Para
poder abordar la figura del rol del proveedor, primero quiero hacer
referencia a quién consideramos proveedor y cuál es su papel.
Proveedor es
la persona o entidad que ofrece bienes o servicios a otras personas o empresas;
puede ser persona o empresa que vende productos o que ofrece diferentes servicios.
El
proveedor es importante porque asegura que las personas tengan acceso a lo que
necesitan para vivir y trabajar.
Su
función incluye:
- Suministrar: Ofrecer productos o servicios.
- Cumplir acuerdos: Respetar los plazos y condiciones acordadas.
- Atender necesidades: Escuchar y adaptarse a lo que los clientes requieren.
El
proveedor es fundamental en la economía, ya que conecta a quienes producen
con quienes consumen.
Proveer,
bonito verbo y utilizable en mucho contexto, … me viene a la mente la frase
"que Dios te provea" que expresa el deseo de que no te falte de nada
o que todo te vaya bien o que no pases penurias.
Voy a dar un paso más para saber en qué contexto se utiliza el rol del proveedor y qué significa de manera más extensa, porque es un rol que me llama la atención por las connotaciones que puede tener.
Lo voy a utilizar en masculino porque se denomina así, el rol del
proveedor.
En términos sencillos, se
refiere a la persona que se encarga de aportar los recursos económicos y
materiales necesarios para el bienestar de otras personas, que pueden ser una
familia, una pareja o incluso un grupo de amistades.
Tradicionalmente, este rol ha estado asociado a la figura masculina, lo que
implica una serie de dinámicas particulares que afectan a la forma en que nos
relacionamos. Hoy en día, el rol de proveedor ha cambiado
significativamente, ya que cada vez más mujeres trabajan, contribuyen
económicamente y comparten responsabilidades financieras.
Pese que esto es así hace tiempo, este cambio no siempre ha sido fácil de
integrar en las dinámicas familiares, sociales o de pareja.
Hoy en día, el rol del proveedor no lo es sólo económicamente,
también tiene que haber un aporte en apoyo emocional, tiempo de dedicación y
cuidados.
A las mujeres se nos puede dar bien porque lo de ser apoyo emocional,
dedicar nuestro tiempo y saber cuidar ya lo hacíamos, así que, si le añadimos
la contribución económica, tenemos el lote completo en la mayoría de los casos.
¿Y los hombres? ¿Cómo hacen para ser
apoyo emocional, dedicar tiempo y cuidar si hasta hace muy pocos años la
expresión de las emociones les ha estado "prohibida", el tiempo era
para ellos y de los cuidados no se encargaban?
En principio esa idea está desfasa y ahora todas y todos esperamos que,
independientemente del género, las personas contribuyan también emocionalmente,
dediquen tiempo de calidad y asuman su parte en los cuidados. Este cambio
plantea un reto importante para muchos hombres que crecieron en una cultura
donde expresar emociones o involucrarse en los cuidados no era parte de su
formación; su función era ejercer el rol del proveedor económico y
listo, se dejaban de más líos “de mujeres”.
El peso del rol del proveedor y la
"prohibición" emocional
Durante generaciones, a los
hombres se les inculcó la idea de que debían ser proveedores fuertes,
resolutivos y prácticos, y expresar emociones como tristeza, miedo o algún
connato de vulnerabilidad era visto como un signo de debilidad que les alejaba
de esa masculinidad hegemónica dominante.
Este condicionamiento cultural ha dejado una huella que, con el cambio de
los tiempos y el empoderamiento de la mujer, les lastra al intentar
adaptarse a roles más igualitarios.
Hay una serie de consecuencias a las que los hombres tienen que hacer
frente, al margen de que muchos piensan que están ya en la igualdad porque hay
algún signo han modificado (La autocomplacencia con la igualdad de
género), pero internamente les quedan secuelas machistas de la
cultura patriarcal que les son difíciles de detectar.
Vamos con algunas de ellas:
Dificultad para conectar emocionalmente
Como he comentado, en las
sociedades patriarcales, a los hombres se les enseña desde pequeños que tienen
que ser "fuertes", que llorar era de débiles y que mostrar emociones
(salvo la ira y el asco) o incluso amor de forma abierta es de mujeres ¿El
resultado? Una desconexión emocional que les dificulta expresar lo que sienten; no aprendieron a identificar ni a expresar emociones y,
en consecuencia, les cuesta comprender lo que sienten otras personas, por lo
que la empatía es una cualidad que tienen que trabajar y adquirir.
Esta carencia
de inteligencia emocional afecta
a nivel relacional, provocando conflictos innecesarios e inútiles que
distorsionan la realidad y dificultan las relaciones sanas.
Si añadimos
que eran los que tenían el mando y el poder sin que nadie les pudiera decir
nada, en la comunicación no han aprendido lo que significa la escucha activa, pecan
de parecer desinteresados o desconectados, aunque en muchas ocasiones, la
realidad es que tienen ese bloqueo emocional que les impide saber procesar qué
es lo que sienten ellos y que siente la persona con quien hablan.
Hay otro punto;
no pueden con el hecho de mostrar debilidad o vulnerabilidad, por lo que abrirse
emocionalmente les hace sentirse expuestos y les genera inseguridad personal.
Permanecen "cerrados" emocionalmente por sus miedos y costumbres
culturales, y esta postura genera una distancia emocional nada beneficiosa para
las relaciones.
Evidentemente,
si existe un bloqueo emocional, si no tienen desarrollada la inteligencia
emocional, ni la escucha activa y si permanecen cerrados y distantes,
difícilmente pueden dar un apoyo emocional, lo más que pueden dar son consejos
prácticos que solucionen problemas.
Con personas del trabajo o del
ocio, las interacciones suelen ser menos intensas emocionalmente, lo que les
resulta más cómodo. En un ambiente laboral pueden hablar de sus éxitos o
frustraciones en términos más prácticos, mientras que en una relación de pareja
se espera que hablen de lo que sienten, lo cual puede ser más difícil y
arriesgado emocionalmente (de nuevo el sentirse vulnerables), algo que les
genera presión y tensión, por lo que lo suelen evitar, o por lo menos lo
intentan a toda costa.
El entorno
laboral o de ocio, como un grupo de amigos o compañeros de deporte, muchas
veces es visto por los hombres como un lugar seguro porque no implica el mismo
nivel de juicio o responsabilidad emocional que en una relación de pareja. En
esos contextos pueden compartir espacio y tiempo sin preocuparse tanto por las
consecuencias emocionales profundas, las conversaciones suelen estar centradas
en temas externos (proyectos, deportes, aficiones) más que en cuestiones
personales o emocionales. Esto permite una conexión sin tener que profundizar
demasiado, lo cual resulta más cómodo para quienes no están acostumbrados a
manejar sus emociones.
Esto viene de herencia y muchos
hombres han crecido viendo a sus padres o figuras masculinas importantes
conectando emocionalmente más con sus amigos o colegas que con sus mujeres.
Este modelo cultural del patriarcado, refuerza la
idea de que el trabajo y el ocio son espacios de camaradería, mientras que el
hogar es un lugar donde se cumplen roles y responsabilidades. Pero claro, este
modelo cultural ya no vale, ya se ha modificado, ya las mujeres proveen
económicamente a la familia y por lo tanto, a la pareja le piden un cambio; que
no hagan tan sólo el rol trasnochado del proveedor y que provean también
en calidad de tiempo y en cuidados, incluidos los emocionales.
Estas
peticiones le requieren al hombre un trabajo, un tiempo y un exponerse a sus
vulnerabilidades al abrirse emocionalmente que le resulta agotador, agobiante,
molesto, pesado e incluso, angustioso y atosigante, por lo que tienen una
tendencia a escapar y a culpabilizar a la pareja por sus peticiones de
compartir algo más que bienestar económico.
Aquí es cuando
viene la madre del cordero: por un lado, la pareja siente que no está valorada
ni comprendida, por otro lado el hombre se siente acosado e incluso, al no
abrirse se puede sentir que se encuentra solo dentro de la relación y busca
conexiones externas como refugio (ocio, amistades, etc.).
Se le ha
complicado en este aspecto la vida al hombre ; antes sólo se tenían que
preocupar de proveer de casa y comida, con la contrapartida de tener el poder (dinámicas de poder en pareja),
y ahora se les pide que estén a la altura de proveer de su tiempo de calidad (que
antes era suyo para lo que quisieran) y de un apoyo emocional que no han
aprendido (ni quieren aprender en muchos casos), con el riesgo de mostrar su
vulnerabilidad y perder su seguridad y el poder. Visto así no resulta muy
alentador el cambio ¿verdad? Es complicado soltar los privilegios que durante
generaciones se han tenido a cambio de algo que no saben ni qué es.
¿Qué ocurre entonces? Que se resiste a este cambio que para él sólo le trae esfuerzo, dedicación, trabajo e inseguridad, aparte de perder el poder para llevar una relación igualitaria.
Resistencia al cambio
Pero hay que ver la realidad, y esta realidad es que aún quedan muchos, muchos, muchos hombres a los que asumir tareas de cuidado o mostrarse vulnerables puede generar incomodidad porque desafía su identidad tradicional, esa que han mamado, tienen pegada a las entrañas y tan escondida que ni la quieren ver.
Cuando un hombre se enfrenta a la posibilidad de salir del rol tradicional impuesto por el sistema patriarcal, puede experimentar una resistencia al cambio porque percibe que perderá ciertos aspectos que considera beneficiosos o parte esencial de su identidad (consciente o inconscientemente).
Vamos con alguno de esos aspectos de vida:
El poder y el control
De entrada , vivir en una estructura patriarcal, otorga a los hombres una posición de privilegio en las dinámicas de poder, tanto en la familia como en la sociedad y cambiar este aspecto de su rol, hace que sientan que pierden el control sobre decisiones importantes o el dominio en ciertas áreas. Por ejemplo:
- Dejar de tener la última palabra en una discusión.
- Renunciar a decidir unilateralmente sobre cuestiones económicas o familiares.
Privilegios "invisibles"
Muchos privilegios asociados al sistema patriarcal pasan desapercibidos porque están normalizados. Al abandonar ese sistema, el hombre puede sentir que pierde comodidades, ventajas o exenciones que no sabía que tenía, como:
- No ser juzgado por su apariencia o emociones.
- No cargar con responsabilidades domésticas o de cuidados en la misma medida que las mujeres.
Su identidad tradicional
El patriarcado asocia la masculinidad con ser fuerte, proveedor y protector. Cambiar ese modelo puede generar una crisis de identidad, ya que muchos hombres sienten que están "fallando" en lo que la sociedad espera de ellos. Este conflicto interno puede llevar a preguntas como:
- "¿Quién soy si no soy el protector o el proveedor?"
- "¿Seré menos respetado o admirado si soy vulnerable?
Estatus y validación social
En muchos contextos, el sistema patriarcal premia a los hombres que se ajustan a su rol tradicional. Salirse de este molde puede implicar perder reconocimiento o respeto en su entorno. Por ejemplo:
- Enfrentar críticas o burlas por asumir tareas consideradas "de mujeres" como cuidar a los hijos o encargarse de la casa.
- Sentir que otros hombres lo ven como débil o poco masculino.
Seguridad emocional
Para muchos hombres, los roles patriarcales ofrecen una estructura clara que les da seguridad. Salirse de ese marco puede hacer que se sientan vulnerables, ya que tendrán que aprender a gestionar emociones y relaciones de formas nuevas y menos controladas. Esto puede incluir:
- Enfrentar conflictos emocionales que antes evitaban.
- Cuestionar sus propias creencias, lo que puede generar incomodidad o miedo.
La sensación de superioridad
El patriarcado promueve una jerarquía donde los hombres están por encima de las mujeres en ciertos aspectos. Cambiar este paradigma puede sentirse como una pérdida de importancia o de un "estatus natural" que la cultura les ha inculcado. Por ejemplo:
- Pasar de sentirse "indispensables" a compartir responsabilidades y decisiones.
Comodidad en la rutina
Los roles tradicionales pueden ser cómodos porque no requieren cuestionarse ni cambiar. Salir del sistema patriarcal implica trabajo emocional y mental, lo que puede parecer agotador o innecesario para quienes no perciben sus beneficios.
La verdad es que no son para envidiar, pero lo que molesta es la resistencia al cambio, porque generan un malestar relacional, una desigualdad social y de poderes, que trae consigo entre otras cosas violencia y muerte … ¡no es ninguna tontería!
Hay que entender esta resistencia al cambio porque les han educado desde la más tierna infancia a tener unos privilegios sólo por haber nacido hombres y esto crea una adicción a tenerlos, sí ¿hay que aceptarla? NO
Entendamos que hay:
Miedo al cambio: salir de lo conocido siempre genera incertidumbre.Falta de modelos positivos: no siempre hay ejemplos visibles de hombres que hayan hecho este cambio con éxito.
Inercia cultural: la educación y la socialización patriarcales están profundamente arraigadas, lo que hace que estas dinámicas parezcan "naturales."
Falta de habilidades emocionales: expresar emociones, compartir poder y asumir responsabilidades equitativas son cosas que no siempre les han enseñado.
No aceptemos:
La autocomplacencia en igualdad de género: porque con ella se mantienen las desigualdades sociales.
Supremacía en la toma de decisiones: que los hombres tengan la última palabra en decisiones importantes en ámbitos como el relacional, el hogar, el trabajo y la política.
Acceso privilegiado al espacio público: los hombres tienen mayor libertad para moverse, expresarse y participar en espacios públicos sin ser cuestionados o acosados.
Expectativas más bajas en lo emocional: a los hombres no se les exige el mismo nivel de conexión emocional ni de trabajo afectivo en sus relaciones, tanto familiares como románticas.
Mayores oportunidades laborales y económicas: que los hombres tengan acceso a mejores empleos, salarios más altos y menores barreras para el avance profesional.
Validación social automática: los hombres reciben más reconocimiento por realizar acciones que se esperan como básicas en una relación o familia (cuidados de personas, cocinar, limpieza, etc.).
Carga interna no resuelta
¿Qué puede sentir la persona que está en el rol del proveedor?
En el trabajo, el proveedor puede acabar asumiendo más tareas de las que le corresponden porque siente que, si no lo hace, el equipo no avanzará bien. Esto lleva a que se sobrecargue y, en ocasiones, a que sus colegas se acostumbren a depender de él o ella sin aportar tanto. A la larga, esta actitud también puede dificultar el desarrollo de las habilidades de otras personas en el equipo, ya que confían en que siempre habrá alguien que resuelva los problemas.
En la familia, asumir el rol de proveedor puede llevar a que esta persona cargue con el peso de muchas responsabilidades familiares. Suele pasar que, al asumir tanto, la familia deje de buscar su propio camino o de tomar sus propias decisiones, esperando siempre el apoyo de quien provee.
En una relación de pareja, el proveedor puede crear un desequilibrio sin darse cuenta. Al asumir la responsabilidad de cuidar y resolverlo todo, la otra persona puede llegar a depender emocional o económicamente, perdiendo independencia o dejando de expresar sus propias ideas. Esto también puede hacer que el proveedor sienta que su esfuerzo no es reconocido, o que, al final, sus propias necesidades y emociones no son atendidas.
¡Oh, oh! ¡vaya, vaya! resulta que aunque el rol de proveedor tiene buenas intenciones, puede ser un peso cuando se convierte en una responsabilidad constante que el resto da por hecho, algo que suele afectar tanto a quien lo asume como a quienes lo rodean, limitando la igualdad y el crecimiento personal de todas las personas involucradas.
¡Ya se me ha roto el cuento, con una sola dirección a un final feliz, de la persona que adquiere el rol del proveedor! Resulta que es un cuento interactivo que puede tener más de un final, a veces feliz y a veces no tan feliz, incluso con una trama y un desenlace complicado y difícil para todas las personas protagonista del cuento.
Sigo contando cositas de este rol, porque saber todos los componentes que tiene y elegir con cuales nos queremos quedar para acabar nuestro cuento, me resulta atractivo, tanto para la persona que adquiere el rol del proveedor, como para quienes están al lado de la persona proveedora.
A nivel social, el rol de proveedor puede reforzar ciertas expectativas y estereotipos, además, por un lado, puede generar una sensación de seguridad y estabilidad en el grupo (contar con alguien que se encargue de los recursos puede facilitar la planificación y el desarrollo de proyectos), sin embargo, también puede llevar a la creación de dinámicas de poder desequilibradas y de dependencia, donde las personas que no son proveedoras pueden sentirse menospreciadas o limitadas en su autonomía.
En el ámbito familiar, la historia puede ser tanto positiva como negativa. Por un lado, puede fomentar un ambiente de apoyo y cuidado, donde sentirse protegida/o, y por otro lado, puede generar tensiones si la persona que ejerce este rol siente que su valor se mide únicamente por su capacidad de proveer, llevando a un desequilibrio en las relaciones familiares, donde las contribuciones no económicas o más emocionales (como el cuidado del hogar o la crianza de las hijas e hijos) pueden ser subestimadas. Si a esto le añadimos de nuevo que se crean unos vínculos relacionales con dinámicas de poder desequilibradas, ¡el cóctel esta servido!
En el ámbito laboral, el rol de proveedor puede influir en la forma en que una persona se relaciona con el resto y su entorno. Aquella persona que asume este rol pueden sentir una presión adicional para sobresalir y mantener su posición, lo que puede llevar a un estrés considerable. Además, si se identifica fuertemente con su rol de proveedor, puede descuidar otras áreas de su vida, como el desarrollo personal o las relaciones interpersonales.
Ya tenemos algún ingrediente más para conformar la idea del rol del proveedor, … y sigo con lo que he encontrado:
Pros y contras del rol de proveedor
Pros para la persona que ejerce el rol de proveedor:- Sentido de propósito- Puede generar una sensación de logro y satisfacción al poder cuidar de los demás.
- Estabilidad económica- Proveer puede llevar a una mayor seguridad financiera para el grupo.
- Reconocimiento social- En muchas culturas, ser proveedor es visto como un rol honorable, lo que puede traer reconocimiento y respeto.
Contras para la persona que ejerce el rol:
- Estrés y presión- La responsabilidad de proveer puede ser abrumadora y generar ansiedad.
- Desbalance en la relación- Puede llevar a una dinámica desigual si no se reconocen otras formas de contribución.
- Identidad limitada: La persona puede sentirse utilizada y tan sólo valorada por lo que aporta, aunque no sea real y sus valores puedan estar en algo muy distinto a las meras aportaciones.
Es evidente que todo tiene dos caras; una buena y otra no tan buena o incluso mala. Saber identificar y no pasarse "al lado oscuro" cuando una persona es proveedora, no es tan fácil de detectar porque, como la intencionalidad con la que se hacen las cosas a nivel mental, quizás no tengan nada que ver con la intencionalidad inconsciente que les lleva a adquirir el rol del proveedor, la cosa se pone complicada.
Dependencia
A largo plazo, quienes están cerca de un proveedor pueden llegar a depender demasiado de él o ella. Esta dependencia puede hacer que sientan que no son capaces de tomar sus propias decisiones o enfrentar desafíos sin ayuda, lo cual limita su autonomía y confianza en sus capacidades.
Pérdida de voz y espacio propio
Cuando alguien asume el rol de proveedor, puede terminar tomando todas las decisiones importantes. Esto puede hacer que las personas a su alrededor se sientan menos escuchadas o que sus opiniones no tienen tanto peso, porque el proveedor suele liderar en todo.
Dificultad para desarrollarse
Quienes dependen del proveedor pueden sentirse estancados, ya que no desarrollan ciertas habilidades o hábitos, como el manejo del dinero o la resolución de problemas. Esta falta de experiencia puede hacer que se sientan inseguros al enfrentarse a situaciones en las que el proveedor no esté para ayudar.
Desequilibrio en la relación
A largo plazo, el rol de proveedor crea una relación desigual; una persona da mucho y la otra recibe sin corresponder de la misma manera, bien porque se acomoda, bien porque no la dejan. Esto puede generar tensiones o resentimientos, ya que el proveedor puede sentir que no recibe el mismo nivel de apoyo o consideración, y quien recibe puede sentir que le piden la sumisión y la voz y el voto en las decisiones.
Pérdida de iniciativa: Con el tiempo, las personas a su alrededor pueden dejar de tomar la iniciativa porque están acostumbradas a que el proveedor asuma ese rol. Esto afecta su capacidad para proponer, organizar o resolver por su cuenta, y puede hacer que pierdan parte de su independencia.
¡Qué complicada es la vida! Bueno, la hacemos quienes la vivimos, tanto al hacer por exceso como por defecto.
La sociedad tiende a admirar y a depender de estas personas que actúan como pilares, pero eso mismo lleva a dinámicas desequilibradas, ya que la carga suele recaer mucho sobre ellas y en muchas ocasiones, el pago que tienen que hacer las personas que les rodean, es la sumisión o aceptación a que sus criterios o aportaciones no valen.
A largo plazo, la dependencia no saludable creada desestabiliza, ya que para la persona proveedora resulta una carga de la que quiere escapar y para el resto resulta una inestabilidad sentir que la persona que les daba seguridad y confianza, quiere escapar o huir.
En una sociedad machista, el rol del proveedor está cargado de expectativas de control, fuerza y autosuficiencia, lo que afecta tanto a la persona que asume este rol como a quienes están a su alrededor. A través de la socialización jerárquica a la que hemos sido todas y todos sometidas y sometidos, nos han impuesto un sistema totalmente descompensado y desequilibrado que trae unas consecuencias. Este sistema limita la igualdad y el crecimiento personal de ambas partes, ya que fija a las personas en roles rígidos donde la autonomía, la colaboración y la reciprocidad son menos valoradas.