Ni qué decir tiene que el binomio salvadora-víctima es el ideal para crear una relación tóxica en la cual nadie sale ganando ni siendo feliz. Tanto el rol dramático de salvador/a como el de víctima son patológicos y deberían tratarse para su control.
Telita con los salvadores/as, porque a pesar de lo que significa y lo que aparentemente parece, encontramos en este rol un trasfondo a medio y largo plazo, propenso al drama y a enturbiar las relaciones y a hacerlas conflictivas.
El/la salvador/a necesita víctimas y si no las tiene, se las crea. Así de sencillo porque el/la salvador/a todo lo puede, todo lo hace, todo lo sabe,... ¡para eso es el/la salvador/a del trío!
Y como estamos hablando de un/a salvador/a inconscientemente metido/a en el papel (ellos/as hasta creen que lo que hacen es de buenas personas que cuidan y velan por las/os demás), se acaba cansando y acaba con ese pensamiento coletilla de "todas/os se aprovechan de mi bondad"
En muchas ocasiones se llega tan lejos en esto de "salvar", que se anula o se ignora y se hace de menos al "salvado/a". Se piensa por "el salvado/a" porque se le anula como si no tuviera buen criterio propio para poder defenderse en la vida; se le infantiliza.
Se le hace víctima para poder ser salvador/a, algo que da derecho a entrometerse en su vida e incluso en lo que piensa o siente, tomando además las decisiones de manera unilateral y sin preguntar, con el consiguiente riesgo de no acertar.
El/la salvador/a necesita sentirse bien preocupándose por las/os demás y ayudándoles; antepone las necesidades ajenas a las propias, pero el matiz lo da que no lo hace por las/os otras/os, si no por sentirse bien consigo mismo/a, por su necesidad de que dependan de él/ella para sentirse querido/a, irremplazable y necesaria/o.
No es nada grato ser el/la salvador/a, ya que, aunque parezca lo contrario, les mueve una necesidad interior a no sentirse rechazadas/os, con una sensación de culpabilidad que los lleva a ese servicio a las/os demás (las pobres víctimas del mundo que necesitan de su ayuda) de una forma enmascarada de generosidad que, en el fondo, supone un sacrificio o renuncia a las propias necesidades.
Esto los puede llevar a diferentes formas de vida, como son las causas benéficas para servir al prójimo o una espiral de trabajo continuo para realizar "misiones de vida" interminables en pos de un beneficio hacia el bienestar de las/os demás, e incluso a juzgar vidas ajenas para determinar que son de mala calidad y así él/ella poder enmendarlas sin que le hayan dado ningún tipo de permiso para ello.
En el fondo buscan la aprobación o calmar algún sentimiento inconsciente de culpa que los lleva a ese estilo de vida de necesitar ser imprescindibles y salvadores/as de vidas ajenas en vez de mirar la propia.
Este/a salvador/a es susceptible de convertirse en perseguidor/a si empieza a sentir que ya no es necesario/a e imprescindible como él/ella necesita para sentirse bien; pasa a sentirse víctima de vida o de alguien, lo que es contrario a su ser y en ocasiones le lleva a la frustración y la ira. Siente la ingratitud y el desprecio que son el interruptor para convertirse en perseguidores/as.
Otras veces les hace vivir en un continuo sacrificio aguantando lo inaguantable con tal de ayudar, cuidar, satisfacer, etc., a ese alguien que consideran víctima (y que en realidad es un perseguidor/a o una víctima-perseguidor).
Ejemplo de esto pueden ser las situaciones de maltrato familiar/social/laboral, permanecer en pareja de alguien con una adicción, tolerancia a un/a hijo/a maltratador/a o en una adicción, etc.
La víctima- el resentimiento
Es en principio el punto vulnerable de este triángulo dramático, pero ojito, tan desestabilizador o más que los dos anteriores y muy capaz de llevarte a este juego de roles en las situaciones conflictivas.
Aunque aparentemente pueda no ser visible, existe un trasfondo de falta de seguridad y de miedo.
Esto es algo muy fácil de detectar en una situación de enfermedad; la persona enferma siente que las/os demás la tienen que cuidar y ayudar, por lo que sus demandas de ello y de atención son continuas, apremiantes y exigentes.
Incluso personas que han llevado una vida independiente y valiéndose por sí mismas, en momentos de enfermedad pasan a sentirse víctimas de sus circunstancias y adquieren este rol nocivo, exigente (enmascaradamente o no) y muchas veces manipulador. Este tipo de persona que adquiere el rol de victima puede pasar a ser perseguidora de sus salvadores, y si todos adquieren su rol, el triángulo dramático de Karpman adquiere todo su sentido.
Y se entiende muy bien porque para la víctima todo pasa a ser poco; nada satisface su hambre de victimismo y en sus continuas demandas, se llega a la no satisfacción de alguna, lo cual les produce insatisfacción y frustración que los lleva a atosigar, controlar o manipular, y esto puede ser una historia interminable que alimenta a este rol de víctima/perseguidor/a.
¿Qué ocurre con esta actitud? Muy sencillo, el/la posible salvador (o simplemente los de alrededor) acaba cansándose de su continuo pesimismo, falta de aceptación de lo que tiene o de la ingratitud para con los cuidados y atenciones que se la ofrecen.
Ese "todo es poco" y ese enmascarado sabotaje a la felicidad del salvador/a, acaba por hartar tanto, que se llega a la mentira y a la ocultación para evitar el control, el hostigamiento o la manipulación a la que se ve sometida/o. Si la persona víctima se llega a dar cuenta, acrecienta su papel como tal, provocando un círculo vicioso de cual es complicado escapar.
En este caso, es tremendamente fácil entrar en este triángulo dramático ya que quien adquiere el rol de salvador/a se siente fracasado en su misión de que la víctima se encuentre bien, algo que le lleva a intentar métodos diferentes para lograrlo, entre ellos puede que incluso poco íntegros.
Como ya he dicho, esto es muy visible en casos de enfermedad, pero en muchos de los casos no hace falta estar enfermo; simplemente son personas con falta de confianza en sí mismos por lo que se hacen dependientes de las/os que le rodean y adquieren ese papel de
víctima perpetuamente y no solo durante una enfermedad.
Este estar continuo en el rol de víctima, es tremendo y muchas veces demoledor anímicamente, ya que estar en ese sentimiento de desvalimiento, falta de cuidados y muchas veces incluso en el sentimiento de abandono y traición, les lleva a episodios de depresiones, adquirir enfermedades psicosomáticas e incluso a entrar en adicciones/obsesiones de cualquier tipo para intentar evadirse de su malestar.
La víctima llega a provocar que los que tiene alrededor le abandonen, quedándose en la sensación de "porque me pasa a mí esto", "no son lo que yo pensaba", "me abandonan sin motivo", "estoy sola en esta vida",... y un largo etc. de sentimientos negativos que la refuerzan su rol.
Como opinión personal, el rol de víctima es el mal doliente, tanto para uno mismo como para el entorno, añadiendo que casi van de la mano el rol de víctima con el de perseguidor/a, es decir, que se padecen y se hacen padecer las angustias de los dos roles.
Escapar de un triángulo dramático
Y ahora es cuando la pregunta de ¿Cómo salir de este triángulo dramático? se hace indispensable.
Lo primero es tomar consciencia de si estamos en alguno de estos roles en nuestra vida cotidiana, o si detectamos una habitualidad de rol cuando entramos en conflicto con los que nos rodean; para ello hay que ser muy honesta/o con uno mismo descartando los miedo a ser auto juzgados. Nuestro mayor enemigo somos nosotras/os mismos con nuestros prejuicios sociales adquiridos y nuestros temores.
Una vez que eres consciente de que te colocas en uno de estos roles, el siguiente cuadro te da alguna pauta de qué hacer en cada caso:
PERSEGUIDOR
Necesidad de
culpabilizar a alguien
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SALVADOR
Necesidad de
sentirse útil
|
VICTIMA
Necesidad de sentirse
impotente
|
Tener vacíos específicos o lagunas en
algún momento o en algún aspecto de vida, no significa que no valgas o que
las/os demás no te vayan a querer por ellas.
Reconocerte que
eres vulnerable y no un super héroe de vida.
Piensa que no tener la razón en algún
momento es algo natural y no implica que no seas válida/o o querible.
Asomar el lado más afectivo y
empático, pensando en si lo que vas a decir es la solución o acrecienta el
problema (ese famoso contar hasta diez antes de hablar o responder en caso de
conflicto).
Reconoce tus propios accesos de la emoción
primaria de ira o rabia y pon el remedio a ello.
Reconocer a las/os que te rodean tu rol
de perseguidor/a y que estás trabajando en solucionarlo, pidiendo ayuda si es
necesario (por ejemplo que te pongan en aviso con un “no te enfades conmigo
que te quiero mucho”.
Si no puedes sola/o, busca ayuda
profesional.
|
Reubicarte en la vida como tu propio
centro de ella en vez de dejar ese sitio para los demás.
Tomar conciencia de tu valor personal
(concepto tan de moda que es el de empoderamiento personal) para no necesitar
la aprobación externa.
Cuando detectes un chantaje emocional
no ceder ante él, por muy insignificante que te parezca.
Practica la asertividad y di un no
estableciendo los límites en los que quieres tus relaciones (progenitores, hijas/os,
parejas, jefes/as, compañeros/as, amigas/os, …).
No finjas que todo está bien ni te
ocultes tu realidad cuando tú no estás bien.
Tienes derecho a enfadarte y a
expresar como te encuentras.
No te adelantes a las necesidades
ajenas conjeturando cuales son; pregunta primero antes de dar por hecho que
las/os demás tienes una necesidad que tú tienes que cubrir. Antes de hacer
pregúntate:
¿Me han pedido claramente y
directamente hacer algo?
¿Me corresponde a mí hacer ese algo?
¿Puedo hacerlo?
¿Quiero?
¿Voy a hacerlo todo o como mucho un
50%?
Si no puedes salir sola/o, busca ayuda
profesional.
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Tomar conciencia de tu valor personal;
tus cualidades, habilidades, capacidades, recursos, competencias, ingenio,
etc.
No te niegues a ver quien eres realmente. Indaga en tu área emocional; conocerte es primordial para saber tus
puntos fuertes, débiles y las posibles acciones a emprender.
Mira la situación de tu vida desde
fuera; eres tú el/la que eliges tu actitud con la que afrontar las
circunstancias. Tienes capacidad de decidir cómo hacerlo.
Satisface tus propias necesidades (si
te gusta ir al cine, no esperes a que te inviten, ve al cine). Cuídate
tú al margen de necesitar a las/os demás; empieza por pequeños cuidados diarios
(sonríete en el espejo, tu tiempo de lectura o música que te gusta, una
comida de tu agrado, un paseo diario si te gusta, etc., cada uno sabe el
qué).
La próxima vez que vayas a pedir que
te apoyen, ayuden o “te salven” de una situación, piensa si lo puedes hacer
tú y si es así, hazlo sin esperar que sea otra/o.
Si no puedes sola/o, busca ayuda
profesional en vez de recurrir continuamente a tu entorno.
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Si has dado estos pasos y sola/o no puedes salir (o no entrar) de un triángulo dramático de Karpman, acude a un/a especialista que valore desde fuera la situación y pueda darte una serie de herramientas emocionales específicas en tu caso para poder salir de tu rol.
Como puntualización te diré que el primer artículo que he leído sobre el triángulo dramático de Karpman, estaba dirigido a profesionales dedicadas/os al cuidado de las personas (psicólogas/os, médicas/os, educadores, etc.), así que fíjate si es relativamente fácil dejarte llevar por uno de sus roles.
Ahora que conoces este triángulo "oscuro", pasa a leer el de "la luz": el triángulo ganador de Acey Choy, luego, elige tu juego de vida y que rol quieres adquirir.
Artículos leídos y escuchados sobre el tema:
Triángulo dramático de Karpman
El triángulo dramático de Karpman- vídeo
El triángulo dramático de Karpman- vídeo
El triángulo dramático de Karpman
El triángulo dramático de Karpman
El triangulo dramático de Karpman
El triángulo dramático de Karpman
El triángulo dramático de Karpman