jueves, 21 de noviembre de 2024

Mujer estoica

Las cosas que tiene Eloisa

Hay un refrán que dice que hay que tomarse la vida con filosofía y yo estoy de acuerdo y en mi descubrimiento de la filosofía estoica, he decidido que ser un poco de todo está muy bien y que sentirme una mujer estoica me seduce mucho para no complicarme la existencia y "tomarme la vida con filosofía".

Esto de vivir es un poco locura y en muchos momentos en los que las circunstancias te hacen parar y pensar ¿qué pasa? o ¿cómo sigo?, ¿qué pienso? o ¿en qué me equivoco?, parar y hacer caso a esta filosofía puede darte un poco de calma y tranquilidad en medio del caos.

El estoicismo, con su énfasis en la virtud, la razón y la aceptación de lo que está fuera de nuestro control, ofrece una perspectiva única y con esta idea en la cabeza te voy a contar un poco que es, bajo mi punto de vista, ser mujer estoica.

Ser una mujer estoica

Es aprender a vivir de manera más consciente y poner en entredicho lo que hemos aprendido a través de la familia, la educación y la sociedad. Cambiar el prisma con el que vemos la vida depende de nosotras; gracias a vivir donde vivimos con acceso a mucha información, podemos leer y de muchas informaciones diferentes, para quedarnos con lo que nos resuene; por ejemplo, a mí el estoicismo me suena bien.

Si sólo leemos de lo conocido, vamos a reforzar las ideas que tenemos porque todo se alinea a eso que ya sabemos; si somos capaces de leer información diferente e incluso contraria, es cuando ya podemos elegir qué queremos creer, qué queremos pensar y cómo queremos llevar nuestra vida. Elegir, esa es una de las grandes libertades de vida, elegir sin estar excesivamente condicionada/o, aunque ya sabemos que siempre lo estamos, aunque queramos creer que no.

Uno de los conceptos que me parece interesante y que ya lo tenía entendido, es el de la aceptación (no resignación). Aprender a aceptar lo que está fuera de nuestro control y a enfocarnos en lo que sí podemos cambiar y esto, lo podemos aplicar a todas nuestras áreas de la vida. Hacer lo que sí puedes hacer y no hacer más de lo que puedes hacer, ese es el equilibrio del que nos habla el libro de Los 4 acuerdos

No quieras resolver lo que no te corresponde resolver, porque además no lo vas a poder hacer y es ir más allá de lo que tienes y puedes hacer; es lo mismo que decir acepta que hay cosas que no vas a resolver y haz algo con las que sí puedes hacer algo …  ¡Quiero ser mujer estoica!

Te voy a contar mi experiencia personal: yo tenía creencias, conceptos, actuaciones, vivencias, debates, escritos, etc. sobre la igualdad, el machismo, el patriarcado, etc. Mi visión era sesgada, obsoleta y por qué no decirlo, machista. Lo de empezar a leer tiene sus réditos y a través de informarme en las consecuencias del machismo y de los roles adquiridos, me he dado cuenta de mis propias experiencias de vida y lo poco o nada que sabía que estaba condicionada al vivir bajo una estructura patriarcal.

Ahora estoy algo más informada y, aunque me tenga que seguir informando, sé que en mi mano no está cambiar el mundo y este sistema patriarcal (El patriarcado; imagen de Procusto ysu lecho) enraizado en todos los contextos, pero lo que sí puedo hacer es empoderarme como mujer (El empoderamiento), transmitir lo que voy aprendiendo y que luego cada persona se quede con lo que pueda quedarse. Si consigo que una mujer entienda algo más quién es y a qué ha dado permiso en su vida con respecto a la igualdad de género, me doy por satisfecha, además de, si consigo que un sólo hombre se de cuenta de quién es y a qué a dado permiso en su vida con respecto a la igualdad de género, … ¡ya sería la pera!

Todas y todos somos responsable de la desigualdad de género, por no querer informarnos y conocer otras alternativas de vida por ejemplo en el caso de ellos otras masculinidades, en nuestro caso a través del empoderamiento femenino.

Fin de mi ejemplo personal y sigo con lo de ser una mujer estoica y por qué la filosofía estoica nos puede beneficiar. Principalmente nos dirige a sacar lo mejor de nosotras, esas habilidades y capacidades que muchas veces no la tenemos potenciadas, como son: 

Empoderamiento

El estoicismo nos enseña a tomar las riendas de nuestra vida y a no dejarnos llevar por las circunstancias, brindándonos herramientas emocionales para empoderarnos, como aceptar que, aunque no podemos controlar todo lo que sucede a nuestro alrededor, sí podemos controlar nuestra reacción ante los eventos. Es decir, nos otorga la capacidad de responder de manera consciente y racional a las adversidades, en lugar de dejarnos arrastrar por ellas.

Una es una y sus circunstancias, pero su vida no son las circunstancias, es lo que ella quiera vivir con esas circunstancias; las acepto o las cambio, sin andar con más bobadas. 

Saber que nosotras tenemos capacidad de decisión fomenta la autosuficiencia y nos enseña a confiar en nuestras propias capacidades para buscar soluciones dentro de nosotras mismas sin depender de otra persona. Esto de jugar en la vida es como una rueda porque, al ir adquiriendo más autosuficiencia y ser capaces de dar soluciones a nuestros problemas, nos aumenta la autoestima.

Para ser autosuficientes tenemos que reconocer nuestras fortalezas y trabajar en nuestras debilidades para mejorarlas en la medida que necesitemos, de esta forma por añadidura, fortalecemos nuestra autoestima y confianza en nosotras mismas ¡y la rueda sigue girando! En el reconocimiento de nuestras fortalezas y nuestras debilidades está la clave.

Autosuficiencia y autoestima juntas, promueven el tener una mayor libertad porque ya no necesitamos a alguien externo para solucionarnos la vida, ya elegimos a alguien externo para compartir vida (amistades, trabajos, parejas). Ya no nos sentimos validadas o no por circunstancias externas que nos pasan o por opiniones de otras personas, algo que nos da mayor libertad y tranquilidad personal.

Y una de las cosas que más me gusta del empoderamiento a través de convertirnos en una mujer estoica, es que nos ayuda a identificar lo que realmente nos importa en la vida, permitiéndonos vivir de forma más plena, significativa y en paz.

Resiliencia

¿Qué ocurre cuando somos capaces de ser autosuficientes y nos empoderamos? que nos volvemos unas resilientes natas, que es la habilidad de sobreponernos a las dificultades, de mantener una actitud positiva y de seguir adelante a pesar de los obstáculos.  Al desarrollar nuestra fortaleza mental, somos capaces de superar cualquier obstáculo que se nos presente.

Como ya he dicho antes, los estoicos comprendían que muchas cosas en la vida están fuera de nuestro control. y al aceptar esta realidad, evitamos la frustración y la desesperanza que surgen cuando tratamos de cambiar lo inmutable. Sin en lugar de intentar cambiar algo que no podemos y de lamentarnos por lo que no podemos controlar, nos concentrarnos en lo que sí está en nuestro poder (acciones, reacciones y pensamientos), estaremos potenciando nuestra resiliencia, que como muchas otras capacidades, se entrena y cada vez nos sale mejor y más fácil

Como mujer estoica, no se nos puede olvidar que los problemas son temporales y que lo que hoy nos parece un drama, en un tiempo nos daremos cuenta de que fue un momento necesario para ir a algo distinto y probablemente mejor para nosotras. A mío por lo menos, saber que nada dura eternamente me ayuda a pasar el chaparrón del momento y restarle importancia.

Paz interior 

El estoicismo nos ayuda a encontrar la calma en medio de las tormentas que pasamos en la vida, porque no ocurre sólo una vez que nos caiga un chaparrón encima, por eso la práctica de la capacidad de ser resiliente nos lleva a una paz con nosotras mismas porque sabemos que no vamos arreglarlo todo (ni falta que hace) y vamos a salir de la nueva tormenta una vez más, así que, sólo nos queda disfrutar de cada momento, venga como venga.

Otra de las virtudes que nos enseña el estoicismo es a ser agradecidas con las cosas buenas que nos pasan en la vida, algo que contribuye a que estemos más satisfechas y por ende, aumentamos nuestra paz. La gratitud actúa como antídoto de la negatividad, ese mal rollo continuo de insatisfacción que en ocasiones nos lleva a depresiones y a la inmovilización en las situaciones.

Al centrarnos en lo que tenemos, en lugar de en lo que nos falta, nos ayuda a ser más felices lo que de nuevo va llenando el saquito de la paz interior. Algo sobre lo que leer del  agradecimiento.

La filosofía estoica nos enseña que la verdadera felicidad no reside en lo que tenemos o no, ni en las circunstancias externas, sino en nuestra actitud ante ellas y el agradecimiento por lo que somos y tenemos. Es cuestión de ser sabias y practicar la aceptación de las circunstancias y la valoración de nosotras mismas (empoderamientoante ellas para encontrar nuestra paz interior.  

La paz y tranquilidad no viene con un chasquido de los dedos; de nuevo nos encontramos con otra capacidad que se entrena porque no es inalterable ni inamovible, se nos va y se nos viene, por lo que no nos queda más que currarnos en el día a día esto de ser mujer estoica con sus principios.


Conexión con las demás personas

Todo es cuestión de práctica, osea de ponerse la pilas y no quedarse en un conformismo como pasa a algunas personas con eso de la autocomplacencia, o quedarnos en el catastrofismo que nos lleva al miedo y a la inmovilización. 

¿Conoces a alguien que sea feliz y esté contento sintiéndose que es víctima de las circunstancias y que no puede hacer nada? Yo la verdad que no y si no están felices, sus relaciones personales pasan a ser más complicadas, algo que dificulta la paz interior y el bienestar personal.

Cuando somos capaces de no sentirnos víctimas y de aceptar lo inevitable porque hay cosas que no están bajo nuestro control y nos enfocamos en salir de una forma más o menos airosa (la resiliencia) porque le hemos dado un enfoque diferente al problema, nos encontramos con esa paz interior que nos equilibra y nos serena para poder dar lo mismo a las demás personas y crear unas relaciones más satisfactorias. 

Comprender que todas las personas experimentamos dolor y sufrimiento fomenta la empatía y la compasión; nos comprendemos, por lo tanto comprendemos, nos queremos, por lo tanto podemos querer, nos encontramos en paz, por lo tanto podemos transmitir paz, no nos juzgamos, por lo que somos capaces de no juzgar, practicamos la compasión con nosotras, ídem para fuera, ….  ¿A que nos lleva? a tener una conexión de verdad con unas relaciones sanas a pesar de las circunstancias, a pesar de los conflictos momentáneos, a pesar de la incertidumbre, a pesar de …

Yo quiero ser mujer estoica, por eso escribo sobre ello, por eso quiero leer y escuchar sobre la filosofía estoica, algo que me ayuda a estar algo más en paz en los momentos complicados.


lunes, 18 de noviembre de 2024

Vivir bajo una estructura patriarcal

Las cosas que tiene Eloisa

Vivir bajo una estructura patriarcal tiene profundas implicaciones que afectan tanto a nivel individual como colectivo, influyendo en cómo interactuamos las personas, cómo nos percibimos y cómo organizamos nuestra sociedad. 
Significa habitar en un sistema que otorga mayor poder y privilegios a los hombres, especialmente a quienes encajan en un modelo tradicional de masculinidad y establece roles de género rígidos que limitan a todas las personas. 

El patriarcado no solo dicta qué comportamientos son aceptables según el tipo de persona, sino que también influye en cómo interpretamos sus acciones y qué consideramos reprochable o aceptable. 


EL EDIFICIO DE PIEDRA 
Los edificios hablan de aquellas personas que los construyeron y de las que los mantienen.

Dedicatoria- Todas las mujeres víctimas al vivir bajo una estructura patriarcal, es decir, a todas las mujeres y … añado a los hombres.

En la calle más céntrica de la ciudad, se erguía un edificio imponente, una amalgama de piedra, hormigón y vidrio que irradiaba poder y autoridad, como si fuera un monolito a la masculinidad. Su arquitectura, neogótica y moderna a la vez, ofrecía un contraste sorprendente: por un lado, la fachada de piedra con su escudo de un león, evocaba un pasado y, por otro, las líneas rectas limpias y los grandes ventanales delataban su renovación.

Construido en 1940 por un industrial que hizo fortuna aprovechando las circunstancias de la postguerra, el edificio se convirtió en un símbolo de poder y ostentación. En sus salas se celebraron reuniones y fastuosas fiestas, en las que se tejían las redes de influencia de la ciudad, así los poderes tácitos creaban sus alianzas y no había hombre o mujer de estatus alto en la ciudad que no quisieran estar en aquellas fiestas.

Pero el tiempo pasa cambiando las formas y en 2010, los descendientes del industrial decidieron modernizar el edificio sin perder su esencia de poder. La fachada de piedra, con su escudo, se mantuvo intacta, pero el interior fue completamente transformado. Los antiguos pasillos largos y oscuros y las enormes habitaciones fueron reemplazados por espacios diáfanos y funcionales, divididos en oficinas, apartamentos y grandes pisos. Cuatro ascensores de cristal conectaban todos los pisos, incluyendo un restaurante en la última planta con vistas panorámicas de la ciudad.

A pesar de su modernización, el edificio conservaba un aire de misteriosa antigüedad. Sus gruesos muros de piedra parecían guardar aquellos secretos urdidos por hombres con poder, mientras que las grandes cristaleras ofrecían una visión moderna y luminosa, como de pulcritud y transparencia. El edificio era un lugar de contrastes, donde las historias de hombres del pasado, se entrelazaba con las de los hombres del presente.

Su interior, cuidadosamente diseñado, ofrecía un alto nivel de seguridad; un sistema de control de acceso restringía la entrada a quien no fuera propietarios, inquilinos y personal autorizado. Cámaras de vigilancia y sensores monitoreaban cada rincón del edificio, garantizando el control y la tranquilidad de quienes estaban dentro.

Sin embargo, bajo esta apariencia de fortaleza inexpugnable, el edificio ocultaba las vulnerabilidades de los hombres que arrastraba como herencia desde su construcción. Los acuerdos del pasado, las ambiciones presentes y las tensiones ocultas creaban un caldo de cultivo para la ocultación y el conflicto. Y así, sin que nadie fuera consciente, el edificio más ostentoso de la calle más céntrica de la ciudad, se preparaba para enfrentar su desafío más grande.

Aquel hombre de negocios que financió la construcción del edificio primigenio, era un ejemplo de señor de su época: su figura, imponente y autoritaria, se proyectaba en cada rincón del edificio que había construido. Era un claro ejemplo de la masculinidad tradicional: fuerte, decidido, ambicioso y con un marcado sentido del poder y la propiedad.

El edificio era su reino, un reflejo de su ser y su dominio; cada detalle, desde la arquitectura imponente hasta la distribución de los espacios, estaba pensado para transmitir su autoridad y jerarquía. Detrás de la fachada de éxito trabajado, este hombre ocultaba un lado más oscuro y, se rumoreaba que había acumulado su fortuna a través de prácticas poco éticas y que había utilizado sus influencias para manipular, utilizar y beneficiarse de sus socios y empleados.

Sus descendientes heredaron no solo la fortuna familiar, incluyendo el edificio, sino también la visión del mundo y de lo que es ser un hombre y, aunque vivían en una época más moderna y abierta, mantenían arraigados muchos de los valores de los hombres de su familia.

En su convencimiento de que esos valores eran los que tenían que ser porque así había sido siempre y funcionaba, sabían que hoy en día había que preservarlos de otra maneras más ambigua y solapada.

Dar la imagen de progresismo al edificio era imprescindible, por lo que adaptaron la fachada antigua convirtiéndola en moderna, sin embargo, detrás de esta apariencia, seguían perpetuando los mismos patrones de poder y dominación, siguiendo el arquetipo de su abuelo, al cual veían como una figura a seguir y un modelo de éxito, poder y dominio. Eso sí, como la imagen pública era fundamental para ellos, se presentaban como hombres modernos y sofisticadamente igualitarios, pero en privado mantenían un estilo de vida opulento, ostentoso y clasista, propio de una élite privilegiada que menospreciaba a los hombres que no eran de su círculo y por supuesto, a las mujeres.

Dentro del edificio existía una jerarquía social muy marcada, basada en el poder económico y en el estatus social. La competitividad y la aporofobia se mascaban en él y la mayoría de las conversaciones giraban en torno a los negocios y los temas relacionados con el poder.

Los hombres más poderosos ocupaban los pisos más altos y tenían acceso a las mejores comodidades, mientras que el resto, dentro de tener el privilegio de vivir en el edificio, ocupaban pisos de menor tamaño y considerablemente más simples en su sobrada ostentosidad.

En las alturas del edificio, donde el viento azotaba las ventanas y el eco de las pisadas resonaba en los pasillos impolutos, se reunían los hombres que ejercían el poder en el edificio y en la ciudad; los herederos y sus colegas que eran los líderes indiscutibles, los dueños del juego y que no dudaban en usar cualquier medio para mantener su poder.

Sus reuniones eran un ritual de reafirmación de sus valores, sus poderes sobre las demás personas y una demostración de enérgica testosterona; en ellas se trazaban estrategias y se consolidaban alianzas, se urdían trampas y órdenes para mantener el sistema que les permitía vivir con los privilegios que habían heredado.

Uno de sus colegas de negocios y mejor amigo, un hombre corpulento con una sonrisa permanente, era el encargado de mantener a raya a los demás colegas o colaboradores, ya que conocía los secretos de cada uno, sus debilidades y sus anhelos. Con sutileza, les recordaba su dependencia de los que tenían el poder y les ofrecía favores a cambio de su lealtad.

Había más colegas de negocios o de vida, ya que todos vivían en el edificio, concretamente dos de ellos, eran como dos sombras que se movían sigilosamente por el edificio y entre sus moradores, convertidos en los brazos ejecutores de los poderosos para mantener el imperio creado.  Sin preguntas o explicaciones y sin dudar, cumplían con las órdenes, dispuestos a usar la fuerza u otras artes si era necesario.

No podía faltar en aquel edificio el colega de negocios competitivo, ambicioso y calculador que soñaba con destronar a los herederos del edificio y quedarse con él, maquinando otras estrategias, tejiendo intrigas y buscando aliados al margen de los poderosos dueños.

En toda sociedad existe el gracioso y, al edificio como institución social que era, no le faltaba su graciosillo, un bufón patético y misógino que intentaba ganarse el favor de los poderosos con sus chistes machistas y sus comentarios despectivos hacia las mujeres u otros hombres que no daban el perfil de hombre que marcaba aquel edificio. De esta manera se codeaba con los que ostentaban el poder y se creía que pertenecía al mismo estatus, cuando en realidad lo utilizaban para mantener las costumbres y más que con él, se burlaban de él.

El jefe de seguridad era un hombre enigmático y solitario, que observaba todo desde la distancia. Sus ojos oscuros parecían penetrar en el alma de los demás, pero nunca revelaba sus pensamientos. Se llevaba muy bien con el conserje, un hombre aparentemente bondadoso y servicial, pero que en realidad ejercía un control sutil en el edificio. Con sus consejos y su actitud paternalista, hacía sentir que le necesitaban para ciertas cosas porque ellos eran incapaces y dependientes de los servicios básicos que este hombre ofrecía.

Y casi como un ente transparente estaba él, el hombre que vivía en las sombras, ocultando su verdadera identidad porque estaba atrapado en un sistema que no comprendía y no era suyo, pero en el que tenía que sobrevivir. Dentro de él, sabía que tarde o temprano le descubrirían si se hacía muy visible y que le echarían del edificio.

Así transcurrían los días, meses y años, … hasta que llegó ella. Una mujer joven, independiente y decidida, que no encajaba en las normas del edificio, pero que al ser la hija de la mano derecha de los herederos y estar sólo de paso, la aceptaron. Lo que no supieron prever, fue que esa mujer sacudiría los cimientos del organizado ecosistema del edificio.

La llegada de la nueva inquilina desencadenaría una serie de eventos que pondrían a prueba las lealtades a la masculinidad, desenmascararían las hipocresías y revelarían las inseguridades de los hombres del edificio, provocando el debilitamiento del sistema ancestral que lo sustentaba.

Sofía a su llegada causó una pequeña conmoción: joven y con una energía contagiosa, nadie esperaba que ella fuera la catalizadora de un cambio tan profundo. Acompañada con las visitas de sus amigas, un grupo diverso de mujeres con ideas claras y personalidades fuertes, Sofía comenzó a relacionarse con los hombres del edificio.

Al principio, estos se burlaban a sus espaldas a través de los chistes del graciosillo misógino, viéndolas como una amenaza menor, o ni tan siquiera una amenaza; viéndolas como si fueran nada o un objeto para su diversión. Pero poco a poco su carisma, naturalidad, seguridad y verdad, fue calando en las mentes del resto e incluso sin ser evidente, en los propios cimientos ideológicos del edificio.

Un día el jefe de seguridad, guardián impasible del edificio con su visión del mundo (cumplir órdenes y mantener el orden), habló con Sofía. Al principio, la veía a ella y a sus amigas como una molestia al statu quo que él había ayudado a mantener; sin embargo, ese día, Sofía se acercó a él con una propuesta que le sorprendió.

Necesitaba un espacio seguro dentro del edificio para realizar una reunión de mujeres, un lugar donde pudieran hablar abiertamente sobre sus experiencias y sus ideas. El jefe de seguridad frunció el ceño porque la idea de un grupo de mujeres reuniéndose para hablar le parecía sospechosa e incluso, una grieta para su sistema de seguridad tan perfecto, pero algo en la mirada de Sofía lo conmovió.

Durante su conversación, ella le explicó las razones detrás de esa reunión; le habló de que ella obedecía también, pero a otro orden social en el que se daba prioridad a la igualdad, la justicia y el respeto hacia todas las personas. Le contó historias de hombres, pero sobre todo de mujeres que habían enfrentado discriminación y violencia, y de cómo ese tipo de reuniones les daba voz a otras mujeres en parecidas circunstancias. Le habló de madres (algo que le recordó a la suya), le habló de hermanas, esposas e hijas, le habló de vecinas e incluso de mujeres desconocidas, … le habló de sus vidas.

El jefe de seguridad escuchó atentamente, sorprendido por la pasión y la inteligencia de la joven. Comenzó a darse cuenta de que sus prejuicios y creencias quizás le estaban equivocando y que la muchacha no era una amenaza, sino que buscaba lo mismo que él: cumplir su misión, que era hacer un mundo más justo y equitativo.

Al final de la conversación, el jefe de seguridad accedió a conseguirle un salón de reuniones para que Sofía pudiera organizar su encuentro, y no sólo eso, además, se ofreció a garantizar la seguridad del evento.

A partir de ese momento y de aquella reunión de mujeres, el jefe de seguridad comenzó a ver el mundo de una manera diferente, convirtiéndose en un aliado inesperado de Sofía y sus amigas, utilizando su posición para protegerlas y apoyarlas. Su cambio de actitud fue gradual, pero significativo. Con el tiempo, el jefe de seguridad se convirtió en un defensor de las ideas de ese grupo de chicas que irrumpió sorpresivamente en su vida.

Este hombre, un día fue a hablar con el padre de Sofía, un hombre astuto y experimentado en los negocios, que se sintió profundamente conmovido por el relato del jefe de seguridad. Reconoció en sus palabras una sinceridad y una autenticidad que rara vez encontraba en sus propios círculos. La transformación personal que había experimentado el jefe de seguridad, gracias a la influencia de Sofía y sus amigas, le hizo reflexionar sobre sus propias acciones y las consecuencias que estas habían tenido en las demás personas, incluidas su exmujer y su propia hija, Sofía, ignorada por él desde que nació.

Con su característico y sibilino tacto, el padre de Sofía comenzó a sembrar las semillas del cambio en los más altos niveles de las empresas y del edificio, y utilizando su influencia y su capacidad para satisfacer las necesidades de los demás, convenció a los herederos y a los otros líderes, de la importancia de adoptar una nueva perspectiva.

Con sutileza, el padre de Sofía comenzó impulsando la creación de nuevos programas de gestión que abarcaran la diversidad e inclusión como estrategia de ventas. Fomentó la participación de las mujeres en puestos de liderazgo y promovió prácticas laborales más justas y equitativas, bajo la excusa de un lavado de cara de los negocios que les adaptaran a los nuevos tiempos y darían mayores beneficios.

Los herederos, al ver el entusiasmo del personal de sus empresas por trabajar, además de la mejora en los resultados económicos de las empresas, se mostraron cada vez más receptivos a estos cambios y poco a poco, el edificio se convirtió en un modelo de gestión igualitaria, aunque aún quedaran muchas mentalidades que tan solo se adaptaron exteriormente porque sus convicciones personales estaban en las viejas creencias.

Pasaron los meses y después de vivir los cambios en el edificio y ver la aceptación de la diversidad, el hombre reservado que permanecía a la sombra comenzó a sentirse más seguro, dándose cuenta de que ya no tenía que esconderse y que podía ser él mismo sin miedo a ser juzgado, criticado por el chistosillo o echado del edificio.

Empezó a hacerse ver en pequeñas cosas, participando en conversaciones en el ascensor o en grupos en el edificio, compartiendo sus opiniones y hobbies, etc. Al principio, se sentía incómodo, pero pronto descubrió que las personas lo escuchaban con atención y respeto porque los nuevos cambios habían abierto algunas mentes.

Un día, durante una reunión de comunidad del edificio, tomó la palabra y expresó sus ideas sobre cómo mejorar la comunidad, quedando el resto de las personas sorprendidas por su elocuencia y su visión; fue la manera de darse a conocer el hasta entonces desconocido vecino, dándose cuenta de que tenía mucho que aportar y que su voz era importante.

A medida que se iba liberando, comenzó a descubrir nuevas facetas de su personalidad y se involucró en proyectos creativos que le ilusionaban, como escribir, algo que materializó en unos cuantos libros, de los cuales, el que trató la historia del edificio en forma de ciencia ficción, se convirtió en un bestseller.

Su transformación de este hombre fue profunda y visible; pasó de ser un hombre introvertido y solitario a convertirse en una persona segura de sí misma y con una vida plena. Su historia sirvió de inspiración para el resto de habitantes del edificio, quienes se dieron cuenta cómo podían ser sus vidas al margen de las normas en las que se habían vivido desde hacía generaciones.

Sofía y sus amigas, al ver los cambios que se dieron en las gentes del edificio se sintieron profundamente satisfechas; su lucha había dado frutos y el cambio que habían anhelado, era ahora una realidad en aquel edificio monolito de la masculinidad. Ese era el camino, … aún quedaban muchos edificios por visitar.

Este relato corto para ilustrar lo que es vivir bajo una estructura patriarcal, simbolizada en el edificio de piedra, es el deseo de que realmente pudiera suceder lo que en él habéis leído; una ilusión, un deseo, una necesidad social.

martes, 12 de noviembre de 2024

Meliorismo

Las cosas que tiene Eloisa
El concepto vale la pena repasarlo, conocerlo y empaparnos de su significado para poder entender que el mundo funciona como funciona porque las personas caemos en la pasividad y la inactividad o incluso nos quedamos en el victimismo, algo que no se baraja en el meliorismo, definido por algunas personas como una corriente filosófica que no se va ni al pesimismo ni al optimismo, se queda en medio para analizar para después hacer sabiendo que es ahí dónde residen los cambios positivos.
No es ni el optimismo ingenuo que dice que todo estará bien porque sí, ni es el pesimismo que cree que no hay nada que hacer, es más bien una postura intermedia que confía en que, con trabajo y acción, podemos transformar la realidad para bien.

La palabra meliorismo viene del latín "melior", que significa "mejor". Así que ya desde su raíz etimológica, se trata de algo relacionado con la mejora. 

El concepto ha estado presente en diversas culturas y filosofías a lo largo de la historia, sin embargo, fue gracias a pensadores como William James (filósofo y psicólogo estadunidense) y George Eliot (escritora británica del siglo XIX) que este término tomó forma y se popularizó en la filosofía moderna con la idea base de que el ser humano tiene la capacidad de influir positivamente en su entorno.

El meliorismo es creer en el poder del cambio, pero con trabajo porque la suerte no vale en este caso, las baritas mágicas tampoco y no tenemos un vecino Jose que nos lo solucione todo. 
No se trata de sentarte a esperar que las cosas mejoren por sí misma, sino de reconocer qué ocurre y que aunque el mundo tenga problemas, podemos hacer algo al respecto.

No vale sólo con quedarnos en que hay paro, una crisis climática, inseguridad ciudadana, conflictos en el trabajo, relaciones complicadas, adicciones varias, etc., se trata de moverse hacia una dirección de posible resolución de los problemas. No es negar que hay cosas malas, pero tampoco rendirse ante ellas.

PRINCIPIOS DEL MELIORISMO

No voy a contaros nada que no sepamos, pero leer sobre cosas positivas, agradables y viables, siempre enriquece y carga las pilas para seguir adelante. Ganas de tirar la toalla en algún momento, todas las personas hemos tenido y tendremos; seguramente en muchas de ellas si pensamos en qué nos dice el meliorismo, acabaríamos no tirando toalla y sí poniendo soluciones.

Voy a escribir sobre qué puntos se basa el meliorismo, sus principios:

La mejora es posible

Por muy mal que estén las cosas, siempre hay una posibilidad de hacerlas mejor.

Este principio es un recordatorio optimista y práctico de que, aunque enfrentemos retos enormes o nos encontremos en situaciones difíciles, siempre hay una oportunidad para cambiar las cosas a mejor. 
No es ignorar los problemas ni minimizar su gravedad, sino reconocer que el cambio es alcanzable con el hacer, la voluntad y la colaboración.

Aceptar la realidad que hay, entender dónde se esta y reconocer lo que no funciona es el paso previo para que la mejora de una situación la hagamos posible. Si le añadimos la paciencia de esperar a que el proceso que se tenga que llevar cumpla sus tiempos y nos mantenemos en el compromiso y la constancia para que sea así, se logrará.

No vale quedarse a la zaga de lo que venga para actuar, la proactividad es una herramienta que hay que utilizar y tener la confianza en que cada paso, cada esfuerzo en la dirección de la mejora suma para conseguirla.

Creer que "la mejora es posible" nos da esperanza y nos motiva a actuar, incluso en las peores situaciones. Es un recordatorio de que siempre tenemos una oportunidad para cambiar, aprender y construir algo mejor. Por mal que parezcan las cosas, el primer paso para mejorar siempre está a nuestro alcance.

El cambio depende de nosotras/os

Este concepto lo enlazo con el párrafo de no quedarse a la zaga, porque las soluciones a los problemas no son cuestión de suerte ni de esperar milagros, sino de tomar acción.

Es una invitación a asumir el control de nuestras vidas y de las distintas situaciones. Muchas veces pensamos que las cosas mejorarán solas o con el tiempo, pero la verdad es que, para que algo cambie, necesitamos movernos y tomar decisiones. 

La suerte no se controla y esperar que las cosas caigan del cielo solo nos deja en un estado pasivo, sin avanzar, al margen de que haya momentos en los que la suerte pueda ayudarnos, depender de ella no es una estrategia sana, puede ser un regalo durante el trabajo y cuando te llega ¡menudo alegrón!

No te engañes, el cambio requiere esfuerzo, todo lo que merece en la vida  (relaciones saludables, logros personales, cambios sociales, etc.) necesita acción, dedicación y constancia, y si no somos nosotras/os quienes tomamos la iniciativa, las cosas seguirán igual.

El cambio está en nuestras manos y no en milagros y tenemos que ser agentes activos; tenemos más control de lo que pensamos, aunque no podemos controlar todo, sí podemos decidir cómo reaccionamos, cómo actuamos y cómo afrontamos los problemas. Esta filosofía de vida es la que promulga el estoicismo.

No hay que olvidar que las pequeñas acciones suman y que un cambio aparentemente pequeño puede desencadenar mejoras en otras áreas, nunca se sabe dónde salta la liebre, pero para verlo hay que estar.

Porque esperar no resuelve nada: Dejarlo todo en manos del destino o los milagros solo prolonga el estancamiento.

Meliorismo significa dejar de esperar a que "algo externo" nos rescate o resuelva las cosas, porque el esperar sin sentido no resuelve nada, y hay que entender que el poder para transformar nuestra realidad está en nuestras manos, nuestro compromiso y nuestra dedicación.

Pequeños pasos cuentan

Cuando queremos cambiar algo en nuestra vida, muchas veces nos abruma pensar en la meta final. Nos imaginamos todo lo que hay que hacer, lo difícil que puede ser y cuánto tiempo nos va a llevar. 

Pero la clave está en que no es necesario hacerlo todo de golpe, cada pequeño paso cuenta, y es precisamente la suma de esos pequeños pasos lo que nos lleva a grandes resultados.

Es más fácil empezar con algo pequeño que con algo grande y complejo; pensar en todo lo que hay que hacer, hay veces que nos lleva a postergar el empezar, es como que nos da pereza todo lo que nos queda por delante, cuando el truco es empezar, sin más, sin grandes retos. Arrancar ya es un paso y luego a esperar al efecto acumulativo de los siguientes pequeños pasos.

Los cambios que nos cambian no suelen ser inmediatos, pero cada esfuerzo suma. Cada pequeño paso que damos nos acerca a nuestros objetivos, y aunque al principio pueda parecer que no estamos avanzando, con el tiempo veremos cómo esos pequeños esfuerzos se convierten en grandes logros. 

Ningún corredor de una maratón lo ha hecho entrenando un día, esto lleva tiempo y pequeños retos que se convierten en grandes resultados.

La colaboración es clave

Hay situaciones en las que no podemos avanzar solos, situaciones complejas en las que seguramente necesitaremos ayuda.

Vivimos en un mundo lleno de personas con talentos, ideas y experiencias diferentes que, cuando se combinan, pueden lograr cosas increíbles. La colaboración es el motor de muchos avances, tanto a nivel personal como comunitario o global.

¿Por qué la colaboración es tan importante?

Se unen fortalezas: Nadie es bueno en todo, pero cuando trabajamos juntas/os, nuestras habilidades se complementan.

Aporta nuevas perspectivas: Escuchar a las/os demás nos abre los ojos a ideas y soluciones que no habríamos pensado por nuestra cuenta.

Reduce la carga: Compartir tareas o responsabilidades hace que todo sea más manejable y menos abrumador.

Fomenta el aprendizaje: Trabajar con otras personas nos enseña nuevas habilidades y maneras de abordar los desafíos.

Crea vínculos: La colaboración no solo logra objetivos, sino que también fortalece las relaciones, ya sea en el trabajo, en la familia o con amistades.

Colaborar no significa perder individualidad, sino sumar fuerzas para llegar más lejos. En cualquier aspecto de la vida, cuando dejamos de lado la idea de "yo puedo sola/o" y abrimos la puerta al "podemos juntos", las posibilidades se multiplican. 

Es un proceso constante 

No basta con mejorar algo una vez y olvidarse, es necesario seguir cuidando y adaptándose. Mejorar una situación o a nosotras/os mismas/os no es como arreglar un enchufe y olvidarse, es más parecido a cuidar de una planta. 

Una vez que damos ese primer paso de mejora, la clave está en el mantenimiento y la evolución constante. Esto es aplicable tanto a nuestras metas personales como a nuestras relaciones, al trabajo, a la salud o a cualquier ámbito de la vida.

A mí me gusta este concepto del meliorismo porque no es una utopía que promete un mundo perfecto, pero tampoco es un sueño imposible. Es una forma práctica de pensar, de reconocer que las cosas no son ideales, pero creer que podemos acercarnos a algo mejor.

En estos momentos no se me ocurre mejor ejemplo del concepto del meliorismo que la población valenciana tras estas macabras inundaciones que han pasado y que están sufriendo. Todas sus gentes se han lanzado a recuperar sus pueblos, sus espacios vitales en los que sólo quedó y queda barro, escombros, basuras y desolación. 

La empatía social ha hecho que muchas otras gentes de otros muchos lugares se unan a esta corriente del meliorismo en Valencia y estén haciendo lo que está en su mano para ayudar a que esos lugares vuelvan a la normalidad lo antes posible, sus gentes vuelvan a sonreír y a creer en las personas porque siente que no están solos.

Seguro que hay instituciones que están haciendo por participar en el alivio de la situación, no lo dudo, pero a mí me ha gustado ver como las gentes, las y los jóvenes que creíamos que ni sentían ni padecían, están dando el callo, con esta actitud "meliorista" que hace falta ¡Bravo por la población afectada, bravo por las gentes resilientes, gracias a las personas que sin estar afectadas, lo están y van a colaborar en la solución de esta catástrofe! Qué bonito dentro de la dramática situación que están viviendo.

En este mundo lleno de desafíos (cambio climático, desigualdad, conflictos bélicos, paro, hambre, vivienda, …), si utilizamos la filosofía del meliorismo podremos ver todos esos desafíos con una perspectiva positiva y activa, asumiendo la responsabilidad de mejorar lo que está en nuestras manos.

En lo personal puedes aplicar el meliorismo en tu vida al intentar ser mejor cada día, sin castigarte por los errores y por lo que no consigas, por las limitaciones que surjan o las trabas que te puedan poner otras personas.

En lo social, el meliorismo te impulsa a ser parte del cambio, ya sea participando en una causa, educando a otras personas o cambiando pequeños hábitos diarios y relacionales. En este hilo, los melioristas sociales creen que la educación es una herramienta para reformar la sociedad y generar ese cambio a mejor que se necesita

El meliorismo nos invita a mirar el mundo con ojos críticos, pero también con ganas de hacerlo mejor. Es un recordatorio de que, aunque no podemos solucionar todo de un golpe, ese no es el objetivo ya que cada paso cuenta. Es una filosofía profundamente práctica, que encaja tanto en la vida diaria en la que tenemos que afrontar problemas, como en los grandes movimientos sociales. Y haciendo un chistee tonto, …yo en vez de mileurista, prefiero ser "meliorista".

La autocomplacencia

Las cosas que tiene Eloisa

Es un término usado en todo los campos y como tal, tiene sus connotaciones positivas y negativas; hoy quiero hablar de la autocomplacencia sin más, porque hay he hecho una entrada de la autocomplacencia en la igualdad de género, que lleva peso en negativo porque favorece que la desigualdad permanezca.

LADO NEGATIVO DE LA AUTOCOMPLACENCIA 

La autocomplacencia es una actitud en la que una persona o grupo se siente excesivamente satisfecha con lo que hace, sin considerar que puede mejorar, corregir o asumir nuevas responsabilidades. Es una forma de autoelogio que puede limitar el crecimiento, ya que implica evitar la autocrítica o ignorar la posibilidad de que las cosas podrían hacerse mejor. 

Se podría relacionar con la condescendencia que tiene la persona hacia una misma, con ser indulgente con lo que hacemos y con sus consecuencias, quizás para evadir la responsabilidad de hacernos cargo de lo que nos implica. 
Es la manera que tenemos de justificarnos conductas cómodas o irresponsables al no ver la necesidad de cambiar.

Me ha venido a la cabeza unir tres términos: complacencia, condescendencia e indulgencia, y al asociarlas, encuentro que es interesante lo que sale.

La autocomplacencia, la condescendencia y la autoindulgencia se pueden relacionar porque las tres implican una forma de evitar la autocrítica y pueden convertirse en actitudes que dificultan el crecimiento personal y las relaciones con las demás personas. 

 Autocomplacencia

  • Qué es: Es sentirse excesivamente satisfecho con lo que se hace, ignorando la posibilidad de mejorar o reconocer errores.
  • Cómo se relaciona: La autocomplacencia puede llevar a la condescendencia, ya que una persona que está demasiado satisfecha consigo misma podría considerar que otras personas necesitan "ayuda" porque no están "a su nivel". También se conecta con la autoindulgencia, porque puede justificar conductas cómodas o irresponsables al no ver la necesidad de cambiar.
  • Ejemplo general: Una persona que cree que su forma de trabajar es la mejor y no considera las ideas o enfoques de los demás, incluso aunque sean más efectivos. Otro ejemplo, un profesional que se conforma con sus habilidades actuales y no busca actualizarse.

Condescendencia

  • Qué es: Es tratar a las demás personas como si fueran menos capaces o menos informadas, muchas veces bajo la apariencia de querer "ayudar".
  • Cómo se relaciona: La condescendencia puede ser una consecuencia de la autocomplacencia, porque alguien que cree que siempre tiene la razón podría menospreciar las opiniones o capacidades de otros.
  • Ejemplo general: Una persona que, en una conversación, explica algo básico a otra de forma innecesaria porque asume que no lo entenderá por sí sola. Otro ejemplo, en la familia, puede aparecer cuando alguien toma decisiones por otra persona sin consultarla, asumiendo que sabe mejor lo que necesita.

Autoindulgencia

  • Qué es: La persona se permitirse a sí misma comportamientos o hábitos que podrían ser perjudiciales, sin buscar mejorar o imponerse límites.
  • Cómo se relaciona: La autoindulgencia puede ser una forma de autocomplacencia, ya que alguien que no se siente en la necesidad de cambiar podría justificar excesos o irresponsabilidades.
  • Ejemplo general: Alguien que se da permiso para no cumplir con sus responsabilidades diciendo que "se lo merece" por lo mucho que trabaja, sin considerar cómo eso afecta a otras personas. Otro ejemplo, alguien que decide gastar más de lo que puede permitirse argumentando que "se lo ha ganado".
Socialmente, donde hay roles más rígidos de género, los hombres pueden ser más propensos a actuar con condescendencia en temas donde se les ha enseñado a verse como líderes o expertos (La socialización jerárquica) y ser autoindulgentes en ciertos aspectos relacionales al justificar excesos normalizados en lo social.
Por otro lado, a las mujeres, nos han educado para justificar el consumismo, que con cumplir el rol de mujer es suficiente o que con proyectar buena imagen vale aunque haya otras carencias. 

En fin, que estas tres actitudes nos pueden dar para el pelo a ambos géneros y con una serie de consecuencias interesantes:

Relaciones personales:
La autocomplacencia y la condescendencia pueden generar distancias emocionales, ya que la otra persona se siente menospreciada.

La autoindulgencia puede crear tensiones si alguien prioriza sus propios deseos o comodidad sobre las necesidades de los demás.

Ámbito profesional:
La condescendencia puede generar conflictos con colegas o personal al cargo, ya que se subestima y se toma por menos capacitadas a las personas.

La autoindulgencia puede llevar a una falta de disciplina o compromiso, por ejemplo porque nos decimos "ya hice el otro día de más, me lo he ganado".

La autocomplacencia puede llevar a la negligencia laboral por falta de formación continua, frenando el desarrollo profesional y con ello el crecimiento de la empresa. 

Crecimiento personal:
El crecimiento personal es un proceso continuo de aprendizaje, autoconciencia y transformación, y actitudes como la autocomplacencia, la condescendencia y la autoindulgencia pueden frenar este proceso, afectando tanto a la capacidad de mejorar como a la calidad de las relaciones interpersonales. Estas actitudes limitan la capacidad de aprender, mejorar y conectar con los demás.

Sigo con la autocomplacencia, que es el tema de esta entrada; como ya hemos visto, es esa actitud de ir sobrada/o , de no tener que aprender más ni escuchar más ni hacer caso a nadie que creamos que es inferior en cualquier tema ("qué me va a enseñar a mí ese o esa mindundi"). Es adoptar esa postura estereotipada de la cuñada/o listilla/o, pero ojo que también para los demás podemos pasar a ser "ese tonto que se cree listo" dando lecciones en temas en los que nos pueden dar por lo menos 3 vueltas.

No nos damos cuenta de que estamos en esa ignorancia atrevida que no hace rozar la falta de humildad y la prepotencia, y con ello nos convertimos en unos déspotas … aquí lo dejo caer. 


Las cosas que tiene Eloisa


La autocomplacencia a nivel personal, si no la gestionamos bien, llega a ser un freno para nuestro crecimiento y bienestar y vamos a ver el por qué. Esa sensación de estar tan satisfecha o satisfecho con cómo somos y lo bien que lo hacemos, puede ser cómodo, pero también nos engaña porque nos impide ver otras maneras de hacer y pensar

NOS ESTANCAMOS

Cuando hablamos de estancarnos, me refiero a esa sensación de que no estamos avanzando, como si estuviéramos atrapados en el mismo lugar sin crecer ni mejorar. Nos decimos cosas como "así estoy bien" o "no hace falta hacer más", pero no es todo lo bien que podemos estar.

Si te dices “esto es lo mejor que puedo hacer” en lugar de buscar formas de mejorar, te pierdes el aprendizaje que viene si haces algo distinto.

La autocomplacencia nos lleva a pensar que no necesitamos cambiar ni aprender cosas nuevas. Nos quedamos con lo que ya sabemos o con lo que ya hacemos, porque nos resulta seguro y cómodo. El problema es que, aunque la comodidad a corto plazo suena bien, con el tiempo esa falta de movimiento nos pasa factura.

Es fácil detectar que nos estamos estancando por autocomplacencia; empiezas a notar que te aburres nen la rutina de la comodidad, te parece una monotonía, que a su vez puede generarte frustración porque no sabes como arrancar (esta frustración se suele poner en alguien de fuera en vez de asumirla y hacer algo) porque la idea de salir de lo conocida te da miedo.

Esa famosa frase de "siempre he sido así" cuando ves que hay situaciones complicadas para ti o para quien esta al lado tuyo que se te repiten, lo único que hace es que vayas a seguir repitiendo lo mismo y perdiéndote experimentar cómo serían las situaciones y las relaciones de una manera diferente.

El estancamiento no es el fin del mundo, pero la clave está en reconocerlo, aceptar que necesitamos movernos y dar paso hacia adelante nos puede sacar de este parón por autocomplacencia.

NOS ALEJAMOS DE LA REALIDAD

Si tienes problemas recurrentes en el trabajo o en tus relaciones, pero piensas que "el problema siempre es de los demás", quizás te estás perdiendo una oportunidad de reflexionar sobre tu parte en esas situaciones. El tirar balones fuera y responsabilizar a otra persona de lo que es propio, cuando menos esta feo ¿no te parece?

Es como vivir en una burbuja que hemos creado para sentirnos cómodas/os, pero que no refleja del todo lo que está pasando a nuestro alrededor. Puede sonar tentador, porque a nadie le gusta enfrentarse a situaciones difíciles o incómodas, pero esta desconexión tiene su precio, para con nosotros mismos y para con quienes nos relacionamos.

Te voy a comentar tres situaciones en las que se detecta este alejamiento:

Ignoramos problemas o situaciones que nos generan incomodidad, como si desaparecerlas de nuestra mente las hiciera desaparecer del mundo.

Ejemplo: Sabes que una amistad está cambiando y te duele, pero prefieres no hablar del tema ni confrontar lo que está pasando.

A veces nos contamos historias (inventamos nuestra verdad y las creemos) para justificar lo que hacemos o no hacemos, aunque sepamos que no son del todo ciertas.

Ejemplo: "No busco otro trabajo porque estoy muy ocupado/a", cuando en realidad es miedo al cambio.

Exageramos nuestra percepción de las situaciones y las hacemos más grandes o más pequeñas de lo que realmente son.

Ejemplo: "Si digo lo que pienso, todo el mundo se va a enfadar conmigo".

Nos alejamos de la realidad porque nos da miedo o nos cuesta enfrentar lo que está pasando. Es una forma de protegernos de sentirnos mal, fracasar o incluso aceptar que algo no está funcionando como quisiéramos. Es una especie de mecanismo de defensa: si no lo veo, no me afecta. Pero ya sabemos que las cosas no funcionan así.

Ejemplos hay muchos, cada persona tiene algún ejemplo de vida en el que se autoengaña para alejarse de la realidad por miedo a verla: una situación que aunque es mala, da miedo cambiarla (el famoso mas vale malo conocido), una reacción desproporcionada con un ser querido (aquí le pongo lo de la canción "y si no me acuerdo no paso"), estás pasándolas mal porque te ha dejado tu pareja pero disimulas haciéndote creer y haciendo creer que no pasa nada, etc., etc., etc.

¿Te has preguntado alguna vez qué pasa cuando te alejas de la realidad? 

Hacer una de avestruz escondiendo la cabeza de la realidad no arregla nada; ignorar las cosas no las soluciona, solo les da más tiempo para complicarse. Es como una pequeña fuga de agua: al principio no parece grave, pero si no la reparas, puede causar un desastre.

Cuando no enfrentamos la realidad, también nos distanciamos de las personas que nos rodean, porque nos desconectamos de ellas ¿Cómo van a entendernos si ni siquiera nosotros sabemos lo que pasa?

Lo queramos ver o no, perdemos oportunidades de vida al evitar ciertas verdades, dejamos pasar posibilidades de cambiar, crecer o mejorar, nos cegamos a las posibles alternativas reales.

NOS VOLVEMOS MENOS RECEPTIVOS A LAS CRITICAS 

Nos cerramos a escuchar lo que otros tienen que decir sobre lo que hacemos, cómo actuamos o qué podríamos mejorar, no aceptamos opiniones ajenas. Es como ponerse unos tapones en los oídos cada vez que alguien intenta darnos un consejo o señalar algo que podríamos hacer de otra manera. Aunque a nadie le gusta verse en error, la realidad es que metemos la pata infinidad de veces y esta actitud de poca aceptación a una crítica constructiva, puede ser un problema porque nos estanca y nos hace perder oportunidades de crecer.

No es difícil de entender en dónde estamos cuando nos ponemos como un niño en el "pues ahora me enfado y no respiro", solo es cuestión de:

El orgullo que nos mata y sentimos que aceptar una crítica es reconocer que estamos equivocadas/os o que no somos tan buenas/os como creemos. Pensamientos tipo ¿Cómo va a saber esa persona más que yo si llevo años haciendo esto?"

El miedo al rechazo, a ese que no nos quieran porque pensamos que si alguien nos señala algo, es porque no nos valora o no nos acepta o nos va a dejar por no ser suficientemente válidas/os. Aquí podríamos poner pensamientos tipo "Si me dicen que esto no está bien, es porque no confían en mí."

Y nos queda el no querer pasar por la incomodidad de la situación porque las críticas tocan fibras sensibles y a veces preferimos evitar ese mal rato, aunque sepamos que podrían ser útiles. Aquí nos metemos en pensamientos tipo "Mejor no escucho, para no agobiarme."

Te voy a poner alguna otra situación a ver si te suenan de hacerlas o de recibirlas:

Si alguien te sugiere una forma diferente de hacer algo, en lugar de escucharlo, te justificas o lo descartas automáticamente; "Así lo he hecho siempre y funciona, ¿para qué cambiar? No sé por qué se mete en lo que no le importa"

Si un amistad o pareja te dice que algo que haces les molesta, lo tomas como un ataque en vez de una oportunidad para mejorar y en lugar de escucharle, te molestas, le ignoras o lo que es peor arremetes contra su persona. "¿Ahora todo lo hago mal? Si no te gusta, no es mi problema. Es que ya estás otra vez".

Cuando un ser querido te da un consejo con respecto a algo que cree que te puede venir bien, o te da su opinión de lo que ve, lo interpretas como una crítica a tu forma de vivir. "Ya estás otra vez diciéndome cómo debería hacer las cosas. Ya está la lista/o, la que todo lo sabe".

Es una manera como otra cualquiera de perder gente valiosa de nuestro alrededor; si siempre reaccionamos a la defensiva, las personas pueden dejar de hablarnos con sinceridad por miedo a que nos lo tomemos mal y por cómo pueden ser las reacciones, algo que a la larga les hará alejarse.

El cómo hacer, qué hacer y para qué hacer es muy sencillo de entender; no te tomes nada personalmente (uno de los acuerdos del libro "los cuatro acuerdos"). En lugar de ver la observación o la crítica como un ataque, mírala como una oportunidad para aprender. Consejito para ello, respira antes de reaccionar o de responder, te dará margen para pensar si la persona que te dice algo es para tocarte la moral o porque realmente le importas.
Te harás un favor y harás un favor a las personas de tu entorno si cambias la perspectiva con la que escuchas y reaccionas a las observaciones, opiniones o incluso críticas que recibes, porque sabes, a través de ellas: 
Aprendemos más rápido: Las críticas suelen ser atajos hacia una versión mejor de nosotras mismas/os.
Fortalecemos nuestras relaciones: Escuchar sin ponernos a la defensiva demuestra madurez y apertura.
Ganamos confianza: Al enfrentarnos a nuestras áreas de mejora, nos volvemos más seguras/os y conscientes de lo que hacemos bien y de lo que podemos ajustar.

Ser receptiva/o a las críticas no significa que tengas que aceptar todo lo que te digan sin cuestionarlo, pero sí estar dispuesto/a a escuchar y reflexionar. En vez de cerrarte, dale una oportunidad a lo que tienen para decir otras personas distintas a ti con tus pensamientos endogámicos. Nunca sabes qué cambio positivo puede surgir de una buena crítica.

NOS HACE PERDER OPORTUNIDADES 

Al cerrarnos o no estar dispuestos/as a salir de nuestra burbuja autocomplaciente, dejamos pasar cosas buenas que podrían habernos ayudado a crecer, mejorar o alcanzar algo importante. Es como si la vida te estuviera poniendo puertas abiertas delante de ti, pero por terquedad, miedo, orgullo, inseguridad o comodidad, decides no cruzarlas.

Pues que tengas suerte si lo haces así, porque a futuro te espera ese famoso pensamiento de "si hubiera o hubiese hecho/escuchado/dicho/cambiado", mientras estás en el mismo sitio mental y emocional que hace ni sé cuantísimos años.

NOS DESCONECTA DE LAS DEMÁS PERESONAS 

Si estamos cerraditas/os en nuestra postura autocomplaciente sin abrirnos a más posibilidades, al quienes nos rodean les damos a entender que sólo lo tuyo es lo válido y que lo demás importa entre poco o muy poco, aunque a veces ni nos demos cuenta de que lo estamos haciendo. 

Nos asoma esa actitud autocomplaciente que nos minimiza la empatía, nos asoma el inflas de superioridad, poniéndonos distancia con la persona que tenemos en frente y desgraciadamente nos priva de una buena comunicación, y nos añade conflictos y malos entendidos.

Por ejemplo, en una relación de pareja, insistir en demostrar que “yo siempre tengo la razón” puede terminar alejando a la otra persona.

La desconexión en muchas ocasiones se produce en un poco a poco y sin darse cuenta porque estamos tan centrados en lo nuestro que no somos conscientes de que se está produciendo y el impacto que esta actitud autocomplaciente tiene en quien está al lado

Aunque puede haber otros componentes como el miedo a mostrarnos vulnerables y el evitar conectar con las personas puede ser una forma de protegernos emocionalmente, además se puede dar el factor que damos por hecho que las personas a las que queremos y nos quieren estarán ahí y dejamos de esforzarnos. 

Hay muchos factores personales y componentes relacionales que nos llevan a mantener esa autocomplacencia que no beneficia a nadie, tantos como que somos individuales con nuestras mezclas de inteligencias; emocionales, interpersonales o intrapersonales.

Cómo se manifiesta la autocomplacencia en diferentes campos

En lo judicial

  • Manifestación: Sistemas judiciales que consideran que las leyes existentes son suficientes para garantizar justicia, incluso cuando sectores vulnerables no son debidamente protegidos.
  • Ejemplo: Creer que las leyes de igualdad de género ya están completas y no necesitan ajustes, ignorando la falta de aplicación efectiva o las desigualdades reales.
  • Consecuencias: Injusticias que perpetúan desigualdades, especialmente para minorías o grupos en desventaja.

En lo social

  • Manifestación: Sociedades que se sienten satisfechas con pequeños avances en derechos o inclusión, dejando de lado los cambios estructurales necesarios.
  • Ejemplo: Pensar que ya se vive en una sociedad "igualitaria" porque existen discursos o leyes progresistas, aunque persistan desigualdades culturales o económicas.
  • Consecuencias: Invisibilización de problemas sistémicos, como racismo, machismo o pobreza estructural.

En lo relacional (parejas, amistades, relaciones laborales)

  • Manifestación: Creer que se hace "lo suficiente" en una relación y dejar de esforzarse por comprender o atender las necesidades de la otra persona.
  • Ejemplo: Una pareja que cree que con "proveer económicamente" o hacer tareas mínimas ya es suficiente, sin trabajar en el cuidado emocional o la comunicación.
  • Consecuencias: Relaciones que se vuelven desequilibradas, con falta de empatía o conexión real.

En lo familiar

  • Manifestación: Dinámicas donde uno o más miembros se sienten satisfechos con su rol y no reconocen las contribuciones, sacrificios o necesidades de otros.
  • Ejemplo: Padres o madres que creen que por brindar sustento económico no necesitan involucrarse emocionalmente o compartir responsabilidades de cuidado.
  • Consecuencias: Conflictos familiares, resentimientos y desconexión emocional.

¿Cómo salir de la autocomplacencia?

Reflexiona sobre tus acciones: Pregúntate si realmente estás dando lo mejor de ti en cada área de tu vida, no más de lo que puedes, pero tampoco menos.

Escucha con humildad: En lugar de defenderte, trata de entender qué te quieren decir cuando alguien te da una crítica constructiva.

Busca retos: Atrévete a hacer cosas que te saquen de tu zona de confort. Aunque sean pequeñas, esos pasos pueden abrirte nuevos caminos.

Acepta el error como parte del proceso: Reconocer que te equivocas no te hace menos persona, te hace humano/a. Reconocer de verdad y no juzgarte por errores es el primer paso para mejorar.

Cuando creemos que todo lo hacemos bien y no necesitamos aprender más, dejamos de avanzar. Nos quedamos en nuestra zona de confort y evitamos retos que podrían hacernos crecer.

La autocomplacencia puede nublar nuestra capacidad de ver nuestros errores o limitaciones. Nos convencemos de que no hay nada que cambiar, aunque a veces las cosas no estén funcionando tan bien como creemos.

Cuando vivimos en un estado de autocomplacencia, cualquier comentario que cuestione lo que hacemos o cómo somos puede sentirse como un ataque. Esto nos hace rechazar opiniones o sugerencias que podrían ser valiosas.

La falta de autocrítica limita nuestra capacidad de ver todo lo que podríamos lograr si nos esforzáramos un poco más o si tomáramos un camino distinto. Nos conformamos con lo que tenemos, incluso si no nos hace del todo felices.
Si estamos demasiado centrados en nuestra autocomplacencia, podemos dejar de empatizar con quienes nos rodean. Esto puede generar tensiones, porque las personas perciben que no estamos abiertos a cambios o que no valoramos sus aportaciones.

En el corto plazo, la autocomplacencia nos da una sensación de seguridad y comodidad, porque no tenemos que enfrentarnos a la incomodidad de los cambios o de admitir que podríamos mejorar. Sin embargo, a largo plazo, no te quepa duda de que nos limita. Reconocerla y enfrentarnos a ella nos permite crecer, conectar con los demás y aprovechar al máximo nuestro potencial.

Lado positivo de la autocomplacencia

La autocomplacencia, aunque a menudo tiene connotaciones negativas, también puede tener un lado positivo cuando se maneja de manera saludable y equilibrada. En este contexto, la autocomplacencia se convierte en una herramienta para reforzar la autoestima, celebrar logros y generar una sensación de satisfacción personal que puede ser constructiva y motivadora. 
No todo va a ser malo de la autocomplacencia:

Refuerzo de la autoestima

Darnos permiso para sentirnos bien con lo que hemos logrado, sin esperar la validación externa, es un acto de autocuidado. Reconocer nuestros propios esfuerzos, incluso en pequeñas cosas, nos ayuda a construir una imagen positiva de quiénes somos. 
Sentirse satisfecha/o con logros o comportamientos puede ser una fuente de confianza. Cuando logramos algo importante o actuamos de una forma que nos hace sentir bien con nosotras/os mismas/os, nuestra autoestima se fortalece. 
Esta autocomplacencia positiva, nos recuerda que somos capaces, valiosas/os y que podemos enfrentarnos a los desafíos de la vida. Es como un impulso interno que nos dice: "¡Nena/nene, tú vales mucho!". (El empoderamiento)

Aumenta la seguridad personal al permitirnos disfrutar de lo que hacemos bien, y esto nos motiva a seguir creciendo y poder valorar lo que somos y lo que tenemos, con ello nos volvemos más amables, condescendientes y compasivos con nosotras/os y dejamos de juzgarnos (autoexigencia exagerada en la que nada es suficiente). 

El encontrarnos seguros y bien con lo que somos, potencia las buenas relaciones con las personas que nos rodean (trabajo, la familia, la pareja,...). Si yo estoy bien, todo va mejor y se ve con otras perspectivas (por ejemplo ; El estoicismo, el meliorismo).

Reconocimiento de límites 

Significa encontrar el punto justo entre sentirnos satisfechos con nosotros mismos y mantener el deseo de seguir aprendiendo y creciendo. Cuando nos damos espacio para la autocomplacencia sin caer en el exceso, estamos construyendo un marco saludable de autoconfianza y motivación que nos propicia ver nuestros límites reales, valorarlos sin complejos y decidir qué hacer.

Es una forma de aceptar hasta dónde se puede llegar sin obsesionarse con la perfección y con el cómo nos miran o nos ven las demás personas, evitando las comparaciones ya que entendemos que los logros o capacidades de ellas no limitan las nuestras. 

Entendiendo que tenemos límites, entendemos que también tenemos virtudes y por ende, entendemos que el resto de la gente que nos rodea también y dejamos de juzgar. Aprendemos que no se trata de llegar a ser la/el mejor, la/el que mejor lo hace todo, … tan sólo se trata de hacer lo que se puede (libro- Los cuatro acuerdos) y aceptar que las/os demás hacen lo que pueden o quieren.

Es una tranquilidad reconocer que se tienen límites porque te da pie a dejar esa lucha constante por andar demostrando quién eres y el valor que tienes ; en esa aceptación de quienes somos con nuestras virtudes y fortalezas, pero también con nuestras limitaciones, nos damos permiso al error y a poder reconocerlo sin que nos sintamos castigadas/os por dentro o en tela de juicio para las demás personas.

La paz personal la conseguiremos a través de ese equilibrio saludable entre el aprendizaje porque sabemos que tenemos límites, la acción para superarlos y el descanso de saber que no somos personas perfectas que tengan que hacer todo perfecto y por lo tanto, podemos delegar a las personas de al lado que sí tengas esas competencias. 

Relaciones más saludables

Cuando tenemos una autocomplacencia positiva (valoración sana de nosotros/as mismos/as), las relaciones con las personas que nos rodean tienden a ser más equilibradas y satisfactorias, nos permite reconocer nuestro propio valor, así como el de las demás, estableciendo un terreno de igualdad y respeto mutuo. 

Es que sin el respeto y sin la igualdad, toda relación se construye en un caldo de cultivo de conflictos, pero si no tenemos que demostrar nada ni nos ofendemos por nada porque la autocomplacencia positiva nos hace estar seguras de nosotras mismas, la desavenencias, las opiniones diferentes o los limites que pongamos y nos pongan, dejan de verse como conflicto.

Cuando te aceptas tal como eres y reconoces tu valor, es menos probable que toleres dinámicas tóxicas o dependas excesivamente de las/os demás para sentirte completa/o. Al estar tan unida con la autoestima, fomenta unas relaciones empáticas porque al entendernos a nosotras mismas, entendemos por lo que pueden estar pasando quienes nos rodean sin esa necesidad de imponer nuestros criterios o nuestras expectativas.

Por contra, también nos ayuda a poner límites sanos, con una comunicación abierta y asertiva, algo esencial para poder tener unas buenas relaciones en las que no existan dinámicas de poder desequilibradas porque no hacen falta. No sólo hay que hablar de lo que nos parece bien, también hablar de lo que no nos gusta de manera respetuosa es síntoma de una autoestima y una autocomplacencia sana.

En definitiva, la autocomplacencia positiva significa valorarte mientras sigues creciendo desde la humildad de saber todo lo que eres y aportas, y sin caer en la falsa prepotencia en la que vanagloriarse haciendo de menos a las personas que te rodean. Es una forma de honrar nuestro esfuerzo y celebrar los pequeños y grandes pasos que damos en la vida, cultivando una visión más amable y positiva de quiénes somos.


La autocomplacencia ¡qué bonita cuando es positiva!, pero se convierte en un problema cuando impide el cambio, la empatía o el progreso. En este mundo tan complejo que nos sumerge en la competitividad, la comparativa, la exigencia a ser lo mejor o no ser vulnerables, mantener un equilibrio entre el reconocimiento de logros y la voluntad de tener una mente abierta para aceptar otras formas de hacer y de entender la vida para seguir avanzando, es una de las claves para ser felices.

lunes, 11 de noviembre de 2024

La autocomplacencia con la igualdad de género


Parece mentira que haya que explicarlo todo porque no se quiere ver, y más a gente en principio culta, con saber estar, con compromiso con la igualdad y el feminismo; parece mentira pero es así hoy en día que ser igualitario en un 45% o en un aprobado justito, queda como muletilla para sentirse  gente comprometida. Sí, estoy hablando de los hombres (también hay mujeres) que practican la autocomplacencia con la igualdad de género.

Algunas y sobre todo algunos estarán diciendo ¿Lo "cualo"? Repito, la autocomplacencia con la igualdad de género, que hace parecido daño a no reconocer que la mujer y otro tipo de hombres diferentes al rol establecido por el patriarcado, necesitan que sigamos dando pasos y descubriendo la desigualdad en la convivencia social del a diario, la cotidiana, esa en la que no se puede bajar la guardia porque sino, se le da la sujeción al entramado en el que se asienta el machismo y la violencia de género.

Si queréis leer sobre la autocomplacencia en todos los campos de la vida, ir a la entrada La autocomplacencia, igual os ayuda a entender mejor lo que cuento en esta.

Sé que desde la más tierna infancia nos aleccionan, lo sé, pero estamos en una etapa en la que en este país tenemos acceso a la información casi todas las personas y poder así desaprender las normas sociales, familiares y relacionales que no son igualitarias.

Nos tapan los ojos para que no veamos, llegamos a mayores y, …. ¿seguimos sin querer ver por voluntad propia? Mira, me pongo de mala leche, porque es totalmente injusto que hombres y mujeres con la capacidad de saber más sobre igualdad, no quieran saberlo y se conformen con aprobar con ese 5 raspado, si es que aprueban y que se crean que han sacado matrícula de honor, o en el mejor de los casos, que quedan muy bien diciendo que saben que no son totalmente feministas pero que han avanzado mucho más que las generaciones precedentes y que están en un notable alto. 

Muchos hombres y algunas mujeres están en cargos de poder, con una influencia muy alta sobre asuntos legales, laborales, en educación, salud, política, …, figuras públicas que promueven la igualdad pero que, en su vida personal o en acciones concretas, perpetúan dinámicas patriarcales.

Por poner ejemplos, personas de la política o líderes que impulsan leyes o iniciativas relacionadas con igualdad de género pero no las aplican con profundidad o las limitan a aspectos superficiales, mientras perpetúan dinámicas patriarcales en su entorno personal o profesional. Es evidente que aquí podemos poner el ejemplo de última hora hoy, Iñigo Errejón (político español)

También están esas figura públicas que se autodenominan aliadas del feminismo pero son pilladas en comentarios, actitudes o acciones que contradicen sus discursos en pro de la igualdad. Aquí pueden encajar artistas, escritoras o intelectuales que publican obras en favor de la igualdad pero cuyas conductas personales, como en relaciones de pareja o con colegas, no reflejan los valores que promueven.

No nos olvidemos que la autocomplacencia no se limita a figuras famosas o públicas, es un comportamiento socialmente aprendido y extendido, es ese manchón de petróleo en el mar que solo con los años y el trabajo voluntario de mujeres y hombres se puede limpiar. Pero claro, si parte de ese voluntariado a ido a hacer bulto y currar lo menos posible, pues difícil lo tenemos y eso me enfada. Me enfadan las actitudes de que pudiendo hacer algo más por un bien común, no se haga, me enfada que las personas nos quedemos aparcadas en un "fíjate cómo está el mundo de mal".

Venga, voy a por mi frase favorita cuando estoy enfadada:  "Mierda en un bote grande".

Cada persona su granito de arena en lo que pueda, no en lo que no pueda. Con tener las mentes abiertas para adquirir más información, llegamos a ella, ¿Qué ocurre?, que no conviene, no conviene saber más porque como son una buena persona, si saben algo más, tienen que hacer algo y no quieren porque pierden privilegios, pierden poder.

Si os vais a la entrada de Socialización jerárquica en igualdad de género, le pondréis contexto a esto de la autocomplacencia, no obstante, os voy a desarrollar este temita tan incómodo para estas personas que la practican y que no lo quieren ver.

La autocomplacencia en el tema de la igualdad de género se refiere a la idea de que, aunque muchos hombres consideran que apoyan la igualdad entre géneros, se quedan en una zona de confort que no implica cambios reales. Creen que ya hacen "suficiente" porque cumplen con ciertos valores o acciones que consideran justos, pero en realidad esto no suele ir acompañado de una autoevaluación sincera ni de un esfuerzo por cambiar conductas o actitudes en las que son protagonistas y que reflejan desequilibrios de poder y falta de equidad y de igualdad. 

Esta actitud puede llevar a una sensación de satisfacción personal sin que realmente haya avances en la igualdad de género; es otro motivo más por lo que el machismo y la desigualdad de género persiste en nuestra sociedad, por eso es motivo de enfado, aunque hayan dado en pro de la igualdad, pararse creyendo que ya está todo hecho por su parte es al menos negligencia.

“Reafirman su autocomplacencia” 

Menudo peligro tiene esto de la autocomplacencia, con el permiso, me voy a referir a la autocomplacencia masculina porque, si sin tenerla le costaba al hombre reconocer actitudes machistas, con esta herramienta se convierte encima en alguien que no sé si consciente o inconscientemente toma el pelo a las mujeres y a otros hombres (Las otras masculinidades)  que trabajan y se trabajan por una igualdad de género real.

Hacen guiños a la igualdad que les permiten sentirse “buenos” o “progresistas” o "feministas" o "igualitarios", sin cuestionar profundamente sus propios privilegios ni hacer cambios significativos en su manera de ver el mundo o relacionarse. Tan sencillo como que mantienen las dinámicas de poder desequilibradas que les permiten seguir con sus privilegios como hombres.

Hablo de un postureo en una época en la que muchas personas rechazamos las formas evidentes de desigualdad y, a menudo, inconscientemente, los hombres se sienten satisfechos con pequeños gestos de apoyo hacia la igualdad de género, asumiendo que con ellos están haciendo suficiente.  Hoy en día no hay disculpa para la inconsciencia en tema de igualdad porque hay mecanismos amplios para poder informarse; se puede disculpar que tengamos un repertorio de actitudes machistas no reconocibles, pero si alguien te evidencia esas actitudes a modificar y no lo haces, eso sí es responsabilidad de la persona que sigue colaborando en que la desigualdad permanezca.

Por eso es que persisten actitudes y hábitos que siguen favoreciendo a los hombres en ámbitos como las relaciones, el hogar, y el trabajo. La actitud de autocomplacencia, implica que se considera que lo que ya se está haciendo es adecuado, sin que exista una revisión crítica y profunda de las acciones y actitudes cotidianas.

Osea, que ven que la violencia contra las mujeres en cabeza ajena, pero no la ven en la propia ¿Quién dijo lo de la ver la paja en ojo ajeno? ¡Es que seguimos prácticamente igual que hace 2000 años! 

Sigo un poco, porque esto tiene tanta miga que no lo puedo dejar colgado, por eso voy a indagar en el andar por casa, en esas relaciones del día a día que muchos hombres no quieren ver. Esas situaciones que a ellos les favorecen y que muchas mujeres no identificamos tampoco y así nos mete el machismo y el patriarcado un gol por la escuadra que no hemos visto venir.

¿Os habéis visto alguna vez preguntándoos "pero como he llegado aquí"? Yo sí. 

Este vídeo lo tengo en otra entrada colgado, pero es que viene al pelo con este último comentario que me ha salido. "La feminista blandengue".

¿Cómo se ve esta autocomplacencia en el día a día?

Muchos hombres creen que son aliados de la igualdad simplemente porque tienen una postura general de respeto hacia las mujeres, porque no ejercen una discriminación directa o porque apoyan la presencia de mujeres en diferentes espacios. Sin embargo, es común que no evalúen las dinámicas de poder, no cuestionen sus propios privilegios o no se involucren activamente en transformar aspectos de la sociedad y de sus propias relaciones que aún reflejan la desigualdad. En algunos casos, esta autocomplacencia aparece en:

  • Esta actitud de autocomplacencia es un terreno fértil para el crecimiento de dinámicas violentas o desequilibradas, pues el supuesto “esfuerzo” que se ha hecho ya se considera suficiente, y cualquier sugerencia de cambio o revisión se ve como exagerada o innecesaria. Es común que en esta postura aparezca el rechazo a asumir responsabilidad por actitudes o patrones de comportamiento que afectan a la pareja o a las mujeres en general. Esto mantiene a las personas en una zona de confort, evitando el aprendizaje profundo y el cuestionamiento personal sobre el trato y la dinámica que sostienen en la relación.
  • Creer que no hay más por hacer porque ya no se tienen actitudes abiertamente machistas. A veces piensan que, como “no hacen daño”, "no son violentos", identifican algunos micromachismos, …, no hay un problema. en ellos en cuestión de igualdad.
  • Minimizar experiencias y dificultades de género que viven las mujeres y otras identidades. Esto se da cuando ven ciertos problemas como “exageraciones” o creen que hablar de temas de igualdad no les concierne porque hoy en día ya "se está exagerando el tema".
  • Evitar el cambio personal y ver el problema solo como algo externo que no les afecta, en lugar de algo en lo que cada persona puede contribuir activamente, comenzando por uno mismo.

¿Cómo se manifiesta la autocomplacencia en temas de igualdad?

Pequeños gestos como símbolo de igualdad o concesiones y renuncias

Se refiere a pequeñas acciones, como participar en conversaciones de igualdad, apoyar algunas causas feministas, compartir responsabilidades, utilización del lenguaje no sexista, identificación de las distintas violencias machistas o micromachismos, posicionamiento social o incluso político feminista (caso Ïñigo Errejón), etc., que pueden parecer avances en términos de igualdad y de consideración hacia la mujer, pero en realidad, suponen una excusa para no seguir ahondando en sus comportamientos y pasar por esto de la igualdad en un aprobado justito o incluso un suspenso enmascarado. 

Muchos hombres creen que compartir ciertas tareas en el hogar, atender cuidados familiares o hacer declaraciones públicas a favor de la igualdad de género son acciones que les convierten automáticamente en aliados. Si bien estas acciones son positivas, también son solo el comienzo de lo que una verdadera igualdad significa. 
La autocomplacencia surge cuando esos pequeños actos se perciben como logros completos y suficientes y dejan de mover ficha.

Algunos hombres pueden ver estos pequeños actos como si fueran grandes contribuciones a la igualdad de género. Esta autoevaluación exagerada de sus logros les permite pensar que están haciendo lo suficiente, aunque el cambio real y significativo hacia la igualdad pueda requerir mucho más compromiso. 

En lugar de ser un apoyo sincero (consciente o inconscientemente), estas concesiones se convierten en gestos superficiales que les permiten reafirmar su propio valor y logros, sin implicarse en un cambio profundo y real.

Expectativa de reconocimiento: A menudo, los hombres esperan ser reconocidos y elogiados por sus gestos hacia la igualdad, como si estuvieran haciendo un favor en lugar de cumplir con un compromiso justo. Esto puede traducirse en comentarios como "yo ayudo en casa" o "yo soy de los que apoyan la igualdad". Cuando estos gestos buscan una aprobación externa o se consideran logros, en lugar de cambios necesarios para una relación equitativa, se refuerza la idea de que la igualdad es una concesión y no una responsabilidad compartida.

Falta de autocrítica: La autocomplacencia puede hacer que los hombres no examinen a fondo sus propios comportamientos y privilegios. Al sentir que ya están haciendo “lo suficiente” para ser igualitarios, pueden evitar cuestionar prácticas y actitudes más profundas que mantienen desequilibrios de poder, tanto en el hogar como en el trabajo. Esto incluye no reconocer patrones de comportamiento que favorecen sus intereses o limitan el desarrollo pleno de sus parejas.

Comparación con otros hombres: Un factor que contribuye a la autocomplacencia es la tendencia a compararse con otros hombres menos comprometidos con la igualdad. Esto es como la famosa frase de "en el país de los ciegos, el tuerto es el rey", ... pero la realidad es que ve sólo con un ojo. En esto de la igualdad hay que mirar con dos ojos porque si no, la desigualdad se cuela.

Así que esta comparativa beneficiosa para ellos, les lleva a pensar que, al hacer más que el promedio, ya están cumpliendo con los estándares de una relación justa y respetuosa. Sin embargo, la igualdad no debería medirse en relación con lo que otros hacen, sino en función de un compromiso constante con la equidad y el respeto.

Resistencia al cambio profundo: La autocomplacencia también se manifiesta en la falta de disposición para cambiar actitudes y comportamientos de manera profunda. Por ejemplo, participar en conversaciones sobre igualdad sin aceptar realmente la necesidad de compartir de manera equitativa la toma de decisiones, las tareas del hogar, o el tiempo para el desarrollo personal. Esta resistencia puede ser sutil, pero limita el avance hacia una igualdad real y sostenible.

Los hombres pueden hacer ciertos gestos o sacrificios que parecen apoyar la igualdad de género, pero que en el fondo son más una manera de sentirse bien consigo mismos o de verse como “aliados” del feminismo y de la mujer. 

Consecuencias de esta autocomplacencia

La autocomplacencia puede tener varias consecuencias para las relaciones, tanto en la vida de pareja como en el ámbito laboral o familiar y son similares a las  que produce la desigualdad de género, dinámicas de poder y la Socialización jerárquica en igualdad de género

Falsa sensación de progreso: Cuando los hombres sienten que ya están haciendo lo suficiente, las relaciones pueden quedarse estancadas en patrones de desigualdad, ya que no hay un impulso real para un cambio profundo. Esto puede hacer que las relaciones parezcan igualitarias en apariencia, pero en la práctica, persistan desigualdades significativas.

Frena el avance real de la igualdad. Cuando una persona cree que ya está haciendo lo suficiente, disminuye el compromiso y no ve necesidad de cuestionar y revisar actitudes, ni se plantea mejorar los espacios para que sean más justos.

Mantiene dinámicas de poder invisibles. Aunque muchas veces no es intencional, la autocomplacencia evita que se reconozcan dinámicas de poder que afectan a mujeres y otras identidades. Al no cuestionarlas ni querer transformarlas, se refuerzan, aunque no haya una intención directa de hacerlo.

Dificulta la empatía y el diálogo. La actitud de autocomplacencia puede hacer que ciertos problemas o vivencias que mujeres u otras identidades de género mencionan parezcan “irrelevantes” o “incomprensibles”, lo que limita el diálogo y la empatía.

Desgasta las relaciones. En relaciones personales o de pareja, esta postura lleva a que haya menos comprensión de las necesidades de la mujer, sobre todo si  necesita un cambio de dinámica para sentirse respetada o igual. La autocomplacencia a menudo lleva a ignorar estas necesidades.

La autocomplacencia lleva a minimizar las experiencias de la pareja, a corregirla, ignorarla o invalidarla en sus emociones. Esto se convierte en una forma más sutil de violencia de género, pues perpetúa una jerarquía de “quien sabe mejor”, reafirmando un papel de autoridad o superioridad que, en el fondo, alimenta una desigualdad de poder en la relación.

Frustración en la pareja: Las mujeres en estas relaciones pueden experimentar frustración, ya que aunque existan algunos cambios, si no son en profundidad,  genera un desgaste emocional y una sensación de que sus propias necesidades y aspiraciones no se valoran de igual manera, minando su autoestima y su propia credibilidad.

Desequilibrio en el desarrollo personal: Los hombres pueden tener más tiempo y energía para su desarrollo personal y profesional. Dentro de una desigualdad estructural ellos avanzan en sus carreras, proyectos u ocio, mientras que las mujeres están más relegadas a un segundo plano a la hora de cubrir sus necesidades vitales, limitándose así su propio desarrollo.

Superar la autocomplacencia: hacia una igualdad activa y real

Para avanzar hacia una verdadera igualdad, es importante que los hombres no se conformen con pequeños gestos, sino que asuman la igualdad como un compromiso activo y continuo. 

Algunos cambios pueden incluir:

Autoevaluación constante: En lugar de asumir que pequeños gestos son suficientes, es fundamental revisar continuamente el propio comportamiento y preguntarse si se está contribuyendo de manera justa en todas las áreas de la vida compartida.
Participación equitativa en todas las áreas: Esto significa compartir de manera equitativa no solo las tareas físicas, sino también la carga emocional y organizativa del hogar y la relación. De esta forma, se elimina el desequilibrio en el esfuerzo y se reconocen todas las contribuciones.
Escuchar y aprender: La autocomplacencia puede superarse cuando los hombres realmente escuchan las experiencias y necesidades de sus parejas y se comprometen a hacer cambios significativos, sin expectativas de reconocimiento. La igualdad se construye cuando se actúa desde el respeto y la empatía, y no desde el deseo de recibir elogios.
Compromiso con el cambio estructural: La igualdad no solo implica hacer cambios individuales, sino también cuestionar y rechazar prácticas y actitudes que perpetúan la desigualdad en el ámbito laboral, familiar y social. 
Involucrarse en estos cambios contribuye a una igualdad que va más allá de lo personal y tiene un impacto positivo en la sociedad.
Reflexionar y cuestionarse. Superar la autocomplacencia implica que cada uno pueda revisar con sinceridad sus actitudes y preguntarse en qué áreas puede ser más justo y apoyar mejor la igualdad. ¿Hay patrones que sostengo y no me doy cuenta?
Escuchar sin invalidar. La clave está en escuchar de verdad y sin juzgar las experiencias de otras personas, especialmente cuando hablan de temas de desigualdad o de actitudes que les afectan.
Participar activamente. Esto no implica solo tener una actitud de respeto, sino contribuir activamente a que haya cambios en el entorno cercano (hogar, trabajo, amistades), apoyando oportunidades iguales para todos y todas.
Adaptarse a nuevos aprendizajes. La igualdad de género no es una meta que se alcanza y se deja, sino que evoluciona conforme todos aprendemos más. Implica abrirse a seguir aprendiendo y cambiando, adaptándose a nuevas maneras de pensar y relacionarse.

En conclusión, la autocomplacencia en temas de igualdad es un obstáculo para el cambio real y profundo en las relaciones de género. Para superarla, es necesario que los hombres adopten una actitud de autocrítica, reconozcan los beneficios de una relación equitativa, y asuman una responsabilidad compartida. 

Superar la autocomplacencia con la igualdad de género requiere pasar de una actitud pasiva a una activa. No es suficiente con tener “buenas intenciones”. hace falta una acción continua y sincera, que parte de la autoevaluación y se extiende hacia los demás. Para cambiar esta situación, es clave reconocer las áreas donde aún existen desigualdades, cuestionarse constantemente y fomentar una comunicación abierta y empática. La autocrítica, la voluntad de entender la perspectiva de las mujeres y de revisar conductas propias son fundamentales para reducir esta complacencia y evitar que derive en comportamientos dañinos.