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martes, 4 de febrero de 2025

Providencia

Las cosas que tiene Eloisa-Providencia
Esta es una palabra también especial; providencia. Se le puede dar diferentes matices dependiendo de en qué ámbito se use, lo más común se refiere a que es un Dios el que sabe y dispone todo lo que ocurre en la creación; la divina providencia. 

La palabra providencia proviene del latín providentia, un término que he leído que se atribuye al orador y escritor romano Cicerón: pro- (antes), videre (ver), -nt-(el que hace la acción, el agente), -ia (cualidad).

A su vez, providentia deriva de providens, que es el participio presente del verbo prōvideō. Este verbo se compone de dos partes: pro- prefijo que significa "antes" o "hacia adelante", y videō, verbo "ver". El significado está relacionado con la acción de ver con anticipación o prever. Esta idea de previsión y cuidado se ha mantenido a lo largo del tiempo, y es por eso que la palabra providencia se utiliza para referirse a la disposición o cuidado que una deidad tiene sobre su creación, o a la capacidad de una persona para anticipar y prever situaciones futuras. 

El uso principal de la palabra providencia es para referirse que hay un Dios que tiene un plan para cada persona y para el mundo en general y provee las necesidades de sus creyentes protegiéndolos de todo mal. Esta idea la tienen diversas religiones monoteístas como el cristianismo, el judaísmo o el Islam, y otro tipo de religiones como el budismo o el hinduismo.

En derecho, la palabra providencia se refiere a una resolución judicial que decide sobre una cuestión incidental o accesoria dentro de un proceso; para entenderlo, una providencia resuelve cuestiones puntuales que surgen durante un proceso, no es la sentencia final del proceso.

La palabra providencia también se utiliza para referirse a la capacidad de una persona para prever y anticipar situaciones futuras. En este sentido, una persona providente es aquella que toma precauciones y se prepara para posibles eventualidades. Y dándole este sentido de la anticipación a posibles problemas, a una acción que se realiza antes para prevenirlos, se la denomina "medida providente".

La Providencia es un concepto que ha sido abordado por diversas filosofías a lo largo de la historia, siendo el estoicismo la primera de ellas en integrarlo a su sistema filosófico a principios del siglo III a. C, y convirtiéndolo en punto central de su ética y visión del mundo.
Los estoicos creían que la Providencia es sabia y justa, y que debemos aceptar con serenidad lo que nos sucede, ya que todo forma parte de un plan mayor. Para ellos, la clave de la felicidad reside en comprender y vivir de acuerdo con este orden cósmico.

Hay otro concepto al que me referiré con la palabra providencia, y es el del principio organizador que rige el universo y le da sentido. Una inteligencia cósmica, un principio creativo o simplemente la ley natural que rige el universo. Podría decirse que es el movimiento universal que ha creado las galaxias y la vida humana en la Tierra, y que todo tiene un porqué en conexión con la existencia.
Desde esta perspectiva, la Providencia no sería una intervención divina puntual, sino el proceso mismo de creación y evolución que ha dado lugar a todo lo que existe. Este concepto de providencia puede coincidir con la de la cosmología moderna que cree en la constante expansión y evolución del universo y explica cómo la vida pudo surgir de la materia inerte y cómo la conciencia pudo desarrollarse a partir de la vida, y aunque aún no se entiende cómo ha sido esto, lo que sí dicen que la providencia no es algo externo del universo, sino que está en su propia naturaleza.

Vemos que la forma en que se entiende la Providencia, varía entre las diferentes filosofías y religiones; para algunas es una fuerza impersonal que rige el universo, y otras la asocian a un Dios personal que interviene en el mundo. 

Está claro que una misma palabra adquiere un concepto diferente dependiendo del contexto en la que se utilice, algo que puede dar lugar a equívocos y conflictos si no se entiende el punto de vista de las partes implicadas. Es la magia de las palabras o más bien, el poder de las palabras como dice el libro de "Los cuatro acuerdos".

Pero al margen de lo que para religión, filosofía o persona signifique la palabra providencia, vamos a jugar con todo ello: si barajamos la idea de que la existencia del universo tiene un significado (y por ende las personas), con un propósito o "un plan" más allá de nuestra propia existencia, incluso en la adversidad, podemos dar un sentido o una razón que está detrás de lo que sucede; la llamamos providencia.
Si esto es así, hay una admisión de que hay una fuerza por encima, una fuerza superior que crea las circunstancias para que haya "coincidencias", oportunidades, personas que nos ayudan, obstáculos que superamos, etc. Este reconocimiento de las diferentes situaciones no es sólo intelectual, porque conlleva una experiencia emocional, y en muchas ocasiones asombro o perplejidad al vivirlas. Hay algo que no se explica mentalmente, pero que sí se siente.
Cuando percibimos que algo "bueno" nos sucede, ya sea un evento importante o un simple detalle cotidiano, y lo atribuimos a "una fuerza mayor" que lo mueve, la respuesta lógica es el agradecimiento por en momento, por la casualidad, por la oportunidad, por la vida misma. Este hábito de agradecimiento refuerza nuestra conexión con la Providencia; cuanto más agradecemos, más percibimos la presencia de esa fuerza, y cuanto más la percibimos, más razones encontramos para agradecer.

A mí el juego me gusta, porque nos conecta con lo que significa la palabra agradecimiento y con lo que significa la palabra apreciación, y toda esta amalgama de conceptos nos provoca sentirnos bien y sentirnos felices ¿no se trata de eso la vida? Esta es una visión "eloística" del sentido de la vida; todo en el universo está conectado ¿de dónde viene o por qué sucede? pues muchas veces se nos escapa del entendimiento intelectual o mental, pero existe una percepción emocional cada vez más sensible a captar las señales y las oportunidades para sentirnos agradecidos.

La creencia en la Providencia nos predispone a observar el mundo con una mirada más atenta y receptiva. Al reconocer que existe una fuerza que guía los acontecimientos, nos volvemos más receptivos a las pequeñas cosas que nos rodean: la belleza de la naturaleza, la amabilidad de un extraño, la oportunidad inesperada. Esta visión más amplia de la existencia nos permite apreciar la riqueza y abundancia de la vida, incluso en los momentos complicados.
La mente humana necesita encontrar respuestas a las situaciones que vivimos y cada cual tiene sus propias creencias que le pueden hacer feliz o le pueden hundir; creer que existe una razón (= fuerza superior = Providencia), aunque la desconozcamos y que deriva a bien mayor, ayuda a vivir en otra tranquilidad, con agradecimiento y con esperanza. 

Existen diversas formas de referirse a esta idea de que las cosas no suceden por casualidad, sino por una razón o propósito mayor, sin necesidad de invocar una deidad, y es que en todos los tiempos se ha buscado intentar dar una explicación a lo que sucede, desde los estoicos hasta nuestros tiempos. 

Partiendo de Demótcrito y Leupicio (atomistas de aquella Grecia de antes) seguida posteriormente por otros, apelaban a que se siguen unas leyes naturales que hacen que lo que sucede esté precedido por algo anterior que lo provoca, que todo es una causalidad (como la ley de causa efecto). Esta manera de pensar es de la corriente filosófica del determinismo (que por cierto existe la contraria que es el indeterminismo y cree en las coincidencias y las casualidades), cuestionada por la mecánica cuántica que dice que también hay elementos inesperados o fruto del azar. El fatalismo piensa parecido porque cree que todo está predeterminado y es inevitable, solo que se atribuye al destino o fuerza desconocida y no a la causalidad.

Hay otra idea, la de la "necesidad" que se refiere a la cualidad de aquello que no puede ser de otra manera, es decir, los eventos no ocurren por casualidad, sino porque son necesarios dadas las circunstancias y las leyes que rigen el universo. Así mismo, el psicólogo Carl Jung utilizó la palabra sincronicidad para referirse a la coincidencia significativa de dos o más eventos que no están causalmente relacionados. Por otro lado, en la Teoría del caos tenemos que nos dice que pequeñas variaciones en el presente pueden generar grandes diferencias en el futuro, lo que puede dar la impresión de que los eventos son aleatorios o impredecibles, pero en realidad están determinados por leyes naturales.

La ley de causa y efecto es un principio que se encuentra en el corazón de varias religiones y filosofías, particularmente en las de origen indio, y dice que nuestras acciones tienen consecuencias y que somos responsables de lo que sembramos. Es esa idea de la ley del karma.

Os cuento todo esto porque la humanidad ha buscado diversas maneras, a lo largo de la historia, para explicar por qué las cosas pasan como pasan. Me viene a la cabeza la expresión de que algo ocurre de "forma providencial"; no sé hoy en día si está en desuso, pero el concepto es de que en una situación en la que las probabilidades de que salga bien algo son bajas o se tiene todo en contra, ese algo sale bien de manera sorpresiva, inesperada o afortunada. Es una manera de expresar la suerte que se ha tenido o la coincidencia a favor tan inesperada que ha ocurrido. 

Hoy en día, seguimos sin saber si es la Providencia la que provoca lo que las personas llamamos coincidencia, sincronicidad, causalidad, casualidad, suerte, etc., o si las coincidencias realmente existen; todavía todo un misterio aunque la ciencia y la filosofía nos ofrezcan diferentes perspectivas, ya que ninguna de ellas puede dar una respuesta definitiva ¿providencia? ¿casualidad? 

lunes, 18 de noviembre de 2024

Vivir bajo una estructura patriarcal- relato corto

Las cosas que tiene Eloisa

Vivir bajo una estructura patriarcal tiene profundas implicaciones que afectan tanto a nivel individual como colectivo, influyendo en cómo interactuamos las personas, cómo nos percibimos y cómo organizamos nuestra sociedad. 
Significa habitar en un sistema que otorga mayor poder y privilegios a los hombres, especialmente a quienes encajan en un modelo tradicional de masculinidad y establece roles de género rígidos que limitan a todas las personas. 

El patriarcado no solo dicta qué comportamientos son aceptables según el tipo de persona, sino que también influye en cómo interpretamos sus acciones y qué consideramos reprochable o aceptable. 


EL EDIFICIO DE PIEDRA 
Los edificios hablan de aquellas personas que los construyeron y de las que los mantienen.

Dedicatoria- Todas las mujeres víctimas al vivir bajo una estructura patriarcal, es decir, a todas las mujeres y … añado a los hombres.

En la calle más céntrica de la ciudad, se erguía un edificio imponente, una amalgama de piedra, hormigón y vidrio que irradiaba poder y autoridad, como si fuera un monolito a la masculinidad. Su arquitectura, neogótica y moderna a la vez, ofrecía un contraste sorprendente: por un lado, la fachada de piedra con su escudo de un león, evocaba un pasado y, por otro, las líneas rectas limpias y los grandes ventanales delataban su renovación.

Construido en 1940 por un industrial que hizo fortuna aprovechando las circunstancias de la postguerra, el edificio se convirtió en un símbolo de poder y ostentación. En sus salas se celebraron reuniones y fastuosas fiestas, en las que se tejían las redes de influencia de la ciudad, así los poderes tácitos creaban sus alianzas y no había hombre o mujer de estatus alto en la ciudad que no quisieran estar en aquellas fiestas.

Pero el tiempo pasa cambiando las formas y en 2010, los descendientes del industrial decidieron modernizar el edificio sin perder su esencia de poder. La fachada de piedra, con su escudo, se mantuvo intacta, pero el interior fue completamente transformado. Los antiguos pasillos largos y oscuros y las enormes habitaciones fueron reemplazados por espacios diáfanos y funcionales, divididos en oficinas, apartamentos y grandes pisos. Cuatro ascensores de cristal conectaban todos los pisos, incluyendo un restaurante en la última planta con vistas panorámicas de la ciudad.

A pesar de su modernización, el edificio conservaba un aire de misteriosa antigüedad. Sus gruesos muros de piedra parecían guardar aquellos secretos urdidos por hombres con poder, mientras que las grandes cristaleras ofrecían una visión moderna y luminosa, como de pulcritud y transparencia. El edificio era un lugar de contrastes, donde las historias de hombres del pasado, se entrelazaba con las de los hombres del presente.

Su interior, cuidadosamente diseñado, ofrecía un alto nivel de seguridad; un sistema de control de acceso restringía la entrada a quien no fuera propietarios, inquilinos y personal autorizado. Cámaras de vigilancia y sensores monitoreaban cada rincón del edificio, garantizando el control y la tranquilidad de quienes estaban dentro.

Sin embargo, bajo esta apariencia de fortaleza inexpugnable, el edificio ocultaba las vulnerabilidades de los hombres que arrastraba como herencia desde su construcción. Los acuerdos del pasado, las ambiciones presentes y las tensiones ocultas creaban un caldo de cultivo para la ocultación y el conflicto. Y así, sin que nadie fuera consciente, el edificio más ostentoso de la calle más céntrica de la ciudad, se preparaba para enfrentar su desafío más grande.

Aquel hombre de negocios que financió la construcción del edificio primigenio, era un ejemplo de señor de su época: su figura, imponente y autoritaria, se proyectaba en cada rincón del edificio que había construido. Era un claro ejemplo de la masculinidad tradicional: fuerte, decidido, ambicioso y con un marcado sentido del poder y la propiedad.

El edificio era su reino, un reflejo de su ser y su dominio; cada detalle, desde la arquitectura imponente hasta la distribución de los espacios, estaba pensado para transmitir su autoridad y jerarquía. Detrás de la fachada de éxito trabajado, este hombre ocultaba un lado más oscuro y, se rumoreaba que había acumulado su fortuna a través de prácticas poco éticas y que había utilizado sus influencias para manipular, utilizar y beneficiarse de sus socios y empleados.

Sus descendientes heredaron no solo la fortuna familiar, incluyendo el edificio, sino también la visión del mundo y de lo que es ser un hombre y, aunque vivían en una época más moderna y abierta, mantenían arraigados muchos de los valores de los hombres de su familia.

En su convencimiento de que esos valores eran los que tenían que ser porque así había sido siempre y funcionaba, sabían que hoy en día había que preservarlos de otra maneras más ambigua y solapada.

Dar la imagen de progresismo al edificio era imprescindible, por lo que adaptaron la fachada antigua convirtiéndola en moderna, sin embargo, detrás de esta apariencia, seguían perpetuando los mismos patrones de poder y dominación, siguiendo el arquetipo de su abuelo, al cual veían como una figura a seguir y un modelo de éxito, poder y dominio. Eso sí, como la imagen pública era fundamental para ellos, se presentaban como hombres modernos y sofisticadamente igualitarios, pero en privado mantenían un estilo de vida opulento, ostentoso y clasista, propio de una élite privilegiada que menospreciaba a los hombres que no eran de su círculo y por supuesto, a las mujeres.

Dentro del edificio existía una jerarquía social muy marcada, basada en el poder económico y en el estatus social. La competitividad y la aporofobia se mascaban en él y la mayoría de las conversaciones giraban en torno a los negocios y los temas relacionados con el poder.

Los hombres más poderosos ocupaban los pisos más altos y tenían acceso a las mejores comodidades, mientras que el resto, dentro de tener el privilegio de vivir en el edificio, ocupaban pisos de menor tamaño y considerablemente más simples en su sobrada ostentosidad.

En las alturas del edificio, donde el viento azotaba las ventanas y el eco de las pisadas resonaba en los pasillos impolutos, se reunían los hombres que ejercían el poder en el edificio y en la ciudad; los herederos y sus colegas que eran los líderes indiscutibles, los dueños del juego y que no dudaban en usar cualquier medio para mantener su poder.

Sus reuniones eran un ritual de reafirmación de sus valores, sus poderes sobre las demás personas y una demostración de enérgica testosterona; en ellas se trazaban estrategias y se consolidaban alianzas, se urdían trampas y órdenes para mantener el sistema que les permitía vivir con los privilegios que habían heredado.

Uno de sus colegas de negocios y mejor amigo, un hombre corpulento con una sonrisa permanente, era el encargado de mantener a raya a los demás colegas o colaboradores, ya que conocía los secretos de cada uno, sus debilidades y sus anhelos. Con sutileza, les recordaba su dependencia de los que tenían el poder y les ofrecía favores a cambio de su lealtad.

Había más colegas de negocios o de vida, ya que todos vivían en el edificio, concretamente dos de ellos, eran como dos sombras que se movían sigilosamente por el edificio y entre sus moradores, convertidos en los brazos ejecutores de los poderosos para mantener el imperio creado.  Sin preguntas o explicaciones y sin dudar, cumplían con las órdenes, dispuestos a usar la fuerza u otras artes si era necesario.

No podía faltar en aquel edificio el colega de negocios competitivo, ambicioso y calculador que soñaba con destronar a los herederos del edificio y quedarse con él, maquinando otras estrategias, tejiendo intrigas y buscando aliados al margen de los poderosos dueños.

En toda sociedad existe el gracioso y, al edificio como institución social que era, no le faltaba su graciosillo, un bufón patético y misógino que intentaba ganarse el favor de los poderosos con sus chistes machistas y sus comentarios despectivos hacia las mujeres u otros hombres que no daban el perfil de hombre que marcaba aquel edificio. De esta manera se codeaba con los que ostentaban el poder y se creía que pertenecía al mismo estatus, cuando en realidad lo utilizaban para mantener las costumbres y más que con él, se burlaban de él.

El jefe de seguridad era un hombre enigmático y solitario, que observaba todo desde la distancia. Sus ojos oscuros parecían penetrar en el alma de los demás, pero nunca revelaba sus pensamientos. Se llevaba muy bien con el conserje, un hombre aparentemente bondadoso y servicial, pero que en realidad ejercía un control sutil en el edificio. Con sus consejos y su actitud paternalista, hacía sentir que le necesitaban para ciertas cosas porque ellos eran incapaces y dependientes de los servicios básicos que este hombre ofrecía.

Y casi como un ente transparente estaba él, el hombre que vivía en las sombras, ocultando su verdadera identidad porque estaba atrapado en un sistema que no comprendía y no era suyo, pero en el que tenía que sobrevivir. Dentro de él, sabía que tarde o temprano le descubrirían si se hacía muy visible y que le echarían del edificio.

Así transcurrían los días, meses y años, … hasta que llegó ella. Una mujer joven, independiente y decidida, que no encajaba en las normas del edificio, pero que al ser la hija de la mano derecha de los herederos y estar sólo de paso, la aceptaron. Lo que no supieron prever, fue que esa mujer sacudiría los cimientos del organizado ecosistema del edificio.

La llegada de la nueva inquilina desencadenaría una serie de eventos que pondrían a prueba las lealtades a la masculinidad, desenmascararían las hipocresías y revelarían las inseguridades de los hombres del edificio, provocando el debilitamiento del sistema ancestral que lo sustentaba.

Sofía a su llegada causó una pequeña conmoción: joven y con una energía contagiosa, nadie esperaba que ella fuera la catalizadora de un cambio tan profundo. Acompañada con las visitas de sus amigas, un grupo diverso de mujeres con ideas claras y personalidades fuertes, Sofía comenzó a relacionarse con los hombres del edificio.

Al principio, estos se burlaban a sus espaldas a través de los chistes del graciosillo misógino, viéndolas como una amenaza menor, o ni tan siquiera una amenaza; viéndolas como si fueran nada o un objeto para su diversión. Pero poco a poco su carisma, naturalidad, seguridad y verdad, fue calando en las mentes del resto e incluso sin ser evidente, en los propios cimientos ideológicos del edificio.

Un día el jefe de seguridad, guardián impasible del edificio con su visión del mundo (cumplir órdenes y mantener el orden), habló con Sofía. Al principio, la veía a ella y a sus amigas como una molestia al statu quo que él había ayudado a mantener; sin embargo, ese día, Sofía se acercó a él con una propuesta que le sorprendió.

Necesitaba un espacio seguro dentro del edificio para realizar una reunión de mujeres, un lugar donde pudieran hablar abiertamente sobre sus experiencias y sus ideas. El jefe de seguridad frunció el ceño porque la idea de un grupo de mujeres reuniéndose para hablar le parecía sospechosa e incluso, una grieta para su sistema de seguridad tan perfecto, pero algo en la mirada de Sofía lo conmovió.

Durante su conversación, ella le explicó las razones detrás de esa reunión; le habló de que ella obedecía también, pero a otro orden social en el que se daba prioridad a la igualdad, la justicia y el respeto hacia todas las personas. Le contó historias de hombres, pero sobre todo de mujeres que habían enfrentado discriminación y violencia, y de cómo ese tipo de reuniones les daba voz a otras mujeres en parecidas circunstancias. Le habló de madres (algo que le recordó a la suya), le habló de hermanas, esposas e hijas, le habló de vecinas e incluso de mujeres desconocidas, … le habló de sus vidas.

El jefe de seguridad escuchó atentamente, sorprendido por la pasión y la inteligencia de la joven. Comenzó a darse cuenta de que sus prejuicios y creencias quizás le estaban equivocando y que la muchacha no era una amenaza, sino que buscaba lo mismo que él: cumplir su misión, que era hacer un mundo más justo y equitativo.

Al final de la conversación, el jefe de seguridad accedió a conseguirle un salón de reuniones para que Sofía pudiera organizar su encuentro, y no sólo eso, además, se ofreció a garantizar la seguridad del evento.

A partir de ese momento y de aquella reunión de mujeres, el jefe de seguridad comenzó a ver el mundo de una manera diferente, convirtiéndose en un aliado inesperado de Sofía y sus amigas, utilizando su posición para protegerlas y apoyarlas. Su cambio de actitud fue gradual, pero significativo. Con el tiempo, el jefe de seguridad se convirtió en un defensor de las ideas de ese grupo de chicas que irrumpió sorpresivamente en su vida.

Este hombre, un día fue a hablar con el padre de Sofía, un hombre astuto y experimentado en los negocios, que se sintió profundamente conmovido por el relato del jefe de seguridad. Reconoció en sus palabras una sinceridad y una autenticidad que rara vez encontraba en sus propios círculos. La transformación personal que había experimentado el jefe de seguridad, gracias a la influencia de Sofía y sus amigas, le hizo reflexionar sobre sus propias acciones y las consecuencias que estas habían tenido en las demás personas, incluidas su exmujer y su propia hija, Sofía, ignorada por él desde que nació.

Con su característico y sibilino tacto, el padre de Sofía comenzó a sembrar las semillas del cambio en los más altos niveles de las empresas y del edificio, y utilizando su influencia y su capacidad para satisfacer las necesidades de los demás, convenció a los herederos y a los otros líderes, de la importancia de adoptar una nueva perspectiva.

Con sutileza, el padre de Sofía comenzó impulsando la creación de nuevos programas de gestión que abarcaran la diversidad e inclusión como estrategia de ventas. Fomentó la participación de las mujeres en puestos de liderazgo y promovió prácticas laborales más justas y equitativas, bajo la excusa de un lavado de cara de los negocios que les adaptaran a los nuevos tiempos y darían mayores beneficios.

Los herederos, al ver el entusiasmo del personal de sus empresas por trabajar, además de la mejora en los resultados económicos de las empresas, se mostraron cada vez más receptivos a estos cambios y poco a poco, el edificio se convirtió en un modelo de gestión igualitaria, aunque aún quedaran muchas mentalidades que tan solo se adaptaron exteriormente porque sus convicciones personales estaban en las viejas creencias.

Pasaron los meses y después de vivir los cambios en el edificio y ver la aceptación de la diversidad, el hombre reservado que permanecía a la sombra comenzó a sentirse más seguro, dándose cuenta de que ya no tenía que esconderse y que podía ser él mismo sin miedo a ser juzgado, criticado por el chistosillo o echado del edificio.

Empezó a hacerse ver en pequeñas cosas, participando en conversaciones en el ascensor o en grupos en el edificio, compartiendo sus opiniones y hobbies, etc. Al principio, se sentía incómodo, pero pronto descubrió que las personas lo escuchaban con atención y respeto porque los nuevos cambios habían abierto algunas mentes.

Un día, durante una reunión de comunidad del edificio, tomó la palabra y expresó sus ideas sobre cómo mejorar la comunidad, quedando el resto de las personas sorprendidas por su elocuencia y su visión; fue la manera de darse a conocer el hasta entonces desconocido vecino, dándose cuenta de que tenía mucho que aportar y que su voz era importante.

A medida que se iba liberando, comenzó a descubrir nuevas facetas de su personalidad y se involucró en proyectos creativos que le ilusionaban, como escribir, algo que materializó en unos cuantos libros, de los cuales, el que trató la historia del edificio en forma de ciencia ficción, se convirtió en un bestseller.

Su transformación de este hombre fue profunda y visible; pasó de ser un hombre introvertido y solitario a convertirse en una persona segura de sí misma y con una vida plena. Su historia sirvió de inspiración para el resto de habitantes del edificio, quienes se dieron cuenta cómo podían ser sus vidas al margen de las normas en las que se habían vivido desde hacía generaciones.

Sofía y sus amigas, al ver los cambios que se dieron en las gentes del edificio se sintieron profundamente satisfechas; su lucha había dado frutos y el cambio que habían anhelado, era ahora una realidad en aquel edificio monolito de la masculinidad. Ese era el camino, … aún quedaban muchos edificios por visitar.

Este relato corto para ilustrar lo que es vivir bajo una estructura patriarcal, simbolizada en el edificio de piedra, es el deseo de que realmente pudiera suceder lo que en él habéis leído; una ilusión, un deseo, una necesidad social.

martes, 12 de noviembre de 2024

La autocomplacencia

Las cosas que tiene Eloisa

Es un término usado en todo los campos y como tal, tiene sus connotaciones positivas y negativas; hoy quiero hablar de la autocomplacencia sin más, porque hay he hecho una entrada de la autocomplacencia en la igualdad de género, que lleva peso en negativo porque favorece que la desigualdad permanezca.

LADO NEGATIVO DE LA AUTOCOMPLACENCIA 

La autocomplacencia es una actitud en la que una persona o grupo se siente excesivamente satisfecha con lo que hace, sin considerar que puede mejorar, corregir o asumir nuevas responsabilidades. Es una forma de autoelogio que puede limitar el crecimiento, ya que implica evitar la autocrítica o ignorar la posibilidad de que las cosas podrían hacerse mejor. 

Se podría relacionar con la condescendencia que tiene la persona hacia una misma, con ser indulgente con lo que hacemos y con sus consecuencias, quizás para evadir la responsabilidad de hacernos cargo de lo que nos implica. 
Es la manera que tenemos de justificarnos conductas cómodas o irresponsables al no ver la necesidad de cambiar.

Me ha venido a la cabeza unir tres términos: complacencia, condescendencia e indulgencia, y al asociarlas, encuentro que es interesante lo que sale.

La autocomplacencia, la condescendencia y la autoindulgencia se pueden relacionar porque las tres implican una forma de evitar la autocrítica y pueden convertirse en actitudes que dificultan el crecimiento personal y las relaciones con las demás personas. 

 Autocomplacencia

  • Qué es: Es sentirse excesivamente satisfecho con lo que se hace, ignorando la posibilidad de mejorar o reconocer errores.
  • Cómo se relaciona: La autocomplacencia puede llevar a la condescendencia, ya que una persona que está demasiado satisfecha consigo misma podría considerar que otras personas necesitan "ayuda" porque no están "a su nivel". También se conecta con la autoindulgencia, porque puede justificar conductas cómodas o irresponsables al no ver la necesidad de cambiar.
  • Ejemplo general: Una persona que cree que su forma de trabajar es la mejor y no considera las ideas o enfoques de los demás, incluso aunque sean más efectivos. Otro ejemplo, un profesional que se conforma con sus habilidades actuales y no busca actualizarse.

Condescendencia

  • Qué es: Es tratar a las demás personas como si fueran menos capaces o menos informadas, muchas veces bajo la apariencia de querer "ayudar".
  • Cómo se relaciona: La condescendencia puede ser una consecuencia de la autocomplacencia, porque alguien que cree que siempre tiene la razón podría menospreciar las opiniones o capacidades de otros.
  • Ejemplo general: Una persona que, en una conversación, explica algo básico a otra de forma innecesaria porque asume que no lo entenderá por sí sola. Otro ejemplo, en la familia, puede aparecer cuando alguien toma decisiones por otra persona sin consultarla, asumiendo que sabe mejor lo que necesita.

Autoindulgencia

  • Qué es: La persona se permitirse a sí misma comportamientos o hábitos que podrían ser perjudiciales, sin buscar mejorar o imponerse límites.
  • Cómo se relaciona: La autoindulgencia puede ser una forma de autocomplacencia, ya que alguien que no se siente en la necesidad de cambiar podría justificar excesos o irresponsabilidades.
  • Ejemplo general: Alguien que se da permiso para no cumplir con sus responsabilidades diciendo que "se lo merece" por lo mucho que trabaja, sin considerar cómo eso afecta a otras personas. Otro ejemplo, alguien que decide gastar más de lo que puede permitirse argumentando que "se lo ha ganado".
Socialmente, donde hay roles más rígidos de género, los hombres pueden ser más propensos a actuar con condescendencia en temas donde se les ha enseñado a verse como líderes o expertos (La socialización jerárquica) y ser autoindulgentes en ciertos aspectos relacionales al justificar excesos normalizados en lo social.
Por otro lado, a las mujeres, nos han educado para justificar el consumismo, que con cumplir el rol de mujer es suficiente o que con proyectar buena imagen vale aunque haya otras carencias. 

En fin, que estas tres actitudes nos pueden dar para el pelo a ambos géneros y con una serie de consecuencias interesantes:

Relaciones personales:
La autocomplacencia y la condescendencia pueden generar distancias emocionales, ya que la otra persona se siente menospreciada.

La autoindulgencia puede crear tensiones si alguien prioriza sus propios deseos o comodidad sobre las necesidades de los demás.

Ámbito profesional:
La condescendencia puede generar conflictos con colegas o personal al cargo, ya que se subestima y se toma por menos capacitadas a las personas.

La autoindulgencia puede llevar a una falta de disciplina o compromiso, por ejemplo porque nos decimos "ya hice el otro día de más, me lo he ganado".

La autocomplacencia puede llevar a la negligencia laboral por falta de formación continua, frenando el desarrollo profesional y con ello el crecimiento de la empresa. 

Crecimiento personal:
El crecimiento personal es un proceso continuo de aprendizaje, autoconciencia y transformación, y actitudes como la autocomplacencia, la condescendencia y la autoindulgencia pueden frenar este proceso, afectando tanto a la capacidad de mejorar como a la calidad de las relaciones interpersonales. Estas actitudes limitan la capacidad de aprender, mejorar y conectar con los demás.

Sigo con la autocomplacencia, que es el tema de esta entrada; como ya hemos visto, es esa actitud de ir sobrada/o , de no tener que aprender más ni escuchar más ni hacer caso a nadie que creamos que es inferior en cualquier tema ("qué me va a enseñar a mí ese o esa mindundi"). Es adoptar esa postura estereotipada de la cuñada/o listilla/o, pero ojo que también para los demás podemos pasar a ser "ese tonto que se cree listo" dando lecciones en temas en los que nos pueden dar por lo menos 3 vueltas.

No nos damos cuenta de que estamos en esa ignorancia atrevida que no hace rozar la falta de humildad y la prepotencia, y con ello nos convertimos en unos déspotas … aquí lo dejo caer. 


Las cosas que tiene Eloisa


La autocomplacencia a nivel personal, si no la gestionamos bien, llega a ser un freno para nuestro crecimiento y bienestar y vamos a ver el por qué. Esa sensación de estar tan satisfecha o satisfecho con cómo somos y lo bien que lo hacemos, puede ser cómodo, pero también nos engaña porque nos impide ver otras maneras de hacer y pensar

NOS ESTANCAMOS

Cuando hablamos de estancarnos, me refiero a esa sensación de que no estamos avanzando, como si estuviéramos atrapados en el mismo lugar sin crecer ni mejorar. Nos decimos cosas como "así estoy bien" o "no hace falta hacer más", pero no es todo lo bien que podemos estar.

Si te dices “esto es lo mejor que puedo hacer” en lugar de buscar formas de mejorar, te pierdes el aprendizaje que viene si haces algo distinto.

La autocomplacencia nos lleva a pensar que no necesitamos cambiar ni aprender cosas nuevas. Nos quedamos con lo que ya sabemos o con lo que ya hacemos, porque nos resulta seguro y cómodo. El problema es que, aunque la comodidad a corto plazo suena bien, con el tiempo esa falta de movimiento nos pasa factura.

Es fácil detectar que nos estamos estancando por autocomplacencia; empiezas a notar que te aburres nen la rutina de la comodidad, te parece una monotonía, que a su vez puede generarte frustración porque no sabes como arrancar (esta frustración se suele poner en alguien de fuera en vez de asumirla y hacer algo) porque la idea de salir de lo conocida te da miedo.

Esa famosa frase de "siempre he sido así" cuando ves que hay situaciones complicadas para ti o para quien esta al lado tuyo que se te repiten, lo único que hace es que vayas a seguir repitiendo lo mismo y perdiéndote experimentar cómo serían las situaciones y las relaciones de una manera diferente.

El estancamiento no es el fin del mundo, pero la clave está en reconocerlo, aceptar que necesitamos movernos y dar paso hacia adelante nos puede sacar de este parón por autocomplacencia.

NOS ALEJAMOS DE LA REALIDAD

Si tienes problemas recurrentes en el trabajo o en tus relaciones, pero piensas que "el problema siempre es de los demás", quizás te estás perdiendo una oportunidad de reflexionar sobre tu parte en esas situaciones. El tirar balones fuera y responsabilizar a otra persona de lo que es propio, cuando menos esta feo ¿no te parece?

Es como vivir en una burbuja que hemos creado para sentirnos cómodas/os, pero que no refleja del todo lo que está pasando a nuestro alrededor. Puede sonar tentador, porque a nadie le gusta enfrentarse a situaciones difíciles o incómodas, pero esta desconexión tiene su precio, para con nosotros mismos y para con quienes nos relacionamos.

Te voy a comentar tres situaciones en las que se detecta este alejamiento:

Ignoramos problemas o situaciones que nos generan incomodidad, como si desaparecerlas de nuestra mente las hiciera desaparecer del mundo.

Ejemplo: Sabes que una amistad está cambiando y te duele, pero prefieres no hablar del tema ni confrontar lo que está pasando.

A veces nos contamos historias (inventamos nuestra verdad y las creemos) para justificar lo que hacemos o no hacemos, aunque sepamos que no son del todo ciertas.

Ejemplo: "No busco otro trabajo porque estoy muy ocupado/a", cuando en realidad es miedo al cambio.

Exageramos nuestra percepción de las situaciones y las hacemos más grandes o más pequeñas de lo que realmente son.

Ejemplo: "Si digo lo que pienso, todo el mundo se va a enfadar conmigo".

Nos alejamos de la realidad porque nos da miedo o nos cuesta enfrentar lo que está pasando. Es una forma de protegernos de sentirnos mal, fracasar o incluso aceptar que algo no está funcionando como quisiéramos. Es una especie de mecanismo de defensa: si no lo veo, no me afecta. Pero ya sabemos que las cosas no funcionan así.

Ejemplos hay muchos, cada persona tiene algún ejemplo de vida en el que se autoengaña para alejarse de la realidad por miedo a verla: una situación que aunque es mala, da miedo cambiarla (el famoso mas vale malo conocido), una reacción desproporcionada con un ser querido (aquí le pongo lo de la canción "y si no me acuerdo no paso"), estás pasándolas mal porque te ha dejado tu pareja pero disimulas haciéndote creer y haciendo creer que no pasa nada, etc., etc., etc.

¿Te has preguntado alguna vez qué pasa cuando te alejas de la realidad? 

Hacer una de avestruz escondiendo la cabeza de la realidad no arregla nada; ignorar las cosas no las soluciona, solo les da más tiempo para complicarse. Es como una pequeña fuga de agua: al principio no parece grave, pero si no la reparas, puede causar un desastre.

Cuando no enfrentamos la realidad, también nos distanciamos de las personas que nos rodean, porque nos desconectamos de ellas ¿Cómo van a entendernos si ni siquiera nosotros sabemos lo que pasa?

Lo queramos ver o no, perdemos oportunidades de vida al evitar ciertas verdades, dejamos pasar posibilidades de cambiar, crecer o mejorar, nos cegamos a las posibles alternativas reales.

NOS VOLVEMOS MENOS RECEPTIVOS A LAS CRITICAS 

Nos cerramos a escuchar lo que otros tienen que decir sobre lo que hacemos, cómo actuamos o qué podríamos mejorar, no aceptamos opiniones ajenas. Es como ponerse unos tapones en los oídos cada vez que alguien intenta darnos un consejo o señalar algo que podríamos hacer de otra manera. Aunque a nadie le gusta verse en error, la realidad es que metemos la pata infinidad de veces y esta actitud de poca aceptación a una crítica constructiva, puede ser un problema porque nos estanca y nos hace perder oportunidades de crecer.

No es difícil de entender en dónde estamos cuando nos ponemos como un niño en el "pues ahora me enfado y no respiro", solo es cuestión de:

El orgullo que nos mata y sentimos que aceptar una crítica es reconocer que estamos equivocadas/os o que no somos tan buenas/os como creemos. Pensamientos tipo ¿Cómo va a saber esa persona más que yo si llevo años haciendo esto?"

El miedo al rechazo, a ese que no nos quieran porque pensamos que si alguien nos señala algo, es porque no nos valora o no nos acepta o nos va a dejar por no ser suficientemente válidas/os. Aquí podríamos poner pensamientos tipo "Si me dicen que esto no está bien, es porque no confían en mí."

Y nos queda el no querer pasar por la incomodidad de la situación porque las críticas tocan fibras sensibles y a veces preferimos evitar ese mal rato, aunque sepamos que podrían ser útiles. Aquí nos metemos en pensamientos tipo "Mejor no escucho, para no agobiarme."

Te voy a poner alguna otra situación a ver si te suenan de hacerlas o de recibirlas:

Si alguien te sugiere una forma diferente de hacer algo, en lugar de escucharlo, te justificas o lo descartas automáticamente; "Así lo he hecho siempre y funciona, ¿para qué cambiar? No sé por qué se mete en lo que no le importa"

Si un amistad o pareja te dice que algo que haces les molesta, lo tomas como un ataque en vez de una oportunidad para mejorar y en lugar de escucharle, te molestas, le ignoras o lo que es peor arremetes contra su persona. "¿Ahora todo lo hago mal? Si no te gusta, no es mi problema. Es que ya estás otra vez".

Cuando un ser querido te da un consejo con respecto a algo que cree que te puede venir bien, o te da su opinión de lo que ve, lo interpretas como una crítica a tu forma de vivir. "Ya estás otra vez diciéndome cómo debería hacer las cosas. Ya está la lista/o, la que todo lo sabe".

Es una manera como otra cualquiera de perder gente valiosa de nuestro alrededor; si siempre reaccionamos a la defensiva, las personas pueden dejar de hablarnos con sinceridad por miedo a que nos lo tomemos mal y por cómo pueden ser las reacciones, algo que a la larga les hará alejarse.

El cómo hacer, qué hacer y para qué hacer es muy sencillo de entender; no te tomes nada personalmente (uno de los acuerdos del libro "los cuatro acuerdos"). En lugar de ver la observación o la crítica como un ataque, mírala como una oportunidad para aprender. Consejito para ello, respira antes de reaccionar o de responder, te dará margen para pensar si la persona que te dice algo es para tocarte la moral o porque realmente le importas.
Te harás un favor y harás un favor a las personas de tu entorno si cambias la perspectiva con la que escuchas y reaccionas a las observaciones, opiniones o incluso críticas que recibes, porque sabes, a través de ellas: 
Aprendemos más rápido: Las críticas suelen ser atajos hacia una versión mejor de nosotras mismas/os.
Fortalecemos nuestras relaciones: Escuchar sin ponernos a la defensiva demuestra madurez y apertura.
Ganamos confianza: Al enfrentarnos a nuestras áreas de mejora, nos volvemos más seguras/os y conscientes de lo que hacemos bien y de lo que podemos ajustar.

Ser receptiva/o a las críticas no significa que tengas que aceptar todo lo que te digan sin cuestionarlo, pero sí estar dispuesto/a a escuchar y reflexionar. En vez de cerrarte, dale una oportunidad a lo que tienen para decir otras personas distintas a ti con tus pensamientos endogámicos. Nunca sabes qué cambio positivo puede surgir de una buena crítica.

NOS HACE PERDER OPORTUNIDADES 

Al cerrarnos o no estar dispuestos/as a salir de nuestra burbuja autocomplaciente, dejamos pasar cosas buenas que podrían habernos ayudado a crecer, mejorar o alcanzar algo importante. Es como si la vida te estuviera poniendo puertas abiertas delante de ti, pero por terquedad, miedo, orgullo, inseguridad o comodidad, decides no cruzarlas.

Pues que tengas suerte si lo haces así, porque a futuro te espera ese famoso pensamiento de "si hubiera o hubiese hecho/escuchado/dicho/cambiado", mientras estás en el mismo sitio mental y emocional que hace ni sé cuantísimos años.

NOS DESCONECTA DE LAS DEMÁS PERESONAS 

Si estamos cerraditas/os en nuestra postura autocomplaciente sin abrirnos a más posibilidades, al quienes nos rodean les damos a entender que sólo lo tuyo es lo válido y que lo demás importa entre poco o muy poco, aunque a veces ni nos demos cuenta de que lo estamos haciendo. 

Nos asoma esa actitud autocomplaciente que nos minimiza la empatía, nos asoma el inflas de superioridad, poniéndonos distancia con la persona que tenemos en frente y desgraciadamente nos priva de una buena comunicación, y nos añade conflictos y malos entendidos.

Por ejemplo, en una relación de pareja, insistir en demostrar que “yo siempre tengo la razón” puede terminar alejando a la otra persona.

La desconexión en muchas ocasiones se produce en un poco a poco y sin darse cuenta porque estamos tan centrados en lo nuestro que no somos conscientes de que se está produciendo y el impacto que esta actitud autocomplaciente tiene en quien está al lado

Aunque puede haber otros componentes como el miedo a mostrarnos vulnerables y el evitar conectar con las personas puede ser una forma de protegernos emocionalmente, además se puede dar el factor que damos por hecho que las personas a las que queremos y nos quieren estarán ahí y dejamos de esforzarnos. 

Hay muchos factores personales y componentes relacionales que nos llevan a mantener esa autocomplacencia que no beneficia a nadie, tantos como que somos individuales con nuestras mezclas de inteligencias; emocionales, interpersonales o intrapersonales.

Cómo se manifiesta la autocomplacencia en diferentes campos

En lo judicial

  • Manifestación: Sistemas judiciales que consideran que las leyes existentes son suficientes para garantizar justicia, incluso cuando sectores vulnerables no son debidamente protegidos.
  • Ejemplo: Creer que las leyes de igualdad de género ya están completas y no necesitan ajustes, ignorando la falta de aplicación efectiva o las desigualdades reales.
  • Consecuencias: Injusticias que perpetúan desigualdades, especialmente para minorías o grupos en desventaja.

En lo social

  • Manifestación: Sociedades que se sienten satisfechas con pequeños avances en derechos o inclusión, dejando de lado los cambios estructurales necesarios.
  • Ejemplo: Pensar que ya se vive en una sociedad "igualitaria" porque existen discursos o leyes progresistas, aunque persistan desigualdades culturales o económicas.
  • Consecuencias: Invisibilización de problemas sistémicos, como racismo, machismo o pobreza estructural.

En lo relacional (parejas, amistades, relaciones laborales)

  • Manifestación: Creer que se hace "lo suficiente" en una relación y dejar de esforzarse por comprender o atender las necesidades de la otra persona.
  • Ejemplo: Una pareja que cree que con "proveer económicamente" o hacer tareas mínimas ya es suficiente, sin trabajar en el cuidado emocional o la comunicación.
  • Consecuencias: Relaciones que se vuelven desequilibradas, con falta de empatía o conexión real.

En lo familiar

  • Manifestación: Dinámicas donde uno o más miembros se sienten satisfechos con su rol y no reconocen las contribuciones, sacrificios o necesidades de otros.
  • Ejemplo: Padres o madres que creen que por brindar sustento económico no necesitan involucrarse emocionalmente o compartir responsabilidades de cuidado.
  • Consecuencias: Conflictos familiares, resentimientos y desconexión emocional.

¿Cómo salir de la autocomplacencia?

Reflexiona sobre tus acciones: Pregúntate si realmente estás dando lo mejor de ti en cada área de tu vida, no más de lo que puedes, pero tampoco menos.

Escucha con humildad: En lugar de defenderte, trata de entender qué te quieren decir cuando alguien te da una crítica constructiva.

Busca retos: Atrévete a hacer cosas que te saquen de tu zona de confort. Aunque sean pequeñas, esos pasos pueden abrirte nuevos caminos.

Acepta el error como parte del proceso: Reconocer que te equivocas no te hace menos persona, te hace humano/a. Reconocer de verdad y no juzgarte por errores es el primer paso para mejorar.

Cuando creemos que todo lo hacemos bien y no necesitamos aprender más, dejamos de avanzar. Nos quedamos en nuestra zona de confort y evitamos retos que podrían hacernos crecer.

La autocomplacencia puede nublar nuestra capacidad de ver nuestros errores o limitaciones. Nos convencemos de que no hay nada que cambiar, aunque a veces las cosas no estén funcionando tan bien como creemos.

Cuando vivimos en un estado de autocomplacencia, cualquier comentario que cuestione lo que hacemos o cómo somos puede sentirse como un ataque. Esto nos hace rechazar opiniones o sugerencias que podrían ser valiosas.

La falta de autocrítica limita nuestra capacidad de ver todo lo que podríamos lograr si nos esforzáramos un poco más o si tomáramos un camino distinto. Nos conformamos con lo que tenemos, incluso si no nos hace del todo felices.
Si estamos demasiado centrados en nuestra autocomplacencia, podemos dejar de empatizar con quienes nos rodean. Esto puede generar tensiones, porque las personas perciben que no estamos abiertos a cambios o que no valoramos sus aportaciones.

En el corto plazo, la autocomplacencia nos da una sensación de seguridad y comodidad, porque no tenemos que enfrentarnos a la incomodidad de los cambios o de admitir que podríamos mejorar. Sin embargo, a largo plazo, no te quepa duda de que nos limita. Reconocerla y enfrentarnos a ella nos permite crecer, conectar con los demás y aprovechar al máximo nuestro potencial.

Lado positivo de la autocomplacencia

La autocomplacencia, aunque a menudo tiene connotaciones negativas, también puede tener un lado positivo cuando se maneja de manera saludable y equilibrada. En este contexto, la autocomplacencia se convierte en una herramienta para reforzar la autoestima, celebrar logros y generar una sensación de satisfacción personal que puede ser constructiva y motivadora. 
No todo va a ser malo de la autocomplacencia:

Refuerzo de la autoestima

Darnos permiso para sentirnos bien con lo que hemos logrado, sin esperar la validación externa, es un acto de autocuidado. Reconocer nuestros propios esfuerzos, incluso en pequeñas cosas, nos ayuda a construir una imagen positiva de quiénes somos. 
Sentirse satisfecha/o con logros o comportamientos puede ser una fuente de confianza. Cuando logramos algo importante o actuamos de una forma que nos hace sentir bien con nosotras/os mismas/os, nuestra autoestima se fortalece. 
Esta autocomplacencia positiva, nos recuerda que somos capaces, valiosas/os y que podemos enfrentarnos a los desafíos de la vida. Es como un impulso interno que nos dice: "¡Nena/nene, tú vales mucho!". (El empoderamiento)

Aumenta la seguridad personal al permitirnos disfrutar de lo que hacemos bien, y esto nos motiva a seguir creciendo y poder valorar lo que somos y lo que tenemos, con ello nos volvemos más amables, condescendientes y compasivos con nosotras/os y dejamos de juzgarnos (autoexigencia exagerada en la que nada es suficiente). 

El encontrarnos seguros y bien con lo que somos, potencia las buenas relaciones con las personas que nos rodean (trabajo, la familia, la pareja,...). Si yo estoy bien, todo va mejor y se ve con otras perspectivas (por ejemplo ; El estoicismo, el meliorismo).

Reconocimiento de límites 

Significa encontrar el punto justo entre sentirnos satisfechos con nosotros mismos y mantener el deseo de seguir aprendiendo y creciendo. Cuando nos damos espacio para la autocomplacencia sin caer en el exceso, estamos construyendo un marco saludable de autoconfianza y motivación que nos propicia ver nuestros límites reales, valorarlos sin complejos y decidir qué hacer.

Es una forma de aceptar hasta dónde se puede llegar sin obsesionarse con la perfección y con el cómo nos miran o nos ven las demás personas, evitando las comparaciones ya que entendemos que los logros o capacidades de ellas no limitan las nuestras. 

Entendiendo que tenemos límites, entendemos que también tenemos virtudes y por ende, entendemos que el resto de la gente que nos rodea también y dejamos de juzgar. Aprendemos que no se trata de llegar a ser la/el mejor, la/el que mejor lo hace todo, … tan sólo se trata de hacer lo que se puede (libro- Los cuatro acuerdos) y aceptar que las/os demás hacen lo que pueden o quieren.

Es una tranquilidad reconocer que se tienen límites porque te da pie a dejar esa lucha constante por andar demostrando quién eres y el valor que tienes ; en esa aceptación de quienes somos con nuestras virtudes y fortalezas, pero también con nuestras limitaciones, nos damos permiso al error y a poder reconocerlo sin que nos sintamos castigadas/os por dentro o en tela de juicio para las demás personas.

La paz personal la conseguiremos a través de ese equilibrio saludable entre el aprendizaje porque sabemos que tenemos límites, la acción para superarlos y el descanso de saber que no somos personas perfectas que tengan que hacer todo perfecto y por lo tanto, podemos delegar a las personas de al lado que sí tengas esas competencias. 

Relaciones más saludables

Cuando tenemos una autocomplacencia positiva (valoración sana de nosotros/as mismos/as), las relaciones con las personas que nos rodean tienden a ser más equilibradas y satisfactorias, nos permite reconocer nuestro propio valor, así como el de las demás, estableciendo un terreno de igualdad y respeto mutuo. 

Es que sin el respeto y sin la igualdad, toda relación se construye en un caldo de cultivo de conflictos, pero si no tenemos que demostrar nada ni nos ofendemos por nada porque la autocomplacencia positiva nos hace estar seguras de nosotras mismas, la desavenencias, las opiniones diferentes o los limites que pongamos y nos pongan, dejan de verse como conflicto.

Cuando te aceptas tal como eres y reconoces tu valor, es menos probable que toleres dinámicas tóxicas o dependas excesivamente de las/os demás para sentirte completa/o. Al estar tan unida con la autoestima, fomenta unas relaciones empáticas porque al entendernos a nosotras mismas, entendemos por lo que pueden estar pasando quienes nos rodean sin esa necesidad de imponer nuestros criterios o nuestras expectativas.

Por contra, también nos ayuda a poner límites sanos, con una comunicación abierta y asertiva, algo esencial para poder tener unas buenas relaciones en las que no existan dinámicas de poder desequilibradas porque no hacen falta. No sólo hay que hablar de lo que nos parece bien, también hablar de lo que no nos gusta de manera respetuosa es síntoma de una autoestima y una autocomplacencia sana.

En definitiva, la autocomplacencia positiva significa valorarte mientras sigues creciendo desde la humildad de saber todo lo que eres y aportas, y sin caer en la falsa prepotencia en la que vanagloriarse haciendo de menos a las personas que te rodean. Es una forma de honrar nuestro esfuerzo y celebrar los pequeños y grandes pasos que damos en la vida, cultivando una visión más amable y positiva de quiénes somos.


La autocomplacencia ¡qué bonita cuando es positiva!, pero se convierte en un problema cuando impide el cambio, la empatía o el progreso. En este mundo tan complejo que nos sumerge en la competitividad, la comparativa, la exigencia a ser lo mejor o no ser vulnerables, mantener un equilibrio entre el reconocimiento de logros y la voluntad de tener una mente abierta para aceptar otras formas de hacer y de entender la vida para seguir avanzando, es una de las claves para ser felices.

miércoles, 7 de septiembre de 2022

Asertivo, vulnerable, empático- El triángulo ganador- por Acey Choy

Si el triángulo dramático de Karpman ha sido muy interesante de conocer, el triángulo ganador no se le queda atrás porque nos sugiere la solución del anterior, cambiando unos roles por por otros con una connotación emocional y relacional más sana.

Karpman fue el precursor del triángulo dramático, Acey Choy lo fue del triángulo ganador, es decir; que uno estudió y puso nombre a una problemática en los conflictos de relación y el otro ante ese estudio del problema, indagó en como podríamos hacer para no caer en los roles de Salvador/a, Perseguidor/a o Victima.

Para mi sorpresa, la cantidad de artículos encontrados sobre el triángulo ganador ha sido bastante menor que los encontrados de su opuesto o la información estaba integrada dentro de ellos, algo que me sugiere estudiar más sobre el tema y la idea me gusta, así que voy a jugar con ella porque, jugar en un triángulo ganador es bastante más efectivo y productivo emocionalmente hablando, amén de recordarnos qué podemos hacer en los conflictos de relación bien familiares, laborales o sociales.

Escoger los roles que nos propone Acey Choy requiere de una inteligencia emocional y un inteligencia intrapersonal que nos ayudan a vernos sin temor a encasillarnos o juzgarnos por haber entrado al juego del triángulo dramático y después haber parado y retomado la situación jugando con los roles del triángulo ganador.

Rectificar es de sabias/os y con este nuevo trío de roles, la jugada se asemeja a un trío de ases, ganadora.

Haciendo analogía con, "ante el vicio de pedir la virtud de no dar", la sugerencia es:

Ante el vicio de salvar, la virtud de ayudar. Pasamos de salvador/a a ayudador/a

Ante el vicio de perseguir, la virtud de ser asertivo. Pasamos de castigar a expresar con integridad.

Ante el vicio de ser víctima, la virtud de ser un/a vulnerable responsable. Pasamos de la pasividad a la acción.

¿Qué os sugiere este cambio? a mí lo primero  integridad para reconocernos en un rol y querer pasar al otro, algo bastante complicado en personalidades fuertes dentro de la fragilidad que supone estar en un triángulo dramático.

En los conflictos, uno de los grandes protagonistas para no reconocer que conducta estamos teniendo y rectificarla es el ego, que nada tiene que ver con la autoestima, ni con la intuición o voz interior.

Pero no hay que fustigarse ; todas/os nos metemos en triángulos y hacemos dúos o tríos no muy recomendables en más de una ocasión. Aún sabiendo como funcionamos, persistimos en ejercer cierto rol porque no somos conscientes de que podemos aplicar otro (cuando conseguimos dominar el ego), el compi del triángulo ganador.

Tenemos los personajes de los dos triángulos; poner la imagen de los dibujos con el angelito bueno (triángulo ganador) y el diablo malo (triángulo dramático), la única diferencia es que aquí no hay un/a único responsable, por eso es un triángulo, todas/os al interactuar lo somos .

Vamos a empezar a conocerlos a ver que tal nos caen y empezaré por la/el asertiva/o en contraposición al perseguidor/a, personaje tremendamente importante para tranquilidad de vida.

El Asertivo

Si al perseguidor/a le vence la ira y la rabia, este protagonista de "El triángulo ganador" (el asertivo) parte de la casilla de salida sin esta emoción primaria que si bien nos ayuda en unas circunstancias, es muy nociva a la hora de resolver un conflicto y muy activa a la hora de crearlos. 

Pero vamos a ver los sinónimos de ira, porque claro, uno puede pensar que lo sentido no es ira o rabia, pero,... en el saco de esta emoción van también: rabia, furia, enfurecimiento, arrebato, enojo, cólera, furor, indignación, irritación, cabreo, fastidio, desagrado, exacerbación, exasperación, …

¿Has sentido alguna vez esta emoción o alguno de sus amigos? Pues entonces te será fácil detectar cuando estás con sus sensaciones y cuando sabes que tienes que parar, salir por un momento y respirar para tranquilizarte. Este acto es el más difícil porque requiere autocontrol en un momento de tensión, quizás provocado por el estrés o porque nuestro carácter tiende a entender que en esas situaciones tiene que defenderse.

A partir de ese momento en el que ya detectas tu emoción de malestar, empiezas a estar preparado para actuar de una forma asertiva y dejar de ser un perseguidor/a. 

Pasar a otra emoción más grata tiene sus grandes ventajas a nivel relacional y a nivel físico (sí, sí, el cuerpo sufre con cada arrebato, pérdida de papeles, estrés,...) Según los antónimos de la ira y sus amigos, empezarás a sentir: paz, serenidad, paciencia, tranquilidad, agrado, complacencia, satisfacción, contento, …

Estarás de acuerdo que nada tiene que ver el punto de partida del juego ; con estás últimas sensaciones, frente a un problema o discusión existen grandes posibilidades de arreglo. Si nos vienen chillando lo más probable es que nos defendamos o cerremos, y si nos vienen hablando lo más probable es que escuchemos.

Si te pillas en ese punto en el que empiezas a apretar los músculos y el corazón te late más rápido, respira profundo y date un poco de tiempo para pasar a la calma. El siguiente movimiento es retomar la situación con toda esa tranquilidad y pasar a ser asertiva/o en lo que dices. La jugada no está en callar y dar la razón al otro/a porque no queremos entrar en ira, la jugada es hablar y negociar.

En los negocios se lleva mucho entablar las negociaciones con la pretensión de conseguir un ganar-ganar, si esto se da, las relaciones entre empresas serán fructuosas.

Ya sabemos que no todas las negociaciones llegan a ser productivas para ambas partes, pero es el paso previo para que lo puedan ser, mientras que los malos modos de la ira, es todo lo contrario, todos los boletos están en el lado de mantenerse y agrandarse los conflictos.

Pasamos a usar la asertividad y con ella a expresarnos en lo que queremos de una manera que nos entiendan y que no incomode o violente, pero … ¿Qué significa ser asertivo?

Expresar lo que quieres sin necesidad de juzgar, castigar, doblegar. agredir..., 
Expresar libremente las emociones, defender tus derechos de una manera directa y clara, sin rodeos ni agresividades. 
Hablar claro y pedir que te hablen claro, eso sí, de forma adecuada y sin pérdida del control. 

Resumiendo, actitud positiva y franqueza= buen rollo y sinceridad.

Mantenerse en una actitud asertiva sin entrar en juego que tenga el/la otro/a, es también todo un reto, ya que normalmente quien juega en un triángulo dramático, necesita que adquieras alguno de los roles que en él hay. Recuerda que tu juego es el triángulo ganador, no lo cambies. 

No renuncies a lo que necesitas o quieres, pero negocia como obtenerlo; no impongas, no persigas o no violentes porque no te hace falta teniendo la baza de la asertividad.

Para mantenerte en una postura asertiva, tira del comodín de la inteligencia intrapersonal, ya que es uno de los pilares (conocerte, valorarte, priorizarte); darte cuenta de tus propias emociones, controlarlas y la capacidad de motivarte a ti mismo.

Si tienes que decir no, di no de una manera asertiva; no me gusta, no quiero, ahora no. Porque sabes...¡no es no! Hay un libro interesante que leí hace años "Cuando digo no, me siento culpable" de Manuel J. Smith, quizás sirva de ayuda para entender el miedo a decir no.

Una lectura que a mí me ayuda a no perderme en los juegos ajenos es el libro de Los cuatro acuerdos; su lectura me recuerda procurar ser impecable con mis palabras, no tomarme lo que oiga de modo personal, no hacer suposiciones que me engañen y hacer todo lo que pueda (ni menos, ni más).
Es evidente que no siempre se consigue cumplir con estos acuerdos, por eso recordarlos y releerlos puede servir de apoyo.

Toda lectura nos puede aportar un algo que nos de la clave para ser más asertivos en nuestras relaciones cotidianas, aunque como nuestra mente es así, tenemos que interiorizar el qué conseguimos si somos más asertivos ¿Para qué queremos ser asertivos? Muy sencillo:

Para preguntar, cuestionarnos y evolucionar; no quedarnos en el simple "esto es así y ya está". Esto es muy visual en los niños cuando empiezan a dominar un poco el lenguaje y pasan por esta etapa tan maravillosa para volver locos a las/os que tienen al lado.
Muchas veces cuando entendemos el por qué, se nos hace más fácil saber cómo y qué hacer.

Opinar sin el temor al qué dirán, aciertes o te equivoques; no hay por qué tener siempre la razón, pero tu opinión es tan buena como la de las/os demás.

Pedir algo de manera normalizada; no eres menos por necesitar algo ni estás eternamente obligado con alguien porque te ayude. Esto es así de sencillo; unas veces piden unas/os y dan otras/os. Habrá veces en las que nos toque pedir y habrá veces que nos toque dar sin que nos deban la vida.

Expresar tus emociones; las mejores y las otras, porque aunque no queramos, las emociones primarias y sus secundarias las tenemos todos.

Conversar de forma fluida y productiva; utilizar la capacidad para empezar, continuar o terminar una conversación sin que sea un drama o una catástrofe. 

Solucionar las cuestiones conflictivas diarias; no acumular es la mejor manera de no estallar un día por sobreacumulación. Se tarda poco en limpiar un vaso, pero si empiezas a acumular cacharros para fregar y los vas dejando por días, semanas, meses o años, al final te van comiendo los bichos.

Hay mucha mala leche deambulando por alrededor, pero si uno no pierde su centro, empezará a poner el punto de mira en las cosas buenas, que las hay... y muchas. 

Canalizar la energía de la ira o la rabia (enfado o contrariedad en su baja escala) a través de la asertividad, te abrirá más puertas de las que cierra y seguro que encontrarás un/a ayudador empático con el que poder negociar la situación y poder encontrar una solución al conflicto que causa tu malestar.

También podéis leer:

 "La asertividad: expresión de una sana autoestima" de Olga Castanyer

"La asertividad: Hacia una autoestima saludable y una comunicación exitosa. Técnicas para una mente asertiva, para ganar la confianza del otro y poder decir lo que sientes en el aquí y ahora" de Constanza Walsh.

"La asertividad en el trabajo" de Olga Castanyer y Estela Ortega

El Ayudador empático

Ayudar a que todo vaya mejor es muy honorable y muy de agradecer; no tengo ninguna duda de que este mundo necesita de ayudadores. Pero hay una línea roja entre ayudador y salvador/a; encontrar en la vida personas que te ayuden y no que te salven, es de las cosas más bonitas que le pueden pasar a una/o.

El ayudador no va a estar para ti cada vez que tú quieras; va a estar cuando tú se lo pidas y él/ella pueda/quiera ayudarte. Esto es importante entender; significa que si cree que tú puedes solucionar tu problema, no lo va a hacer él/ella porque no te estaría haciendo ningún favor, tan solo un ser dependiente.
La empatía es su fuerte y por ello, sabe donde poner los límites, sobre todo si van a ir en contra tuyo y de sus criterios personales.

Es esa persona que está ahí para ayudar en un momento difícil y que hace su misión sintiéndose agradecida por ello y ya no ocurre nada más. Si no la necesitas de nuevo, no pasa nada porque no se alimenta de tu necesidad de su ayuda.

En contraposición a la figura del salvador del triángulo dramático, el/la ayudador no necesita de su "ayudar" para ser feliz; lo es ya en sí misma/o y estar para cuando alguien necesita algo de él/ella, es pura normalidad, y esto puede ser así para porque no parte de su propio sentimiento de culpa que le inclina a tener que ayudar para redimirse. 
Su juego es el de la colaboración empática, es decir, que sabe lo que pueden dar las/os demás y hasta dónde pueden llegar, pero sobre todo, sabe lo que puede dar él/ella y hasta dónde quiere llegar. No quiere convertirse en el/la salvador/a de nadie, al revés, lo evita y por eso pone límites.

Para los que van de víctimas por la vida, este rol de ayudador/a no les gusta nada porque exige. Sí, exige implicación personal ante un problema, no un dejarse ayudar sin hacer nada. Se implica si se lo piden y si la persona comparte la responsabilidad de la solución junto a él/ella porque sabe que en esta vida se trata de remar juntos para llegar, no de que si uno/a coge el remo, el otro se echa la siesta porque es más lista/o.

Su empatía te hace pensar en ocasiones que es un/a mago/a, porque te echa una mano en momentos verdaderamente complicados y con un acierto pleno; es experta/o en estar en el momento adecuado (cuando se lo pides), de la forma adecuada con lo que tiene y puede (poniendo soluciones o no, porque sabe que no es infalible) y se retira con un abrazo pensando "esto se ha hecho como se ha podido entre todas/os".



Muy grande es la empatía y muy resolutiva, pero, ¿sabemos ser empáticos? y más básico aún, ¿sabemos que es la empatía? 

La clave de la empatía para el/la ayudador está en que reconoce a las/os demás como un/a individuo similar con mente propia, y como tal, puede percibir sus emociones e incluso pensamientos.

Él/ella no se siente víctima de la vida aunque le ocurran cosas desagradables e incluso duras, por lo que tampoco piensa que las/os demás sean víctimas que necesiten a un "todo lo puedo" de un/asalvador/a
Su lema: yo no quiero que me salven y yo no voy a ser el/la salvador/a de nadie, simplemente colaboramos en una vida más agradable para vivirla.

Son personas que saben escuchar y se colocan en la situación, pero no bajo su punto de vista y aconsejándote, si no bajo tu punto de vista y contándote su manera de ver la situación. Si les pides consejo, te dirán lo que piensan pero no lo que hacer; qué hacer es responsabilidad individual. Ellas/os se responsabilizan de sus actos y piensan que las/os demás también se deben responsabilizar de los suyos porque son lo mismo que él/ella, personas con criterios propios y responsabilidades propias.

La empatía es un término relativamente nuevo (1909) y aunque se parezca a la palabra "simpatía", no tiene el mismo significado. Antiguamente se utilizaban los términos misericordia, altruismo, solidaridad, compasión, etc., que tampoco tienen el mismo significado, ya que estas palabras tienen una connotación de estar en diferentes status en una situación y para la empatía, todas/os somos iguales aunque tengamos diferentes habilidades, economías, capacidades, etc.

El/la ayudador no coloca a nadie ni por debajo ni por encima de él/ella; reconoce como un igual a quien tiene delante, necesite lo que necesite y esté en la situación en la que esté, eso sí, si ese alguien no se valora,  reconoce  o se cuida en su grandeza, él/ella no va a estar haciéndole ese trabajo. Colaborará para que lo pueda conseguir si es eso lo que quiere, pero no lo hará en solitario.

Si buscas cargar a alguien con tu responsabilidad de vida, estás buscando un/a salvador/a y no se lo pidas a un/a ayudador porque te dirá que no. Este personaje del triángulo ganador, sabe que todas/os somos vulnerables en algún momento de la vida y en alguna circunstancia, por eso jamás hará leña del árbol caído porque sabe que algún día el árbol puede ser él/ella también. 

No te va a juzgar por estar en una situación determinada por unos actos de vida más o menos acertados, pero tampoco se va a responsabilizar de tu vida; eso te lo deja a ti y si tú lo haces, él/ella estará a tu lado ayudándote en lo que pueda. 
No le halagues por ser tu salvador, porque lo rechazará ya que no se considera así; el/ella sabe que ha colaborado pero que en tus logros, el trabajo ha sido tuyo. Jamás se quedará con la gloria de los logros ajenos, porque sabe que no son sus logros, tan solo que ha puesto su granito de arena. 

El/la ayudador/a empático/a tiene una inteligencia intrapersonal que le hace reconocerse con todo lo que es, en lo bueno y en lo malo, sabiendo de su capacidad de salir adelante y de meter la pata, sin culpabilizar o culpabilizarse y sí responsabilizando o responsabilizándose. 
Sabe que hoy él puede ser tu ayudador, pero que mañana quizás tengas que ser tú su ayudador empática/o... como se suele decir "la vida da muchas vueltas".

El Vulnerable responsable

Este rol de vulnerable responsable se complementa a la perfección con el rol del ayudador empática/o, ya que nunca se duerme a la bartola cuando tiene problemas esperando a que se los arreglen las/os demás, ni responsabiliza al mundo mundial de sus problemas.

¿Tiene problemas? sí y seguro que más de dos o tres, como todas/os. 
¿Se crea él los problemas? pues seguramente algunos sí y otros le caen encima, como a todas/os.
¿Resuelve sus problemas? algunos sí, pero para otros necesita ayuda, como todas/os.
¿Ve problemas dónde no los hay? quizás en algún momento, pero seguro que los mínimos porque bastante tiene con responsabilizarse y arreglar los que de verdad tiene.
¿Crea problemas a los demás? también los mínimos posibles, por lo menos conscientemente, porque sabe que las/os demás, bastante tienen con responsabilizarse de sus problemas.

Las personas con este rol, saben perfectamente que hoy están en esta punta del triángulo ganador y mañana pueden estar en el rol de ayudador empática/o y viceversa. 

Son la antítesis del rol víctima; están en una actitud activa frente a sus problemas y buscan diferentes soluciones o diferentes ayudas. Para ellas/os todo puede valer para sumar algo diferente a su vida y si no es para solucionar el problema de hoy, puede ser para solucionar el de mañana.
El/la vulnerable responsable es consciente de que problemas, contrariedades, dificultades o trabas en la vida siempre van a surgir, pero no hace un drama de ello cayendo en el victimismo o en el "pobrecita/o de mí todo me pasa". Sabe que en esta vida las dificultades de cualquier tipo (económica, emocional, habitacional, física, etc.) cantan eso de "cuando crees que me ves junto a la pared, hago chas y aparezco a tu lado" ¿Qué queda? aguantar el tirón, mientras buscamos soluciones y ayudas. 

En muchas ocasiones, las soluciones que queremos no llegan y lo que toca es adaptarse a la nueva situación y esto lo sabe muy bien el/la vulnerable responsable; uno de sus fuertes es la adaptación y la resiliencia como solución activa de vida.

Darwin ya dijo en su momento: "En la larga historia de la humanidad (incluso de la especie animal), son aquellos que aprenden a colaborar y a improvisar los que tendrán más probabilidad de prevalecer."
Esto lo practica muy bien el ayudador empática/o en simbiosis con el/la vulnerable responsable, algo que hace que en la vida se encuentren muchas más soluciones porque su actitud les lleva a ello.

Si somos capaces de aceptar que a unas/os nos tocan unas vivencias con sus dificultades y a otras/os otras (tan importantes para ellas/os como para ti las tuyas), aceptamos también que en muchas de ellas vamos a ser vulnerables y necesitaremos nuestras capacidades y quizás la ayuda de alguien, entonces estaremos preparados para dejar de ser víctimas de "la vida mala" o de unos progdenitores tal, de una familia otro tal, de un/a jefe/a no sé qué, de una pareja no sé cual, de un mundo desalmado, de ... afrontaremos la vida sin esperar a que no la resuelvan aunque sí nos ayuden. Dejaremos la inmovilización de la víctima y apechugaremos con lo que nos venga.... acción amigas/os, acción.

Una vez que hemos conocido a los actores principales de este juego que es el triángulo ganador, ¿con cuál/cuáles te quedarías tú?