Pensamientos, palabras, obras y omisiones

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Pensamientos, palabras, obras y omisiones, … tal cual es la vida.
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martes, 12 de enero de 2021

Cambia, todo cambia

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Cambia, todo cambia y seguirá cambiando; donde antes eras una niña desenfadada, ahora apareces en tu forma de adulta.

Miras por la ventana otras vistas, otras; de la ventana para fuera y de la misma para dentro, ... ya estás en otro hogar diferente al de cuando eras niña y no huele a casa llena de hijos y tortilla de patata para todos ellos.

Mientras miro por mi ventana para dentro, veo a esa niña que pisaba charcos, que no quería llevar paraguas, que guardaba los libros dentro del impermeable para que no se le mojaran y bajaba corriendo del cole a su casa, mientras un niño vecino lloraba al verla mojarse: ¡Mamá, mamá, Eloisa está mojándose y se va a poner malita!

Niña que jugaba a saltar los charcos con las katiuskas, a mojarse el pelo; niña a la que su madre aguardaba con la toalla, para reñirla y secarla al mismo tiempo, mientras por dentro sonreía ante la felicidad de un ser perfecto en su contento.

Ahora seco yo a mi madre cuando la llevo a Umbe a humedecer sus pies, sus manos y su cara; la sonrío ante su mirada de agradecimiento y bondad de anciana. Ahora me sigue diciendo que lleve paraguas para no mojarme el pelo y me recuerda aquel niño que yo nunca supe que lloraba por mí.

Lo que son las cosas, guardo mi móvil en el bolso para que no se moje en vez de mis libros de niña y aunque sigo sin llevar paraguas en muchas ocasiones, ya no piso charcos cuando vuelvo del trabajo sin importar mojarme.

Ahora el otoño llega tarde; ya casi no hay tiempo para mirar por la ventana caer las hojas, soplar el viento y ver llegar el otoño para luego dar paso al invierno. Siendo sinceros, ¡me encantan los otoños de mis recuerdos! Por eso en ocasiones, cojo las botas de mi hijo y cuando paseo a mi perra me meto en los charcos y entonces es cuando cambia, todo cambia y sonrío en silencio con la niña que me queda dentro.

Nota* este escrito lo he rescatado del año 2011 y que al leerlo me ha llevado a recordar a mi amatxu, mi niñez y sus momentos. 

viernes, 30 de octubre de 2020

Ingratitud filial


Ingratitud filial
, un concepto complicado de entenderse y mucho más de asimilarse, ya que a un progenitor le cuesta mucho aceptar que tiene unos "filios" ingratos/as; la disculpa suele estar presente por aquello de que son hijos/as y hay que disculpar, entender, aceptar y tolerar lo que venga de ellos/as tanto de pequeños/as como de mayores. 
No hay que obviar tampoco ese puntito vergüenza social adquirida, porque parece que si se tiene un/a descendiente que no responde a las expectativas, los responsables primeros son los progenitores. Ya sabemos esto de que los/as padres/madres tienen la culpa de todo lo concerniente a las/os hijos.

Es curioso que cuando he ido a leer sobre este concepto, no encuentro casi información, tan solo historias judiciales y  luego en historias antiguas, como la alusión a la ingratitud filial en un libro de Shakespeare sobre el rey Lear  "La verdadera historia del rey Lear y de sus tres hijas", un drama de cinco actos en verso y prosa basado en obras de otros autores anteriores.
En esta tragedia figuran paralelamente dos historias en las cuales la ingratitud filial, la falta de bondad, la traición y la ruindad humana quedan reflejadas. Ya sabéis como era este escritor y dramaturgo; un fenómeno en pasiones y dramas.

En otro cuanto de los Hermanos Grimm (tiene varios títulos: El viejo y su nieto, El abuelo y el nieto, El plato de madera, El tazón de madera), un hijo (en versiones una hija) no trata como se merece a su padre y es el nieto pequeño el que da la lección de vida para que el ingrato descendiente se de cuenta de su error y cambie de actitud (no cuento más para no hacer spoiler).

En mi opinión, una cosa es hablar de que cuando unos hijos/as llegan a la adolescencia se olvidan o reniegan de sus progenitores por esa necesidad de crear su propio mundo y experimentar por sí mismos; les sienten como un obstáculo, como esos pesados que les impiden vivir. Nada les parece bien, son críticos, ausentes, distantes, hablan con falta de amabilidad, se enfrentan como no lo habían hecho antes, malhumorados, cambiantes, impertinentes, etc.
No ocurre siempre, pero muchas veces esas actitudes iniciadas en la adolescencia se prolongan a la madurez y entonces ya es complicado de entender. Una cosa es hablar de adolescencia y otra cosa es hablar de la ingratitud filial o del menosprecio o de la ignorancia permanente y dolorosa para los progenitores, incluso en muchos casos es hablar de violencia filial.

En los casos de violencia es muy complicado tomar la decisión que hay que tomar ; denunciar y alejarse del foco de violencia. En el resto de las relaciones paterno/materno filiales, hay que intentar ver la situación con perspectiva, no dramatizar y ser realistas de lo que está ocurriendo para poder tomar soluciones de una manera empática y asertiva; entender a las hijas/hijos sin dejar de desatender a la persona que somos.

Se nos ha dicho que la familia es lo primero y que sus integrantes siempre van a ofrecer apoyo, compañía, ayuda, amor,... esto no siempre es así en todas las familias.

Tanto por control como por permisibilidad, podemos ver relaciones complicadas entre hijas/os y progenitores, y en muchos casos cuando los hijos van creciendo, tóxicas. Tenemos casos extremos que evidencian esta actitud tóxica y de ingratitud filial, como por ejemplo uno que he encontrado de un hijo que habiendo heredado en vida la casa que el padre compró, con un compromiso verbal de que este podría vivir en ella hasta su muerte, decide echar de la casa a su padre una vez la tiene a su nombre (donación paterna e ingratitud filial) …tremenda historia y tremenda vivencia para un padre.

Seguro que hay más casos de extrema ingratitud filial que nos encogerían el corazón (todas esas historias de malos tratos físicos o psíquicos a los padres), pero seguro que sin llegar a ellos, hay situaciones duras y complicadas (emocionalmente y económicamente hablando) de gestionar por parte de los padres/madres, porque cuando se produce una ausencia de las hijas/os, nadie ha enseñado a lidiar con esa ausencia injustificada, la desidia hacia la persona o el desprecio hacia el compartir las vidas una vez que se ha producido la independencia del hogar familiar (el síndrome del nido vacío es otro tema que en este artículo no voy a tocar).

Las relaciones paterno filiales son muchas y diversas, tantas que, son distintas incluso dentro del mismo seno familiar donde hay más de un hijo/a y no te digo nada donde hay familias numerosas y los primeras hermanas/os difieren en unos cuantos años con las últimas/os... Yo procedo de una familia numerosa y por experiencia personal en ello, sé que cada una/o vivimos a nuestros progenitores de una manera muy diferente por varias razones, entre algunas: época personal del padre o de la madre,  nuestro carácter y sensibilidad antes las mismas situaciones, generación a la que pertenecemos unas/os y otras/os, situaciones económicas de cada momento, …

Si que es cierto que hasta que una/o no tiene hijas/os, no se valora realmente que unas/os madres/padres han estado haciendo un gran esfuerzo vital, además de que creo que tampoco valoramos ni respetamos, ni queremos entender actitudes de nuestros/as padres/madres que no nos han gustado y mucho menos empatizamos con su momento personal vital del momento. Para los adolescentes, jóvenes o adultas/os, a los progenitores nunca les pasa nada que excuse actitudes de vida; entender, aceptar y perdonar que los progenitores se pueden equivocar (y muchas veces), parece que no es fácil.

Es evidente que este artículo sobre la ingratitud filial no va a reflejar todos los casos que existen y que muchos lectores no se van a ver reflejados en las emociones que puedo expresar en él, porque hay casos de vivencias tan distintas y algunas tan extremas de vivir por parte de los/as hijos/as, que la ausencia se hace necesaria, que la ignorancia hacia los progenitores se hace imprescindible y que lo que de fuera nos puede parecer ingratitud filial en realidad es supervivencia personal.
Me refiero a casos extremos de maltrato físico y psíquico, agresiones sexuales, ausencia de afecto, dejación de responsabilidad paterno/materna cuando aún los/as hijos/as no se pueden valer por sí mismos, manipulación, chantajes emocionales, … 

Pero también existe una ingratitud filial de "andar por casa", esa que llegados a cierta edad se identifica en mayor o menor grado y que muchas veces se disculpa porque nos han educado en que eso es lo que tienen que hacer unos buenos progenitores... disculpar, tolerar y estar aunque cueste la tranquilidad personal y emocional o el bienestar físico o económico. 
Estar para cuando una hija/o quiera;  aún cuando los hijos sean ya mayores. Ya sabemos todos que "eres madre/padre para siempre" y que no se deja de ser madre/padre nunca.

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También pienso que superar la ingratitud filial entra dentro del desarrollo personal de cada uno; aprender a agradecer lo bueno recibido y no poner el énfasis en sólo lo que hemos vivido como malo, es un grado de madurez personal que no todo el mundo adquiere. 
Yo personalmente he de decir que tuve mis años de ingratitud filial en mi adolescencia por no entender actitudes paterno/maternas; actitudes que con los años aprendí a entender (no digo compartir, pero si entender y aceptar) para liberar carga y a aceptar en tranquilidad (que no en resignación). 
Aceptar que mis progenitores no supieron hacerlo de otra manera y que contribuyeron en mi vida todo lo bien que pudieron y supieron hacerlo. Incluso he llegado a valorar que aquellas situaciones complicadas que en un momento dado me parecieron difíciles vivencias, me han formado en la persona que soy en estos momentos. 

Es más fácil culpabilizar a alguien que responsabilizarse de lo que uno es: hayas vivido lo que hayas vivido, ser feliz es una responsabilidad personal y no sólo una consecuencia de situaciones vividas.
 
Los padres/madres nunca lo hacemos todo lo bien que esperan las/os hijas/os, pero estas/os no tienen siempre la razón; equivocarse en la paternidad/maternidad entra dentro de lo previsible y es lo que ocurre: sí, nos equivocamos reiteradamente a lo largo de nuestra vida, tengamos descendientes o no. 
Si no ejerces de padre/madre, está claro que no corres riesgo de hacerlo mal, pero si ejerces, corres el riesgo y en algunos casos dentro del riesgo de aventurarse a ser madre/padre, entra la ingratitud filial.

Esto ha ocurrido desde siempre y también ocurre que en estos tiempos de rupturas de parejas, en situaciones en las que los progenitores que se quedan con la guardia y custodia de los hijos/as y les educan durante la infancia y adolescencia prácticamente en solitario y muchas veces en circunstancias complicadas. La otra parte sale ganando de todas todas porque la educación no ha recaído sobre ella; educar y poner límites es algo que no suele gustar mucho recibir cuando se es niña/o y mucho menos cuando se es adolescente, que es la etapa de romper con los límites y normas.
Alguien ejerce de poli malo si hay un poli bueno que permite y consiente, alguien pasa por malos momentos personales si la economía es insuficiente porque la otra parte no colabora en su deber económico, alguien se tiene que hacer cargo de que los/as hijos/as estén cuidados y con las necesidades vitales cubiertas, alguien tiene que educarles si la otra parte está ausente, ... Todo eso pasa una factura emocional que no siempre permite a un progenitor hacer las cosas todo lo bien que se podría con sus hijas/os. A mi me parece injusto justificar la ingratitud filial con el posicionamiento de que los/las padres/madres son los primeros y únicos responsables.

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Mi generación y alguna más, proviene de unos padres/madres salidos/as de una guerra y posguerra, a su vez con una infancia complicada llena de restricciones, con una dictadura a sus espaldas que encerraba y apagaba muchas formas diferentes de vivir en libertad. 

Procedemos de almas más o menos adiestradas y entorpecidas por creencias, costumbres y miedos, donde ser uno/a mismo/a era bastante más difícil que hoy en día,... y esto no es una excusa para justificar actitudes deleznables, es una realidad para aceptar vivencias que quizás se quedaron escasas en cuanto a expresión del amor, aceptación de libertades personales y en lo que hoy en día sería ser escasas en protecciones paterno/maternas. Por ejemplo, se empezaba a trabajar siendo un/a niño/a y se dejaban los estudios; hoy en día son obligatorios por derecho. 
Época de familias numerosas casi interminables, donde los/as mayores cuidaban de los/as pequeños/as y cuando estos se hacían mayores cuidaban de los siguientes y los/as primeros/as se ponían a trabajar para ayudar en la economía familiar; y todo esto en un intervalo de edad de entre los 5 años y los 12 o 14 años. Se iba a clase solo con muy corta edad, si daba un tortazo un profe, en casa caía otro porque "algo habrás hecho", se comía lo que se podía, se tenían carencias, ... era otra época.

Intensas vidas de esfuerzo, de compartir casas masificadas y muchas veces de hambre o más suave dicho, de ganas de comer, donde heredar los zapatos, libros y la ropa de los hermanos mayores era lo normal. Esas cosas las han vivido nuestros antecesores y algunos/as de nosotros también en algún momento de nuestra crianza.

En mi caso, yo en mis años de ingratitud filial no entendí de dónde procedían mis progenitores, no entendí que hicieron lo que pudieron con respecto a lo que eran, pensaban y les habían enseñado. 
No entendí y en mi no entender la mayor perjudicada era yo, aparte de mi padre y madre. 

Cuando entendí más cosas de la vida, más cosas de mi vida, más cosas de la vida de ellos, la ingratitud filial desapareció y la tranquilidad personal empezó a crecer. 

Tengo que dar las gracias de haber sabido entender hace tiempo, tanto que he tenido margen  para vivir muchos años de vida de mis padres en la gratitud filial y este hecho me permitió vivir hacia ellos con amor y más sus últimos años. Es curioso como cambian los conceptos; de sentir que ellos se habían quedado escasos conmigo a sentir que yo me he quedado escasa con ellos.

Este entendimiento y gratitud filial me han hecho entenderme en mi faceta materna, me han hecho perdonarme mis escaseces de cualquier tipo que haya podido haber para con mis hijos y me han hecho reconciliarme con la madre que soy, que siempre ha estado en la creencia de que podía haberlo hecho mejor. Procedo de esta educación de hacer siempre lo mejor que se puedas y si no puedes también; una educación en la continua culpabilidad de haber errado y de que eso es "pecado" o malo.

Cuantas veces me descubro en momentos en los que me acuerdo de algo de mi padre o de mi madre e interiormente sonrío y les doy las gracias porque esa vivencia me enriqueció, porque hay muchas vivencias maravillosas que las vivimos como normalizadas y que dejamos de apreciar por creerlas que están dentro de los mínimos que se deben vivir y son tesoros que no vuelven más que en el recuerdo. Momentos tesoro escondidos por otras vivencias a las que damos mayor importancia, generalmente las que consideramos malas. 
"Vivencias tesoro" hay muchas en una relación  paterno/materno filial; a mí buscar el tesoro y encontrarlo me trajo tranquilidad personal y felicidad.

Y ahora voy a empezar como las abuelas de antaño, diciendo que todo ha cambiado, que los márgenes en los que se mueve la juventud son diferentes. 
Las barreras del respeto, del agradecimiento, del reconocimiento por el esfuerzo de los padres/madres están en otros límites diferentes. Lo que antes sería extraordinario y moriríamos por poder vivir, hoy en día creen que es lo que tiene que ser. 
Las/os niñas/os,  preadolescentes, adolescentes y postadolescente están en la creencia que su vida les pertenece (que es cierto) y que pueden hacer lo que quieran al margen de a quien repercuta y qué consecuencias tenga para ellos y para los demás (cosa que no es ni cierta ni aceptable). 

En muchos el agradecimiento filial y no filial brilla por su ausencia y el respeto también. Menos mal que hay otros muchos que, salvando las diferencias generacionales, se comportan como bellísimas personas con sus padres/madres.

La falta de respeto es más acentuada quizás porque se ha perdido el miedo a la figura del progenitor como autoridad de la casa. Está claro que entre en miedo y la falta de respeto hay un término medio y creo que se nos está escapando de las manos en unas generaciones con un espléndido potencial para hacer de este mundo algo más acogedor y amable.

La ingratitud filial llega a unos términos que a muchos pilla en pañales y les saca de su confort personal para hacerles pensar cómo gestionar un montón de emociones contradictorias que se mezclan; lidiando con las creencias aprendidas y con las nuevas formas de ver la vida.

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Hoy en día ya no se sabe qué pensar; si es una pre, una adolescencia y una post de los nuevos tiempos o es algún tipo de patología (Trastorno Oposicionista Desafiante, TDAH, Síndrome del Emperador, trastornos de ansiedad, ludopatías, drogodependencias, …)  o que uno/a es un torpe o ha sido un torpe con sus "filios" y no sabe nada de la vida. 

El caso es que de una forma bastante habitual oigo a padres/madres hablar de problemas conductuales de las/os hijas/os con respecto a la relación con ellas/os; circulan unos momentos en los que amparados incluso por las leyes, los hijos/as "comen la tostada a los progenitores" y posteriormente practican la ingratitud filial y todo amparado en que tienen unos derechos como menores de edad.

La ingratitud filial produciendo ignorancia, ausencia, pasotismo, dejadez emocional, etc., no es un derecho asertivo (salvando casos), es un rechazo a la paternidad/maternidad que produce daño en los/as padres/madres.

Quizás parte de las nuevas generaciones entienden que no pasa nada y que como en el reino animal, una vez que los cachorros se hacen adultos, se marchan a hacer su vida y nunca más vuelven con los progenitores, y que no es ni siquiera cuestión de gratitud o ingratitud filial
Quizás nos falte entendimiento hacia las nuevas generaciones de hijas/os, fruto de una nueva sociedad más independiente.

En otros países el desapego entre padres/madres e hijos/as se produce pronto y pueden estar sin verse tiempo y lo consideran normal.
Tal vez ver la ausencia y el desapego como ingratitud filial sea por cultura y nos hagamos daño innecesariamente; esperamos una respuesta determinada y muchos no están por la labor de responder de esa forma y no es que exista ingratitud filial ni esas "pajas mentales que nos hacemos en la cabeza los padres/madres"... ¿o sí? 

¿Qué opinas? …. ¿debemos aceptar que las/os hijas/os hagan su vida realmente como quieren sin juzgarles y sentirnos dañados/as o por contra, debemos pedir unos mínimos relacionales, cada uno los mínimos que considere?

Siempre se ha dicho en mi generación que de las/os hijas/os no hay que esperar nada y que hay que darlo todo, ….que luego ellas/os lo darán todo sin esperar nada. 
Yo me temo que no es verdad, que por mucho que demos las/os hijas/os, jamás llegaremos a lo que nos han dado nuestros padres/madres. 
Yo así lo entiendo respecto a los míos, nunca estaré suficientemente agradecida a lo bueno y lo malo vivido, a todo lo aprendido y experimentado y partiendo del principio, ... por la vida que me han dado.

Sí, lo sé, hablo de que en la mayoría de los casos no tenemos los motivos suficientes para ejercer la ingratitud filial, hay otros en los que, como decía una conocida "más valdría haber nacido de un huevo", pero para mí la gratitud es una virtud que enriquece a la persona, da paz y satisfacciones, por lo que está reñida con la ingratitud en la vida y por lo tanto con la ingratitud filial.
Quizás al final todo consista en el grado de apreciación que damos a las personas y a las vivencias, en el grado de satisfacción personal de lo que somos, en el grado de empatía que seamos capaces de ejercer con nuestros progenitores, en el grado de crecimiento personal que podamos tener a lo largo de lo años y de esta manera evitar ejercer la ingratitud filial con nuestros progenitores... o como dice una canción de Golpes Bajos, son "malos tiempos para la lírica".

lunes, 21 de diciembre de 2015

La rueda de la vida

Es como un juego para identificar como de uniformemente ruedas por la vida, por algo se le llama
 La rueda de la vida.

En muchas ocasiones generalizamos y pensamos que nuestra vida es un desastre, pero seguro que hay parte de ella que funciona bien y esas son las que hay identificar y potenciarlas ; por su puesto las que no van como tú quieres, ponerles una solución. 

Para hacerte un pequeño chequeo de como te encuentras es fácil, solo tienes que
darte un valor del 1 para poco satisfecho, al 10 de muy satisfecho, en las diferentes áreas de vida, que viene a ser lo que se llama la rueda de la vida (encontrarás varias opciones, unos consideran que hay 6 áreas y otros llegan a 8 e incluso a 12 o más).

La Rueda de la Vida es una herramienta de coaching ideada por el Paul J. Meyer (referente mundial en coaching, desarrollo personal y profesional).
Su fuente de inspiración para crear la rueda de la vida fue la religión budista tibetana.
No tardarás mucho en realizar tu rueda de la vida personal y ver si la tienes equilibrada o excesivamente dentada como para que ruede.

Dinero, ocio, amor, hogar, trabajo, familia y amigos, salud, crecimiento personal,...
son algunas de las áreas de la vida que puedes testear ; como no es única, puedes añadir otras áreas que puedan serte de más interés para ti, poner por un lado familia y por otro amigos o quitar alguna de las mencionadas. 
Es personalizada y eres tú quien decides que poner y que observar de tu vida para empezar a valorar lo que tienes y saber que quieres y hacer algo para tenerlo.
¿Cómo realizarla?
Primero : elige tus áreas a observar y divide tu circulo con ellas.
Segundo : de ellas elige las tres que más te importen.
Tercero : da valor a todas las áreas del 1 al 10 (uno en el centro y 10 al borde del círculo).
Cuarto : Une los puntos de la áreas y observa que tipo de rueda te sale.

Es evidente que sacar una rueda de la vida perfecta quizás sea difícil, pero si está bastante compensada y sin muchos desniveles, es buena cosa, si no es así, ponte manos a la obra para pensar que hacer en las áreas que tengas descompensadas y por supuesto, hazlo.

Te paso a poner unos ejemplos de qué preguntarte para puntuar las diferentes áreas :
Trabajo- ¿me gusta lo que hago?
               ¿estoy satisfecho con mi trabajo?
               ¿me siento: valorado, querido, bien remunerado,...?
Salud-    ¿me siento a gusto con mi cuerpo?
               ¿estoy cansado?
               ¿cuido mi cuerpo?
Familia - ¿estoy contento con mis relaciones familiares?
               ¿me siento querido por mis padres, hijos, hermanos,...?
               ¿siento que quiero a mis padres, hijos, hermanos,...?
Tienes más información en una de mis páginas de este blog en la que hablo sobre las áreas de la vida de otro modo.
                
Unos enlaces en los que podrás leer más sobre la rueda de la vida.
Rueda de la vida en el trabajo

Si ya has hecho tu
rueda de la vida con total sinceridad para ti mismo (todo esto es para ti, todo trabajo que te lleve a ser más consciente de tu vida, tus valores, tus desafíos o tus metas, es para tu conocimiento personal y tu beneficio), ya sabes que áreas de tu vida puedes mejorar para tener una vida más equilibrada y sana a todos los niveles. 
¡Anímate a poner acciones de mejora a la vida!

jueves, 12 de noviembre de 2015

Sororidad

Es una palabra que tiene mucho implícito en ella, sororidad.
Sororidad, sororidad, sororidad... no se nos debería de olvidar esta palabra ya que además de lo que significa, se puede hablar mucho más sobre ella.

SORORIDAD: Solidaridad y concordia entre mujeres, que implica un reconocimiento mutuo, plural y colectivo.

Se parece a sonoridad, que es la cualidad del sonido y determina la calidad del mismo. Haciendo el símil, me gusta pensar que sororidad es la cualidad de la mujer con otra mujer, la calidad de mujer con alguien afín e igual a ella.

La realidad es que sororidad viene de "sor", hermana y por eso en inglés se dice con la palabra "sisterhood". ¿No me digáis que no es bonita palabra? buena hermana.

Soy mujer, me identifico con esta palabra. Soy mujer, pero no excluyente del hombre, al contrario, a mi entender hay que acercarlo a nosotras porque en esencia son nosotras. No les considero enemigos, les considero que han nacido en una sociedad en el que si hasta las propias mujeres no practicamos entre nosotras la sororidad ¿Qué esperamos?

Tenemos que evolucionar en este sentido todas y todos, ya que es un ejercicio de colaboración no de enfrentamiento que destruya relaciones.
Ya se que practico la utopía; es el sueño de las personas que prefieren defender el amor y descartar el rencor y el odio entre las relaciones humanas de cualquier tipo.

Es tremendo que sigamos con la separación ancestral injusta de calificarnos los unos a los otros en machos o hembras (con la carga de creencias que lleva), por pene o vagina. Más que nada porque hay muchas personas que quedarían fuera de estas dos calificaciones.
Lo que me parece es que , que tenemos que empezar entre nosotras a practicar la sororidad. Es un paso importantísimo para que las madres transmitamos a nuestros hijos/as lo que la palabra sororidad significa, pero enseñar con el ejemplo. 
Estar en atención para que no se nos cuele un "esa me parece que", "aquella creo que", "esa viste como una tal", "esa no tiene moral y quita los hombres", "no me extraña que la pasen esas cosas con lo ordinaria que es fulana",... o simplemente renunciar como persona a derechos porque nos regalamos y me explico: Compartirse es lo perfecto, regalarse y perderse es lo insano.

Leyendo sobre el tema me ha gustado un párrafo que dice  " Individualmente, comprender la sororidad es liberarse de la mezquindad aprendida y de la estupidez aprendida (de las violencias comprendidas y/o toleradas) y ubicarse en un nivel humano, de persona con una mente inteligente donde nacen las emociones unidas a los que se comprende (inteligencia empática)."

Las mujeres viven también el desprecio de otras mujeres y no sé si deberíamos llamarlo también "maltrato" ¿suena fuerte? Eso lo da la falta de sororidad. 
Pues igual suena fuerte, pero cuando las propias mujeres ningunean a otras mujeres de su entorno cercano, las dejan de lado y no cuentan con ellas, las juzgan inconscientemente (aunque su voz diga lo contrario), las utilizan para su conveniencia sabiendo que por amor van a tolerarlo, hablan agrediendo o (como una manada de virtud y saber hacer de mujer) muchas arremetiendo contra una ¿lo llamaríamos maltrato emocional? Seguramente si lo ejerciesen los hombres sí, pero si hacemos entre nosotras nos cuesta más identificarlo y sobre todo si tenemos cierta edad, ya que tenemos argumentaciones muy arraigas para poder esconderlo, disculparlo, entenderlo y normalizarlo (¿igual que el hombre?).

Seamos un poco menos mezquino/as y tratémonos de igual a igual con compasión, empatía y calor humano; con amor que tanta falta nos haces a todos/as y por supuesto, … practiquemos la sororidad entre nosotras para llegar a lo anterior y permitirnos ser en el exterior las hermosas personas (seres) que somos.