Mostrando las entradas para la consulta aceptación ordenadas por fecha. Ordenar por relevancia Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas para la consulta aceptación ordenadas por fecha. Ordenar por relevancia Mostrar todas las entradas

jueves, 21 de noviembre de 2024

Mujer estoica

Las cosas que tiene Eloisa

Hay un refrán que dice que hay que tomarse la vida con filosofía y yo estoy de acuerdo y en mi descubrimiento de la filosofía estoica, he decidido que ser un poco de todo está muy bien y que sentirme una mujer estoica me seduce mucho para no complicarme la existencia y "tomarme la vida con filosofía".

Esto de vivir es un poco locura y en muchos momentos en los que las circunstancias te hacen parar y pensar ¿qué pasa? o ¿cómo sigo?, ¿qué pienso? o ¿en qué me equivoco?, parar y hacer caso a esta filosofía puede darte un poco de calma y tranquilidad en medio del caos.

El estoicismo, con su énfasis en la virtud, la razón y la aceptación de lo que está fuera de nuestro control, ofrece una perspectiva única y con esta idea en la cabeza te voy a contar un poco que es, bajo mi punto de vista, ser mujer estoica.

Ser una mujer estoica

Es aprender a vivir de manera más consciente y poner en entredicho lo que hemos aprendido a través de la familia, la educación y la sociedad. Cambiar el prisma con el que vemos la vida depende de nosotras; gracias a vivir donde vivimos con acceso a mucha información, podemos leer y de muchas informaciones diferentes, para quedarnos con lo que nos resuene; por ejemplo, a mí el estoicismo me suena bien.

Si sólo leemos de lo conocido, vamos a reforzar las ideas que tenemos porque todo se alinea a eso que ya sabemos; si somos capaces de leer información diferente e incluso contraria, es cuando ya podemos elegir qué queremos creer, qué queremos pensar y cómo queremos llevar nuestra vida. Elegir, esa es una de las grandes libertades de vida, elegir sin estar excesivamente condicionada/o, aunque ya sabemos que siempre lo estamos, aunque queramos creer que no.

Uno de los conceptos que me parece interesante y que ya lo tenía entendido, es el de la aceptación (no resignación). Aprender a aceptar lo que está fuera de nuestro control y a enfocarnos en lo que sí podemos cambiar y esto, lo podemos aplicar a todas nuestras áreas de la vida. Hacer lo que sí puedes hacer y no hacer más de lo que puedes hacer, ese es el equilibrio del que nos habla el libro de Los 4 acuerdos

No quieras resolver lo que no te corresponde resolver, porque además no lo vas a poder hacer y es ir más allá de lo que tienes y puedes hacer; es lo mismo que decir acepta que hay cosas que no vas a resolver y haz algo con las que sí puedes hacer algo …  ¡Quiero ser mujer estoica!

Te voy a contar mi experiencia personal: yo tenía creencias, conceptos, actuaciones, vivencias, debates, escritos, etc. sobre la igualdad, el machismo, el patriarcado, etc. Mi visión era sesgada, obsoleta y por qué no decirlo, machista. Lo de empezar a leer tiene sus réditos y a través de informarme en las consecuencias del machismo y de los roles adquiridos, me he dado cuenta de mis propias experiencias de vida y lo poco o nada que sabía que estaba condicionada al vivir bajo una estructura patriarcal.

Ahora estoy algo más informada y, aunque me tenga que seguir informando, sé que en mi mano no está cambiar el mundo y este sistema patriarcal (El patriarcado; imagen de Procusto ysu lecho) enraizado en todos los contextos, pero lo que sí puedo hacer es empoderarme como mujer (El empoderamiento), transmitir lo que voy aprendiendo y que luego cada persona se quede con lo que pueda quedarse. Si consigo que una mujer entienda algo más quién es y a qué ha dado permiso en su vida con respecto a la igualdad de género, me doy por satisfecha, además de, si consigo que un sólo hombre se de cuenta de quién es y a qué a dado permiso en su vida con respecto a la igualdad de género, … ¡ya sería la pera!

Todas y todos somos responsable de la desigualdad de género, por no querer informarnos y conocer otras alternativas de vida por ejemplo en el caso de ellos otras masculinidades, en nuestro caso a través del empoderamiento femenino.

Fin de mi ejemplo personal y sigo con lo de ser una mujer estoica y por qué la filosofía estoica nos puede beneficiar. Principalmente nos dirige a sacar lo mejor de nosotras, esas habilidades y capacidades que muchas veces no la tenemos potenciadas, como son: 

Empoderamiento

El estoicismo nos enseña a tomar las riendas de nuestra vida y a no dejarnos llevar por las circunstancias, brindándonos herramientas emocionales para empoderarnos, como aceptar que, aunque no podemos controlar todo lo que sucede a nuestro alrededor, sí podemos controlar nuestra reacción ante los eventos. Es decir, nos otorga la capacidad de responder de manera consciente y racional a las adversidades, en lugar de dejarnos arrastrar por ellas.

Una es una y sus circunstancias, pero su vida no son las circunstancias, es lo que ella quiera vivir con esas circunstancias; las acepto o las cambio, sin andar con más bobadas. 

Saber que nosotras tenemos capacidad de decisión fomenta la autosuficiencia y nos enseña a confiar en nuestras propias capacidades para buscar soluciones dentro de nosotras mismas sin depender de otra persona. Esto de jugar en la vida es como una rueda porque, al ir adquiriendo más autosuficiencia y ser capaces de dar soluciones a nuestros problemas, nos aumenta la autoestima.

Para ser autosuficientes tenemos que reconocer nuestras fortalezas y trabajar en nuestras debilidades para mejorarlas en la medida que necesitemos, de esta forma por añadidura, fortalecemos nuestra autoestima y confianza en nosotras mismas ¡y la rueda sigue girando! En el reconocimiento de nuestras fortalezas y nuestras debilidades está la clave.

Autosuficiencia y autoestima juntas, promueven el tener una mayor libertad porque ya no necesitamos a alguien externo para solucionarnos la vida, ya elegimos a alguien externo para compartir vida (amistades, trabajos, parejas). Ya no nos sentimos validadas o no por circunstancias externas que nos pasan o por opiniones de otras personas, algo que nos da mayor libertad y tranquilidad personal.

Y una de las cosas que más me gusta del empoderamiento a través de convertirnos en una mujer estoica, es que nos ayuda a identificar lo que realmente nos importa en la vida, permitiéndonos vivir de forma más plena, significativa y en paz.

Resiliencia

¿Qué ocurre cuando somos capaces de ser autosuficientes y nos empoderamos? que nos volvemos unas resilientes natas, que es la habilidad de sobreponernos a las dificultades, de mantener una actitud positiva y de seguir adelante a pesar de los obstáculos.  Al desarrollar nuestra fortaleza mental, somos capaces de superar cualquier obstáculo que se nos presente.

Como ya he dicho antes, los estoicos comprendían que muchas cosas en la vida están fuera de nuestro control. y al aceptar esta realidad, evitamos la frustración y la desesperanza que surgen cuando tratamos de cambiar lo inmutable. Sin en lugar de intentar cambiar algo que no podemos y de lamentarnos por lo que no podemos controlar, nos concentrarnos en lo que sí está en nuestro poder (acciones, reacciones y pensamientos), estaremos potenciando nuestra resiliencia, que como muchas otras capacidades, se entrena y cada vez nos sale mejor y más fácil

Como mujer estoica, no se nos puede olvidar que los problemas son temporales y que lo que hoy nos parece un drama, en un tiempo nos daremos cuenta de que fue un momento necesario para ir a algo distinto y probablemente mejor para nosotras. A mío por lo menos, saber que nada dura eternamente me ayuda a pasar el chaparrón del momento y restarle importancia.

Paz interior 

El estoicismo nos ayuda a encontrar la calma en medio de las tormentas que pasamos en la vida, porque no ocurre sólo una vez que nos caiga un chaparrón encima, por eso la práctica de la capacidad de ser resiliente nos lleva a una paz con nosotras mismas porque sabemos que no vamos arreglarlo todo (ni falta que hace) y vamos a salir de la nueva tormenta una vez más, así que, sólo nos queda disfrutar de cada momento, venga como venga.

Otra de las virtudes que nos enseña el estoicismo es a ser agradecidas con las cosas buenas que nos pasan en la vida, algo que contribuye a que estemos más satisfechas y por ende, aumentamos nuestra paz. La gratitud actúa como antídoto de la negatividad, ese mal rollo continuo de insatisfacción que en ocasiones nos lleva a depresiones y a la inmovilización en las situaciones.

Al centrarnos en lo que tenemos, en lugar de en lo que nos falta, nos ayuda a ser más felices lo que de nuevo va llenando el saquito de la paz interior. Algo sobre lo que leer del  agradecimiento.

La filosofía estoica nos enseña que la verdadera felicidad no reside en lo que tenemos o no, ni en las circunstancias externas, sino en nuestra actitud ante ellas y el agradecimiento por lo que somos y tenemos. Es cuestión de ser sabias y practicar la aceptación de las circunstancias y la valoración de nosotras mismas (empoderamientoante ellas para encontrar nuestra paz interior.  

La paz y tranquilidad no viene con un chasquido de los dedos; de nuevo nos encontramos con otra capacidad que se entrena porque no es inalterable ni inamovible, se nos va y se nos viene, por lo que no nos queda más que currarnos en el día a día esto de ser mujer estoica con sus principios.


Conexión con las demás personas

Todo es cuestión de práctica, osea de ponerse la pilas y no quedarse en un conformismo como pasa a algunas personas con eso de la autocomplacencia, o quedarnos en el catastrofismo que nos lleva al miedo y a la inmovilización. 

¿Conoces a alguien que sea feliz y esté contento sintiéndose que es víctima de las circunstancias y que no puede hacer nada? Yo la verdad que no y si no están felices, sus relaciones personales pasan a ser más complicadas, algo que dificulta la paz interior y el bienestar personal.

Cuando somos capaces de no sentirnos víctimas y de aceptar lo inevitable porque hay cosas que no están bajo nuestro control y nos enfocamos en salir de una forma más o menos airosa (la resiliencia) porque le hemos dado un enfoque diferente al problema, nos encontramos con esa paz interior que nos equilibra y nos serena para poder dar lo mismo a las demás personas y crear unas relaciones más satisfactorias. 

Comprender que todas las personas experimentamos dolor y sufrimiento fomenta la empatía y la compasión; nos comprendemos, por lo tanto comprendemos, nos queremos, por lo tanto podemos querer, nos encontramos en paz, por lo tanto podemos transmitir paz, no nos juzgamos, por lo que somos capaces de no juzgar, practicamos la compasión con nosotras, ídem para fuera, ….  ¿A que nos lleva? a tener una conexión de verdad con unas relaciones sanas a pesar de las circunstancias, a pesar de los conflictos momentáneos, a pesar de la incertidumbre, a pesar de …

Yo quiero ser mujer estoica, por eso escribo sobre ello, por eso quiero leer y escuchar sobre la filosofía estoica, algo que me ayuda a estar algo más en paz en los momentos complicados.


lunes, 18 de noviembre de 2024

Vivir bajo una estructura patriarcal

Las cosas que tiene Eloisa

Vivir bajo una estructura patriarcal tiene profundas implicaciones que afectan tanto a nivel individual como colectivo, influyendo en cómo interactuamos las personas, cómo nos percibimos y cómo organizamos nuestra sociedad. 
Significa habitar en un sistema que otorga mayor poder y privilegios a los hombres, especialmente a quienes encajan en un modelo tradicional de masculinidad y establece roles de género rígidos que limitan a todas las personas. 

El patriarcado no solo dicta qué comportamientos son aceptables según el tipo de persona, sino que también influye en cómo interpretamos sus acciones y qué consideramos reprochable o aceptable. 


EL EDIFICIO DE PIEDRA 
Los edificios hablan de aquellas personas que los construyeron y de las que los mantienen.

Dedicatoria- Todas las mujeres víctimas al vivir bajo una estructura patriarcal, es decir, a todas las mujeres y … añado a los hombres.

En la calle más céntrica de la ciudad, se erguía un edificio imponente, una amalgama de piedra, hormigón y vidrio que irradiaba poder y autoridad, como si fuera un monolito a la masculinidad. Su arquitectura, neogótica y moderna a la vez, ofrecía un contraste sorprendente: por un lado, la fachada de piedra con su escudo de un león, evocaba un pasado y, por otro, las líneas rectas limpias y los grandes ventanales delataban su renovación.

Construido en 1940 por un industrial que hizo fortuna aprovechando las circunstancias de la postguerra, el edificio se convirtió en un símbolo de poder y ostentación. En sus salas se celebraron reuniones y fastuosas fiestas, en las que se tejían las redes de influencia de la ciudad, así los poderes tácitos creaban sus alianzas y no había hombre o mujer de estatus alto en la ciudad que no quisieran estar en aquellas fiestas.

Pero el tiempo pasa cambiando las formas y en 2010, los descendientes del industrial decidieron modernizar el edificio sin perder su esencia de poder. La fachada de piedra, con su escudo, se mantuvo intacta, pero el interior fue completamente transformado. Los antiguos pasillos largos y oscuros y las enormes habitaciones fueron reemplazados por espacios diáfanos y funcionales, divididos en oficinas, apartamentos y grandes pisos. Cuatro ascensores de cristal conectaban todos los pisos, incluyendo un restaurante en la última planta con vistas panorámicas de la ciudad.

A pesar de su modernización, el edificio conservaba un aire de misteriosa antigüedad. Sus gruesos muros de piedra parecían guardar aquellos secretos urdidos por hombres con poder, mientras que las grandes cristaleras ofrecían una visión moderna y luminosa, como de pulcritud y transparencia. El edificio era un lugar de contrastes, donde las historias de hombres del pasado, se entrelazaba con las de los hombres del presente.

Su interior, cuidadosamente diseñado, ofrecía un alto nivel de seguridad; un sistema de control de acceso restringía la entrada a quien no fuera propietarios, inquilinos y personal autorizado. Cámaras de vigilancia y sensores monitoreaban cada rincón del edificio, garantizando el control y la tranquilidad de quienes estaban dentro.

Sin embargo, bajo esta apariencia de fortaleza inexpugnable, el edificio ocultaba las vulnerabilidades de los hombres que arrastraba como herencia desde su construcción. Los acuerdos del pasado, las ambiciones presentes y las tensiones ocultas creaban un caldo de cultivo para la ocultación y el conflicto. Y así, sin que nadie fuera consciente, el edificio más ostentoso de la calle más céntrica de la ciudad, se preparaba para enfrentar su desafío más grande.

Aquel hombre de negocios que financió la construcción del edificio primigenio, era un ejemplo de señor de su época: su figura, imponente y autoritaria, se proyectaba en cada rincón del edificio que había construido. Era un claro ejemplo de la masculinidad tradicional: fuerte, decidido, ambicioso y con un marcado sentido del poder y la propiedad.

El edificio era su reino, un reflejo de su ser y su dominio; cada detalle, desde la arquitectura imponente hasta la distribución de los espacios, estaba pensado para transmitir su autoridad y jerarquía. Detrás de la fachada de éxito trabajado, este hombre ocultaba un lado más oscuro y, se rumoreaba que había acumulado su fortuna a través de prácticas poco éticas y que había utilizado sus influencias para manipular, utilizar y beneficiarse de sus socios y empleados.

Sus descendientes heredaron no solo la fortuna familiar, incluyendo el edificio, sino también la visión del mundo y de lo que es ser un hombre y, aunque vivían en una época más moderna y abierta, mantenían arraigados muchos de los valores de los hombres de su familia.

En su convencimiento de que esos valores eran los que tenían que ser porque así había sido siempre y funcionaba, sabían que hoy en día había que preservarlos de otra maneras más ambigua y solapada.

Dar la imagen de progresismo al edificio era imprescindible, por lo que adaptaron la fachada antigua convirtiéndola en moderna, sin embargo, detrás de esta apariencia, seguían perpetuando los mismos patrones de poder y dominación, siguiendo el arquetipo de su abuelo, al cual veían como una figura a seguir y un modelo de éxito, poder y dominio. Eso sí, como la imagen pública era fundamental para ellos, se presentaban como hombres modernos y sofisticadamente igualitarios, pero en privado mantenían un estilo de vida opulento, ostentoso y clasista, propio de una élite privilegiada que menospreciaba a los hombres que no eran de su círculo y por supuesto, a las mujeres.

Dentro del edificio existía una jerarquía social muy marcada, basada en el poder económico y en el estatus social. La competitividad y la aporofobia se mascaban en él y la mayoría de las conversaciones giraban en torno a los negocios y los temas relacionados con el poder.

Los hombres más poderosos ocupaban los pisos más altos y tenían acceso a las mejores comodidades, mientras que el resto, dentro de tener el privilegio de vivir en el edificio, ocupaban pisos de menor tamaño y considerablemente más simples en su sobrada ostentosidad.

En las alturas del edificio, donde el viento azotaba las ventanas y el eco de las pisadas resonaba en los pasillos impolutos, se reunían los hombres que ejercían el poder en el edificio y en la ciudad; los herederos y sus colegas que eran los líderes indiscutibles, los dueños del juego y que no dudaban en usar cualquier medio para mantener su poder.

Sus reuniones eran un ritual de reafirmación de sus valores, sus poderes sobre las demás personas y una demostración de enérgica testosterona; en ellas se trazaban estrategias y se consolidaban alianzas, se urdían trampas y órdenes para mantener el sistema que les permitía vivir con los privilegios que habían heredado.

Uno de sus colegas de negocios y mejor amigo, un hombre corpulento con una sonrisa permanente, era el encargado de mantener a raya a los demás colegas o colaboradores, ya que conocía los secretos de cada uno, sus debilidades y sus anhelos. Con sutileza, les recordaba su dependencia de los que tenían el poder y les ofrecía favores a cambio de su lealtad.

Había más colegas de negocios o de vida, ya que todos vivían en el edificio, concretamente dos de ellos, eran como dos sombras que se movían sigilosamente por el edificio y entre sus moradores, convertidos en los brazos ejecutores de los poderosos para mantener el imperio creado.  Sin preguntas o explicaciones y sin dudar, cumplían con las órdenes, dispuestos a usar la fuerza u otras artes si era necesario.

No podía faltar en aquel edificio el colega de negocios competitivo, ambicioso y calculador que soñaba con destronar a los herederos del edificio y quedarse con él, maquinando otras estrategias, tejiendo intrigas y buscando aliados al margen de los poderosos dueños.

En toda sociedad existe el gracioso y, al edificio como institución social que era, no le faltaba su graciosillo, un bufón patético y misógino que intentaba ganarse el favor de los poderosos con sus chistes machistas y sus comentarios despectivos hacia las mujeres u otros hombres que no daban el perfil de hombre que marcaba aquel edificio. De esta manera se codeaba con los que ostentaban el poder y se creía que pertenecía al mismo estatus, cuando en realidad lo utilizaban para mantener las costumbres y más que con él, se burlaban de él.

El jefe de seguridad era un hombre enigmático y solitario, que observaba todo desde la distancia. Sus ojos oscuros parecían penetrar en el alma de los demás, pero nunca revelaba sus pensamientos. Se llevaba muy bien con el conserje, un hombre aparentemente bondadoso y servicial, pero que en realidad ejercía un control sutil en el edificio. Con sus consejos y su actitud paternalista, hacía sentir que le necesitaban para ciertas cosas porque ellos eran incapaces y dependientes de los servicios básicos que este hombre ofrecía.

Y casi como un ente transparente estaba él, el hombre que vivía en las sombras, ocultando su verdadera identidad porque estaba atrapado en un sistema que no comprendía y no era suyo, pero en el que tenía que sobrevivir. Dentro de él, sabía que tarde o temprano le descubrirían si se hacía muy visible y que le echarían del edificio.

Así transcurrían los días, meses y años, … hasta que llegó ella. Una mujer joven, independiente y decidida, que no encajaba en las normas del edificio, pero que al ser la hija de la mano derecha de los herederos y estar sólo de paso, la aceptaron. Lo que no supieron prever, fue que esa mujer sacudiría los cimientos del organizado ecosistema del edificio.

La llegada de la nueva inquilina desencadenaría una serie de eventos que pondrían a prueba las lealtades a la masculinidad, desenmascararían las hipocresías y revelarían las inseguridades de los hombres del edificio, provocando el debilitamiento del sistema ancestral que lo sustentaba.

Sofía a su llegada causó una pequeña conmoción: joven y con una energía contagiosa, nadie esperaba que ella fuera la catalizadora de un cambio tan profundo. Acompañada con las visitas de sus amigas, un grupo diverso de mujeres con ideas claras y personalidades fuertes, Sofía comenzó a relacionarse con los hombres del edificio.

Al principio, estos se burlaban a sus espaldas a través de los chistes del graciosillo misógino, viéndolas como una amenaza menor, o ni tan siquiera una amenaza; viéndolas como si fueran nada o un objeto para su diversión. Pero poco a poco su carisma, naturalidad, seguridad y verdad, fue calando en las mentes del resto e incluso sin ser evidente, en los propios cimientos ideológicos del edificio.

Un día el jefe de seguridad, guardián impasible del edificio con su visión del mundo (cumplir órdenes y mantener el orden), habló con Sofía. Al principio, la veía a ella y a sus amigas como una molestia al statu quo que él había ayudado a mantener; sin embargo, ese día, Sofía se acercó a él con una propuesta que le sorprendió.

Necesitaba un espacio seguro dentro del edificio para realizar una reunión de mujeres, un lugar donde pudieran hablar abiertamente sobre sus experiencias y sus ideas. El jefe de seguridad frunció el ceño porque la idea de un grupo de mujeres reuniéndose para hablar le parecía sospechosa e incluso, una grieta para su sistema de seguridad tan perfecto, pero algo en la mirada de Sofía lo conmovió.

Durante su conversación, ella le explicó las razones detrás de esa reunión; le habló de que ella obedecía también, pero a otro orden social en el que se daba prioridad a la igualdad, la justicia y el respeto hacia todas las personas. Le contó historias de hombres, pero sobre todo de mujeres que habían enfrentado discriminación y violencia, y de cómo ese tipo de reuniones les daba voz a otras mujeres en parecidas circunstancias. Le habló de madres (algo que le recordó a la suya), le habló de hermanas, esposas e hijas, le habló de vecinas e incluso de mujeres desconocidas, … le habló de sus vidas.

El jefe de seguridad escuchó atentamente, sorprendido por la pasión y la inteligencia de la joven. Comenzó a darse cuenta de que sus prejuicios y creencias quizás le estaban equivocando y que la muchacha no era una amenaza, sino que buscaba lo mismo que él: cumplir su misión, que era hacer un mundo más justo y equitativo.

Al final de la conversación, el jefe de seguridad accedió a conseguirle un salón de reuniones para que Sofía pudiera organizar su encuentro, y no sólo eso, además, se ofreció a garantizar la seguridad del evento.

A partir de ese momento y de aquella reunión de mujeres, el jefe de seguridad comenzó a ver el mundo de una manera diferente, convirtiéndose en un aliado inesperado de Sofía y sus amigas, utilizando su posición para protegerlas y apoyarlas. Su cambio de actitud fue gradual, pero significativo. Con el tiempo, el jefe de seguridad se convirtió en un defensor de las ideas de ese grupo de chicas que irrumpió sorpresivamente en su vida.

Este hombre, un día fue a hablar con el padre de Sofía, un hombre astuto y experimentado en los negocios, que se sintió profundamente conmovido por el relato del jefe de seguridad. Reconoció en sus palabras una sinceridad y una autenticidad que rara vez encontraba en sus propios círculos. La transformación personal que había experimentado el jefe de seguridad, gracias a la influencia de Sofía y sus amigas, le hizo reflexionar sobre sus propias acciones y las consecuencias que estas habían tenido en las demás personas, incluidas su exmujer y su propia hija, Sofía, ignorada por él desde que nació.

Con su característico y sibilino tacto, el padre de Sofía comenzó a sembrar las semillas del cambio en los más altos niveles de las empresas y del edificio, y utilizando su influencia y su capacidad para satisfacer las necesidades de los demás, convenció a los herederos y a los otros líderes, de la importancia de adoptar una nueva perspectiva.

Con sutileza, el padre de Sofía comenzó impulsando la creación de nuevos programas de gestión que abarcaran la diversidad e inclusión como estrategia de ventas. Fomentó la participación de las mujeres en puestos de liderazgo y promovió prácticas laborales más justas y equitativas, bajo la excusa de un lavado de cara de los negocios que les adaptaran a los nuevos tiempos y darían mayores beneficios.

Los herederos, al ver el entusiasmo del personal de sus empresas por trabajar, además de la mejora en los resultados económicos de las empresas, se mostraron cada vez más receptivos a estos cambios y poco a poco, el edificio se convirtió en un modelo de gestión igualitaria, aunque aún quedaran muchas mentalidades que tan solo se adaptaron exteriormente porque sus convicciones personales estaban en las viejas creencias.

Pasaron los meses y después de vivir los cambios en el edificio y ver la aceptación de la diversidad, el hombre reservado que permanecía a la sombra comenzó a sentirse más seguro, dándose cuenta de que ya no tenía que esconderse y que podía ser él mismo sin miedo a ser juzgado, criticado por el chistosillo o echado del edificio.

Empezó a hacerse ver en pequeñas cosas, participando en conversaciones en el ascensor o en grupos en el edificio, compartiendo sus opiniones y hobbies, etc. Al principio, se sentía incómodo, pero pronto descubrió que las personas lo escuchaban con atención y respeto porque los nuevos cambios habían abierto algunas mentes.

Un día, durante una reunión de comunidad del edificio, tomó la palabra y expresó sus ideas sobre cómo mejorar la comunidad, quedando el resto de las personas sorprendidas por su elocuencia y su visión; fue la manera de darse a conocer el hasta entonces desconocido vecino, dándose cuenta de que tenía mucho que aportar y que su voz era importante.

A medida que se iba liberando, comenzó a descubrir nuevas facetas de su personalidad y se involucró en proyectos creativos que le ilusionaban, como escribir, algo que materializó en unos cuantos libros, de los cuales, el que trató la historia del edificio en forma de ciencia ficción, se convirtió en un bestseller.

Su transformación de este hombre fue profunda y visible; pasó de ser un hombre introvertido y solitario a convertirse en una persona segura de sí misma y con una vida plena. Su historia sirvió de inspiración para el resto de habitantes del edificio, quienes se dieron cuenta cómo podían ser sus vidas al margen de las normas en las que se habían vivido desde hacía generaciones.

Sofía y sus amigas, al ver los cambios que se dieron en las gentes del edificio se sintieron profundamente satisfechas; su lucha había dado frutos y el cambio que habían anhelado, era ahora una realidad en aquel edificio monolito de la masculinidad. Ese era el camino, … aún quedaban muchos edificios por visitar.

Este relato corto para ilustrar lo que es vivir bajo una estructura patriarcal, simbolizada en el edificio de piedra, es el deseo de que realmente pudiera suceder lo que en él habéis leído; una ilusión, un deseo, una necesidad social.

martes, 12 de noviembre de 2024

La autocomplacencia

Las cosas que tiene Eloisa

Es un término usado en todo los campos y como tal, tiene sus connotaciones positivas y negativas; hoy quiero hablar de la autocomplacencia sin más, porque hay he hecho una entrada de la autocomplacencia en la igualdad de género, que lleva peso en negativo porque favorece que la desigualdad permanezca.

LADO NEGATIVO DE LA AUTOCOMPLACENCIA 

La autocomplacencia es una actitud en la que una persona o grupo se siente excesivamente satisfecha con lo que hace, sin considerar que puede mejorar, corregir o asumir nuevas responsabilidades. Es una forma de autoelogio que puede limitar el crecimiento, ya que implica evitar la autocrítica o ignorar la posibilidad de que las cosas podrían hacerse mejor. 

Se podría relacionar con la condescendencia que tiene la persona hacia una misma, con ser indulgente con lo que hacemos y con sus consecuencias, quizás para evadir la responsabilidad de hacernos cargo de lo que nos implica. 
Es la manera que tenemos de justificarnos conductas cómodas o irresponsables al no ver la necesidad de cambiar.

Me ha venido a la cabeza unir tres términos: complacencia, condescendencia e indulgencia, y al asociarlas, encuentro que es interesante lo que sale.

La autocomplacencia, la condescendencia y la autoindulgencia se pueden relacionar porque las tres implican una forma de evitar la autocrítica y pueden convertirse en actitudes que dificultan el crecimiento personal y las relaciones con las demás personas. 

 Autocomplacencia

  • Qué es: Es sentirse excesivamente satisfecho con lo que se hace, ignorando la posibilidad de mejorar o reconocer errores.
  • Cómo se relaciona: La autocomplacencia puede llevar a la condescendencia, ya que una persona que está demasiado satisfecha consigo misma podría considerar que otras personas necesitan "ayuda" porque no están "a su nivel". También se conecta con la autoindulgencia, porque puede justificar conductas cómodas o irresponsables al no ver la necesidad de cambiar.
  • Ejemplo general: Una persona que cree que su forma de trabajar es la mejor y no considera las ideas o enfoques de los demás, incluso aunque sean más efectivos. Otro ejemplo, un profesional que se conforma con sus habilidades actuales y no busca actualizarse.

Condescendencia

  • Qué es: Es tratar a las demás personas como si fueran menos capaces o menos informadas, muchas veces bajo la apariencia de querer "ayudar".
  • Cómo se relaciona: La condescendencia puede ser una consecuencia de la autocomplacencia, porque alguien que cree que siempre tiene la razón podría menospreciar las opiniones o capacidades de otros.
  • Ejemplo general: Una persona que, en una conversación, explica algo básico a otra de forma innecesaria porque asume que no lo entenderá por sí sola. Otro ejemplo, en la familia, puede aparecer cuando alguien toma decisiones por otra persona sin consultarla, asumiendo que sabe mejor lo que necesita.

Autoindulgencia

  • Qué es: La persona se permitirse a sí misma comportamientos o hábitos que podrían ser perjudiciales, sin buscar mejorar o imponerse límites.
  • Cómo se relaciona: La autoindulgencia puede ser una forma de autocomplacencia, ya que alguien que no se siente en la necesidad de cambiar podría justificar excesos o irresponsabilidades.
  • Ejemplo general: Alguien que se da permiso para no cumplir con sus responsabilidades diciendo que "se lo merece" por lo mucho que trabaja, sin considerar cómo eso afecta a otras personas. Otro ejemplo, alguien que decide gastar más de lo que puede permitirse argumentando que "se lo ha ganado".
Socialmente, donde hay roles más rígidos de género, los hombres pueden ser más propensos a actuar con condescendencia en temas donde se les ha enseñado a verse como líderes o expertos (La socialización jerárquica) y ser autoindulgentes en ciertos aspectos relacionales al justificar excesos normalizados en lo social.
Por otro lado, a las mujeres, nos han educado para justificar el consumismo, que con cumplir el rol de mujer es suficiente o que con proyectar buena imagen vale aunque haya otras carencias. 

En fin, que estas tres actitudes nos pueden dar para el pelo a ambos géneros y con una serie de consecuencias interesantes:

Relaciones personales:
La autocomplacencia y la condescendencia pueden generar distancias emocionales, ya que la otra persona se siente menospreciada.

La autoindulgencia puede crear tensiones si alguien prioriza sus propios deseos o comodidad sobre las necesidades de los demás.

Ámbito profesional:
La condescendencia puede generar conflictos con colegas o personal al cargo, ya que se subestima y se toma por menos capacitadas a las personas.

La autoindulgencia puede llevar a una falta de disciplina o compromiso, por ejemplo porque nos decimos "ya hice el otro día de más, me lo he ganado".

La autocomplacencia puede llevar a la negligencia laboral por falta de formación continua, frenando el desarrollo profesional y con ello el crecimiento de la empresa. 

Crecimiento personal:
El crecimiento personal es un proceso continuo de aprendizaje, autoconciencia y transformación, y actitudes como la autocomplacencia, la condescendencia y la autoindulgencia pueden frenar este proceso, afectando tanto a la capacidad de mejorar como a la calidad de las relaciones interpersonales. Estas actitudes limitan la capacidad de aprender, mejorar y conectar con los demás.

Sigo con la autocomplacencia, que es el tema de esta entrada; como ya hemos visto, es esa actitud de ir sobrada/o , de no tener que aprender más ni escuchar más ni hacer caso a nadie que creamos que es inferior en cualquier tema ("qué me va a enseñar a mí ese o esa mindundi"). Es adoptar esa postura estereotipada de la cuñada/o listilla/o, pero ojo que también para los demás podemos pasar a ser "ese tonto que se cree listo" dando lecciones en temas en los que nos pueden dar por lo menos 3 vueltas.

No nos damos cuenta de que estamos en esa ignorancia atrevida que no hace rozar la falta de humildad y la prepotencia, y con ello nos convertimos en unos déspotas … aquí lo dejo caer. 


Las cosas que tiene Eloisa


La autocomplacencia a nivel personal, si no la gestionamos bien, llega a ser un freno para nuestro crecimiento y bienestar y vamos a ver el por qué. Esa sensación de estar tan satisfecha o satisfecho con cómo somos y lo bien que lo hacemos, puede ser cómodo, pero también nos engaña porque nos impide ver otras maneras de hacer y pensar

NOS ESTANCAMOS

Cuando hablamos de estancarnos, me refiero a esa sensación de que no estamos avanzando, como si estuviéramos atrapados en el mismo lugar sin crecer ni mejorar. Nos decimos cosas como "así estoy bien" o "no hace falta hacer más", pero no es todo lo bien que podemos estar.

Si te dices “esto es lo mejor que puedo hacer” en lugar de buscar formas de mejorar, te pierdes el aprendizaje que viene si haces algo distinto.

La autocomplacencia nos lleva a pensar que no necesitamos cambiar ni aprender cosas nuevas. Nos quedamos con lo que ya sabemos o con lo que ya hacemos, porque nos resulta seguro y cómodo. El problema es que, aunque la comodidad a corto plazo suena bien, con el tiempo esa falta de movimiento nos pasa factura.

Es fácil detectar que nos estamos estancando por autocomplacencia; empiezas a notar que te aburres nen la rutina de la comodidad, te parece una monotonía, que a su vez puede generarte frustración porque no sabes como arrancar (esta frustración se suele poner en alguien de fuera en vez de asumirla y hacer algo) porque la idea de salir de lo conocida te da miedo.

Esa famosa frase de "siempre he sido así" cuando ves que hay situaciones complicadas para ti o para quien esta al lado tuyo que se te repiten, lo único que hace es que vayas a seguir repitiendo lo mismo y perdiéndote experimentar cómo serían las situaciones y las relaciones de una manera diferente.

El estancamiento no es el fin del mundo, pero la clave está en reconocerlo, aceptar que necesitamos movernos y dar paso hacia adelante nos puede sacar de este parón por autocomplacencia.

NOS ALEJAMOS DE LA REALIDAD

Si tienes problemas recurrentes en el trabajo o en tus relaciones, pero piensas que "el problema siempre es de los demás", quizás te estás perdiendo una oportunidad de reflexionar sobre tu parte en esas situaciones. El tirar balones fuera y responsabilizar a otra persona de lo que es propio, cuando menos esta feo ¿no te parece?

Es como vivir en una burbuja que hemos creado para sentirnos cómodas/os, pero que no refleja del todo lo que está pasando a nuestro alrededor. Puede sonar tentador, porque a nadie le gusta enfrentarse a situaciones difíciles o incómodas, pero esta desconexión tiene su precio, para con nosotros mismos y para con quienes nos relacionamos.

Te voy a comentar tres situaciones en las que se detecta este alejamiento:

Ignoramos problemas o situaciones que nos generan incomodidad, como si desaparecerlas de nuestra mente las hiciera desaparecer del mundo.

Ejemplo: Sabes que una amistad está cambiando y te duele, pero prefieres no hablar del tema ni confrontar lo que está pasando.

A veces nos contamos historias (inventamos nuestra verdad y las creemos) para justificar lo que hacemos o no hacemos, aunque sepamos que no son del todo ciertas.

Ejemplo: "No busco otro trabajo porque estoy muy ocupado/a", cuando en realidad es miedo al cambio.

Exageramos nuestra percepción de las situaciones y las hacemos más grandes o más pequeñas de lo que realmente son.

Ejemplo: "Si digo lo que pienso, todo el mundo se va a enfadar conmigo".

Nos alejamos de la realidad porque nos da miedo o nos cuesta enfrentar lo que está pasando. Es una forma de protegernos de sentirnos mal, fracasar o incluso aceptar que algo no está funcionando como quisiéramos. Es una especie de mecanismo de defensa: si no lo veo, no me afecta. Pero ya sabemos que las cosas no funcionan así.

Ejemplos hay muchos, cada persona tiene algún ejemplo de vida en el que se autoengaña para alejarse de la realidad por miedo a verla: una situación que aunque es mala, da miedo cambiarla (el famoso mas vale malo conocido), una reacción desproporcionada con un ser querido (aquí le pongo lo de la canción "y si no me acuerdo no paso"), estás pasándolas mal porque te ha dejado tu pareja pero disimulas haciéndote creer y haciendo creer que no pasa nada, etc., etc., etc.

¿Te has preguntado alguna vez qué pasa cuando te alejas de la realidad? 

Hacer una de avestruz escondiendo la cabeza de la realidad no arregla nada; ignorar las cosas no las soluciona, solo les da más tiempo para complicarse. Es como una pequeña fuga de agua: al principio no parece grave, pero si no la reparas, puede causar un desastre.

Cuando no enfrentamos la realidad, también nos distanciamos de las personas que nos rodean, porque nos desconectamos de ellas ¿Cómo van a entendernos si ni siquiera nosotros sabemos lo que pasa?

Lo queramos ver o no, perdemos oportunidades de vida al evitar ciertas verdades, dejamos pasar posibilidades de cambiar, crecer o mejorar, nos cegamos a las posibles alternativas reales.

NOS VOLVEMOS MENOS RECEPTIVOS A LAS CRITICAS 

Nos cerramos a escuchar lo que otros tienen que decir sobre lo que hacemos, cómo actuamos o qué podríamos mejorar, no aceptamos opiniones ajenas. Es como ponerse unos tapones en los oídos cada vez que alguien intenta darnos un consejo o señalar algo que podríamos hacer de otra manera. Aunque a nadie le gusta verse en error, la realidad es que metemos la pata infinidad de veces y esta actitud de poca aceptación a una crítica constructiva, puede ser un problema porque nos estanca y nos hace perder oportunidades de crecer.

No es difícil de entender en dónde estamos cuando nos ponemos como un niño en el "pues ahora me enfado y no respiro", solo es cuestión de:

El orgullo que nos mata y sentimos que aceptar una crítica es reconocer que estamos equivocadas/os o que no somos tan buenas/os como creemos. Pensamientos tipo ¿Cómo va a saber esa persona más que yo si llevo años haciendo esto?"

El miedo al rechazo, a ese que no nos quieran porque pensamos que si alguien nos señala algo, es porque no nos valora o no nos acepta o nos va a dejar por no ser suficientemente válidas/os. Aquí podríamos poner pensamientos tipo "Si me dicen que esto no está bien, es porque no confían en mí."

Y nos queda el no querer pasar por la incomodidad de la situación porque las críticas tocan fibras sensibles y a veces preferimos evitar ese mal rato, aunque sepamos que podrían ser útiles. Aquí nos metemos en pensamientos tipo "Mejor no escucho, para no agobiarme."

Te voy a poner alguna otra situación a ver si te suenan de hacerlas o de recibirlas:

Si alguien te sugiere una forma diferente de hacer algo, en lugar de escucharlo, te justificas o lo descartas automáticamente; "Así lo he hecho siempre y funciona, ¿para qué cambiar? No sé por qué se mete en lo que no le importa"

Si un amistad o pareja te dice que algo que haces les molesta, lo tomas como un ataque en vez de una oportunidad para mejorar y en lugar de escucharle, te molestas, le ignoras o lo que es peor arremetes contra su persona. "¿Ahora todo lo hago mal? Si no te gusta, no es mi problema. Es que ya estás otra vez".

Cuando un ser querido te da un consejo con respecto a algo que cree que te puede venir bien, o te da su opinión de lo que ve, lo interpretas como una crítica a tu forma de vivir. "Ya estás otra vez diciéndome cómo debería hacer las cosas. Ya está la lista/o, la que todo lo sabe".

Es una manera como otra cualquiera de perder gente valiosa de nuestro alrededor; si siempre reaccionamos a la defensiva, las personas pueden dejar de hablarnos con sinceridad por miedo a que nos lo tomemos mal y por cómo pueden ser las reacciones, algo que a la larga les hará alejarse.

El cómo hacer, qué hacer y para qué hacer es muy sencillo de entender; no te tomes nada personalmente (uno de los acuerdos del libro "los cuatro acuerdos"). En lugar de ver la observación o la crítica como un ataque, mírala como una oportunidad para aprender. Consejito para ello, respira antes de reaccionar o de responder, te dará margen para pensar si la persona que te dice algo es para tocarte la moral o porque realmente le importas.
Te harás un favor y harás un favor a las personas de tu entorno si cambias la perspectiva con la que escuchas y reaccionas a las observaciones, opiniones o incluso críticas que recibes, porque sabes, a través de ellas: 
Aprendemos más rápido: Las críticas suelen ser atajos hacia una versión mejor de nosotras mismas/os.
Fortalecemos nuestras relaciones: Escuchar sin ponernos a la defensiva demuestra madurez y apertura.
Ganamos confianza: Al enfrentarnos a nuestras áreas de mejora, nos volvemos más seguras/os y conscientes de lo que hacemos bien y de lo que podemos ajustar.

Ser receptiva/o a las críticas no significa que tengas que aceptar todo lo que te digan sin cuestionarlo, pero sí estar dispuesto/a a escuchar y reflexionar. En vez de cerrarte, dale una oportunidad a lo que tienen para decir otras personas distintas a ti con tus pensamientos endogámicos. Nunca sabes qué cambio positivo puede surgir de una buena crítica.

NOS HACE PERDER OPORTUNIDADES 

Al cerrarnos o no estar dispuestos/as a salir de nuestra burbuja autocomplaciente, dejamos pasar cosas buenas que podrían habernos ayudado a crecer, mejorar o alcanzar algo importante. Es como si la vida te estuviera poniendo puertas abiertas delante de ti, pero por terquedad, miedo, orgullo, inseguridad o comodidad, decides no cruzarlas.

Pues que tengas suerte si lo haces así, porque a futuro te espera ese famoso pensamiento de "si hubiera o hubiese hecho/escuchado/dicho/cambiado", mientras estás en el mismo sitio mental y emocional que hace ni sé cuantísimos años.

NOS DESCONECTA DE LAS DEMÁS PERESONAS 

Si estamos cerraditas/os en nuestra postura autocomplaciente sin abrirnos a más posibilidades, al quienes nos rodean les damos a entender que sólo lo tuyo es lo válido y que lo demás importa entre poco o muy poco, aunque a veces ni nos demos cuenta de que lo estamos haciendo. 

Nos asoma esa actitud autocomplaciente que nos minimiza la empatía, nos asoma el inflas de superioridad, poniéndonos distancia con la persona que tenemos en frente y desgraciadamente nos priva de una buena comunicación, y nos añade conflictos y malos entendidos.

Por ejemplo, en una relación de pareja, insistir en demostrar que “yo siempre tengo la razón” puede terminar alejando a la otra persona.

La desconexión en muchas ocasiones se produce en un poco a poco y sin darse cuenta porque estamos tan centrados en lo nuestro que no somos conscientes de que se está produciendo y el impacto que esta actitud autocomplaciente tiene en quien está al lado

Aunque puede haber otros componentes como el miedo a mostrarnos vulnerables y el evitar conectar con las personas puede ser una forma de protegernos emocionalmente, además se puede dar el factor que damos por hecho que las personas a las que queremos y nos quieren estarán ahí y dejamos de esforzarnos. 

Hay muchos factores personales y componentes relacionales que nos llevan a mantener esa autocomplacencia que no beneficia a nadie, tantos como que somos individuales con nuestras mezclas de inteligencias; emocionales, interpersonales o intrapersonales.

Cómo se manifiesta la autocomplacencia en diferentes campos

En lo judicial

  • Manifestación: Sistemas judiciales que consideran que las leyes existentes son suficientes para garantizar justicia, incluso cuando sectores vulnerables no son debidamente protegidos.
  • Ejemplo: Creer que las leyes de igualdad de género ya están completas y no necesitan ajustes, ignorando la falta de aplicación efectiva o las desigualdades reales.
  • Consecuencias: Injusticias que perpetúan desigualdades, especialmente para minorías o grupos en desventaja.

En lo social

  • Manifestación: Sociedades que se sienten satisfechas con pequeños avances en derechos o inclusión, dejando de lado los cambios estructurales necesarios.
  • Ejemplo: Pensar que ya se vive en una sociedad "igualitaria" porque existen discursos o leyes progresistas, aunque persistan desigualdades culturales o económicas.
  • Consecuencias: Invisibilización de problemas sistémicos, como racismo, machismo o pobreza estructural.

En lo relacional (parejas, amistades, relaciones laborales)

  • Manifestación: Creer que se hace "lo suficiente" en una relación y dejar de esforzarse por comprender o atender las necesidades de la otra persona.
  • Ejemplo: Una pareja que cree que con "proveer económicamente" o hacer tareas mínimas ya es suficiente, sin trabajar en el cuidado emocional o la comunicación.
  • Consecuencias: Relaciones que se vuelven desequilibradas, con falta de empatía o conexión real.

En lo familiar

  • Manifestación: Dinámicas donde uno o más miembros se sienten satisfechos con su rol y no reconocen las contribuciones, sacrificios o necesidades de otros.
  • Ejemplo: Padres o madres que creen que por brindar sustento económico no necesitan involucrarse emocionalmente o compartir responsabilidades de cuidado.
  • Consecuencias: Conflictos familiares, resentimientos y desconexión emocional.

¿Cómo salir de la autocomplacencia?

Reflexiona sobre tus acciones: Pregúntate si realmente estás dando lo mejor de ti en cada área de tu vida, no más de lo que puedes, pero tampoco menos.

Escucha con humildad: En lugar de defenderte, trata de entender qué te quieren decir cuando alguien te da una crítica constructiva.

Busca retos: Atrévete a hacer cosas que te saquen de tu zona de confort. Aunque sean pequeñas, esos pasos pueden abrirte nuevos caminos.

Acepta el error como parte del proceso: Reconocer que te equivocas no te hace menos persona, te hace humano/a. Reconocer de verdad y no juzgarte por errores es el primer paso para mejorar.

Cuando creemos que todo lo hacemos bien y no necesitamos aprender más, dejamos de avanzar. Nos quedamos en nuestra zona de confort y evitamos retos que podrían hacernos crecer.

La autocomplacencia puede nublar nuestra capacidad de ver nuestros errores o limitaciones. Nos convencemos de que no hay nada que cambiar, aunque a veces las cosas no estén funcionando tan bien como creemos.

Cuando vivimos en un estado de autocomplacencia, cualquier comentario que cuestione lo que hacemos o cómo somos puede sentirse como un ataque. Esto nos hace rechazar opiniones o sugerencias que podrían ser valiosas.

La falta de autocrítica limita nuestra capacidad de ver todo lo que podríamos lograr si nos esforzáramos un poco más o si tomáramos un camino distinto. Nos conformamos con lo que tenemos, incluso si no nos hace del todo felices.
Si estamos demasiado centrados en nuestra autocomplacencia, podemos dejar de empatizar con quienes nos rodean. Esto puede generar tensiones, porque las personas perciben que no estamos abiertos a cambios o que no valoramos sus aportaciones.

En el corto plazo, la autocomplacencia nos da una sensación de seguridad y comodidad, porque no tenemos que enfrentarnos a la incomodidad de los cambios o de admitir que podríamos mejorar. Sin embargo, a largo plazo, no te quepa duda de que nos limita. Reconocerla y enfrentarnos a ella nos permite crecer, conectar con los demás y aprovechar al máximo nuestro potencial.

Lado positivo de la autocomplacencia

La autocomplacencia, aunque a menudo tiene connotaciones negativas, también puede tener un lado positivo cuando se maneja de manera saludable y equilibrada. En este contexto, la autocomplacencia se convierte en una herramienta para reforzar la autoestima, celebrar logros y generar una sensación de satisfacción personal que puede ser constructiva y motivadora. 
No todo va a ser malo de la autocomplacencia:

Refuerzo de la autoestima

Darnos permiso para sentirnos bien con lo que hemos logrado, sin esperar la validación externa, es un acto de autocuidado. Reconocer nuestros propios esfuerzos, incluso en pequeñas cosas, nos ayuda a construir una imagen positiva de quiénes somos. 
Sentirse satisfecha/o con logros o comportamientos puede ser una fuente de confianza. Cuando logramos algo importante o actuamos de una forma que nos hace sentir bien con nosotras/os mismas/os, nuestra autoestima se fortalece. 
Esta autocomplacencia positiva, nos recuerda que somos capaces, valiosas/os y que podemos enfrentarnos a los desafíos de la vida. Es como un impulso interno que nos dice: "¡Nena/nene, tú vales mucho!". (El empoderamiento)

Aumenta la seguridad personal al permitirnos disfrutar de lo que hacemos bien, y esto nos motiva a seguir creciendo y poder valorar lo que somos y lo que tenemos, con ello nos volvemos más amables, condescendientes y compasivos con nosotras/os y dejamos de juzgarnos (autoexigencia exagerada en la que nada es suficiente). 

El encontrarnos seguros y bien con lo que somos, potencia las buenas relaciones con las personas que nos rodean (trabajo, la familia, la pareja,...). Si yo estoy bien, todo va mejor y se ve con otras perspectivas (por ejemplo ; El estoicismo, el meliorismo).

Reconocimiento de límites 

Significa encontrar el punto justo entre sentirnos satisfechos con nosotros mismos y mantener el deseo de seguir aprendiendo y creciendo. Cuando nos damos espacio para la autocomplacencia sin caer en el exceso, estamos construyendo un marco saludable de autoconfianza y motivación que nos propicia ver nuestros límites reales, valorarlos sin complejos y decidir qué hacer.

Es una forma de aceptar hasta dónde se puede llegar sin obsesionarse con la perfección y con el cómo nos miran o nos ven las demás personas, evitando las comparaciones ya que entendemos que los logros o capacidades de ellas no limitan las nuestras. 

Entendiendo que tenemos límites, entendemos que también tenemos virtudes y por ende, entendemos que el resto de la gente que nos rodea también y dejamos de juzgar. Aprendemos que no se trata de llegar a ser la/el mejor, la/el que mejor lo hace todo, … tan sólo se trata de hacer lo que se puede (libro- Los cuatro acuerdos) y aceptar que las/os demás hacen lo que pueden o quieren.

Es una tranquilidad reconocer que se tienen límites porque te da pie a dejar esa lucha constante por andar demostrando quién eres y el valor que tienes ; en esa aceptación de quienes somos con nuestras virtudes y fortalezas, pero también con nuestras limitaciones, nos damos permiso al error y a poder reconocerlo sin que nos sintamos castigadas/os por dentro o en tela de juicio para las demás personas.

La paz personal la conseguiremos a través de ese equilibrio saludable entre el aprendizaje porque sabemos que tenemos límites, la acción para superarlos y el descanso de saber que no somos personas perfectas que tengan que hacer todo perfecto y por lo tanto, podemos delegar a las personas de al lado que sí tengas esas competencias. 

Relaciones más saludables

Cuando tenemos una autocomplacencia positiva (valoración sana de nosotros/as mismos/as), las relaciones con las personas que nos rodean tienden a ser más equilibradas y satisfactorias, nos permite reconocer nuestro propio valor, así como el de las demás, estableciendo un terreno de igualdad y respeto mutuo. 

Es que sin el respeto y sin la igualdad, toda relación se construye en un caldo de cultivo de conflictos, pero si no tenemos que demostrar nada ni nos ofendemos por nada porque la autocomplacencia positiva nos hace estar seguras de nosotras mismas, la desavenencias, las opiniones diferentes o los limites que pongamos y nos pongan, dejan de verse como conflicto.

Cuando te aceptas tal como eres y reconoces tu valor, es menos probable que toleres dinámicas tóxicas o dependas excesivamente de las/os demás para sentirte completa/o. Al estar tan unida con la autoestima, fomenta unas relaciones empáticas porque al entendernos a nosotras mismas, entendemos por lo que pueden estar pasando quienes nos rodean sin esa necesidad de imponer nuestros criterios o nuestras expectativas.

Por contra, también nos ayuda a poner límites sanos, con una comunicación abierta y asertiva, algo esencial para poder tener unas buenas relaciones en las que no existan dinámicas de poder desequilibradas porque no hacen falta. No sólo hay que hablar de lo que nos parece bien, también hablar de lo que no nos gusta de manera respetuosa es síntoma de una autoestima y una autocomplacencia sana.

En definitiva, la autocomplacencia positiva significa valorarte mientras sigues creciendo desde la humildad de saber todo lo que eres y aportas, y sin caer en la falsa prepotencia en la que vanagloriarse haciendo de menos a las personas que te rodean. Es una forma de honrar nuestro esfuerzo y celebrar los pequeños y grandes pasos que damos en la vida, cultivando una visión más amable y positiva de quiénes somos.


La autocomplacencia ¡qué bonita cuando es positiva!, pero se convierte en un problema cuando impide el cambio, la empatía o el progreso. En este mundo tan complejo que nos sumerge en la competitividad, la comparativa, la exigencia a ser lo mejor o no ser vulnerables, mantener un equilibrio entre el reconocimiento de logros y la voluntad de tener una mente abierta para aceptar otras formas de hacer y de entender la vida para seguir avanzando, es una de las claves para ser felices.

jueves, 7 de noviembre de 2024

Dinámicas de poder en la amistad

Las cosas que tiene Eloisa

Sigo con las dinámicas de poder,, leyendo como son en los diferentes contextos en los que las encontramos y esta entrada es para las dinámicas de poder en la amistad, que aunque se supone que es todo más libre y fluido, también existen.

Las dinámicas de poder en la amistad pueden parecer algo raro o rebuscado, pero, en realidad, están presentes en muchas de nuestras relaciones sin que nos demos cuenta. Básicamente, como ocurre con todas las dinámicas de poder, una dinámica de poder es cuando una persona  tiene más influencia o control sobre la otra, pero en este caso dentro de una amistad. 

Esto no significa necesariamente que alguien esté "mandando," pero sí que una persona puede tener más peso a la hora de decidir cosas cómo dónde ir o qué hacer, de llevar la conversación, o de cómo fluye la relación en general. 

He elegido algunos puntos para saber un poco más sobre este tipo de dinámicas; cómo se dan, por qué suceden, y algunas diferencias que se ven entre amistades de mujeres y hombres.

Por qué se dan estas dinámicas de poder en las amistades

Hay muchas razones por las que una persona puede tener más poder en una amistad, y no siempre es de manera consciente o intencional:

Personalidades distintas: Si alguien es muy extrovertida/o o segura/o, puede que tome más decisiones o hable más. Mientras tanto, la persona más tranquila o que no le gusta el conflicto puede preferir seguir la corriente.

Experiencia o conocimiento: Si una persona ha vivido más o tiene conocimientos que la otra no, es posible que tome el rol de consejera/o A veces, esto hace que la otra persona se sienta más dependiente y tienda a seguir los consejos de quien considera "experta."

Seguridad emocional: Algunas personas son más seguras o independientes emocionalmente, mientras que otras pueden necesitar más apoyo. La persona que da apoyo suele asumir una posición de “poder” simplemente porque es quien sostiene la relación en los momentos difíciles.

En todo esto que está descrito no hay absolutamente nada que no sea normal y beneficioso para todas las personas integrantes de los grupos de amistad, porque es la forma de nutrirse el grupo con la aportación individual de cada persona, es algo enriquecedor. 

El problema viene, como siempre, en el predominio no pactado de que sea sólo una persona la que ejerza el poder mayoritariamente. Es lo que llamaríamos las dinámicas de poder desequilibradas en la amistad y curiosamente, este desequilibrio suele darse de forma gradual y muchas veces sin que las personas lo noten al principio.

Cómo son estas dinámicas de poder

Las dinámicas de poder en una amistad pueden manifestarse de muchas maneras, y como he dicho, no siempre son negativas. A veces, ese “desequilibrio” puede ser natural y sano, siempre que las personas se sientan cómodas y respetadas, pero, en otras ocasiones, puede hacer que una de las personas se sienta incómoda o que sienta que no es escuchada.

Ejemplos de estas dinámicas pueden ser:

Decisiones y planes: Cuando siempre es una persona la que decide a dónde ir, qué hacer o cuándo verse. Si siempre una toma la iniciativa y la otra solo acepta, eso puede mostrar una dinámica de poder.

Apoyo emocional: Si siempre una escucha y da apoyo, pero no recibe el mismo apoyo de vuelta, puede sentirse como un "desequilibrio". Las amistades fuertes funcionan mejor cuando el apoyo es mutuo.

Validación y autoestima: A veces, en una amistad, una persona puede depender mucho de la otra para sentirse segura o aceptada. Esto crea una dependencia en la que una se siente en posición de dar (o negar) esa aprobación o validación.

Diferencias entre grupos de amistad entre mujeres, amistad entre hombres y grupos mixtos

Hay ciertas diferencias en cómo se ven estas dinámicas en amistades entre mujeres y entre hombres, aunque, claro, cada amistad es única y esto no aplica a todos los casos.

En amistad entre mujeres 

Suele haber más intensidad emocional y profundidad en las conversaciones, lo que significa que las dinámicas de poder pueden aparecer en cómo se ofrece y recibe el apoyo emocional. 
En estas amistades, es común que una persona pueda volverse la "protectora" o "consejera," mientras que la otra asume un rol de "aprendiz" o de quien recibe el consejo. 
También puede darse una situación en la que alguien siempre se “adapte” a las decisiones o preferencias de la otra, pero sin confrontarlo para no “romper la armonía.”

Lo más reseñable es que en grupos de amigas, las dinámicas de poder se enfocan en la conexión emocional y en cómo se cuidan unas a otras y el poder puede estar en manos de quien sea la más empática o la que se considera "la protectora." En algunos casos, hay una persona que asume el rol de líder emocional: aquella a la que todas van cuando necesitan consejo o apoyo.

Pero también pueden aparecer otros roles, como la “organizadora” (la que siempre propone los planes), la “pacificadora” (quien se encarga de suavizar las tensiones) o incluso la que “mantiene la amistad unida” (la que se asegura de que todas sigan en contacto). A veces, si una persona en el grupo siempre asume el liderazgo, puede empezar a surgir un poco de resentimiento de las demás si sienten que no tienen voz o que siempre se hace lo que esa persona quiere.

Además, en estos grupos puede haber dinámicas de “alianzas” o subgrupos, donde algunas personas se vuelven más cercanas entre ellas. Esto no siempre es negativo, pero en ciertos casos puede hacer que alguien se sienta un poco aislada del grupo o fuera de la conversaciones principales.

En amistad entre hombres

Es común que el poder aparezca en forma de liderazgo o en temas de competencia, por ejemplo, en quién organiza las actividades o en quién sobresale en ciertas habilidades. En lugar de apoyo emocional directo, es más probable que la dinámica de poder se base en estatus o en algún tipo de respeto mutuo por las habilidades o la personalidad. 

Algunos hombres pueden evitar hablar de sus emociones, y entonces el poder puede depender de quien se sienta más “seguro” y mantenga las cosas en términos más superficiales.

Estas dinámicas de poder, también suelen girar más en torno a la "jerarquía" o a quién es más influyente o “respetado” en el grupo. A veces, la persona que destaca en habilidades, como ser gracioso, bueno en deportes o tener cierta "sabiduría," termina ganando un lugar especial en el grupo, y las decisiones giran un poco en torno a él.

En estos grupos, los roles tienden a ser menos emocionales y más basados en la “practicidad.” Uno puede ser el “planificador” (el que organiza salidas o actividades), otro el “experto” (en quien se confía para arreglar problemas o dar consejos prácticos), y también suele estar el “pacificador” (quien mantiene la armonía o reduce tensiones). La dinámica aquí no suele centrarse en hablar de emociones o en buscar apoyo emocional, sino más en actividades o intereses compartidos, en dar soluciones.

Eso sí, cuando hay conflictos, pueden pasar desapercibidos o no ser discutidos abiertamente. Esto hace que algunas tensiones pasen por debajo de la superficie y terminen afectando la amistad sin que el grupo sea consciente de ello.

Grupos de amistad mixtos

En grupos mixtos, se da una mezcla de las dinámicas anteriores descritas. Muchas veces, la comunicación y el tipo de actividades se adaptan para que todas las personas se sientan incluidas. Aquí, las dinámicas de poder pueden variar mucho porque se mezcla el apoyo emocional, típico de los grupos de amigas, con la practicidad y “competencia” que puede aparecer más en los grupos de amigos.

Algunos roles pueden ser más claros: a veces, una mujer puede asumir el rol de apoyo emocional, mientras que un hombre se convierte en el que organiza las actividades. Pero, en estos grupos, también pueden surgir liderazgos rotativos o compartidos, ya que muchas veces el equilibrio depende de que no se le dé más importancia a un género que a otro, o a una persona que a otra.

Sin embargo, también pueden surgir algunas complicaciones si una persona acapara el liderazgo o si se forman alianzas entre personas del mismo género o no, creando subgrupos. Estos subgrupos pueden llevar a que algunas/os se sientan excluidas/os o menos escuchadas/os, especialmente cuando se juntan en grupos más pequeños dentro del grupo general.

Dinámicas de poder que producen situaciones de conflicto en grupos de amistad

Las dinámicas de poder desequilibradas surgen casi sin que nos demos cuenta y, cuando no se manejan bien, puede terminar afectando a la amistad y generando tensiones, malestar e incluso la ruptura o disgregación del grupo. 

Algunas de las causas por las que puede haber tensiones dentro de los grupos debido a las dinámicas de poder:

Liderazgo “invisible” 

A menudo hay alguien que parece tener la última palabra sobre qué se hace, qué se decide, o incluso qué temas se tocan. Esto no siempre es algo malo, especialmente si el grupo prefiere tener a alguien que organice o tome decisiones. Pero, si siempre se impone la preferencia de una sola persona, otras pueden empezar a sentir que no tienen voz ni voto, que su opinión no cuenta o, peor aún, que sus intereses no son bienvenidos en el grupo.

El liderazgo invisible es un fenómeno donde una persona acaba teniendo una influencia significativa sobre las decisiones o el ambiente general, pero de una manera no declarada ni necesariamente buscada. Este tipo de liderazgo no es oficial, ni formal, y muchas veces se da de forma involuntaria, pero su impacto es real.

La causas del liderazgo invisible pueden ser muchas y variadas, pero si que hay unas cuantas que son habituales, como por ejemplo:

La `personalidad y el carisma de algunas personas extrovertidas o con facilidad para comunicarse suelen asumir, sin proponérselo, un rol de liderazgo en el grupo. A menudo, su capacidad para expresar opiniones con seguridad hace que otras personas las sigan o adopten sus ideas.

La experiencia o conocimiento de una persona sobre ciertos temas, lo que hace que el grupo le consulte o confíe en su opinión. Esta confianza crea una dependencia sutil, y esa persona se convierte en una referencia de consulta que, sin proponérselo, toma cierto liderazgo.

La historia del grupo también influye, ya que si alguien lleva más tiempo en el grupo o fue una de las personas que lo formó, suele tener más influencia debido a la conexión emocional e historia compartida. Otras personas del grupo que se han ido uniendo, pueden sentir que deben seguir sus ideas para “respetar” ese vínculo más antiguo.

Puede existir la necesidad de guía, alguien que “organice” o decida, especialmente cuando hay inseguridad o falta de confianza en las decisiones propias. Esto puede ocurrir más en grupos donde no todas las personas se sienten cómodas proponiendo ideas, y entonces siguen a quien parece tener un plan.

Igual que sucede en otros campos, las personas cuando estamos en grupo adquirimos roles diferentes; la organizadora, la sabia, la mediadora, la sumisa, la dependiente, la emocional, la graciosa, …Cuando alguien del grupo decide dejar de hacer su papel habitual y la líder o el líder no está de acuerdo, suelen aparecer tensiones porque ella o él sienten que el equilibrio se rompe o que pierde el control. 
Esto pasa porque el grupo ya tiene una dinámica establecida propia y cualquier cambio o alteración que no sea bien vista por la persona líder, no es bien recibida, ocasionando muchas veces el aislamiento de la persona que ha decidido cambiar su rol en el grupo e incluso la expulsión o la provocación (manifiesta o sutil) para que se aparte del grupo.

Es muy curioso que entre personas adultas con una amistad de muchos años, estas dinámicas de poder y estos roles grupales tengan tanto peso y sean tan poco reconocidas e incluso negadas, hasta el punto de dejar perder una amistad de muchos años con una de las personas integrantes del grupo, dejando al margen las aportaciones grupales que haya hecho.

Estas situaciones se pueden entender mejor si analizamos que son una consecuencia de este liderazgo invisible que ha provocado en el grupo una falta de autonomía en las personas que lo integran, además de una dependencia emocional o grupal que hace menos tolerante y flexible al grupo. También provoca tensiones que no se hablan o que se manifiestan de forma jocosa para no alterar a la persona líder si es que no le parece bien lo que se dice.

Grupos dentro del grupo

Es común que algunas personas se sientan más cercanas entre sí y generen “mini-grupos” o alianzas. Puede ser que las chicas se unan más en ciertos temas o que los chicos lo hagan en otros. 
Esto no tiene nada de malo mientras no sea excluyente, pero si esas alianzas se convierten en el foco de las conversaciones y de los planes del grupo, las personas que no forman parte de ellos pueden sentirse fuera de lugar o, en el peor de los casos, ignoradas.

Roles de género tradicionales 

En algunos grupos mixtos, sin que la gente se dé cuenta, se pueden asumir roles de género tradicionales. Por ejemplo, las chicas asumen más la escucha y el apoyo emocional, mientras los chicos lideran los planes o deciden las actividades. Estos roles se pueden dar de forma natural, pero cuando una persona no se siente cómoda con su rol o se espera que siempre haga algo determinado por razón de género, se convierte en una dinámica desequilibrada. Esto puede hacer que alguien sienta que su participación no es auténtica o que no puede ser totalmente libre dentro del grupo.

Se puede dar el caso de que un hombre del grupo adquiera la posición del líder proveedor, del cual se espera que haga generosamente para el grupo, pero que ha su vez le otorga el papel de líder que en ocasiones puede resultar un peso y motivo de conflicto tanto para el grupo como para dicho líder que tiene que mantener su papel.

El rol de "el proveedor" en un grupo es la figura que se responsabiliza de solucionar problemas, dar ayuda y cubrir necesidades prácticas o emocionales (es un rol común en muchos círculos de amigos o familiares). 
A veces esta persona es la que organiza, aporta recursos o actúa como el "soporte" al que el resto recurre, y aunque este rol se ha asociado históricamente con el estereotipo masculino de “hombre proveedor,” hoy en día puede recaer en cualquier persona del grupo. 
Pero, ¿por qué se da este rol? hoy en día, principalmente porque quien adquiere el rol lo necesita y quienes permiten este rol, lo necesitan también. Si todas las personas integrantes del grupo están de acuerdo, todo va bien, pero en el momento en que alguien discrepe, puede haber conflicto, y si la persona o personas que discrepan son mujeres, el líder proveedor se siente más no entendido u ofendido o atacado.

Vamos a ver por qué existe este rol en concreto porque tiene mucha miga:

Expectativas sociales y culturales- En muchas sociedades, especialmente en generaciones pasadas, el rol de proveedor recaía sobre los hombres, quienes eran vistos como responsables del bienestar material y emocional de los demás. Estas expectativas culturales pueden influir en cómo se estructura un grupo, haciendo que ciertas personas (a veces, sin ser hombres) asuman ese rol.

Características personales- La persona en este rol suele ser alguien que se siente cómodo tomando el control y se preocupa genuinamente por los demás, porque es su forma de sentir que es visible y que importa a través de lo que aporta al grupo. Puede tratarse de alguien que busca ser valorado y reconocido a través de su ayuda, lo que lo lleva a asumir este papel de forma natural.

Necesidad del grupo- En un grupo, siempre es útil tener a alguien que ayude a resolver conflictos o cubra ciertas necesidades, como es la de entretener al grupo con sus ocurrencias, ser la persona chistosa, la confiable, la emocional, la detallista, la proveedora, la trabajadora,... Si hay esta figura que siempre se encarga de ciertos aspectos, las demás personas no sienten la necesidad de asumir esos roles, … o sí.

Normalmente se crea una especie de “equilibrio” donde cada persona asume lo que se le da mejor y lo hace, algo que en sí mismo enriquece al grupo y lo dota de recursos. Pero también se corren riesgo al no rotar o compartir los papeles, dando lugar a estancamientos, algo que si todas las personas están de acuerdo no genera conflictos, pero que sí puede haber lugar a ellos si hay discrepancias.

Dentro de estos roles necesarios en un grupo, la figura del proveedor es muy curiosa por favorable y por castrante en su versión menos favorable. La persona proveedora ofrece seguridad y estabilidad, y las otras personas del grupo pueden comenzar a confiar o incluso depender de esa persona para solucionar problemas, mantener la unión, asumir responsabilidades o por ser el proveedor altruista del grupo, y a su vez, el proveedor acaba absorbiendo más responsabilidades que otras, lo que puede dar lugar a ciertas incomodidades para ambas partes. 
Estas van desde el cansancio de la persona proveedora por no permitirse descansar o fallar, la falta de reciprocidad entre adultos que puede provocar frustración en alguna de las personas que integran el grupo (incluido el líder que puede pensar que no es correspondido por igual), la dependencia hacia el líder proveedor, la competencia o rivalidad por el excesivo protagonismo del proveedor, o el malestar en el propio líder si se le cuestiona que no comparte las responsabilidades de proveer al grupo. 

Aceptar la existencia del rol de proveedor puede ser cómodo, pero también se puede llegar a ser una aceptación de sumisión con el desequilibrio relacional que conlleva. 
Esto es muy habitual si se trata de mentalidades arraigadas en los roles del patriarcado que marcaban una masculinidad determinada y la posibilidad de vivir en otro tipo de masculinidades no se contempla porque, en su foro interno, se siente menos hombre y menos persona, aunque exteriormente y de pensamiento, se sienta liberada, no machista e incluso feminista. No nos olvidemos que este rol de "hombre proveedor" es muy del patriarcado, con un arraigo tan profundo en la sociedad, que aún marca y delimita a muchos hombres y a muchas mujeres, por lo tanto a todas las relaciones sociales incluyendo los vínculos de amistad en grupo.

Competencia o comparación

Hay veces surge una competencia sutil que no siempre se habla, especialmente si alguien percibe que otra persona tiene más poder en el grupo o recibe más atención. Esto puede llevar a que alguien sienta que tiene que “probar” su valía o “ganarse” su lugar, generando tensiones no solo con la persona en cuestión, sino con el resto del grupo. 
Esto es más común cuando entre las amistades se admite un poco de rivalidad o cuando hay algún tipo de favoritismo en el grupo que ensalce a alguna persona o que menosprecie a otra. 

Como pasa en otros campos vitales, las comparativas y las competencias insanas no favorecen para nada las buenas relaciones, y en la amistad no está la excepción.

La validación y aprobación grupal 

Este desequilibrio surge cuando, dentro del grupo, ciertas personas parecen tener una especie de “autoridad” en temas de opinión o de aprobación sobre decisiones de otras. Puede que un amigo o amiga en particular sea visto como el “modelo a seguir” o que su opinión parezca más válida o influyente. Entonces, el resto de personas que integran el grupo empiezan a buscar su aprobación (sumisión al criterio del líder), a veces de forma inconsciente, antes de tomar decisiones personales o de grupo.

Conflictos no resueltos 

En los grupos, algunas veces los conflictos no se tratan abiertamente por temor a incomodar a otras personas o a romper la armonía del grupo. Esto puede crear una especie de “tensión invisible,” donde se evita abordar ciertos temas o donde, aunque alguien esté molesto, no lo expresa. Con el tiempo, esto crea una dinámica de poder donde algunas personas pueden tener control indirecto sobre cómo se comportan los demás (algo en ocasiones tan sutil que es difícil de ver).

¿Qué se puede hacer para equilibrar estas dinámicas?

Lo más importante es la comunicación. Hablar sobre cómo se sienten y ser sinceras/os cuando algo no parece justo, es clave para mantener una amistad saludable. 
Otra clave es que haya reciprocidad; si una persona siempre está dando apoyo, también debe recibirlo, si alguien siempre organiza los planes, es positivo que otras personas también participen.
Al igual que ocurre en grupos sociales, contribuir de forma equitativa dentro del grupo es prioritario.
Para ello es necesario:

Escuchar a todos

Asegurarse de que todas las personas en el grupo sientan que su voz cuenta, que pueden proponer planes, expresar sus opiniones y que no serán juzgadas. Una escucha activa y empática en la que todas las voces cuenten es la base primordial de unas buenas relaciones dentro del grupo.

La inteligencia interpersonal es de suma importancia para que la comunicación sea de calidad y por lo tanto las dinámicas de poder en la amistad del grupo también.

Cambiar de roles

Si alguien siempre organiza, propone o lidera, es útil que otras personas del grupo tomen el relevo de vez en cuando. Cambiar de roles ayuda a que todas las personas que integran el grupo se sientan involucradas y reduce la presión sobre una sola persona.

Hablar de los conflictos

Abordar los temas incómodos de manera directa y respetuosa ayuda a que las tensiones no se acumulen y sentir que el grupo es un espacio seguro existe la posibilidad de hablar sin ser juzgado y la posibilidad de ser escuchado sin ser menospreciado.

Celebrar la diversidad

Valorar las diferencias de opinión y fomentar un ambiente donde todas las personas puedan ser auténticas y únicas, permite que el grupo esté más unido y en igualdad. 
Esto ayuda a que el grupo vea la amistad como un espacio de apoyo mutuo y no como un lugar donde una persona tiene más poder sobre otra o hay rivalidades, sumisiones, etc.

Los grupos de amistad son muy enriquecedores, pero para evitar los desequilibrios de poder es importante que todas las personas integrantes del mismo, sientan que pueden ser ellas mismas y que sus opiniones y necesidades cuentan. Una amistad en grupo sana se construye con respeto, comunicación abierta y el compromiso de mantener el equilibrio y la inclusión.

DINAMICAS DE PODER

DINAMICAS DE PODER EN LA FAMILIA

DINAMICAS DE PODER EN EL TRABAJO

DINAMICAS DE PODER EN LA PAREJA

En resumen, las dinámicas de poder en la amistad existen, pero lo importante es que las personas se sientan valoradas, escuchadas y cómodas para que no haya desequilibrios que causen resentimientos o malestar.