sábado, 20 de agosto de 2022

Perseguidor, victima y salvador: el triángulo dramático de Karpman

Quedar para comer y que te hablen de que existen tres roles que adquirimos en la vida (perseguidor/a, victima, salvador/a) y que pasamos de uno a otro y que todo eso lo puedo leer en un artículo corto que se llama el triángulo dramático, fue el punto de partida para empezar a buscar y a leer sobre ello, y escribir lo que yo he entendido y lo que me ha hecho entender muchas situaciones vividas y  las diferentes actitudes de personas de mi entorno y mías.

He leído que también le llaman "el triángulo de la supervivencia" porque el juego viene desde que somos niñas/os hasta,... hasta que lo cortemos o hasta siempre.

De entrada, me aclaré que estos roles de perseguidor/a, víctima y salvador, son una actitud ante la vida puntual o repetitiva; son aprendidos o adquiridos de pequeños como una forma de defensa para poder soportar emocionalmente ciertas experiencias de vida hostiles o simplemente desagradables. 
De niña/o decir no o conseguir lo que se quiere es complicado, así que uno se siente víctima. Este sentimiento les puede hacer permanecer en él, o quizás transformarse en perseguidor/a en el cole o en salvador/a

Todo es posible con tal de obtener afecto porque esa es en realidad la finalidad del niño/a; sentirse amada/o y respetada/o de una manera auténtica. 

En la niñez, la seguridad emocional es clave para el desarrollo de la propia identidad y tenerla o estar escaso de ella condiciona a futuro el comportamiento en familia, en la sociedad o en el trabajo.

Esta necesidad básica de contacto físico y emocional hacia ellas/os por parte de los progenitores (o de quien actúe como tal), al ser  constante y urgente, muchas veces no es satisfecha como el niño/a demanda y es ahí cuando el sentimiento de culpabilidad, resentimiento o rabia hace posicionarse en uno de los roles de este triángulo dramático:
  • ser salvador/a por sentimiento de culpabilidad (será que soy mala/o y tengo que hacer algo bueno para que me quieran), 
  • ser víctima por sentir resentimiento (el mundo está en mi contra y todo me pasa a mí; pobre de mí, me tenéis que ayudar porque no es justo) 
  • o ser perseguidor/a por la ira (pues ahora me enfado y os vais a enterar).
Y si habéis visto la película de "El Mago de Oz" (1939), me viene a la cabeza una escena de ella donde Dorothy muerta de miedo dice: "Leones, tigres y panteras ¡Dios mío!

Yo digo "Salvadoras/es, víctimas y perseguidoras/es, ¡Dios mío!" ...y pienso esto porque la relaciones, en este triángulo dramático, son distantes, poco sinceras e impiden un diálogo honesto y cercano para solucionar los conflictos.

Ahora bien, no es lo mismo tener un problema que ser una víctima, como tampoco es lo mismo ayudar que salvar, al igual que no es lo mismo ser asertivo que perseguir. 

Hablando del tema, me han comentado que dejar todo lo que es una persona resumido en los tres vértices de este triángulo dramático se queda escaso. Estoy de acuerdo, no solo podemos encasillar en perseguidor/a, salvador/a o víctima a una persona; yo lo veo como un triángulo que tiene su círculo porque se puede pasar de un rol a otro con una gran facilidad, además luego se encuentran los matices de cada rol y por supuesto, no todas las relaciones que entablamos son de tipo disfuncional.

Podemos tener relaciones sanas y podemos entablar también otro tipo de relaciones no tan sanas porque nos dejamos introducir en este triángulo de una forma automática. Adquirir uno de estos roles de forma consciente y verdadera no es negativo porque no se recurrirá a las "malas artes" de cada rol, pero si se está en un rol de una forma inconsciente es cuando los resultados relacionales son caóticos y verdaderamente dramáticos.

Quien estudió sobre ello y quien le puso nombre a estos comportamientos (más bien insanos y cambiantes) en los conflictos de relación fue Karpman

Stephen Karpman denominó a esta interacción entre los tres roles el triángulo dramático, acertado nombre porque en todo conflicto relacional, si se adquiere alguno de estos roles, el drama está garantizado y la vida se antoja mucho más complicada.

Y me viene a la cabeza que este triángulo dramático es como el triángulo de las Bermudas: te empieza a engullir y ya no vuelves,... a no ser que seas consciente del rol que has adquirido o han adquirido  y pongas las manos en el timón rectificando rumbo.

Para ello, se hace necesario potenciar la inteligencia emocional y en concreto más la inteligencia interpersonal y la intrapersonal .

Ser consciente de una/o mismo es el primer paso, reconocer donde están los demás otro de los pasos. Además, tener la valentía de mirar a nuestra familia e identificar el rol en el cada una/o se ha colocado, nos ayudará a entender nuestro propio rol ante la vida (bonito y gran trabajo intrapersonal).

Puede ser que hayas nacido en un seno familiar en el que estos roles en su forma negativa no han sido necesarios, aunque no sé yo en nuestra cultura religiosa donde hay un Salvador (la iglesia con su perdón) de las/os pobres pecadores (Víctimas por nacimiento del pecado original), que persigue las malas acciones y las castiga o las perdona. 

Y si nos remontamos aún más atrás, tenemos grandes ejemplos como son Las Cruzadas, La Inquisición o las conquistas para convertir al infiel o al pecador y con ello salvarle del fuego eterno.

Nota* Hablo de esta religión porque es la que conozco; otras posiblemente jueguen a lo mismo.

Pero, ¿Cómo son las tripas emocionales de estos personajes protagonistas del triángulo dramático? Vamos a ello y a ver si te sirve para identificar en dónde te colocas (o no) o dónde se colocan las/os que te rodean durante las discusiones o en tu vida diaria, bien sea en el ámbito personal, laboral, social,... vamos en cualquiera de las áreas de vida.

Poniendo en el extremo más patológico y enfermizo la característica principal de cada rol, un Salvador/a puede enfermar en su afán por cuidar,  el Perseguidor/a puede ser una asesina/o, y una Victima es capaz de llegar al suicidio.

Los roles no existen aislados, se relacionan entre ellos y se potencian, pudiendo pasar de un comportamiento/rol a otro o afianzando el rol propio con cada conflicto. 
Es evidente que: son complementarios, no existe uno sin los otros y normalmente en la interacción se empieza por un rol y se acaba por otro distinto, creándose de esta forma las tensiones y los malos entendidos.

Lo más habitual es que se cree una relación tóxica entre 
perseguidor/a y salvador/a, ya que en el afán de satisfacer y de agradar evitando el conflicto que tiene el salvador/a, el perseguidor/a encuentra su caldo de cultivo para hacer crecer su necesidad de crítica y persecución destructiva, dejando al salvador/a con una sensación de no ser visto y reconocido, solamente calmada por el pensar que esta cumpliendo con su misión de estar cuidando y haciendo feliz al perseguidor/a.
Es decir, el/la salvador/a se transforma en víctima en el cumplimiento de su misión que es hacer feliz al perseguidor/a, porque las continuas críticas destructivas y ataques de la/el perseguidor/a consiguen que se sienta incapaz y no válida/o provocando poco a poco la falta de autoestima que le encierra en su papel de salvador/a-víctima.

Este es solo un ejemplo de los tejemanejes que se pueden dar entre roles, pero, ¿Cómo son cada uno de forma individual?

Perseguidor/a
Salvador/a
Víctima


Al descubrir el triángulo dramático de Karpman, también he conocido la existencia del triángulo ganador de Acey Choy, que es el modelo teórico para poder salir de los roles propuestos por Karpman Mucho mejor este otro triángulo, por lo menos bastante más práctico si lo que quieres es tranquilidad de vida y tener unas relaciones más felices y constructivas.

Perseguidor/a- la agresividad

Suena hasta mal "perseguidor/a"; es como que hay que tenerle miedo como al hombre del saco (y no es para menos) porque, si buscamos su significado y sinónimos nos encontramos con: 
y buscando sinónimos de perseguir:

Perseguidor/a es el rol adverso por excelencia y su forma de reacción puede llegar a ser dura, agresiva y violenta (verbal o físicamente). Es ese carácter controlador y pendiente de buscar (y encontrar porque siempre hay algo) el fallo, para después adquirir esa actitud crítica dañina y de juicio, con el agravante de querer cambiar ("por su bien") a quien está persiguiendo. Sus métodos no son los más benévolos ya que puede recurrir a la coacción, la amenaza, el chantaje, el castigo o el ataque.

Vamos, que es esa joyita que llevamos dentro y, o la tenemos controlada o la lía gorda. Las emociones básicas todas/os las tenemos (por eso las denominan básicas) y la ira o la rabia que llevan a la agresividad, también. 

Dirás que tú no te ves en ese rol de perseguidor/a, pero piensa si en algún momento en una discusión la rabia te ha conquistado y has pegado un grito o un golpe, o te has marchado ofendida/o y enfadada/o. 

También mira si eres de esas/os que necesita tener siempre la razón y que no admite sus propios fallos ni quiere mirarse a si mismo. 
Indaga cuando has tenido algún conflicto y discusión si eres de las/os que buscas el apoyo de algo externo para tener la razón si ves que vas a perder, o si cuando te argumentan que estás equivocada/o y ves que vas a perder la discusión, atacas o te marchas.
¿Sabes quién provoca el ataque o la huida? Esa otra emoción primaria que es el miedo, y si te preguntas a qué se tiene miedo, tiene una fácil respuesta: a no ser queridas/os o a ser abandonadas/os, por eso es que se necesita ver el fallo en las/os demás y no en uno mismo, aunque para ello se tenga que estar todo el día en batallas (provocadas, muchas veces sin saberlo), ya que es una guerra interna en la que se está, una guerra que se tiene que ganar y como muchas veces hemos oído o leído, "en la guerra y en el amor todo vale". 

Quiero tu atención, por las buenas o por las malas.
Quiero que me quieras, por las buenas o por las malas.

Se puede poner perfectamente la imagen de una niña/o que tira de las coletas a la niña porque le gusta o el famoso "que hablen de mí, aunque sea mal" (consecuencia de la famosa frase de Oscar Wilde: "hay solamente una cosa en el mundo peor que hablen de ti, y es que no hablen de ti").

En este rol de perseguidor/a encontramos que hay tres tipos de comportamientos: pasivo, activo y vengativo.

  • Pasivo- no hacen lo que les corresponde hacer y al no cumplir con sus responsabilidades, obliga a las/os demás a pasar por momentos desagradables, complicados y muchas veces peligrosos.
Las/os pasivas/os en su pasividad hacen daño y con su irresponsabilidad hacen daño. El no hacer, el ignorar o la ausencia, hacen daño.

Y aquí es cuando recuerdo una característica de una persona pasivo-agresiva: lo que dice y lo que hace nada tiene que ver y... esto hace daño. En muchas ocasiones en lugar de hacer lo que había dicho, lo transforma en rabia frente a quien le dice que no ha cumplido.

Las personas con este comportamiento de perseguidor pasivo, para los que no les conocen, resultan agradables y poco conflictivas, por ende, pasan más desapercibidas y sus "persecuciones" son más complicadas de definir como tales o la tolerancia hacia ellas se hace mayor precisamente por no ponerlas el nombre de "agresividad pasiva".


¡Qué cuidado hay que tener con el perseguidor/a pasivo/a! ¡No le ves venir! 

  • Activo- Estos son el prototipo de personaje que pisa a quien tenga que pisar con tal de satisfacer sus necesidades.
Este sí que es fácilmente detectable, aunque no significa que sea fácil salir de su rueda de comportamiento. 

Su lema es "primero yo, luego yo y después yo y mis necesidades" y al ponerse siempre en ese primer lugar, no les importa el daño que puedan ocasionar o lo que las/os demás de su entorno puedan sufrir. 
Suelen ser exigentes y controladores/as, a la vez que dominantes, imponiéndose sobre los demás y si para ello tienen que utilizar el miedo y la agresividad (maltrato emocional o físico), lo hacen.

Pueden ser perfectamente ese "tonto/a que se cree listo/a" y que va tan sobrada/o de creerse que es el mejor, que piensa que, si alguien se tiene que llevar la mejor tajada, ese es ella/él y que las/os demás se aguanten. 
En el juego de la vida, siempre serán las/os verdugos. Se pueden llegar a convertir en determinadas ocasiones en despiadadas/os, crueles, dañinas/os y brutales.

¡Qué cuidado hay que tener con el perseguidor/ activo/a! ¡Te arrolla si no lo esquivas!

Vengativo- El castigo, venganza y represalia es su lema y se lo justifican con pensar que la otra parte se lo ha buscado. De esta manera se sienten triunfantes, que han ganado y que a ellas/os nadie les pisa sin que después no sean aniquiladas/os. 
Las/os demás son una amenaza, por lo que obvian empatizar y eso les permite ejercer cualquier tipo de acción vengativa. Si le añadimos que su pensamiento dual (no existen grises; o es negro o es blanco) no les permite ver todos los matices de las relaciones interpersonales, nos encontramos con personas rencorosas, que ven lo negativo de su pasado y castigan por ello.

Su orgullo mal entendido les hace ver que las/os demás les están atacando injustificadamente y se ponen a la defensiva con un buen ataque, algo que dificulta la comunicación y las buenas relaciones. Para ellos vengarse haciendo daño es la opción de vida, sin ver que a la larga esto perjudica tanto a quien recibe su venganza como a él/ella mismo/a, ya que, con cada venganza consumada, acrecientan la inseguridad personal que les hace ver enemigas/os (de los que vengarse) donde no los hay.

¡Qué cuidado hay que tener con el perseguidor vengativo! ¡Son una bomba con patas que estalla en cualquier momento!

Estas/os perseguidores están siempre en batallas, broncas, peleas, conflictos o luchas, llámalo como quieras, identifícalo como quieras, pero son así en sus relaciones familiares, laborales, sociales y de pareja.

Por ejemplo, cuando a una/o le dejan o está en la amenaza de que le dejen (por lo tanto en el miedo de no ser querida/o o ser abandonada/o), es muy fácil adquirir este rol de perseguidor porque en el fondo se siente una víctima (una de las conexiones entre roles de este triángulo dramático) y no quiere. 

El salvador- la culpa

Ni qué decir tiene que el binomio salvadora-víctima es el ideal para crear una relación tóxica en la cual nadie sale ganando ni siendo feliz. Tanto el rol dramático de salvador/a como el de víctima son patológicos y deberían tratarse para su control.

Telita con los salvadores/as, porque a pesar de lo que significa y lo que aparentemente parece, encontramos en este rol un trasfondo a medio y largo plazo, propenso al drama y a enturbiar las relaciones y a hacerlas conflictivas.

El/la salvador/a necesita víctimas y si no las tiene, se las crea. Así de sencillo porque el/la salvador/a todo lo puede, todo lo hace, todo lo sabe,... ¡para eso es el/la salvador/a del trío!

Y como estamos hablando de un/a salvador/a inconscientemente metido/a en el papel (ellos/as hasta creen que lo que hacen es de buenas personas que cuidan y velan por las/os demás), se acaba cansando y acaba con ese pensamiento coletilla de "todas/os se aprovechan de mi bondad" 

En muchas ocasiones se llega tan lejos en esto de "salvar", que se anula o se ignora y se hace de menos al "salvado/a". Se piensa por "el salvado/a" porque se le anula como si no tuviera buen criterio propio para poder defenderse en la vida; se le infantiliza. 

Se le hace víctima para poder ser salvador/a, algo que da derecho a entrometerse en su vida e incluso en lo que piensa o siente, tomando además las decisiones de manera unilateral y sin preguntar, con el consiguiente riesgo de no acertar. 


El/la salvador/a 
necesita sentirse bien preocupándose por las/os demás y ayudándoles; antepone las necesidades ajenas a las propias, pero el matiz lo da que no lo hace por las/os otras/os, si no por sentirse bien consigo mismo/a, por su necesidad de que dependan de él/ella para sentirse querido/a, irremplazable y necesaria/o. 

No es nada grato ser el/la salvador/a, ya que, aunque parezca lo contrario, les mueve una necesidad interior a no sentirse rechazadas/os, con una sensación de culpabilidad que los lleva a ese servicio a las/os demás (las pobres víctimas del mundo que necesitan de su ayuda) de una forma enmascarada de generosidad que, en el fondo, supone un sacrificio o renuncia a las propias necesidades.

Esto los puede llevar a diferentes formas de vida, como son las causas benéficas para servir al prójimo o una espiral de trabajo continuo para realizar "misiones de vida" interminables en pos de un beneficio hacia el bienestar de las/os demás, e incluso a juzgar vidas ajenas para determinar que son de mala calidad y así él/ella poder enmendarlas sin que le hayan dado ningún tipo de permiso para ello. 

En el fondo buscan la aprobación o calmar algún sentimiento inconsciente de culpa que los lleva a ese estilo de vida de necesitar ser imprescindibles y salvadores/as de vidas ajenas en vez de mirar la propia.

Este/a salvador/a es susceptible de convertirse en perseguidor/a si empieza a sentir que ya no es necesario/a e imprescindible como él/ella necesita para sentirse bien; pasa a sentirse víctima de vida o de alguien, lo que es contrario a su ser y en ocasiones le lleva a la frustración y la ira. Siente la ingratitud y el desprecio que son el interruptor para convertirse en perseguidores/as.

Otras veces les hace vivir en un continuo sacrificio aguantando lo inaguantable con tal de ayudar, cuidar, satisfacer, etc., a ese alguien que consideran víctima (y que en realidad es un perseguidor/a o una víctima-perseguidor).

Ejemplo de esto pueden ser las situaciones de maltrato familiar/social/laboral, permanecer en pareja de alguien con una adicción, tolerancia a un/a hijo/a maltratador/a o en una adicción, etc.

La víctima- el resentimiento

Es en principio el punto vulnerable de este triángulo dramático, pero ojito, tan desestabilizador o más que los dos anteriores y muy capaz de llevarte a este juego de roles en las situaciones conflictivas.

Aunque aparentemente pueda no ser visible, existe un trasfondo de falta de seguridad y de miedo. 

Esto es algo muy fácil de detectar en una situación de enfermedad; la persona enferma siente que las/os demás la tienen que cuidar y ayudar, por lo que sus demandas de ello y de atención son continuas, apremiantes y exigentes.

Incluso personas que han llevado una vida independiente y valiéndose por sí mismas, en momentos de enfermedad pasan a sentirse víctimas de sus circunstancias y adquieren este rol nocivo, exigente (enmascaradamente o no) y muchas veces manipulador. Este tipo de persona que adquiere el rol de victima puede pasar a ser perseguidora de sus salvadores, y si todos adquieren su rol, el triángulo dramático de Karpman adquiere todo su sentido.

Y se entiende muy bien porque para la víctima todo pasa a ser poco; nada satisface su hambre de victimismo y en sus continuas demandas, se llega a la no satisfacción de alguna, lo cual les produce insatisfacción y frustración que los lleva a atosigar, controlar o manipular, y esto puede ser una historia interminable que alimenta a este rol de víctima/perseguidor/a.

¿Qué ocurre con esta actitud? Muy sencillo, el/la posible salvador (o simplemente los de alrededor) acaba cansándose de su continuo pesimismo, falta de aceptación de lo que tiene o de la ingratitud para con los cuidados y atenciones que se la ofrecen. 

Ese "todo es poco" y ese enmascarado sabotaje a la felicidad del salvador/a, acaba por hartar tanto, que se llega a la mentira y a la ocultación para evitar el control, el hostigamiento o la manipulación a la que se ve sometida/o. Si la persona víctima se llega a dar cuenta, acrecienta su papel como tal, provocando un círculo vicioso de cual es complicado escapar.

En este caso, es tremendamente fácil entrar en este triángulo dramático ya que quien adquiere el rol de salvador/a se siente fracasado en su misión de que la víctima se encuentre bien, algo que le lleva a intentar métodos diferentes para lograrlo, entre ellos puede que incluso poco íntegros.


Como ya he dicho, esto es muy visible en casos de enfermedad, pero en muchos de los casos no hace falta estar enfermo; simplemente son personas con falta de confianza en sí mismos por lo que se hacen dependientes de las/os que le rodean y adquieren ese papel de víctima perpetuamente y no solo durante una enfermedad.

Este estar continuo en el rol de víctima, es tremendo y muchas veces demoledor anímicamente, ya que estar en ese sentimiento de desvalimiento, falta de cuidados y muchas veces incluso en el sentimiento de abandono y traición, les lleva a episodios de depresiones, adquirir enfermedades psicosomáticas e incluso a entrar en adicciones/obsesiones de cualquier tipo para intentar evadirse de su malestar. 

La víctima llega a provocar que los que tiene alrededor le abandonen, quedándose en la sensación de "porque me pasa a mí esto", "no son lo que yo pensaba", "me abandonan sin motivo", "estoy sola en esta vida",... y un largo etc. de sentimientos negativos que la refuerzan su rol.

Como opinión personal, el rol de víctima es el mal doliente, tanto para uno mismo como para el entorno, añadiendo que casi van de la mano el rol de víctima con el de perseguidor/a, es decir, que se padecen y se hacen padecer las angustias de los dos roles.

Escapar de un triángulo dramático

Y ahora es cuando la pregunta de ¿Cómo salir de este triángulo dramático? se hace indispensable.

Lo primero es tomar consciencia de si estamos en alguno de estos roles en nuestra vida cotidiana, o si detectamos una habitualidad de rol cuando entramos en conflicto con los que nos rodean; para ello hay que ser muy honesta/o con uno mismo descartando los miedo a ser auto juzgados. Nuestro mayor enemigo somos nosotras/os mismos con nuestros prejuicios sociales adquiridos y nuestros temores.

Una vez que eres consciente de que te colocas en uno de estos roles, el siguiente cuadro te da alguna pauta de qué hacer en cada caso: 

PERSEGUIDOR

Necesidad de culpabilizar a alguien

SALVADOR

Necesidad de sentirse útil

VICTIMA

Necesidad de sentirse impotente

Tener vacíos específicos o lagunas en algún momento o en algún aspecto de vida, no significa que no valgas o que las/os demás no te vayan a querer por ellas.

Reconocerte que eres vulnerable y no un super héroe de vida.

Piensa que no tener la razón en algún momento es algo natural y no implica que no seas válida/o o querible.

Asomar el lado más afectivo y empático, pensando en si lo que vas a decir es la solución o acrecienta el problema (ese famoso contar hasta diez antes de hablar o responder en caso de conflicto).

Reconoce tus propios accesos de la emoción primaria de ira o rabia y pon el remedio a ello.

Reconocer a las/os que te rodean tu rol de perseguidor/a y que estás trabajando en solucionarlo, pidiendo ayuda si es necesario (por ejemplo que te pongan en aviso con un “no te enfades conmigo que te quiero mucho”.

Si no puedes sola/o, busca ayuda profesional.

Reubicarte en la vida como tu propio centro de ella en vez de dejar ese sitio para los demás.

Tomar conciencia de tu valor personal (concepto tan de moda que es el de empoderamiento personal) para no necesitar la aprobación externa.

Cuando detectes un chantaje emocional no ceder ante él, por muy insignificante que te parezca.

Practica la asertividad y di un no estableciendo los límites en los que quieres tus relaciones (progenitores, hijas/os, parejas, jefes/as, compañeros/as, amigas/os, …).

No finjas que todo está bien ni te ocultes tu realidad cuando tú no estás bien.

Tienes derecho a enfadarte y a expresar como te encuentras.

No te adelantes a las necesidades ajenas conjeturando cuales son; pregunta primero antes de dar por hecho que las/os demás tienes una necesidad que tú tienes que cubrir. Antes de hacer pregúntate:

¿Me han pedido claramente y directamente hacer algo?

¿Me corresponde a mí hacer ese algo?

¿Puedo hacerlo?

¿Quiero?

¿Voy a hacerlo todo o como mucho un 50%?

Si no puedes salir sola/o, busca ayuda profesional.

Tomar conciencia de tu valor personal; tus cualidades, habilidades, capacidades, recursos, competencias, ingenio, etc.

No te niegues a ver quien eres realmente. Indaga en tu área emocional; conocerte es primordial para saber tus puntos fuertes, débiles y las posibles acciones a emprender.

Mira la situación de tu vida desde fuera; eres tú el/la que eliges tu actitud con la que afrontar las circunstancias. Tienes capacidad de decidir cómo hacerlo.

Satisface tus propias necesidades (si te gusta ir al cine, no esperes a que te inviten, ve al cine). Cuídate tú al margen de necesitar a las/os demás; empieza por pequeños cuidados diarios (sonríete en el espejo, tu tiempo de lectura o música que te gusta, una comida de tu agrado, un paseo diario si te gusta, etc., cada uno sabe el qué).

La próxima vez que vayas a pedir que te apoyen, ayuden o “te salven” de una situación, piensa si lo puedes hacer tú y si es así, hazlo sin esperar que sea otra/o.

Si no puedes sola/o, busca ayuda profesional en vez de recurrir continuamente a tu entorno.


Si has dado estos pasos y sola/o no puedes salir (o no entrar) de un triángulo dramático de Karpman, acude a un/a especialista que valore desde fuera la situación y pueda darte una serie de herramientas emocionales específicas en tu caso para poder salir de tu rol.

Como puntualización te diré que el primer artículo que he leído sobre el triángulo dramático de Karpman, estaba dirigido a profesionales dedicadas/os al cuidado de las personas (psicólogas/os, médicas/os, educadores, etc.), así que fíjate si es relativamente fácil dejarte llevar por uno de sus roles.

Ahora que conoces este triángulo "oscuro", pasa a leer el de "la luz": el triángulo ganador de Acey Choy, luego, elige tu juego de vida y que rol quieres adquirir. 

Artículos leídos y escuchados sobre el tema:

Triángulo dramático de Karpman 

El triángulo dramático de Karpman- vídeo

El triángulo dramático de Karpman- vídeo

El triángulo dramático de Karpman

El triángulo dramático de Karpman

El triangulo dramático de Karpman

El triángulo dramático de Karpman 

El triángulo dramático de Karpman

2 comentarios:

  1. Un buen resumen para entender algunos comportamientos anómalos!!

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    1. Muchas gracias por dedicar tiempo a comentar que te ha gustado. Sigo indagando sobre este triángulo e iré añadiendo información. Un abrazo y feliz día!

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