica en igualdad de género, le pondréis contexto a esto de la autocomplacencia, no obstante, os voy a desarrollar este temita tan incómodo para estas personas que la practican y que no lo quieren ver.

La autocomplacencia en el tema de la igualdad de género se refiere a la idea de que, aunque muchos hombres consideran que apoyan la igualdad entre géneros, se quedan en una zona de confort que no implica cambios reales. Creen que ya hacen "suficiente" porque cumplen con ciertos valores o acciones que consideran justos, pero en realidad esto no suele ir acompañado de una autoevaluación sincera ni de un esfuerzo por cambiar conductas o actitudes en las que son protagonistas y que reflejan desequilibrios de poder y falta de equidad y de igualdad. 

Esta actitud puede llevar a una sensación de satisfacción personal sin que realmente haya avances en la igualdad de género; es otro motivo más por lo que el machismo y la desigualdad de género persiste en nuestra sociedad, por eso es motivo de enfado, aunque hayan dado en pro de la igualdad, pararse creyendo que ya está todo hecho por su parte es al menos negligencia.

“Reafirman su autocomplacencia” 

Menudo peligro tiene esto de la autocomplacencia, con el permiso, me voy a referir a la autocomplacencia masculina porque, si sin tenerla le costaba al hombre reconocer actitudes machistas, con esta herramienta se convierte encima en alguien que no sé si consciente o inconscientemente toma el pelo a las mujeres y a otros hombres (Las otras masculinidades)  que trabajan y se trabajan por una igualdad de género real.

Hacen guiños a la igualdad que les permiten sentirse “buenos” o “progresistas” o "feministas" o "igualitarios", sin cuestionar profundamente sus propios privilegios ni hacer cambios significativos en su manera de ver el mundo o relacionarse. Tan sencillo como que mantienen las dinámicas de poder desequilibradas que les permiten seguir con sus privilegios como hombres.

Hablo de un postureo en una época en la que muchas personas rechazamos las formas evidentes de desigualdad y, a menudo, inconscientemente, los hombres se sienten satisfechos con pequeños gestos de apoyo hacia la igualdad de género, asumiendo que con ellos están haciendo suficiente.  Hoy en día no hay disculpa para la inconsciencia en tema de igualdad porque hay mecanismos amplios para poder informarse; se puede disculpar que tengamos un repertorio de actitudes machistas no reconocibles, pero si alguien te evidencia esas actitudes a modificar y no lo haces, eso sí es responsabilidad de la persona que sigue colaborando en que la desigualdad permanezca.

Por eso es que persisten actitudes y hábitos que siguen favoreciendo a los hombres en ámbitos como las relaciones, el hogar, y el trabajo. La actitud de autocomplacencia, implica que se considera que lo que ya se está haciendo es adecuado, sin que exista una revisión crítica y profunda de las acciones y actitudes cotidianas.

Osea, que ven que la violencia contra las mujeres en cabeza ajena, pero no la ven en la propia ¿Quién dijo lo de la ver la paja en ojo ajeno? ¡Es que seguimos prácticamente igual que hace 2000 años! 

Sigo un poco, porque esto tiene tanta miga que no lo puedo dejar colgado, por eso voy a indagar en el andar por casa, en esas relaciones del día a día que muchos hombres no quieren ver. Esas situaciones que a ellos les favorecen y que muchas mujeres no identificamos tampoco y así nos mete el machismo y el patriarcado un gol por la escuadra que no hemos visto venir.

¿Os habéis visto alguna vez preguntándoos "pero como he llegado aquí"? Yo sí. 

Este vídeo lo tengo en otra entrada colgado, pero es que viene al pelo con este último comentario que me ha salido. "La feminista blandengue".

¿Cómo se ve esta autocomplacencia en el día a día?

Muchos hombres creen que son aliados de la igualdad simplemente porque tienen una postura general de respeto hacia las mujeres, porque no ejercen una discriminación directa o porque apoyan la presencia de mujeres en diferentes espacios. Sin embargo, es común que no evalúen las dinámicas de poder, no cuestionen sus propios privilegios o no se involucren activamente en transformar aspectos de la sociedad y de sus propias relaciones que aún reflejan la desigualdad. En algunos casos, esta autocomplacencia aparece en:

  • Esta actitud de autocomplacencia es un terreno fértil para el crecimiento de dinámicas violentas o desequilibradas, pues el supuesto “esfuerzo” que se ha hecho ya se considera suficiente, y cualquier sugerencia de cambio o revisión se ve como exagerada o innecesaria. Es común que en esta postura aparezca el rechazo a asumir responsabilidad por actitudes o patrones de comportamiento que afectan a la pareja o a las mujeres en general. Esto mantiene a las personas en una zona de confort, evitando el aprendizaje profundo y el cuestionamiento personal sobre el trato y la dinámica que sostienen en la relación.
  • Creer que no hay más por hacer porque ya no se tienen actitudes abiertamente machistas. A veces piensan que, como “no hacen daño”, "no son violentos", identifican algunos micromachismos, …, no hay un problema. en ellos en cuestión de igualdad.
  • Minimizar experiencias y dificultades de género que viven las mujeres y otras identidades. Esto se da cuando ven ciertos problemas como “exageraciones” o creen que hablar de temas de igualdad no les concierne porque hoy en día ya "se está exagerando el tema".
  • Evitar el cambio personal y ver el problema solo como algo externo que no les afecta, en lugar de algo en lo que cada persona puede contribuir activamente, comenzando por uno mismo.

¿Cómo se manifiesta la autocomplacencia en temas de igualdad?

Pequeños gestos como símbolo de igualdad o concesiones y renuncias

Se refiere a pequeñas acciones, como participar en conversaciones de igualdad, apoyar algunas causas feministas, compartir responsabilidades, utilización del lenguaje no sexista, identificación de las distintas violencias machistas o micromachismos, posicionamiento social o incluso político feminista (caso Ïñigo Errejón), etc., que pueden parecer avances en términos de igualdad y de consideración hacia la mujer, pero en realidad, suponen una excusa para no seguir ahondando en sus comportamientos y pasar por esto de la igualdad en un aprobado justito o incluso un suspenso enmascarado. 

Muchos hombres creen que compartir ciertas tareas en el hogar, atender cuidados familiares o hacer declaraciones públicas a favor de la igualdad de género son acciones que les convierten automáticamente en aliados. Si bien estas acciones son positivas, también son solo el comienzo de lo que una verdadera igualdad significa. 
La autocomplacencia surge cuando esos pequeños actos se perciben como logros completos y suficientes y dejan de mover ficha.

Algunos hombres pueden ver estos pequeños actos como si fueran grandes contribuciones a la igualdad de género. Esta autoevaluación exagerada de sus logros les permite pensar que están haciendo lo suficiente, aunque el cambio real y significativo hacia la igualdad pueda requerir mucho más compromiso. 

En lugar de ser un apoyo sincero (consciente o inconscientemente), estas concesiones se convierten en gestos superficiales que les permiten reafirmar su propio valor y logros, sin implicarse en un cambio profundo y real.

Expectativa de reconocimiento: A menudo, los hombres esperan ser reconocidos y elogiados por sus gestos hacia la igualdad, como si estuvieran haciendo un favor en lugar de cumplir con un compromiso justo. Esto puede traducirse en comentarios como "yo ayudo en casa" o "yo soy de los que apoyan la igualdad". Cuando estos gestos buscan una aprobación externa o se consideran logros, en lugar de cambios necesarios para una relación equitativa, se refuerza la idea de que la igualdad es una concesión y no una responsabilidad compartida.

Falta de autocrítica: La autocomplacencia puede hacer que los hombres no examinen a fondo sus propios comportamientos y privilegios. Al sentir que ya están haciendo “lo suficiente” para ser igualitarios, pueden evitar cuestionar prácticas y actitudes más profundas que mantienen desequilibrios de poder, tanto en el hogar como en el trabajo. Esto incluye no reconocer patrones de comportamiento que favorecen sus intereses o limitan el desarrollo pleno de sus parejas.

Comparación con otros hombres: Un factor que contribuye a la autocomplacencia es la tendencia a compararse con otros hombres menos comprometidos con la igualdad. Esto es como la famosa frase de "en el país de los ciegos, el tuerto es el rey", ... pero la realidad es que ve sólo con un ojo. En esto de la igualdad hay que mirar con dos ojos porque si no, la desigualdad se cuela.

Así que esta comparativa beneficiosa para ellos, les lleva a pensar que, al hacer más que el promedio, ya están cumpliendo con los estándares de una relación justa y respetuosa. Sin embargo, la igualdad no debería medirse en relación con lo que otros hacen, sino en función de un compromiso constante con la equidad y el respeto.

Resistencia al cambio profundo: La autocomplacencia también se manifiesta en la falta de disposición para cambiar actitudes y comportamientos de manera profunda. Por ejemplo, participar en conversaciones sobre igualdad sin aceptar realmente la necesidad de compartir de manera equitativa la toma de decisiones, las tareas del hogar, o el tiempo para el desarrollo personal. Esta resistencia puede ser sutil, pero limita el avance hacia una igualdad real y sostenible.

Los hombres pueden hacer ciertos gestos o sacrificios que parecen apoyar la igualdad de género, pero que en el fondo son más una manera de sentirse bien consigo mismos o de verse como “aliados” del feminismo y de la mujer. 

Consecuencias de esta autocomplacencia

La autocomplacencia puede tener varias consecuencias para las relaciones, tanto en la vida de pareja como en el ámbito laboral o familiar y son similares a las  que produce la desigualdad de género, dinámicas de poder y la Socialización jerárquica en igualdad de género

Falsa sensación de progreso: Cuando los hombres sienten que ya están haciendo lo suficiente, las relaciones pueden quedarse estancadas en patrones de desigualdad, ya que no hay un impulso real para un cambio profundo. Esto puede hacer que las relaciones parezcan igualitarias en apariencia, pero en la práctica, persistan desigualdades significativas.

Frena el avance real de la igualdad. Cuando una persona cree que ya está haciendo lo suficiente, disminuye el compromiso y no ve necesidad de cuestionar y revisar actitudes, ni se plantea mejorar los espacios para que sean más justos.

Mantiene dinámicas de poder invisibles. Aunque muchas veces no es intencional, la autocomplacencia evita que se reconozcan dinámicas de poder que afectan a mujeres y otras identidades. Al no cuestionarlas ni querer transformarlas, se refuerzan, aunque no haya una intención directa de hacerlo.

Dificulta la empatía y el diálogo. La actitud de autocomplacencia puede hacer que ciertos problemas o vivencias que mujeres u otras identidades de género mencionan parezcan “irrelevantes” o “incomprensibles”, lo que limita el diálogo y la empatía.

Desgasta las relaciones. En relaciones personales o de pareja, esta postura lleva a que haya menos comprensión de las necesidades de la mujer, sobre todo si  necesita un cambio de dinámica para sentirse respetada o igual. La autocomplacencia a menudo lleva a ignorar estas necesidades.

La autocomplacencia lleva a minimizar las experiencias de la pareja, a corregirla, ignorarla o invalidarla en sus emociones. Esto se convierte en una forma más sutil de violencia de género, pues perpetúa una jerarquía de “quien sabe mejor”, reafirmando un papel de autoridad o superioridad que, en el fondo, alimenta una desigualdad de poder en la relación.

Frustración en la pareja: Las mujeres en estas relaciones pueden experimentar frustración, ya que aunque existan algunos cambios, si no son en profundidad,  genera un desgaste emocional y una sensación de que sus propias necesidades y aspiraciones no se valoran de igual manera, minando su autoestima y su propia credibilidad.

Desequilibrio en el desarrollo personal: Los hombres pueden tener más tiempo y energía para su desarrollo personal y profesional. Dentro de una desigualdad estructural ellos avanzan en sus carreras, proyectos u ocio, mientras que las mujeres están más relegadas a un segundo plano a la hora de cubrir sus necesidades vitales, limitándose así su propio desarrollo.

Superar la autocomplacencia: hacia una igualdad activa y real

Para avanzar hacia una verdadera igualdad, es importante que los hombres no se conformen con pequeños gestos, sino que asuman la igualdad como un compromiso activo y continuo. 

Algunos cambios pueden incluir:

Autoevaluación constante: En lugar de asumir que pequeños gestos son suficientes, es fundamental revisar continuamente el propio comportamiento y preguntarse si se está contribuyendo de manera justa en todas las áreas de la vida compartida.
Participación equitativa en todas las áreas: Esto significa compartir de manera equitativa no solo las tareas físicas, sino también la carga emocional y organizativa del hogar y la relación. De esta forma, se elimina el desequilibrio en el esfuerzo y se reconocen todas las contribuciones.
Escuchar y aprender: La autocomplacencia puede superarse cuando los hombres realmente escuchan las experiencias y necesidades de sus parejas y se comprometen a hacer cambios significativos, sin expectativas de reconocimiento. La igualdad se construye cuando se actúa desde el respeto y la empatía, y no desde el deseo de recibir elogios.
Compromiso con el cambio estructural: La igualdad no solo implica hacer cambios individuales, sino también cuestionar y rechazar prácticas y actitudes que perpetúan la desigualdad en el ámbito laboral, familiar y social. 
Involucrarse en estos cambios contribuye a una igualdad que va más allá de lo personal y tiene un impacto positivo en la sociedad.
Reflexionar y cuestionarse. Superar la autocomplacencia implica que cada uno pueda revisar con sinceridad sus actitudes y preguntarse en qué áreas puede ser más justo y apoyar mejor la igualdad. ¿Hay patrones que sostengo y no me doy cuenta?
Escuchar sin invalidar. La clave está en escuchar de verdad y sin juzgar las experiencias de otras personas, especialmente cuando hablan de temas de desigualdad o de actitudes que les afectan.
Participar activamente. Esto no implica solo tener una actitud de respeto, sino contribuir activamente a que haya cambios en el entorno cercano (hogar, trabajo, amistades), apoyando oportunidades iguales para todos y todas.
Adaptarse a nuevos aprendizajes. La igualdad de género no es una meta que se alcanza y se deja, sino que evoluciona conforme todos aprendemos más. Implica abrirse a seguir aprendiendo y cambiando, adaptándose a nuevas maneras de pensar y relacionarse.

En conclusión, la autocomplacencia en temas de igualdad es un obstáculo para el cambio real y profundo en las relaciones de género. Para superarla, es necesario que los hombres adopten una actitud de autocrítica, reconozcan los beneficios de una relación equitativa, y asuman una responsabilidad compartida. 

Superar la autocomplacencia con la igualdad de género requiere pasar de una actitud pasiva a una activa. No es suficiente con tener “buenas intenciones”. hace falta una acción continua y sincera, que parte de la autoevaluación y se extiende hacia los demás. Para cambiar esta situación, es clave reconocer las áreas donde aún existen desigualdades, cuestionarse constantemente y fomentar una comunicación abierta y empática. La autocrítica, la voluntad de entender la perspectiva de las mujeres y de revisar conductas propias son fundamentales para reducir esta complacencia y evitar que derive en comportamientos dañinos. 

domingo, 10 de noviembre de 2024

El rol del proveedor

Las cosas que tiene Eloisa

Para poder abordar la figura del rol del proveedor, primero quiero hacer referencia a quién consideramos proveedor y cuál es su papel.

Proveedor es la persona o entidad que ofrece bienes o servicios a otras personas o empresas; puede ser persona o empresa que vende productos o que ofrece diferentes servicios.

El proveedor es importante porque asegura que las personas tengan acceso a lo que necesitan para vivir y trabajar.

Su función incluye:

Suministrar: Ofrecer productos o servicios.

Cumplir con acuerdos: Respetar los plazos y condiciones acordadas con quienes compran.

Atender necesidades: Escuchar y adaptarse a lo que los clientes requieren.

El proveedor es fundamental en la economía, ya que conecta a quienes producen con quienes consumen.

Proveer, bonito verbo y utilizable en otros contextos, … me viene a la mente la frase "que Dios te provea" que expresa el deseo de que no te falte de nada o que todo te vaya bien o que no pases penurias. 

Voy a dar un paso más para saber en qué contextos se utiliza el rol del proveedor y qué significa de manera más extensa, porque es un rol que me llama la atención por las connotaciones que puede tener.

Lo voy a utilizar en masculino porque se denomina así, el rol del proveedor.

En términos sencillos, se refiere a la persona que se encarga de aportar los recursos económicos y materiales necesarios para el bienestar de otras personas, que pueden ser una familia, una pareja o incluso un grupo de amistades. 

Tradicionalmente, este rol ha estado asociado a la figura masculina, lo que implica una serie de dinámicas particulares que afectan a la forma en que nos relacionamos (Vivir bajo una estructura patriarcal). Hoy en día, el rol de proveedor ha cambiado significativamente, ya que cada vez más mujeres trabajan, contribuyen económicamente y comparten responsabilidades financieras.

Pese que esto es así hace tiempo, este cambio no siempre es fácil de integrar en las dinámicas familiares, sociales o de pareja.

Hoy en día, el rol del proveedor no lo es sólo económicamente, también tiene que haber un aporte en apoyo emocional, tiempo de dedicación y cuidados.

A las mujeres se nos puede dar bien porque lo de ser apoyo emocional, dedicar nuestro tiempo y saber cuidar ya lo hacíamos, así que, si le añadimos la contribución económica, tenemos el lote completo en la mayoría de los casos.

 ¿Y los hombres? ¿Cómo hacen para ser apoyo emocional, dedicar tiempo y cuidar si hasta hace muy pocos años la expresión de las emociones les ha estado "prohibida", el tiempo era para ellos y de los cuidados no se encargaban?

En principio esa idea está desfasada y ahora todas y todos esperamos que, independientemente del género, las personas contribuyan también emocionalmente, dediquen tiempo de calidad y asuman su parte en los cuidados. Este cambio plantea un reto importante para muchos hombres que crecieron en una cultura donde expresar emociones o involucrarse en los cuidados no era parte de su formación; su función era ejercer el rol del proveedor económico y listo, se dejaban de más líos “de mujeres”.

  • El peso del rol del proveedor y la "prohibición" emocional

Durante generaciones, a los hombres se les inculcó la idea de que debían ser proveedores fuertes, resolutivos y prácticos, y expresar emociones como tristeza, miedo o algún connato de vulnerabilidad era visto como un signo de debilidad que les alejaba de esa masculinidad hegemónica dominante.

Este condicionamiento cultural ha dejado una huella que, con el cambio de los tiempos y el empoderamiento de la mujer, les lastra al intentar adaptarse a roles más igualitarios.

Hay una serie de consecuencias a las que los hombres tienen que hacer frente, al margen de que muchos piensan que están ya en la igualdad porque hay algún signo han modificado (La autocomplacencia con la igualdad de género), pero internamente les quedan secuelas machistas de la cultura patriarcal que les son difíciles de detectar.

Vamos con algunas de ellas:

  • Dificultad para conectar emocionalmente 

Como he comentado, en las sociedades patriarcales, a los hombres se les enseña desde pequeños que tienen que ser "fuertes", que llorar era de débiles y que mostrar emociones (salvo la ira y el asco) o incluso amor de forma abierta es de mujeres ¿El resultado? Una desconexión emocional que les dificulta expresar lo que sienten; no aprendieron a identificar ni a expresar emociones y, en consecuencia, les cuesta comprender lo que sienten otras personas, por lo que la empatía es una cualidad que tienen que trabajar y adquirir.

Esta carencia de inteligenciaemocional afecta a nivel relacional, provocando conflictos innecesarios e inútiles que distorsionan la realidad y dificultan las relaciones sanas.

Si añadimos que eran los que tenían el mando y el poder (dinámicas de poder) sin que nadie les pudiera decir nada, en la comunicación no han aprendido lo que significa la escucha activa, pecan de parecer desinteresados o desconectados, aunque en muchas ocasiones, la realidad es que tienen ese bloqueo emocional que les impide saber procesar qué es lo que sienten ellos y que siente la persona con quien hablan.

Hay otro punto; no pueden con el hecho de mostrar debilidad o vulnerabilidad, por lo que abrirse emocionalmente les hace sentirse expuestos y les genera inseguridad personal. Permanecen "cerrados" emocionalmente por sus miedos y costumbres culturales, y esta postura genera una distancia emocional nada beneficiosa para las relaciones.

Evidentemente, si existe un bloqueo emocional, si no tienen desarrollada la inteligencia emocional, ni la escucha activa y si permanecen cerrados y distantes, difícilmente pueden dar un apoyo emocional, lo más que pueden dar son consejos prácticos que solucionen problemas.

Con personas del trabajo o del ocio, las interacciones suelen ser menos intensas emocionalmente, lo que les resulta más cómodo. En un ambiente laboral pueden hablar de sus éxitos o frustraciones en términos más prácticos, mientras que en una relación de pareja se espera que hablen de lo que sienten, lo cual puede ser más difícil y arriesgado emocionalmente (de nuevo el sentirse vulnerables), algo que les genera presión y tensión, por lo que lo suelen evitar, o por lo menos lo intentan a toda costa.

El entorno laboral o de ocio, como un grupo de amigos o compañeros de deporte, muchas veces es visto por los hombres como un lugar seguro porque no implica el mismo nivel de juicio o responsabilidad emocional que en una relación de pareja. En esos contextos pueden compartir espacio y tiempo sin preocuparse tanto por las consecuencias emocionales profundas, las conversaciones suelen estar centradas en temas externos (proyectos, deportes, aficiones) más que en cuestiones personales o emocionales. Esto permite una conexión sin tener que profundizar demasiado, lo cual resulta más cómodo para quienes no están acostumbrados a manejar sus emociones.

Esto viene de herencia y muchos hombres han crecido viendo a sus padres o figuras masculinas importantes conectando emocionalmente más con sus amigos o colegas que con sus mujeres. 

Este modelo cultural del patriarcado, refuerza la idea de que el trabajo y el ocio son espacios de camaradería, mientras que el hogar es un lugar donde se cumplen roles y responsabilidades. Pero claro, este modelo cultural ya no vale, ya se ha modificado, ya las mujeres proveen económicamente a la familia y por lo tanto, a la pareja le piden un cambio; que no hagan tan sólo el rol trasnochado del proveedor y que provean también en calidad de tiempo y en cuidados, incluidos los emocionales.

Estas peticiones le requieren al hombre un trabajo, un tiempo y un exponerse a sus vulnerabilidades al abrirse emocionalmente que le resulta agotador, agobiante, molesto, pesado e incluso, angustioso y atosigante, por lo que tienen una tendencia a escapar y a culpabilizar a la pareja por sus peticiones de compartir algo más que bienestar económico.

Aquí es cuando viene la madre del cordero: por un lado, la pareja siente que no está valorada ni comprendida, por otro lado, el hombre se siente acosado e incluso, al no abrirse se puede sentir que se encuentra solo dentro de la relación y busca conexiones externas como refugio (ocio, amistades, etc.).

Se le ha complicado la vida al hombre en este aspecto; antes sólo se tenía que preocupar de proveer económicamente, con la contrapartida de tener el poder (dinámicas depoder en pareja), y ahora se le pide que esté a la altura de proveer de su tiempo de calidad (que antes era suyo para lo que quisiera) y de un apoyo emocional que no ha aprendido (ni quiere aprender en muchos casos), con el riesgo de mostrar su vulnerabilidad y perder su seguridad y el poder. Visto así no resulta muy alentador el cambio ¿verdad? Es complicado soltar los privilegios que durante generaciones se han tenido a cambio de algo que no saben ni qué es.

¿Qué ocurre entonces? Que se resiste a este cambio que para él sólo le trae esfuerzo, dedicación, trabajo e inseguridad, aparte de perder el poder estando en una relación igualitaria. 

  • Resistencia al cambio 

El hombre se encuentra en una repulsión al cambió que en ocasiones les produce ira (dos emociones admitidas en él), incluso el sólo hecho de adquirir información de algo distinto que pueda suponer tener que cambiar. No quieren correr riesgos por los que moralmente no tengan escapatoria del cambio (La autocomplacencia con la igualdad de género).

Por eso vamos como vamos en tema de igualdad, porque aún es mínima la parte de hombres que se han querido informar para elegir que quieren salirse de la masculinidad hegemónica que tanto oprime (al hombre y a la mujer); me refiero a hombres con otras masculinidades, que se han salido de la adicción al poder.

Pero hay que ver la realidad, y esta realidad es que aún quedan muchos, muchos, muchos hombres a los que asumir tareas de cuidados o mostrarse vulnerables genera incomodidad y malestar, y si no es esto, lo que les genera el malestar es la pérdida del poder (poder, prestigio, posición), porque desafía su identidad tradicional, esa que han mamado, tienen pegada a las entrañas y tan escondida que ni la quieren ver por conveniencia.

Cuando un hombre heteronormativo se enfrenta a la posibilidad de salir del rol tradicional impuesto por el sistema patriarcal, experimenta una resistencia al cambio porque percibe que perderá ciertos privilegios que considera beneficiosos o parte esencial de su identidad.

La cosa es que el hombre juega al parchís con todas las fichas ya sacadas sin tener que esperar a que te toque el 5 en el dado para empezar a jugar ¿injusto? Sí, totalmente injusto y lo que no es justificable es cerrar los ojos y los oídos ante eso y aceptar empezar a jugar como si no pasara nada, porque claro, así tienen más posibilidades de ganar la partida.

Voy con alguno de esos privilegios adquiridos por herencia:

El poder y el control

De entrada, vivir bajo el amparo de una estructura patriarcal, otorga a los hombres una posición de privilegio en las dinámicas de poder, tanto en la familia, como en la sociedad, como en el hogar, y cambiar este aspecto, hace que sientan que pierden el control sobre decisiones importantes o el dominio en ciertas áreas. Por ejemplo, dejar de tener la última palabra en una discusión o renunciar a decidir unilateralmente sobre cuestiones económicas, de ocio o familiares, disponer de su tiempo sin dar explicaciones, optar a no dedicarse a los cuidados, etc.

Privilegios "invisibles"

Muchos privilegios asociados al sistema patriarcal pasan desapercibidos porque están normalizados. Al abandonar ese sistema, el hombre puede sentir que pierde comodidades, ventajas o exenciones que no sabía que tenía como privilegio, como es ser menos juzgado por su apariencia o emociones, menos responsabilidades domésticas o de cuidados, mayor promoción laboral, ocupación de espacios, poseedor de la verdad, capacidad de elección mayor, etc.

No se dan cuenta que no se les quita nada que fuera suyo, que tan sólo la mujer recupera algo que le han usurpado desde hace generaciones.

Su identidad tradicional

El patriarcado asocia la masculinidad con ser fuerte, proveedor y protector. Cambiar ese modelo puede generar una crisis de identidad, ya que muchos hombres sienten que están "fallando" en lo que la sociedad espera de ellos si no cumplen con el rol de la masculinidad; si dejan esos roles, se encuentran con un vacío en el que no saben quiénes son, además de encontrarse con esos miedos internos a no sentirse respetados.

Estatus y validación social

El estatus y la validación social son como las medallas o los premios que los hombres ganan cuando siguen el “manual del hombre perfecto” que impone el sistema patriarcal; este premia a los hombres que se ajustan a su rol tradicional.

Salirse de este molde puede implicar perder reconocimiento o respeto en su entorno (volvemos al miedo). Por ejemplo, a través de críticas o burlas por asumir tareas consideradas "de mujeres”, veto a ascensos laborales por ser emocionales y vulnerables, menos contactos en esferas del poder, etc.

Seguridad emocional

Los roles patriarcales ofrecen una estructura que da seguridad, … pero no es oro todo lo que reluce, porque a cambio están toda la vida con la presión de si están dando el perfil de ello o no, y con las limitaciones que lleva, como la imposibilidad de la expresión personal individual de quienes son, que conlleva vivir frustrados al estar desconectados de ellos mismos. Al no haber tenido espacio para gestionar sus emociones, muchos enfrentan estrés, ansiedad o conflictos internos, además del miedo al rechazo por salirse de ese rol de proveedor duro, fuerte, resolutivo y práctico.

Además, modificar actitudes para un cambio de rol hace que se sientan vulnerables, ya que tendrán que aprender a gestionar emociones y relaciones de formas nuevas y menos controladas, como enfrentarse a conflictos emocionales que antes evitaban, cuestionar sus propias creencias, autocrítica de lo que han hecho hasta ese momento, indagar en quiénes son y cómo son, etc.

La sensación de superioridad

El patriarcado promueve una jerarquía donde los hombres están por encima de las mujeres y cambiar este paradigma se siente como una pérdida de importancia o de un "estatus natural" que la cultura les ha inculcado.

Esta sensación de superioridad no es algo que los hombres "inventen", sino que es algo que la sociedad les inculca desde pequeños. En el manual de instrucciones para ser hombre dice que los hombres son más fuertes, más inteligentes y más importantes que las mujeres.

 Comodidad en la rutina

Los roles tradicionales pueden ser cómodos porque no requieren cuestionarse ni cambiar. Salir del sistema patriarcal implica trabajo emocional y mental, lo que puede parecer agotador o innecesario para quienes no perciben los beneficios del cambio.

La verdad es que no son para envidiar tampoco, pero lo que molesta es la resistencia al cambio, porque generan un malestar relacional, una desigualdad social y de poderes, que trae consigo entre otras cosas violencia y muerte … ¡no es ninguna tontería!

Hay que entender esta resistencia al cambio porque les han educado desde la más tierna infancia a tener unos privilegios sólo por haber nacido hombres y esto crea una adicción a tenerlos. Es verdad que hay que entender un grado de resistencia, sí, pero, … ¿hay que aceptarla? NO

Entendamos que hay:

Miedo al cambio

Falta de modelos positivos (otras masculinidades)

Inercia social y cultural

Falta de habilidades emocionales

-Son motivos que me parecen totalmente solventarles con un poquito de interés.

NO ACEPTEMOS:

La desigualdad social

La violencia de género

La autocomplacencia en igualdad degénero

Supremacía en la toma de decisiones

Acceso privilegiado al espacio público

Expectativas más bajas en lo emocional

Mayores oportunidades laborales y económicas

Validación social automática

Que me dejo cosas en el tintero, fijo. Las que he puesto las iré desarrollando en otras entradas hacia las que estarán los enlaces.

El rol del proveedor es un poco traicionero tanto para quien lo ejerce, como para quién recibe los beneficios de su proveer. Me explico:

A nivel familiar, como tradicionalmente se ha esperado que los hombres sean los que traigan el dinero a casa y mantengan a la familia, a simple vista pueda parecer un acto generoso, pero… esta dinámica esconde una serie de cuestiones de poder. ¡Tachán!, de nuevo aparecen las dinámicas de poder (en familia y pareja).

Más de uno/a y de dos andarán pensando que ya estamos sacando de contexto las cosas y que ¿desde cuándo ser generoso está mal? Pues la generosidad en si no es mala, todo lo contrario, lo malo es que esa generosidad enmascare:

Control económico- Quien controla el dinero, controla muchas decisiones. Desde qué se compra hasta dónde se va de vacaciones.

Sentido de superioridad- Al ser el principal proveedor, se puede generar una sensación de superioridad, como si se estuviera haciendo un favor al resto de la familia.

Exigencia de reconocimiento- A menudo, se espera que el proveedor sea reconocido y agradecido por su aporte económico, lo que puede generar resentimiento si no se siente valorado.

¿Cómo se enmascara el poder en el hombre con el rol del proveedor?

"El buen proveedor"- Se presenta al hombre proveedor como un héroe, alguien que sacrifica su tiempo y esfuerzo por el bienestar de su familia, buena gente y buen hombre.

Culpabilización- Si la mujer cuestiona esta dinámica o pide más equidad, se la puede hacer sentir culpable por no valorar lo que el hombre hace.

Dependencia económica- La dependencia económica de la mujer hacia el hombre puede limitar su autonomía y su capacidad para tomar decisiones.

Desigualdad- Esta dinámica refuerza las desigualdades de género, al perpetuar la idea de que los hombres son los responsables de proveer y las mujeres las encargadas del cuidado del hogar. No hay un reparto igualitario ni equitativo, cada persona aporta lo que es y lo que tiene.

Relaciones tóxicas- Puede generar relaciones tóxicas basadas en el control y la dependencia, lo que vienen a ser las dinámicas de poder desequilibradas.

Presión sobre los hombres- Los hombres también sufren las consecuencias de este rol, ya que se les exige ser proveedores a toda costa, lo que puede generar estrés y ansiedad.


El rol del proveedor generoso, aunque parezca positivo, esconde una serie de dinámicas de poder que pueden ser perjudiciales para las relaciones y para la igualdad de género.

Sigo escribiendo de este rol con cositas que voy encontrando y que, aunque en muchas ocasiones reitere conceptos, no me importa porque será que lo necesito poner para que cuando me lean y yo me relea, sirva de recordatorio y grabación mental que minimice lo aprendido hasta el momento como válido.

A nivel social, el rol de proveedor puede reforzar ciertas expectativas y estereotipos, además, por un lado, puede generar una sensación de seguridad y estabilidad en el grupo, como es contar con alguien que se encargue de los recursos que facilite la planificación y el desarrollo de proyectos (políticos, sociales, …), sin embargo, también puede llevar a la creación de dinámicas de poder desequilibradas.

En el ámbito familiar, la historia puede ser tanto positiva como negativa. Por un lado, puede fomentar un ambiente de apoyo y cuidado, donde sentirse protegida/o y, por otro lado, puede generar tensiones si la persona que ejerce este rol siente que su valor se mide únicamente por su capacidad de proveer, llevando a un desequilibrio en las relaciones familiares, donde las contribuciones no económicas, de gestión de recursos o emocionales pueden ser subestimadas. Si a esto le añadimos de nuevo que se crean unos vínculos relacionales insanos y de dependencia (dinámicas de poder en la familia), donde las personas que no son proveedoras pueden sentirse menospreciadas o limitadas en su autonomía, … ¡el cóctel está servido!

En las amistades, el rol de proveedor puede manifestarse en situaciones donde una persona asume la responsabilidad de organizar actividades o cubrir gastos. Esto puede ser visto como un gesto generoso, pero también puede crear expectativas poco realistas o generar resentimientos si no hay un equilibrio en las contribuciones al grupo. 

Lo que en un principio es algo que se hace de manera voluntaria y generosa, acaba convirtiéndose en una carga si no se comparte el rol, además de crear vínculos emocionales basados en tanto me das, tanto vales, donde se pueden dar situaciones no equitativas (dinámicas de poder en la amistad).

Si todas las personas contribuyen de manera justa, el rol de proveedor es menos relevante y fomenta un ambiente de colaboración y apoyo mutuo, donde cada persona se siente valorada por sus habilidades y aportes, no solo por su capacidad económica.

En el ámbito laboral, el rol de proveedor puede influir en la forma en que una persona se relaciona con el resto y su entorno (dinámicas de poder en el trabajo). Aquella persona que asume este rol puede sentir una presión adicional para sobresalir y mantener su posición, lo que puede llevar a un estrés considerable. Además, si se identifica fuertemente con su rol de proveedor, puede descuidar otras áreas de su vida, como el desarrollo personal o las relaciones interpersonales.

Ya tenemos algún ingrediente más para conformar la idea del rol del proveedor, así que voy a intentar resumir:

Ø Pros y contras del rol de proveedor

Pros para la persona que ejerce el rol de proveedor:

Sentido de propósito- Puede generar una sensación de logro y satisfacción al poder cuidar de los demás.
Estabilidad económica- Proveer puede llevar a una mayor seguridad financiera para el grupo.
Reconocimiento social- En muchas culturas, ser proveedor es visto como un rol honorable, lo que puede traer reconocimiento y respeto.

Contras para la persona que ejerce el rol:

Estrés y presión- La responsabilidad de proveer puede ser abrumadora y generar ansiedad.
Desbalance en la relación- Puede llevar a una dinámica desigual si no se reconocen otras formas de contribución.
Identidad limitada: La persona puede sentirse utilizada y tan sólo valorada por lo que aporta, aunque no sea real y sus valores puedan estar en algo muy distinto a las meras aportaciones.

Es evidente que todo tiene dos caras; una buena y otra no tan buena o incluso mala. Saber identificar y no pasarse "al lado oscuro" cuando una persona es proveedora, no es tan fácil de detectar porque, como la intencionalidad con la que se hacen las cosas a nivel mental, quizás no tengan nada que ver con la intencionalidad inconsciente que lleva a adquirir el rol del proveedor, la cosa se pone complicada.

Algunas personas sienten que necesitan demostrar su valor personal, otras realmente disfrutan cuidando de las demás personas, algunas están movidas por el deseo de ayudar, por el sentido de la responsabilidad, y algunas veces, simplemente se acostumbran a estar ahí para el resto. 

Tienen muchos aportes positivos y no siempre es algo negativo, pero cuando no hay equilibrio, puede causar desgaste o crear dinámicas complicadas con las personas a quienes proveen. 

 

Para las personas que tienen al lado una que ejerce el rol del proveedor, puede ocurrirles:

Dependencia 

A largo plazo, quienes están cerca de un proveedor pueden llegar a depender demasiado de él o ella. Esta dependencia puede hacer que sientan que no son capaces de tomar sus propias decisiones o enfrentar desafíos sin ayuda, lo cual limita su autonomía y confianza en sus capacidades.

Pérdida de voz y espacio propio 

Cuando alguien asume el rol de proveedor, puede terminar tomando todas las decisiones importantes. Esto puede hacer que las personas a su alrededor se sientan menos escuchadas o que sus opiniones no tienen tanto peso, porque el proveedor suele liderar en todo.

Dificultad para desarrollarse

Quienes dependen del proveedor pueden sentirse estancados, ya que no desarrollan ciertas habilidades o hábitos, como el manejo del dinero o la resolución de problemas. Esta falta de experiencia puede hacer que se sientan inseguros al enfrentarse a situaciones en las que el proveedor no esté para ayudar.

Desequilibrio en la relación

A largo plazo, el rol de proveedor crea una relación desigual; una persona da mucho y la otra recibe sin corresponder de la misma manera, bien porque se acomoda, bien porque no la dejan. Esto puede generar tensiones o resentimientos, ya que el proveedor puede sentir que no recibe el mismo nivel de apoyo o consideración, y quien recibe puede sentir que le piden la sumisión y la voz y el voto en las decisiones.

Pérdida de iniciativa: Con el tiempo, las personas a su alrededor pueden dejar de tomar la iniciativa porque están acostumbradas a que el proveedor asuma ese rol. Esto afecta su capacidad para proponer, organizar o resolver por su cuenta, y puede hacer que pierdan parte de su independencia.

En cualquiera de los contextos vitales, contar con una persona proveedora es beneficioso porque brinda estabilidad, cuidado y apoyo, eso sí, siempre y cuando no fomente una dependencia, donde otras personas no pueden desarrollar sus capacidades.

A largo plazo, la dependencia no saludable creada desestabiliza, ya que para la persona proveedora resulta una carga de la que quiere escapar y para el resto resulta una inestabilidad sentir que la persona que les daba seguridad y confianza, quiere escapar o huir.

Ser o tener cerca una persona proveedora en sí mismo es un factor de tranquilidad, el problema viene cuando el rol se convierte en una carga constante para la persona que lo ejerce y, por otro lado, cuando a largo plazo se convierte en un foco de relaciones no equitativas en las dinámicas de poder. 

En una sociedad machista, el rol del proveedor está cargado de expectativas de control, fuerza y autosuficiencia, lo que afecta tanto a la persona que asume este rol como a quienes están a su alrededor. A través de la socialización jerárquica a la que hemos sido todas y todos sometidas y sometidos, nos han impuesto un sistema totalmente descompensado y desequilibrado que trae unas consecuencias. Este sistema limita la igualdad y el crecimiento personal de ambas partes, ya que fija a las personas en roles rígidos donde la autonomía, la colaboración y la reciprocidad son menos valoradas.

Es importante reconocer estas dinámicas, además de urgente y necesario trabajar para crear relaciones más equitativas, igualitarias y justas ¿Cómo? Con mucha información para nosotras y para ellos de lo que suponen estas dinámicas, nosotras para no consentirlas, ellos para no reproducirlas. Indudablemente una de las partes actoras principales es el rol del proveedor con sus dinámicas y reconocerlo es ya un avance.

domingo, 13 de octubre de 2024

Micromachismos II

Si en micromachismos I os contaba muchas cosas sobre ellos, en micromachismos II os comparto parte de un material pedagógico realizado para un público juvenil adolescente. Es importante el aprendizaje de las conductas que mantienen los micromachismos evidentes y los micromachismos más sutiles y que pasan desapercibidos; esto va para hombres y mujeres de cualquier edad, pero es importante que la juventud lo sepa.

¿Por qué para un público juvenil? Porque parece ser que hay  un retroceso en los avances logrados socialmente en cuanto a la violencia de género y contra el machismo; aunque sea duro, es real.


Especial atención porque es una noticia de noviembre del 2023. 
Impresiona saber que 1 de cada 4 jóvenes de entre 15 y 29 años no crea que la violencia machista existe y que el porcentaje con respecto al año 2019 sea de prácticamente el doble: de un 12% hemos pasado a un 23'1% y la violencia machista sigue existiendo ¿por qué ocurre este fenómeno?


Los micromachismos actúan incluso disimulados en forma de broma o de amabilidad y preocupación por la mujer, que calan en el hombre y en la juventud. 

Vivir en una sociedad micromachista, con el tiempo afecta a la confianza y la autoestima de las chicas y a la normalización de actitudes machistas que en demasiadas ocasiones lleva a relaciones que acarrean tolerancia a la violencia.

Por ejemplo, ¿sabéis lo que es el mansplaining? La traducción es "hombre explicando" y yo lo traduzco como "el listillo de turno".

MANSPlAINING

Se usa para describir cuando un hombre explica algo a una mujer de una manera condescendiente, asumiendo que ella no sabe nada sobre el tema, incluso teniendo más conocimiento o experiencia que él. 

Es como si un chico le explicara a una chica algo que ella ya conoce, pero haciéndolo de una forma arrogante o paternalista; incluso la dice qué hacer, cómo decir, qué la sienta mejor, por dónde ir, qué comer,  en qué fijarse, …

La idea detrás de este término es que algunos chicos no se dan cuenta de que están tratando a las chicas como si fueran menos inteligentes, sin recordar que todas las personas merecemos ser tratadas con respeto y que nuestras opiniones y conocimientos son valiosos, sin importar nuestro género. 


Unos cuantos ejemplos:

Imagina que tú chica, sabes sobre el sistema solar y un compañero empieza a explicarte cómo funcionan los planetas, dando por hecho que no tienes idea. 

Un amigo que te dice cómo usar tu propio teléfono que conoces muy bien,  empieza a explicarte cómo hacerlo, sin preguntarte si ya sabes o si quieres ayuda.

Estás viendo un partido de fútbol y un chico empieza a explicarte las reglas, asumiendo que no sabes nada y resulta que tú ya sabes, y mucho, pero él te trata como si fueras nueva en el tema.

Un chico que es muy bueno en matemáticas empieza a explicarte un problema que tú ya entiendes, sin haberte preguntado si ya sabes o si lo necesitas.

Un amigo que te dice "así se te ve mejor", sin saber que tú ya tienes tu propio estilo y te sientes cómoda con lo que llevas; es como si asumiera que no sabes cómo elegir tu ropa.

En el trabajo un hombre le explica a una colega con experiencia en marketing cómo hacer una campaña de publicidad, a pesar de que ella tiene más años de experiencia en el campo que él.

Un hombre comienza a explicar a una mujer cómo usar una tabla de Excel, asumiendo que ella no sabe nada, cuando en realidad ella da cursos de ello .

En un debate un estudiante interrumpe a una compañera para explicarle un concepto que ella ya ha discutido, porque no la ha escuchado y sin saber que ella es la autora de un artículo sobre ese tema.

Durante una charla sobre política, un hombre le explica a una mujer por qué su opinión es incorrecta, sin considerar que ella es politóloga y tiene gran conocimiento del tema.

Un hombre le dice a una mujer cómo debería cuidar su salud, ignorando que ella es médica y tiene más formación en el área que él.

Vas por el monte y tienes en tu mochila la chamarra, comentas que empieza a hacer frío y te dicen "ya te ayudo y te doy tu chamarra", le contestas que no te hace falta de momento y te insiste en dártela para que no cojas frío, vuelves a decir que no necesitas y te sigue insistiendo y es cuando te sale un "A ver; ¡si sabré yo lo que quiero!" Y luego eres una borde.

Todos estos ejemplos son micromachismos de un determinado grupo de actitudes que se engloban en el mansplainig, quedando seguro un montón de ejemplos en el tintero.

Vamos con otro concepto que yo lo he denominado "amabilitis" (igual tiene ya nombre, pero no lo voy a buscar).

        AMABILITIS 

-     La mujer tiene un par de bolsas en las manos y el hombre la coge una sin haberle preguntado si lo necesita (la mujer es débil y frágil).

        Abrir la puerta y ceder el paso sólo a las mujeres (amabilidad selectiva).

        Pagar la cuenta dando por hecho que es así y sin preguntar (control social).

        Decir “Eres muy guapa además de inteligente” o “Oye, que bien conduces siendo mujer” (menosprecio a las capacidades femeninas)

        Sin haber preguntado lo que quieres te dicen “No quiero que vayas sola, me esperas que es peligroso”, “Me encargo yo, así que de esto no te preocupes” (infantilización de la mujer).

        Amabilidad en el trato, asumiendo que así la mujer está en deuda hacia él (friendzone; la mujer debe responder a las expectativas emocionales o sexuales del hombre).

Venga, voy con otro concepto de este micromachismo muy mono, el friendzone.

FRIENDZONE

El término se refiere a una situación en la que un hombre tiene sentimientos afectivo/románticos por una mujer, pero esta solo está interesada en una amistad; le cae genial, le quiere mucho, pero no como relación de pareja.

Él siente que sus actos de generosidad, amabilidad o amistad deben ser recompensados ​​con amor o atención (eso le han enseñado en la cultura patriarcal) y no acepta esta decisión, por lo que empieza a menospreciar a la mujer porque cree dañada su masculinidad y la mujer pasa a ser “la mala”.

Además, la narrativa del "friendzone" minimiza, desvaloriza, menosprecia y deslegitimiza la autonomía emocional y romántica de la mujer para elegir sus propias relaciones, lo cual contribuye a la cultura de presión y relaciones poco saludables que pueden minar la autoestima de la mujer ¿Cómo? 


Vamos con ejemplos para salir de esta maraña de conceptos en los que muchas veces las mujeres no lo tenemos tampoco claro y "pagamos deudas" que no tenemos por esas "amabilidades de amigo especial".

FRIENDZONE

Se ignora el derecho de la mujer a decidir libremente sobre sus relaciones y no tenerse que sentir culpable, por lo que, a través de una presión psicológica (el hombre se sentirse ofendido o frustrado) y la culpabilización por "meterlo en la friendzone", quiere lograr sus intereses o dar lo que "se merece" a la mujer. 

“Como yo no vas a encontrar a nadie”

“Me porto bien contigo, no sé que quieres”

“Estás tonta, no sabes lo que te pierdes”

“Te creerás que vas a encontrar a otro que te quiera tanto como yo”

“No sé quién te crees que eres”

“Los demás te quieren sólo para sexo porque estás buena”

“Con ese carácter te vas a quedar sola”

“Eres una niñata que no sabes lo que quieres”

“A tus amigas/madre/padre les caigo genial, es una pena”

“Piénsatelo que vas a ser muy feliz conmigo, no te va a faltar de nada.”

"En tu vida te han tratado como te trato yo"


En fin, que los micromachismos dan mucho de sí, porque están por todos lados, los escondidos bajo amabilidades son muy caros de ver y si se ven, mucho más de entenderlos, pasando las mujeres que son capaces de verlos a ser calificadas de radicales o feminazis, y los hombres que también los ven, de mindundis o "amariconados". Hay que tener cuidado con los micromachismos con piel de cordero.