Pensamientos, palabras, obras y omisiones

Pensamientos, palabras, obras y omisiones
Pensamientos, palabras, obras y omisiones, … tal cual es la vida.

martes, 12 de noviembre de 2024

Meliorismo

Las cosas que tiene Eloisa
El concepto vale la pena repasarlo, conocerlo y empaparnos de su significado para poder entender que el mundo funciona como funciona porque las personas caemos en la pasividad y la inactividad o incluso nos quedamos en el victimismo, algo que no se baraja en el meliorismo, definido por algunas personas como una corriente filosófica que no se va ni al pesimismo ni al optimismo, se queda en medio para analizar para después hacer sabiendo que es ahí dónde residen los cambios positivos.
No es ni el optimismo ingenuo que dice que todo estará bien porque sí, ni es el pesimismo que cree que no hay nada que hacer, es más bien una postura intermedia que confía en que, con trabajo y acción, podemos transformar la realidad para bien.

La palabra meliorismo viene del latín "melior", que significa "mejor". Así que ya desde su raíz etimológica, se trata de algo relacionado con la mejora. 

El concepto ha estado presente en diversas culturas y filosofías a lo largo de la historia, sin embargo, fue gracias a pensadores como William James (filósofo y psicólogo estadunidense) y George Eliot (escritora británica del siglo XIX) que este término tomó forma y se popularizó en la filosofía moderna con la idea base de que el ser humano tiene la capacidad de influir positivamente en su entorno.

El meliorismo es creer en el poder del cambio, pero con trabajo porque la suerte no vale en este caso, las baritas mágicas tampoco y no tenemos un vecino Jose que nos lo solucione todo. 
No se trata de sentarte a esperar que las cosas mejoren por sí misma, sino de reconocer qué ocurre y que aunque el mundo tenga problemas, podemos hacer algo al respecto.

No vale sólo con quedarnos en que hay paro, una crisis climática, inseguridad ciudadana, conflictos en el trabajo, relaciones complicadas, adicciones varias, etc., se trata de moverse hacia una dirección de posible resolución de los problemas. No es negar que hay cosas malas, pero tampoco rendirse ante ellas.

PRINCIPIOS DEL MELIORISMO

No voy a contaros nada que no sepamos, pero leer sobre cosas positivas, agradables y viables, siempre enriquece y carga las pilas para seguir adelante. Ganas de tirar la toalla en algún momento, todas las personas hemos tenido y tendremos; seguramente en muchas de ellas si pensamos en qué nos dice el meliorismo, acabaríamos no tirando toalla y sí poniendo soluciones.

Voy a escribir sobre qué puntos se basa el meliorismo, sus principios:

La mejora es posible

Por muy mal que estén las cosas, siempre hay una posibilidad de hacerlas mejor.

Este principio es un recordatorio optimista y práctico de que, aunque enfrentemos retos enormes o nos encontremos en situaciones difíciles, siempre hay una oportunidad para cambiar las cosas a mejor. 
No es ignorar los problemas ni minimizar su gravedad, sino reconocer que el cambio es alcanzable con el hacer, la voluntad y la colaboración.

Aceptar la realidad que hay, entender dónde se esta y reconocer lo que no funciona es el paso previo para que la mejora de una situación la hagamos posible. Si le añadimos la paciencia de esperar a que el proceso que se tenga que llevar cumpla sus tiempos y nos mantenemos en el compromiso y la constancia para que sea así, se logrará.

No vale quedarse a la zaga de lo que venga para actuar, la proactividad es una herramienta que hay que utilizar y tener la confianza en que cada paso, cada esfuerzo en la dirección de la mejora suma para conseguirla.

Creer que "la mejora es posible" nos da esperanza y nos motiva a actuar, incluso en las peores situaciones. Es un recordatorio de que siempre tenemos una oportunidad para cambiar, aprender y construir algo mejor. Por mal que parezcan las cosas, el primer paso para mejorar siempre está a nuestro alcance.

El cambio depende de nosotras/os

Este concepto lo enlazo con el párrafo de no quedarse a la zaga, porque las soluciones a los problemas no son cuestión de suerte ni de esperar milagros, sino de tomar acción.

Es una invitación a asumir el control de nuestras vidas y de las distintas situaciones. Muchas veces pensamos que las cosas mejorarán solas o con el tiempo, pero la verdad es que, para que algo cambie, necesitamos movernos y tomar decisiones. 

La suerte no se controla y esperar que las cosas caigan del cielo solo nos deja en un estado pasivo, sin avanzar, al margen de que haya momentos en los que la suerte pueda ayudarnos, depender de ella no es una estrategia sana, puede ser un regalo durante el trabajo y cuando te llega ¡menudo alegrón!

No te engañes, el cambio requiere esfuerzo, todo lo que merece en la vida  (relaciones saludables, logros personales, cambios sociales, etc.) necesita acción, dedicación y constancia, y si no somos nosotras/os quienes tomamos la iniciativa, las cosas seguirán igual.

El cambio está en nuestras manos y no en milagros y tenemos que ser agentes activos; tenemos más control de lo que pensamos, aunque no podemos controlar todo, sí podemos decidir cómo reaccionamos, cómo actuamos y cómo afrontamos los problemas. Esta filosofía de vida es la que promulga el estoicismo.

No hay que olvidar que las pequeñas acciones suman y que un cambio aparentemente pequeño puede desencadenar mejoras en otras áreas, nunca se sabe dónde salta la liebre, pero para verlo hay que estar.

Porque esperar no resuelve nada: Dejarlo todo en manos del destino o los milagros solo prolonga el estancamiento.

Meliorismo significa dejar de esperar a que "algo externo" nos rescate o resuelva las cosas, porque el esperar sin sentido no resuelve nada, y hay que entender que el poder para transformar nuestra realidad está en nuestras manos, nuestro compromiso y nuestra dedicación.

Pequeños pasos cuentan

Cuando queremos cambiar algo en nuestra vida, muchas veces nos abruma pensar en la meta final. Nos imaginamos todo lo que hay que hacer, lo difícil que puede ser y cuánto tiempo nos va a llevar. 

Pero la clave está en que no es necesario hacerlo todo de golpe, cada pequeño paso cuenta, y es precisamente la suma de esos pequeños pasos lo que nos lleva a grandes resultados.

Es más fácil empezar con algo pequeño que con algo grande y complejo; pensar en todo lo que hay que hacer, hay veces que nos lleva a postergar el empezar, es como que nos da pereza todo lo que nos queda por delante, cuando el truco es empezar, sin más, sin grandes retos. Arrancar ya es un paso y luego a esperar al efecto acumulativo de los siguientes pequeños pasos.

Los cambios que nos cambian no suelen ser inmediatos, pero cada esfuerzo suma. Cada pequeño paso que damos nos acerca a nuestros objetivos, y aunque al principio pueda parecer que no estamos avanzando, con el tiempo veremos cómo esos pequeños esfuerzos se convierten en grandes logros. 

Ningún corredor de una maratón lo ha hecho entrenando un día, esto lleva tiempo y pequeños retos que se convierten en grandes resultados.

La colaboración es clave

Hay situaciones en las que no podemos avanzar solos, situaciones complejas en las que seguramente necesitaremos ayuda.

Vivimos en un mundo lleno de personas con talentos, ideas y experiencias diferentes que, cuando se combinan, pueden lograr cosas increíbles. La colaboración es el motor de muchos avances, tanto a nivel personal como comunitario o global.

¿Por qué la colaboración es tan importante?

Se unen fortalezas: Nadie es bueno en todo, pero cuando trabajamos juntas/os, nuestras habilidades se complementan.

Aporta nuevas perspectivas: Escuchar a las/os demás nos abre los ojos a ideas y soluciones que no habríamos pensado por nuestra cuenta.

Reduce la carga: Compartir tareas o responsabilidades hace que todo sea más manejable y menos abrumador.

Fomenta el aprendizaje: Trabajar con otras personas nos enseña nuevas habilidades y maneras de abordar los desafíos.

Crea vínculos: La colaboración no solo logra objetivos, sino que también fortalece las relaciones, ya sea en el trabajo, en la familia o con amistades.

Colaborar no significa perder individualidad, sino sumar fuerzas para llegar más lejos. En cualquier aspecto de la vida, cuando dejamos de lado la idea de "yo puedo sola/o" y abrimos la puerta al "podemos juntos", las posibilidades se multiplican. 

Es un proceso constante 

No basta con mejorar algo una vez y olvidarse, es necesario seguir cuidando y adaptándose. Mejorar una situación o a nosotras/os mismas/os no es como arreglar un enchufe y olvidarse, es más parecido a cuidar de una planta. 

Una vez que damos ese primer paso de mejora, la clave está en el mantenimiento y la evolución constante. Esto es aplicable tanto a nuestras metas personales como a nuestras relaciones, al trabajo, a la salud o a cualquier ámbito de la vida.

A mí me gusta este concepto del meliorismo porque no es una utopía que promete un mundo perfecto, pero tampoco es un sueño imposible. Es una forma práctica de pensar, de reconocer que las cosas no son ideales, pero creer que podemos acercarnos a algo mejor.

En estos momentos no se me ocurre mejor ejemplo del concepto del meliorismo que la población valenciana tras estas macabras inundaciones que han pasado y que están sufriendo. Todas sus gentes se han lanzado a recuperar sus pueblos, sus espacios vitales en los que sólo quedó y queda barro, escombros, basuras y desolación. 

La empatía social ha hecho que muchas otras gentes de otros muchos lugares se unan a esta corriente del meliorismo en Valencia y estén haciendo lo que está en su mano para ayudar a que esos lugares vuelvan a la normalidad lo antes posible, sus gentes vuelvan a sonreír y a creer en las personas porque siente que no están solos.

Seguro que hay instituciones que están haciendo por participar en el alivio de la situación, no lo dudo, pero a mí me ha gustado ver como las gentes, las y los jóvenes que creíamos que ni sentían ni padecían, están dando el callo, con esta actitud "meliorista" que hace falta ¡Bravo por la población afectada, bravo por las gentes resilientes, gracias a las personas que sin estar afectadas, lo están y van a colaborar en la solución de esta catástrofe! Qué bonito dentro de la dramática situación que están viviendo.

En este mundo lleno de desafíos (cambio climático, desigualdad, conflictos bélicos, paro, hambre, vivienda, …), si utilizamos la filosofía del meliorismo podremos ver todos esos desafíos con una perspectiva positiva y activa, asumiendo la responsabilidad de mejorar lo que está en nuestras manos.

En lo personal puedes aplicar el meliorismo en tu vida al intentar ser mejor cada día, sin castigarte por los errores y por lo que no consigas, por las limitaciones que surjan o las trabas que te puedan poner otras personas.

En lo social, el meliorismo te impulsa a ser parte del cambio, ya sea participando en una causa, educando a otras personas o cambiando pequeños hábitos diarios y relacionales. En este hilo, los melioristas sociales creen que la educación es una herramienta para reformar la sociedad y generar ese cambio a mejor que se necesita

El meliorismo nos invita a mirar el mundo con ojos críticos, pero también con ganas de hacerlo mejor. Es un recordatorio de que, aunque no podemos solucionar todo de un golpe, ese no es el objetivo ya que cada paso cuenta. Es una filosofía profundamente práctica, que encaja tanto en la vida diaria en la que tenemos que afrontar problemas, como en los grandes movimientos sociales. Y haciendo un chistee tonto, …yo en vez de mileurista, prefiero ser "meliorista".

La autocomplacencia

Las cosas que tiene Eloisa

Es un término usado en todo los campos y como tal, tiene sus connotaciones positivas y negativas; hoy quiero hablar de la autocomplacencia sin más, porque hay he hecho una entrada de la autocomplacencia en la igualdad de género, que lleva peso en negativo porque favorece que la desigualdad permanezca.

LADO NEGATIVO DE LA AUTOCOMPLACENCIA 

La autocomplacencia es una actitud en la que una persona o grupo se siente excesivamente satisfecha con lo que hace, sin considerar que puede mejorar, corregir o asumir nuevas responsabilidades. Es una forma de autoelogio que puede limitar el crecimiento, ya que implica evitar la autocrítica o ignorar la posibilidad de que las cosas podrían hacerse mejor. 

Se podría relacionar con la condescendencia que tiene la persona hacia una misma, con ser indulgente con lo que hacemos y con sus consecuencias, quizás para evadir la responsabilidad de hacernos cargo de lo que nos implica. 
Es la manera que tenemos de justificarnos conductas cómodas o irresponsables al no ver la necesidad de cambiar.

Me ha venido a la cabeza unir tres términos: complacencia, condescendencia e indulgencia, y al asociarlas, encuentro que es interesante lo que sale.

La autocomplacencia, la condescendencia y la autoindulgencia se pueden relacionar porque las tres implican una forma de evitar la autocrítica y pueden convertirse en actitudes que dificultan el crecimiento personal y las relaciones con las demás personas. 

 Autocomplacencia

  • Qué es: Es sentirse excesivamente satisfecho con lo que se hace, ignorando la posibilidad de mejorar o reconocer errores.
  • Cómo se relaciona: La autocomplacencia puede llevar a la condescendencia, ya que una persona que está demasiado satisfecha consigo misma podría considerar que otras personas necesitan "ayuda" porque no están "a su nivel". También se conecta con la autoindulgencia, porque puede justificar conductas cómodas o irresponsables al no ver la necesidad de cambiar.
  • Ejemplo general: Una persona que cree que su forma de trabajar es la mejor y no considera las ideas o enfoques de los demás, incluso aunque sean más efectivos. Otro ejemplo, un profesional que se conforma con sus habilidades actuales y no busca actualizarse.

Condescendencia

  • Qué es: Es tratar a las demás personas como si fueran menos capaces o menos informadas, muchas veces bajo la apariencia de querer "ayudar".
  • Cómo se relaciona: La condescendencia puede ser una consecuencia de la autocomplacencia, porque alguien que cree que siempre tiene la razón podría menospreciar las opiniones o capacidades de otros.
  • Ejemplo general: Una persona que, en una conversación, explica algo básico a otra de forma innecesaria porque asume que no lo entenderá por sí sola. Otro ejemplo, en la familia, puede aparecer cuando alguien toma decisiones por otra persona sin consultarla, asumiendo que sabe mejor lo que necesita.

Autoindulgencia

  • Qué es: La persona se permitirse a sí misma comportamientos o hábitos que podrían ser perjudiciales, sin buscar mejorar o imponerse límites.
  • Cómo se relaciona: La autoindulgencia puede ser una forma de autocomplacencia, ya que alguien que no se siente en la necesidad de cambiar podría justificar excesos o irresponsabilidades.
  • Ejemplo general: Alguien que se da permiso para no cumplir con sus responsabilidades diciendo que "se lo merece" por lo mucho que trabaja, sin considerar cómo eso afecta a otras personas. Otro ejemplo, alguien que decide gastar más de lo que puede permitirse argumentando que "se lo ha ganado".
Socialmente, donde hay roles más rígidos de género, los hombres pueden ser más propensos a actuar con condescendencia en temas donde se les ha enseñado a verse como líderes o expertos (La socialización jerárquica) y ser autoindulgentes en ciertos aspectos relacionales al justificar excesos normalizados en lo social.
Por otro lado, a las mujeres, nos han educado para justificar el consumismo, que con cumplir el rol de mujer es suficiente o que con proyectar buena imagen vale aunque haya otras carencias. 

En fin, que estas tres actitudes nos pueden dar para el pelo a ambos géneros y con una serie de consecuencias interesantes:

Relaciones personales:
La autocomplacencia y la condescendencia pueden generar distancias emocionales, ya que la otra persona se siente menospreciada.

La autoindulgencia puede crear tensiones si alguien prioriza sus propios deseos o comodidad sobre las necesidades de los demás.

Ámbito profesional:
La condescendencia puede generar conflictos con colegas o personal al cargo, ya que se subestima y se toma por menos capacitadas a las personas.

La autoindulgencia puede llevar a una falta de disciplina o compromiso, por ejemplo porque nos decimos "ya hice el otro día de más, me lo he ganado".

La autocomplacencia puede llevar a la negligencia laboral por falta de formación continua, frenando el desarrollo profesional y con ello el crecimiento de la empresa. 

Crecimiento personal:
El crecimiento personal es un proceso continuo de aprendizaje, autoconciencia y transformación, y actitudes como la autocomplacencia, la condescendencia y la autoindulgencia pueden frenar este proceso, afectando tanto a la capacidad de mejorar como a la calidad de las relaciones interpersonales. Estas actitudes limitan la capacidad de aprender, mejorar y conectar con los demás.

Sigo con la autocomplacencia, que es el tema de esta entrada; como ya hemos visto, es esa actitud de ir sobrada/o , de no tener que aprender más ni escuchar más ni hacer caso a nadie que creamos que es inferior en cualquier tema ("qué me va a enseñar a mí ese o esa mindundi"). Es adoptar esa postura estereotipada de la cuñada/o listilla/o, pero ojo que también para los demás podemos pasar a ser "ese tonto que se cree listo" dando lecciones en temas en los que nos pueden dar por lo menos 3 vueltas.

No nos damos cuenta de que estamos en esa ignorancia atrevida que no hace rozar la falta de humildad y la prepotencia, y con ello nos convertimos en unos déspotas … aquí lo dejo caer. 


Las cosas que tiene Eloisa


La autocomplacencia a nivel personal, si no la gestionamos bien, llega a ser un freno para nuestro crecimiento y bienestar y vamos a ver el por qué. Esa sensación de estar tan satisfecha o satisfecho con cómo somos y lo bien que lo hacemos, puede ser cómodo, pero también nos engaña porque nos impide ver otras maneras de hacer y pensar

NOS ESTANCAMOS

Cuando hablamos de estancarnos, me refiero a esa sensación de que no estamos avanzando, como si estuviéramos atrapados en el mismo lugar sin crecer ni mejorar. Nos decimos cosas como "así estoy bien" o "no hace falta hacer más", pero no es todo lo bien que podemos estar.

Si te dices “esto es lo mejor que puedo hacer” en lugar de buscar formas de mejorar, te pierdes el aprendizaje que viene si haces algo distinto.

La autocomplacencia nos lleva a pensar que no necesitamos cambiar ni aprender cosas nuevas. Nos quedamos con lo que ya sabemos o con lo que ya hacemos, porque nos resulta seguro y cómodo. El problema es que, aunque la comodidad a corto plazo suena bien, con el tiempo esa falta de movimiento nos pasa factura.

Es fácil detectar que nos estamos estancando por autocomplacencia; empiezas a notar que te aburres nen la rutina de la comodidad, te parece una monotonía, que a su vez puede generarte frustración porque no sabes como arrancar (esta frustración se suele poner en alguien de fuera en vez de asumirla y hacer algo) porque la idea de salir de lo conocida te da miedo.

Esa famosa frase de "siempre he sido así" cuando ves que hay situaciones complicadas para ti o para quien esta al lado tuyo que se te repiten, lo único que hace es que vayas a seguir repitiendo lo mismo y perdiéndote experimentar cómo serían las situaciones y las relaciones de una manera diferente.

El estancamiento no es el fin del mundo, pero la clave está en reconocerlo, aceptar que necesitamos movernos y dar paso hacia adelante nos puede sacar de este parón por autocomplacencia.

NOS ALEJAMOS DE LA REALIDAD

Si tienes problemas recurrentes en el trabajo o en tus relaciones, pero piensas que "el problema siempre es de los demás", quizás te estás perdiendo una oportunidad de reflexionar sobre tu parte en esas situaciones. El tirar balones fuera y responsabilizar a otra persona de lo que es propio, cuando menos esta feo ¿no te parece?

Es como vivir en una burbuja que hemos creado para sentirnos cómodas/os, pero que no refleja del todo lo que está pasando a nuestro alrededor. Puede sonar tentador, porque a nadie le gusta enfrentarse a situaciones difíciles o incómodas, pero esta desconexión tiene su precio, para con nosotros mismos y para con quienes nos relacionamos.

Te voy a comentar tres situaciones en las que se detecta este alejamiento:

Ignoramos problemas o situaciones que nos generan incomodidad, como si desaparecerlas de nuestra mente las hiciera desaparecer del mundo.

Ejemplo: Sabes que una amistad está cambiando y te duele, pero prefieres no hablar del tema ni confrontar lo que está pasando.

A veces nos contamos historias (inventamos nuestra verdad y las creemos) para justificar lo que hacemos o no hacemos, aunque sepamos que no son del todo ciertas.

Ejemplo: "No busco otro trabajo porque estoy muy ocupado/a", cuando en realidad es miedo al cambio.

Exageramos nuestra percepción de las situaciones y las hacemos más grandes o más pequeñas de lo que realmente son.

Ejemplo: "Si digo lo que pienso, todo el mundo se va a enfadar conmigo".

Nos alejamos de la realidad porque nos da miedo o nos cuesta enfrentar lo que está pasando. Es una forma de protegernos de sentirnos mal, fracasar o incluso aceptar que algo no está funcionando como quisiéramos. Es una especie de mecanismo de defensa: si no lo veo, no me afecta. Pero ya sabemos que las cosas no funcionan así.

Ejemplos hay muchos, cada persona tiene algún ejemplo de vida en el que se autoengaña para alejarse de la realidad por miedo a verla: una situación que aunque es mala, da miedo cambiarla (el famoso mas vale malo conocido), una reacción desproporcionada con un ser querido (aquí le pongo lo de la canción "y si no me acuerdo no paso"), estás pasándolas mal porque te ha dejado tu pareja pero disimulas haciéndote creer y haciendo creer que no pasa nada, etc., etc., etc.

¿Te has preguntado alguna vez qué pasa cuando te alejas de la realidad? 

Hacer una de avestruz escondiendo la cabeza de la realidad no arregla nada; ignorar las cosas no las soluciona, solo les da más tiempo para complicarse. Es como una pequeña fuga de agua: al principio no parece grave, pero si no la reparas, puede causar un desastre.

Cuando no enfrentamos la realidad, también nos distanciamos de las personas que nos rodean, porque nos desconectamos de ellas ¿Cómo van a entendernos si ni siquiera nosotros sabemos lo que pasa?

Lo queramos ver o no, perdemos oportunidades de vida al evitar ciertas verdades, dejamos pasar posibilidades de cambiar, crecer o mejorar, nos cegamos a las posibles alternativas reales.

NOS VOLVEMOS MENOS RECEPTIVOS A LAS CRITICAS 

Nos cerramos a escuchar lo que otros tienen que decir sobre lo que hacemos, cómo actuamos o qué podríamos mejorar, no aceptamos opiniones ajenas. Es como ponerse unos tapones en los oídos cada vez que alguien intenta darnos un consejo o señalar algo que podríamos hacer de otra manera. Aunque a nadie le gusta verse en error, la realidad es que metemos la pata infinidad de veces y esta actitud de poca aceptación a una crítica constructiva, puede ser un problema porque nos estanca y nos hace perder oportunidades de crecer.

No es difícil de entender en dónde estamos cuando nos ponemos como un niño en el "pues ahora me enfado y no respiro", solo es cuestión de:

El orgullo que nos mata y sentimos que aceptar una crítica es reconocer que estamos equivocadas/os o que no somos tan buenas/os como creemos. Pensamientos tipo ¿Cómo va a saber esa persona más que yo si llevo años haciendo esto?"

El miedo al rechazo, a ese que no nos quieran porque pensamos que si alguien nos señala algo, es porque no nos valora o no nos acepta o nos va a dejar por no ser suficientemente válidas/os. Aquí podríamos poner pensamientos tipo "Si me dicen que esto no está bien, es porque no confían en mí."

Y nos queda el no querer pasar por la incomodidad de la situación porque las críticas tocan fibras sensibles y a veces preferimos evitar ese mal rato, aunque sepamos que podrían ser útiles. Aquí nos metemos en pensamientos tipo "Mejor no escucho, para no agobiarme."

Te voy a poner alguna otra situación a ver si te suenan de hacerlas o de recibirlas:

Si alguien te sugiere una forma diferente de hacer algo, en lugar de escucharlo, te justificas o lo descartas automáticamente; "Así lo he hecho siempre y funciona, ¿para qué cambiar? No sé por qué se mete en lo que no le importa"

Si un amistad o pareja te dice que algo que haces les molesta, lo tomas como un ataque en vez de una oportunidad para mejorar y en lugar de escucharle, te molestas, le ignoras o lo que es peor arremetes contra su persona. "¿Ahora todo lo hago mal? Si no te gusta, no es mi problema. Es que ya estás otra vez".

Cuando un ser querido te da un consejo con respecto a algo que cree que te puede venir bien, o te da su opinión de lo que ve, lo interpretas como una crítica a tu forma de vivir. "Ya estás otra vez diciéndome cómo debería hacer las cosas. Ya está la lista/o, la que todo lo sabe".

Es una manera como otra cualquiera de perder gente valiosa de nuestro alrededor; si siempre reaccionamos a la defensiva, las personas pueden dejar de hablarnos con sinceridad por miedo a que nos lo tomemos mal y por cómo pueden ser las reacciones, algo que a la larga les hará alejarse.

El cómo hacer, qué hacer y para qué hacer es muy sencillo de entender; no te tomes nada personalmente (uno de los acuerdos del libro "los cuatro acuerdos"). En lugar de ver la observación o la crítica como un ataque, mírala como una oportunidad para aprender. Consejito para ello, respira antes de reaccionar o de responder, te dará margen para pensar si la persona que te dice algo es para tocarte la moral o porque realmente le importas.
Te harás un favor y harás un favor a las personas de tu entorno si cambias la perspectiva con la que escuchas y reaccionas a las observaciones, opiniones o incluso críticas que recibes, porque sabes, a través de ellas: 
Aprendemos más rápido: Las críticas suelen ser atajos hacia una versión mejor de nosotras mismas/os.
Fortalecemos nuestras relaciones: Escuchar sin ponernos a la defensiva demuestra madurez y apertura.
Ganamos confianza: Al enfrentarnos a nuestras áreas de mejora, nos volvemos más seguras/os y conscientes de lo que hacemos bien y de lo que podemos ajustar.

Ser receptiva/o a las críticas no significa que tengas que aceptar todo lo que te digan sin cuestionarlo, pero sí estar dispuesto/a a escuchar y reflexionar. En vez de cerrarte, dale una oportunidad a lo que tienen para decir otras personas distintas a ti con tus pensamientos endogámicos. Nunca sabes qué cambio positivo puede surgir de una buena crítica.

NOS HACE PERDER OPORTUNIDADES 

Al cerrarnos o no estar dispuestos/as a salir de nuestra burbuja autocomplaciente, dejamos pasar cosas buenas que podrían habernos ayudado a crecer, mejorar o alcanzar algo importante. Es como si la vida te estuviera poniendo puertas abiertas delante de ti, pero por terquedad, miedo, orgullo, inseguridad o comodidad, decides no cruzarlas.

Pues que tengas suerte si lo haces así, porque a futuro te espera ese famoso pensamiento de "si hubiera o hubiese hecho/escuchado/dicho/cambiado", mientras estás en el mismo sitio mental y emocional que hace ni sé cuantísimos años.

NOS DESCONECTA DE LAS DEMÁS PERESONAS 

Si estamos cerraditas/os en nuestra postura autocomplaciente sin abrirnos a más posibilidades, al quienes nos rodean les damos a entender que sólo lo tuyo es lo válido y que lo demás importa entre poco o muy poco, aunque a veces ni nos demos cuenta de que lo estamos haciendo. 

Nos asoma esa actitud autocomplaciente que nos minimiza la empatía, nos asoma el inflas de superioridad, poniéndonos distancia con la persona que tenemos en frente y desgraciadamente nos priva de una buena comunicación, y nos añade conflictos y malos entendidos.

Por ejemplo, en una relación de pareja, insistir en demostrar que “yo siempre tengo la razón” puede terminar alejando a la otra persona.

La desconexión en muchas ocasiones se produce en un poco a poco y sin darse cuenta porque estamos tan centrados en lo nuestro que no somos conscientes de que se está produciendo y el impacto que esta actitud autocomplaciente tiene en quien está al lado

Aunque puede haber otros componentes como el miedo a mostrarnos vulnerables y el evitar conectar con las personas puede ser una forma de protegernos emocionalmente, además se puede dar el factor que damos por hecho que las personas a las que queremos y nos quieren estarán ahí y dejamos de esforzarnos. 

Hay muchos factores personales y componentes relacionales que nos llevan a mantener esa autocomplacencia que no beneficia a nadie, tantos como que somos individuales con nuestras mezclas de inteligencias; emocionales, interpersonales o intrapersonales.

¿Cómo salir de la autocomplacencia?

Reflexiona sobre tus acciones: Pregúntate si realmente estás dando lo mejor de ti en cada área de tu vida, no más de lo que puedes, pero tampoco menos.

Escucha con humildad: En lugar de defenderte, trata de entender qué te quieren decir cuando alguien te da una crítica constructiva.

Busca retos: Atrévete a hacer cosas que te saquen de tu zona de confort. Aunque sean pequeñas, esos pasos pueden abrirte nuevos caminos.

Acepta el error como parte del proceso: Reconocer que te equivocas no te hace menos persona, te hace humano/a. Reconocer de verdad y no juzgarte por errores es el primer paso para mejorar.

Cuando creemos que todo lo hacemos bien y no necesitamos aprender más, dejamos de avanzar. Nos quedamos en nuestra zona de confort y evitamos retos que podrían hacernos crecer.

La autocomplacencia puede nublar nuestra capacidad de ver nuestros errores o limitaciones. Nos convencemos de que no hay nada que cambiar, aunque a veces las cosas no estén funcionando tan bien como creemos.

Cuando vivimos en un estado de autocomplacencia, cualquier comentario que cuestione lo que hacemos o cómo somos puede sentirse como un ataque. Esto nos hace rechazar opiniones o sugerencias que podrían ser valiosas.

La falta de autocrítica limita nuestra capacidad de ver todo lo que podríamos lograr si nos esforzáramos un poco más o si tomáramos un camino distinto. Nos conformamos con lo que tenemos, incluso si no nos hace del todo felices.
Si estamos demasiado centrados en nuestra autocomplacencia, podemos dejar de empatizar con quienes nos rodean. Esto puede generar tensiones, porque las personas perciben que no estamos abiertos a cambios o que no valoramos sus aportaciones.

En el corto plazo, la autocomplacencia nos da una sensación de seguridad y comodidad, porque no tenemos que enfrentarnos a la incomodidad de los cambios o de admitir que podríamos mejorar. Sin embargo, a largo plazo, no te quepa duda de que nos limita. Reconocerla y enfrentarnos a ella nos permite crecer, conectar con los demás y aprovechar al máximo nuestro potencial.

Lado positivo de la autocomplacencia

No todo va a ser malo de la autocomplacencia, en algunos contextos tiene sentido y ciertos aspectos positivos y beneficiosos:

Refuerzo de la autoestima

Sentirse satisfecho con logros o comportamientos puede ser una fuente de confianza. Cuando logramos algo importante o actuamos de una forma que nos hace sentir bien con nosotros/as mismos/as, nuestra autoestima se fortalece. Esa autocomplacencia positiva, nos recuerda que somos capaces, valiosos/as y que podemos enfrentarnos a los desafíos de la vida. Es como un impulso interno que nos dice: "¡Nena, tú vales mucho!".

Aumenta la seguridad personal que nos motiva a seguir creciendo y poder valorar lo que somos y lo que tenemos, con ello nos volvemos más amables con nosotras/os mismo y dejamos de juzgarnos. El encontrarnos seguros y bien con lo que somos, potencia las buenas relaciones con las personas que nos rodean (trabajo, la familia, la pareja,...).

Reconocimiento de límites 

Es una forma de aceptar hasta dónde se puede llegar sin obsesionarse con la perfección y con el cómo nos miran o nos ven las demás personas, evitando las comparaciones ya que entendemos que los logros o capacidades de ellas no limitan las nuestras. Entendiendo que tenemos límites, entendemos que también tenemos virtudes y por ende. el resto de la gente que nos rodea también y dejamos de juzgar.

Relaciones más saludables

Cuando tenemos una autocomplacencia positiva (valoración sana de nosotros/as mismos/as), las relaciones con las personas que nos rodean tienden a ser más equilibradas y satisfactorias, nos permite reconocer nuestro propio valor, así como el de las demás, estableciendo un terreno de igualdad y respeto mutuo. 

Nos ayuda a poner límites sanos, con una comunicación abierta y asertiva, algo esencial para poder tener unas buenas relaciones en las que no existan dinámicas de poder desequilibradas porque no hacen falta.

Al estar tan unida con la autoestima, fomenta unas relaciones empáticas porque al entendernos a nosotras mismas, entendemos por lo que pueden estar pasando quienes nos rodean sin esa necesidad de imponer nuestros criterios o nuestras expectativas.

Cómo se manifiesta la autocomplacencia en diferentes campos

En lo judicial

  • Manifestación: Sistemas judiciales que consideran que las leyes existentes son suficientes para garantizar justicia, incluso cuando sectores vulnerables no son debidamente protegidos.
  • Ejemplo: Creer que las leyes de igualdad de género ya están completas y no necesitan ajustes, ignorando la falta de aplicación efectiva o las desigualdades reales.
  • Consecuencias: Injusticias que perpetúan desigualdades, especialmente para minorías o grupos en desventaja.

En lo social

  • Manifestación: Sociedades que se sienten satisfechas con pequeños avances en derechos o inclusión, dejando de lado los cambios estructurales necesarios.
  • Ejemplo: Pensar que ya se vive en una sociedad "igualitaria" porque existen discursos o leyes progresistas, aunque persistan desigualdades culturales o económicas.
  • Consecuencias: Invisibilización de problemas sistémicos, como racismo, machismo o pobreza estructural.

En lo relacional (parejas, amistades, relaciones laborales)

  • Manifestación: Creer que se hace "lo suficiente" en una relación y dejar de esforzarse por comprender o atender las necesidades de la otra persona.
  • Ejemplo: Una pareja que cree que con "proveer económicamente" o hacer tareas mínimas ya es suficiente, sin trabajar en el cuidado emocional o la comunicación.
  • Consecuencias: Relaciones que se vuelven desequilibradas, con falta de empatía o conexión real.

En lo familiar

  • Manifestación: Dinámicas donde uno o más miembros se sienten satisfechos con su rol y no reconocen las contribuciones, sacrificios o necesidades de otros.
  • Ejemplo: Padres o madres que creen que por brindar sustento económico no necesitan involucrarse emocionalmente o compartir responsabilidades de cuidado.
  • Consecuencias: Conflictos familiares, resentimientos y desconexión emocional.

La autocomplacencia ¡qué bonita cuando no es negativa!, pero se convierte en un problema cuando impide el cambio, la empatía o el progreso. En este mundo tan complejo que nos sumerge en la competitividad, la comparativa, la exigencia a ser lo mejor o no ser vulnerables, mantener un equilibrio entre el reconocimiento de logros y la voluntad de tener una mente abierta para aceptar otras formas de hacer y de entender la vida para seguir avanzando, es una de las claves para ser felices.


lunes, 11 de noviembre de 2024

La autocomplacencia con la igualdad de género


Parece mentira que haya que explicarlo todo porque no se quiere ver, y más a gente en principio culta, con saber estar, con compromiso con la igualdad y el feminismo; parece mentira pero es así hoy en día que ser igualitario en un 45% o en un aprobado justito, queda como muletilla para sentirse  gente comprometida. Sí, estoy hablando de los hombres (también hay mujeres) que practican la autocomplacencia con la igualdad de género.

Algunas y sobre todo algunos estarán diciendo ¿Lo "cualo"? Repito, la autocomplacencia con la igualdad de género, que hace parecido daño a no reconocer que la mujer y otro tipo de hombres diferentes al rol establecido por el patriarcado, necesitan que sigamos dando pasos y descubriendo la desigualdad en la convivencia social del a diario, la cotidiana, esa en la que no se puede bajar la guardia porque sino, se le da la sujeción al entramado en el que se asienta el machismo y la violencia de género.

Si queréis leer sobre la autocomplacencia en todos los campos de la vida, ir a la entrada La autocomplacencia, igual os ayuda a entender mejor lo que cuento en esta.

Sé que desde la más tierna infancia nos aleccionan, lo sé, pero estamos en una etapa en la que en este país tenemos acceso a la información casi todas las personas y poder así desaprender las normas sociales, familiares y relacionales que no son igualitarias.

Nos tapan los ojos para que no veamos, llegamos a mayores y, …. ¿seguimos sin querer ver por voluntad propia? Mira, me pongo de mala leche, porque es totalmente injusto que hombres y mujeres con la capacidad de saber más sobre igualdad, no quieran saberlo y se conformen con aprobar con ese 5 raspado, si es que aprueban y que se crean que han sacado matrícula de honor, o en el mejor de los casos, que quedan muy bien diciendo que saben que no son totalmente feministas pero que han avanzado mucho más que las generaciones precedentes y que están en un notable alto. 

Muchos hombres y algunas mujeres están en cargos de poder, con una influencia muy alta sobre asuntos legales, laborales, en educación, salud, política, …, figuras públicas que promueven la igualdad pero que, en su vida personal o en acciones concretas, perpetúan dinámicas patriarcales.

Por poner ejemplos, personas de la política o líderes que impulsan leyes o iniciativas relacionadas con igualdad de género pero no las aplican con profundidad o las limitan a aspectos superficiales, mientras perpetúan dinámicas patriarcales en su entorno personal o profesional. Es evidente que aquí podemos poner el ejemplo de última hora hoy, Iñigo Errejón (político español)

También están esas figura públicas que se autodenominan aliadas del feminismo pero son pilladas en comentarios, actitudes o acciones que contradicen sus discursos en pro de la igualdad. Aquí pueden encajar artistas, escritoras o intelectuales que publican obras en favor de la igualdad pero cuyas conductas personales, como en relaciones de pareja o con colegas, no reflejan los valores que promueven.

No nos olvidemos que la autocomplacencia no se limita a figuras famosas o públicas, es un comportamiento socialmente aprendido y extendido, es ese manchón de petróleo en el mar que solo con los años y el trabajo voluntario de mujeres y hombres se puede limpiar. Pero claro, si parte de ese voluntariado a ido a hacer bulto y currar lo menos posible, pues difícil lo tenemos y eso me enfada. Me enfadan las actitudes de que pudiendo hacer algo más por un bien común, no se haga, me enfada que las personas nos quedemos aparcadas en un "fíjate cómo está el mundo de mal".

Venga, voy a por mi frase favorita cuando estoy enfadada:  "Mierda en un bote grande".

Cada persona su granito de arena en lo que pueda, no en lo que no pueda. Con tener las mentes abiertas para adquirir más información, llegamos a ella, ¿Qué ocurre?, que no conviene, no conviene saber más porque como son una buena persona, si saben algo más, tienen que hacer algo y no quieren porque pierden privilegios, pierden poder.

Si os vais a la entrada de Socialización jerárquica en igualdad de género, le pondréis contexto a esto de la autocomplacencia, no obstante, os voy a desarrollar este temita tan incómodo para estas personas que la practican y que no lo quieren ver.

La autocomplacencia en el tema de la igualdad de género se refiere a la idea de que, aunque muchos hombres consideran que apoyan la igualdad entre géneros, se quedan en una zona de confort que no implica cambios reales. Creen que ya hacen "suficiente" porque cumplen con ciertos valores o acciones que consideran justos, pero en realidad esto no suele ir acompañado de una autoevaluación sincera ni de un esfuerzo por cambiar conductas o actitudes en las que son protagonistas y que reflejan desequilibrios de poder y falta de equidad y de igualdad. 

Esta actitud puede llevar a una sensación de satisfacción personal sin que realmente haya avances en la igualdad de género; es otro motivo más por lo que el machismo y la desigualdad de género persiste en nuestra sociedad, por eso es motivo de enfado, aunque hayan dado en pro de la igualdad, pararse creyendo que ya está todo hecho por su parte es al menos negligencia.

“Reafirman su autocomplacencia” 

Menudo peligro tiene esto de la autocomplacencia, con el permiso, me voy a referir a la autocomplacencia masculina porque, si sin tenerla le costaba al hombre reconocer actitudes machistas, con esta herramienta se convierte encima en alguien que no sé si consciente o inconscientemente toma el pelo a las mujeres y a otros hombres (Las otras masculinidades)  que trabajan y se trabajan por una igualdad de género real.

Hacen guiños a la igualdad que les permiten sentirse “buenos” o “progresistas” o "feministas" o "igualitarios", sin cuestionar profundamente sus propios privilegios ni hacer cambios significativos en su manera de ver el mundo o relacionarse. Tan sencillo como que mantienen las dinámicas de poder desequilibradas que les permiten seguir con sus privilegios como hombres.

Hablo de un postureo en una época en la que muchas personas rechazamos las formas evidentes de desigualdad y, a menudo, inconscientemente, los hombres se sienten satisfechos con pequeños gestos de apoyo hacia la igualdad de género, asumiendo que con ellos están haciendo suficiente.  Hoy en día no hay disculpa para la inconsciencia en tema de igualdad porque hay mecanismos amplios para poder informarse; se puede disculpar que tengamos un repertorio de actitudes machistas no reconocibles, pero si alguien te evidencia esas actitudes a modificar y no lo haces, eso sí es responsabilidad de la persona que sigue colaborando en que la desigualdad permanezca.

Por eso es que persisten actitudes y hábitos que siguen favoreciendo a los hombres en ámbitos como las relaciones, el hogar, y el trabajo. La actitud de autocomplacencia, implica que se considera que lo que ya se está haciendo es adecuado, sin que exista una revisión crítica y profunda de las acciones y actitudes cotidianas.

Osea, que ven que la violencia contra las mujeres en cabeza ajena, pero no la ven en la propia ¿Quién dijo lo de la ver la paja en ojo ajeno? ¡Es que seguimos prácticamente igual que hace 2000 años! 

Sigo un poco, porque esto tiene tanta miga que no lo puedo dejar colgado, por eso voy a indagar en el andar por casa, en esas relaciones del día a día que muchos hombres no quieren ver. Esas situaciones que a ellos les favorecen y que muchas mujeres no identificamos tampoco y así nos mete el machismo y el patriarcado un gol por la escuadra que no hemos visto venir.

¿Os habéis visto alguna vez preguntándoos "pero como he llegado aquí"? Yo sí. 

Este vídeo lo tengo en otra entrada colgado, pero es que viene al pelo con este último comentario que me ha salido. "La feminista blandengue".

¿Cómo se ve esta autocomplacencia en el día a día?

Muchos hombres creen que son aliados de la igualdad simplemente porque tienen una postura general de respeto hacia las mujeres, porque no ejercen una discriminación directa o porque apoyan la presencia de mujeres en diferentes espacios. Sin embargo, es común que no evalúen las dinámicas de poder, no cuestionen sus propios privilegios o no se involucren activamente en transformar aspectos de la sociedad y de sus propias relaciones que aún reflejan la desigualdad. En algunos casos, esta autocomplacencia aparece en:

  • Esta actitud de autocomplacencia es un terreno fértil para el crecimiento de dinámicas violentas o desequilibradas, pues el supuesto “esfuerzo” que se ha hecho ya se considera suficiente, y cualquier sugerencia de cambio o revisión se ve como exagerada o innecesaria. Es común que en esta postura aparezca el rechazo a asumir responsabilidad por actitudes o patrones de comportamiento que afectan a la pareja o a las mujeres en general. Esto mantiene a las personas en una zona de confort, evitando el aprendizaje profundo y el cuestionamiento personal sobre el trato y la dinámica que sostienen en la relación.
  • Creer que no hay más por hacer porque ya no se tienen actitudes abiertamente machistas. A veces piensan que, como “no hacen daño”, "no son violentos", identifican algunos micromachismos, …, no hay un problema. en ellos en cuestión de igualdad.
  • Minimizar experiencias y dificultades de género que viven las mujeres y otras identidades. Esto se da cuando ven ciertos problemas como “exageraciones” o creen que hablar de temas de igualdad no les concierne porque hoy en día ya "se está exagerando el tema".
  • Evitar el cambio personal y ver el problema solo como algo externo que no les afecta, en lugar de algo en lo que cada persona puede contribuir activamente, comenzando por uno mismo.

¿Cómo se manifiesta la autocomplacencia en temas de igualdad?

Pequeños gestos como símbolo de igualdad o concesiones y renuncias

Se refiere a pequeñas acciones, como participar en conversaciones de igualdad, apoyar algunas causas feministas, compartir responsabilidades, utilización del lenguaje no sexista, identificación de las distintas violencias machistas o micromachismos, posicionamiento social o incluso político feminista (caso Ïñigo Errejón), etc., que pueden parecer avances en términos de igualdad y de consideración hacia la mujer, pero en realidad, suponen una excusa para no seguir ahondando en sus comportamientos y pasar por esto de la igualdad en un aprobado justito o incluso un suspenso enmascarado. 

Muchos hombres creen que compartir ciertas tareas en el hogar, atender cuidados familiares o hacer declaraciones públicas a favor de la igualdad de género son acciones que les convierten automáticamente en aliados. Si bien estas acciones son positivas, también son solo el comienzo de lo que una verdadera igualdad significa. 
La autocomplacencia surge cuando esos pequeños actos se perciben como logros completos y suficientes y dejan de mover ficha.

Algunos hombres pueden ver estos pequeños actos como si fueran grandes contribuciones a la igualdad de género. Esta autoevaluación exagerada de sus logros les permite pensar que están haciendo lo suficiente, aunque el cambio real y significativo hacia la igualdad pueda requerir mucho más compromiso. 

En lugar de ser un apoyo sincero (consciente o inconscientemente), estas concesiones se convierten en gestos superficiales que les permiten reafirmar su propio valor y logros, sin implicarse en un cambio profundo y real.

Expectativa de reconocimiento: A menudo, los hombres esperan ser reconocidos y elogiados por sus gestos hacia la igualdad, como si estuvieran haciendo un favor en lugar de cumplir con un compromiso justo. Esto puede traducirse en comentarios como "yo ayudo en casa" o "yo soy de los que apoyan la igualdad". Cuando estos gestos buscan una aprobación externa o se consideran logros, en lugar de cambios necesarios para una relación equitativa, se refuerza la idea de que la igualdad es una concesión y no una responsabilidad compartida.

Falta de autocrítica: La autocomplacencia puede hacer que los hombres no examinen a fondo sus propios comportamientos y privilegios. Al sentir que ya están haciendo “lo suficiente” para ser igualitarios, pueden evitar cuestionar prácticas y actitudes más profundas que mantienen desequilibrios de poder, tanto en el hogar como en el trabajo. Esto incluye no reconocer patrones de comportamiento que favorecen sus intereses o limitan el desarrollo pleno de sus parejas.

Comparación con otros hombres: Un factor que contribuye a la autocomplacencia es la tendencia a compararse con otros hombres menos comprometidos con la igualdad. Esto es como la famosa frase de "en el país de los ciegos, el tuerto es el rey", ... pero la realidad es que ve sólo con un ojo. En esto de la igualdad hay que mirar con dos ojos porque si no, la desigualdad se cuela.

Así que esta comparativa beneficiosa para ellos, les lleva a pensar que, al hacer más que el promedio, ya están cumpliendo con los estándares de una relación justa y respetuosa. Sin embargo, la igualdad no debería medirse en relación con lo que otros hacen, sino en función de un compromiso constante con la equidad y el respeto.

Resistencia al cambio profundo: La autocomplacencia también se manifiesta en la falta de disposición para cambiar actitudes y comportamientos de manera profunda. Por ejemplo, participar en conversaciones sobre igualdad sin aceptar realmente la necesidad de compartir de manera equitativa la toma de decisiones, las tareas del hogar, o el tiempo para el desarrollo personal. Esta resistencia puede ser sutil, pero limita el avance hacia una igualdad real y sostenible.

Los hombres pueden hacer ciertos gestos o sacrificios que parecen apoyar la igualdad de género, pero que en el fondo son más una manera de sentirse bien consigo mismos o de verse como “aliados” del feminismo y de la mujer. 

Consecuencias de esta autocomplacencia

La autocomplacencia puede tener varias consecuencias para las relaciones, tanto en la vida de pareja como en el ámbito laboral o familiar y son similares a las  que produce la desigualdad de género, dinámicas de poder y la Socialización jerárquica en igualdad de género

Falsa sensación de progreso: Cuando los hombres sienten que ya están haciendo lo suficiente, las relaciones pueden quedarse estancadas en patrones de desigualdad, ya que no hay un impulso real para un cambio profundo. Esto puede hacer que las relaciones parezcan igualitarias en apariencia, pero en la práctica, persistan desigualdades significativas.

Frena el avance real de la igualdad. Cuando una persona cree que ya está haciendo lo suficiente, disminuye el compromiso y no ve necesidad de cuestionar y revisar actitudes, ni se plantea mejorar los espacios para que sean más justos.

Mantiene dinámicas de poder invisibles. Aunque muchas veces no es intencional, la autocomplacencia evita que se reconozcan dinámicas de poder que afectan a mujeres y otras identidades. Al no cuestionarlas ni querer transformarlas, se refuerzan, aunque no haya una intención directa de hacerlo.

Dificulta la empatía y el diálogo. La actitud de autocomplacencia puede hacer que ciertos problemas o vivencias que mujeres u otras identidades de género mencionan parezcan “irrelevantes” o “incomprensibles”, lo que limita el diálogo y la empatía.

Desgasta las relaciones. En relaciones personales o de pareja, esta postura lleva a que haya menos comprensión de las necesidades de la mujer, sobre todo si  necesita un cambio de dinámica para sentirse respetada o igual. La autocomplacencia a menudo lleva a ignorar estas necesidades.

La autocomplacencia lleva a minimizar las experiencias de la pareja, a corregirla, ignorarla o invalidarla en sus emociones. Esto se convierte en una forma más sutil de violencia de género, pues perpetúa una jerarquía de “quien sabe mejor”, reafirmando un papel de autoridad o superioridad que, en el fondo, alimenta una desigualdad de poder en la relación.

Frustración en la pareja: Las mujeres en estas relaciones pueden experimentar frustración, ya que aunque existan algunos cambios, si no son en profundidad,  genera un desgaste emocional y una sensación de que sus propias necesidades y aspiraciones no se valoran de igual manera, minando su autoestima y su propia credibilidad.

Desequilibrio en el desarrollo personal: Los hombres pueden tener más tiempo y energía para su desarrollo personal y profesional. Dentro de una desigualdad estructural ellos avanzan en sus carreras, proyectos u ocio, mientras que las mujeres están más relegadas a un segundo plano a la hora de cubrir sus necesidades vitales, limitándose así su propio desarrollo.

Superar la autocomplacencia: hacia una igualdad activa y real

Para avanzar hacia una verdadera igualdad, es importante que los hombres no se conformen con pequeños gestos, sino que asuman la igualdad como un compromiso activo y continuo. 

Algunos cambios pueden incluir:

Autoevaluación constante: En lugar de asumir que pequeños gestos son suficientes, es fundamental revisar continuamente el propio comportamiento y preguntarse si se está contribuyendo de manera justa en todas las áreas de la vida compartida.
Participación equitativa en todas las áreas: Esto significa compartir de manera equitativa no solo las tareas físicas, sino también la carga emocional y organizativa del hogar y la relación. De esta forma, se elimina el desequilibrio en el esfuerzo y se reconocen todas las contribuciones.
Escuchar y aprender: La autocomplacencia puede superarse cuando los hombres realmente escuchan las experiencias y necesidades de sus parejas y se comprometen a hacer cambios significativos, sin expectativas de reconocimiento. La igualdad se construye cuando se actúa desde el respeto y la empatía, y no desde el deseo de recibir elogios.
Compromiso con el cambio estructural: La igualdad no solo implica hacer cambios individuales, sino también cuestionar y rechazar prácticas y actitudes que perpetúan la desigualdad en el ámbito laboral, familiar y social. 
Involucrarse en estos cambios contribuye a una igualdad que va más allá de lo personal y tiene un impacto positivo en la sociedad.
Reflexionar y cuestionarse. Superar la autocomplacencia implica que cada uno pueda revisar con sinceridad sus actitudes y preguntarse en qué áreas puede ser más justo y apoyar mejor la igualdad. ¿Hay patrones que sostengo y no me doy cuenta?
Escuchar sin invalidar. La clave está en escuchar de verdad y sin juzgar las experiencias de otras personas, especialmente cuando hablan de temas de desigualdad o de actitudes que les afectan.
Participar activamente. Esto no implica solo tener una actitud de respeto, sino contribuir activamente a que haya cambios en el entorno cercano (hogar, trabajo, amistades), apoyando oportunidades iguales para todos y todas.
Adaptarse a nuevos aprendizajes. La igualdad de género no es una meta que se alcanza y se deja, sino que evoluciona conforme todos aprendemos más. Implica abrirse a seguir aprendiendo y cambiando, adaptándose a nuevas maneras de pensar y relacionarse.

En conclusión, la autocomplacencia en temas de igualdad es un obstáculo para el cambio real y profundo en las relaciones de género. Para superarla, es necesario que los hombres adopten una actitud de autocrítica, reconozcan los beneficios de una relación equitativa, y asuman una responsabilidad compartida. 

Superar la autocomplacencia con la igualdad de género requiere pasar de una actitud pasiva a una activa. No es suficiente con tener “buenas intenciones”. hace falta una acción continua y sincera, que parte de la autoevaluación y se extiende hacia los demás. Para cambiar esta situación, es clave reconocer las áreas donde aún existen desigualdades, cuestionarse constantemente y fomentar una comunicación abierta y empática. La autocrítica, la voluntad de entender la perspectiva de las mujeres y de revisar conductas propias son fundamentales para reducir esta complacencia y evitar que derive en comportamientos dañinos. 

Socialización jerárquica en igualdad de género

Las cosas que tiene Eloisa

De nuevo con la socialización jerárquica, pero esta vez en términos de igualdad de género, por la transcendencia que tiene a nivel relacional en todos los ámbitos y si es a nivel de pareja que es dónde se cocina el gran plato, son desastrosas las consecuencias, porque en verdad, no gana la parte que ejerce el rol femenino y tampoco el que ejerce el rol masculino; la insatisfacción personal está servida y el rol que sale perdiendo más es el de la mujer.

Lo que hay en esta entrada me llamó la atención a leer y escribir sobre otras masculinidades, por eso me ha merecido la pena dedicarle más tiempo para entender por qué los comportamientos de los hombres y por qué los comportamientos en tolerancia de las mujeres a esos comportamientos.
Mi conclusión es que hay que hilar muy fino porque no estamos ninguna exenta de caer en una dinámicas de poder masculinas que nos dejan KO, perdiendo el empoderamiento que hayamos adquirido.

Socialización jerárquica en términos de igualdad de género

Voy a tocar el tema de cómo nos relacionamos el rol del hombre con el rol de la mujer en esta socialización mamada, metida por vena, que viene desde tiempos inmemorables y que ha dejado una huella en cada una de nosotras/os imperceptible en muchas, muchísimas ocasiones.

Hoy en día también está potente y se manifiesta muy evidentemente en algunos casos que no somos capaces de reconocer y en otras ocasiones es tan sutil que no se deja ver, pero afecta de igual manera.

Para minimizar sus efectos, sólo existe el antídoto del conocimiento. A través de él sabremos detectar situaciones dadas por buenas y válidas, siendo en realidad nocivas y tóxicas para llevar una relación sana, en la que haya resfriados solucionables y no una metástasis del cáncer que lleve hasta la muerte de la relación y a veces de la mujer.

Este tema está ligado al tema de las dinámicas de poder en pareja, habiendo muchos puntos en común y prácticamente iguales en los orígenes. 

Tengo en la cabeza que me quedo corta, cortísima con los análisis que hago, sabiendo que son una principiante en esto de las cosas del feminismo. No creo que tengo vida suficiente para entender todos los mecanismos macabros de esta sociedad patriarcal, me parecen como una película de terror.

Vamos a ver estas situaciones anormalmente normalizadas

  • El criterio del hombre prevalece frente a la opinión de la mujer

Sigue existiendo la creencia que el hombre tiene mayor credibilidad porque es más objetivo y menos emocional, más práctico y menos influenciable, más justo y enfocado en la verdad, todo esto sigue aunque "algunos hombres buenos" hagan algunas concesiones y algunas renuncias que les dejen tranquilos mental y emocionalmente y que reafirman su autocomplacencia y sobrevaloración de logros en el campo de la igualdad.

Ale, atacamos el tema de pleno, porque merece ser entendido el por qué seguimos arrastrando la desigualdad y la socialización jerárquica. 

La pregunta del millón ¿Qué ocurre con los hombres? Pues es sencillo, siguen obteniendo réditos de maneras más sutiles, pero como las evidentes no las practican, nos encontramos con que tiran de la autocomplacencia en igualdad de género.

Las cosas que tiene Eloisa

En el enlace anterior tenéis desarrollado el tema, que da para echar de comer aparte. No dejéis de leerlo.

  • Ocupación de más espacios

Aparte del espacio social, los hombres han entrado en el familiar o en el de los cuidados, de nuevo haciendo valer su criterio en cuanto cómo hacer o cómo cuidar.  

La entrada de los hombres en el ámbito familiar y de los cuidados es un cambio importante en las relaciones de género, ya que tradicionalmente, estas tareas eran asumidas principalmente por mujeres. Sin embargo, en muchos casos, esta participación puede ir acompañada de una imposición de criterios masculinos sobre cómo hacer las cosas, lo que a veces puede desplazar o invalidar las experiencias y métodos de las mujeres, quienes históricamente han desempeñado esos roles.

En otras palabras, aunque cada vez más hombres asumen tareas en el hogar o de cuidados familiares, es común que lo hagan imponiendo su forma de hacer las cosas y su criterio y este hecho puede ser problemático porque aunque no lo parezca (modo sutil y enmascarado) tiene implicaciones:

Desvalorización de saberes previos

Las mujeres han acumulado conocimientos y métodos propios de cuidado y organización doméstica a lo largo de generaciones. Cuando los hombres imponen sus criterios, se desvalorizan estos saberes, lo que puede llevar a tensiones y a una percepción de que el trabajo de las mujeres en este ámbito es “mejorable” o “necesita otra perspectiva”.

Refuerzo de patrones de autoridad

En muchos casos, la entrada de los hombres en el espacio familiar y de cuidados reproduce patrones de autoridad donde su palabra tiene más peso o es la “definitiva”. Esto puede crear una situación en la que, en lugar de que haya una colaboración horizontal, se sigue reproduciendo una dinámica de poder.

Cuando el hombre comienza a participar en espacios privados que tradicionalmente se han asociado con la mujer, como el hogar y los cuidados, suele darse una dinámica sutil de refuerzo de autoridad, aunque en principio suena positivo que hombres y mujeres compartan de manera equitativa estos espacios. 

En la práctica ocurre que, al ingresar en estos ámbitos, algunos hombres pueden llevar consigo un enfoque de autoridad y control que termina reproduciendo patrones de desigualdad, incluso cuando no se presenta de forma abierta o consciente.

  • ¿Qué significa el refuerzo de patrones de autoridad en el espacio privado?

Tradicionalmente, el hogar y las tareas de cuidado han sido atribuidos a las mujeres, por lo que cuando los hombres entran en este ámbito (lo cual es cada vez más común), tienden a hacerlo desde una posición en la que buscan “organizar”, “gestionar” o “corregir” en base a sus propios criterios. 
Esta postura reproduce patrones de autoridad, ya que, en vez de integrarse desde la colaboración y el respeto por las formas de hacer de su pareja, tienden a aplicar un enfoque que asume que su manera es la mejor o más racional.

  • Formas en las que se refuerzan los patrones de autoridad

Control sobre los métodos y formas de hacer: Al ingresar al ámbito doméstico o de cuidados, algunos hombres sienten que deben imponer o corregir los métodos ya establecidos. Esto puede incluir desde cuestionar la organización de la casa, las rutinas de los hijos, o incluso la manera de realizar tareas del hogar. Este tipo de intervención puede ser sutil, pero transmite el mensaje de que su manera es “la correcta” y que su pareja debe adaptarse a sus métodos.

Microgestión en el espacio de cuidado: Cuando los hombres asumen ciertas tareas de cuidado, como el cuidado de los hijos o la administración del hogar, es común que adopten un enfoque que minimice o reemplace la experiencia previa de su pareja. Esto puede traducirse en críticas o correcciones sobre cómo se organiza el tiempo, cómo se atiende a los hijos o cómo se realizan las compras. Sin darse cuenta, estos comportamientos replican un patrón de control que menosprecia la experiencia de su pareja.

Atribución de una “mejor” capacidad de gestión: Al ingresar al espacio privado, algunos hombres creen que su experiencia profesional o su formación les da una ventaja para manejar las tareas domésticas de manera más “eficaz”. Aunque no siempre lo expresen abiertamente, esta creencia se traduce en actitudes de autoridad, como tomar decisiones unilaterales o establecer pautas y normas sin una verdadera consulta. Esto refuerza una jerarquía en la que el hombre tiene la última palabra, incluso en un ámbito que ha sido gestionado principalmente por su pareja.

Minimización de la carga emocional y organizativa: Uno de los aspectos más sutiles del refuerzo de autoridad es cuando el hombre ingresa en el ámbito doméstico y asume ciertas tareas prácticas sin involucrarse en la carga emocional y mental que conlleva gestionar el hogar y los cuidados. Esto significa que, aunque participe en actividades concretas, no asume la responsabilidad de planificar o preocuparse por los detalles que conforman estos espacios. Esto puede dejar a su pareja con la carga emocional y organizativa, mientras él asume una posición de “control” que no se implica por completo, reforzando el patrón de autoridad sin compartir de manera equitativa las responsabilidades.

Expectativa de reconocimiento: A menudo, cuando los hombres participan en estos espacios, esperan ser reconocidos o elogiados por su colaboración. Sin embargo, esta expectativa refuerza una dinámica de autoridad en la que el hombre es visto como el “ayudante” o “colaborador” y la mujer sigue siendo la principal responsable. La necesidad de reconocimiento por parte de los hombres implica que, en lugar de compartir equitativamente, su participación sigue estando en una posición de favor o contribución especial, lo que refuerza un desequilibrio de poder.

  • Consecuencias del refuerzo de autoridad en el ámbito privado

El refuerzo de patrones de autoridad en el ámbito privado tiene varias consecuencias tanto para la relación de pareja como para la dinámica familiar:

Sentimiento de desvalorización para la pareja: La mujer puede sentirse desvalorizada, ya que su experiencia y su manera de gestionar el hogar son minimizadas o cuestionadas. Esto puede generar frustración y una sensación de que su espacio personal y relacional es invadido y controlado.

Desgaste emocional: La mujer puede experimentar desgaste emocional al tener que lidiar con críticas o cambios impuestos sobre sus formas de hacer, además de continuar asumiendo la carga mental y emocional de las responsabilidades, lo que aumenta el estrés y reduce la satisfacción en la relación.

Desigualdad en la toma de decisiones: Si el hombre asume una posición de autoridad en el ámbito privado, las decisiones pueden terminar siendo unilaterales o poco consultadas, lo que crea una relación de poder desigual que afecta la autonomía de ambos y refuerza el control de uno sobre el espacio compartido.

Falsa igualdad: Este tipo de participación puede dar la impresión de que existe igualdad en el reparto de tareas y responsabilidades, pero en la práctica, la relación sigue funcionando bajo un modelo de control donde uno de los miembros tiene mayor poder de decisión. Esto perpetúa una desigualdad velada que se mantiene incluso cuando ambos trabajan en el hogar o en los cuidados.

Es evidente que los cambios superficiales, no sirven para llegar a una igualdad real.

  • Dificultad para compartir realmente el espacio

Para que el cambio en el reparto de tareas sea genuino, es importante no solo que los hombres participen, sino que respeten y colaboren desde el aprendizaje y el diálogo, reconociendo que el espacio doméstico y de cuidados tiene un valor en sí mismo y que su participación debe adaptarse a las necesidades de ese espacio y no viceversa.

La transición hacia un modelo de cuidados compartidos y equitativos requiere que los hombres reconozcan y valoren la experiencia y el conocimiento que ya existe, y que participen en estos espacios con humildad y disposición a aprender, en lugar de imponer su manera de hacer las cosas, algo que facilita que el cambio sea realmente igualitario, respetuoso y positivo.

  • Menospreciando a través del ignorar actuaciones de la mujer. 

Ocurre cuando una de las partes en una relación desestima o no le da importancia a los esfuerzos, logros o decisiones de la otra persona, bajo la creencia de que sus propias acciones son "más importantes" o "más valiosas". 
En la práctica, esto significa que, aunque ambos realicen tareas y aporten al hogar, a los cuidados, a la relación o a la economía, las contribuciones de la mujer se consideran menos relevantes o incluso se pasan por alto.

¿Cómo se manifiesta este tipo de menosprecio?

Desvalorización de actividades cotidianas 

Puede ser que las tareas que realiza la mujer, como las de cuidado, gestión del hogar o apoyo emocional, se vean como menos importantes en comparación con lo que el hombre hace, especialmente si sus tareas se consideran "más prácticas" o "productivas". Esto refuerza la idea de que solo ciertas tareas tienen valor, lo cual es injusto, ya que el cuidado y el apoyo emocional son fundamentales para el bienestar de cualquier hogar o relación.

Indiferencia o invisibilización

Ignorar las acciones de la otra persona puede manifestarse como una falta de reconocimiento o gratitud. No notar o valorar cuando alguien hace aportaciones, es una invisibilización hacia ese alguien, con las consecuencias emocionales que conlleva (falta de empatía, sentimiento de desvalorización, etc.). 
Esta falta de aprecio convierte las contribuciones de la mujer en algo “invisible”, incluso cuando son esenciales para el buen funcionamiento del hogar o la relación.

Falta de colaboración equitativa 

Al minimizar o pasar por alto las acciones de la otra persona, el hombre puede asumir que no necesita participar en ciertas actividades, creyendo que lo que él hace ya “cubre” lo importante, volviendo a estar presentes las dinámicas de poder y en este caso desequilibradas al sentirse el hombre en un estatus de superioridad.

Esta actitud crea una carga emocional desproporcionada para la mujer y puede llevar a un desequilibrio en la relación, donde una de las partes asume responsabilidades sin el mismo nivel de reconocimiento o reciprocidad.

Este tipo de menosprecio tiene consecuencias negativas en cualquier relación, ya que genera un ambiente de desigualdad y desvalorización. Cambiar esta actitud implica reconocer que todas las contribuciones tienen valor y son necesarias para que el hogar o la relación funcione bien. 
Es esencial que ambas personas se sientan apreciadas y valoradas por lo que aportan, sin que ninguna de las tareas se considere superior a las demás. Una relación equitativa y respetuosa se construye cuando se valora todo tipo de esfuerzo y se reconoce que tanto las tareas visibles como las invisibles son igual de valiosas.

  • El hombre mantiene su espacio personal/relacional a la vez que siguen reclamando parte del de la mujer 

En muchas relaciones, es común que algunas personas (en este caso, hombres) mantengan su espacio personal o relacional sin ceder demasiado, mientras esperan que su pareja esté disponible o “a su disposición” cuando ellos lo necesiten. Esto se da en varios niveles y contextos y puede generar una dinámica de desequilibrio donde uno de los miembros de la pareja disfruta de más independencia y autonomía, mientras que la otra persona siente que su propio espacio personal se ve reducido o invadido.

¿Cómo se manifiesta esta situación?

Tiempo libre y actividades personales 

Es común que el hombre reserve un tiempo para sus propios hobbies, amistades o actividades, sin ceder ese tiempo para la pareja o para necesidades compartidas. Al mismo tiempo, puede esperar que la otra persona esté disponible para él en esos momentos, o que ella sea quien se adapte a sus horarios. Esto deja a la mujer en una posición en la que debe modificar sus propios planes y tiempos, en lugar de poder disfrutar de su tiempo de forma equitativa y sin interrupciones.

Expectativa de disponibilidad emocional

Mantener el espacio personal también puede aplicarse en el ámbito emocional. Puede ocurrir que el hombre limite cuánto se involucra en las preocupaciones o necesidades emocionales de su pareja, manteniendo su propio espacio emocional reservado o protegido. Sin embargo, él puede esperar que su pareja esté emocionalmente disponible para él, que lo escuche y le brinde apoyo cuando lo necesite, sin importar si ella tiene sus propias necesidades emocionales no atendidas.

Decisiones sobre el espacio común

En algunos casos, el hombre puede esperar que la pareja acepte su criterio en decisiones sobre el hogar o la vida familiar. Esto significa que, aunque el espacio y las decisiones les afectan a ambos, la mujer puede sentirse presionada a ceder su parte del espacio, su criterio, o sus deseos para ajustarse a las decisiones que él toma. Esto limita su autonomía en espacios que son de ambos y puede hacer que sienta que su propio espacio personal no se respeta en igual medida.

Control sutil sobre los límites de la pareja

Muchas veces, el hombre puede disfrutar de más libertad o autonomía (para trabajar, salir o dedicarse a sus intereses), mientras espera que la otra persona esté más disponible para él. Esto crea una situación en la que, sin decirlo abiertamente, se espera que la mujer limite su propio espacio personal en función de las necesidades o deseos de su pareja.

¿Por qué ocurre esta dinámica?

Este tipo de desequilibrio surge de normas culturales y expectativas de género que han estado presentes por mucho tiempo. Tradicionalmente, se ha visto como natural que los hombres tengan más independencia y espacio para desarrollarse individualmente, mientras que a las mujeres se les asigna el rol de estar disponibles para las personas a su alrededor, especialmente en el ámbito familiar o de pareja. 
Aunque los tiempos están cambiando, estas normas y expectativas persisten de manera sutil e influy en las relaciones de forma inconsciente.

¿Cuáles son las consecuencias de esta dinámica?

Esta situación afecta la satisfacción y el bienestar de quien siente que tiene que ceder su espacio o adaptarse más a las necesidades de la otra persona. 
Con el tiempo, el desequilibrio puede generar frustración, resentimiento y una sensación de desvalorización. 
Para que ambos miembros de la pareja puedan disfrutar de la misma libertad y autonomía, es esencial construir un espacio donde los deseos, tiempos y límites de ambas personas se respeten y se valoren por igual.

Para superar esta dinámica, es fundamental que ambos miembros de la pareja se involucren en conversaciones honestas sobre sus necesidades y expectativas de espacio personal. 

Esto significa:

Reconocer y respetar la individualidad de cada persona 

Entender que ambos tienen derecho a su tiempo y espacio sin presiones.

Equilibrar la disponibilidad emocional 

Dar y recibir apoyo en igualdad de condiciones.

Tomar decisiones compartidas sobre espacios comunes

Esto implica valorar y respetar las opiniones y necesidades de ambas personas, sin que una voz pese más que la otra.

No cabe duda de que el cambio requiere un trabajo, pero es la única manera de construir relaciones más saludables y respetuosas, donde el espacio personal de cada persona se respete y se valora por igual.

  • Predominan los intereses y los deseos del hombre 

La idea de que predominan los intereses y deseos del hombre de una manera sutil es un fenómeno común en muchas relaciones modernas. Aunque en la actualidad la mayoría de las personas rechaza la actitud abierta del “tú te callas, que aquí mando yo”, siguen existiendo formas más indirectas de desequilibrio que pueden pasar desapercibidas. 
Este desequilibrio a menudo permite que los intereses y deseos del hombre tengan más peso o prioridad, a veces sin que ambas personas en la relación se den cuenta del todo. Esto ocurre de manera que puede parecer “normal” o “equitativo” desde afuera, incluso cuando en la práctica uno de los miembros está cediendo más que el otro.

Evidentemente, esto no ocurre de la misma manera que antaño y precisamente, por ser más sutil es más difícil de detectar por ellos, por lo que la autocomplacencia en el campo de la igualdad sigue intacta.

¿Cómo se manifiestan estos intereses predominantes de manera sutil?

Tendencia a tomar decisiones “sin presión” 

En algunos casos, el hombre puede imponer su criterio o sus decisiones de forma indirecta, como al asumir decisiones cotidianas (por ejemplo, sobre el hogar, las actividades sociales, o incluso la educación de los hijos) sin consultar o sin valorar realmente la opinión de su pareja. Puede parecer que él simplemente “toma la iniciativa” o que es más “práctico”, cuando en realidad está acaparando el poder de decisión.

Justificación basada en “lógica” o “razones prácticas”

A menudo, el hombre puede defender sus decisiones argumentando que son “más lógicas” o “más racionales”, lo que hace que las opiniones y deseos de la otra persona parezcan menos válidos. Esto puede ser especialmente sutil, ya que la lógica o la practicidad se presentan como “neutras” y objetivas, pero en realidad, terminan inclinando la balanza hacia los deseos del hombre, invalidando de forma indirecta los deseos o perspectivas de la otra persona.

Expectativas de adaptación

Muchas veces, aunque no se diga de manera explícita, existe una expectativa de que la pareja debe adaptarse a las preferencias, horarios o necesidades del hombre. Esto puede manifestarse en actividades compartidas, como el tiempo libre o las actividades familiares. La mujer puede sentir que, aunque tenga sus propios deseos o preferencias, termina adaptándose a los intereses de su pareja, lo que a menudo se normaliza y no se cuestiona.

Micromanejo o crítica sutil
En ciertas relaciones, el hombre puede intervenir de manera indirecta o criticar de forma disimulada las decisiones o formas de hacer de su pareja, lo que lleva a que ella termine dudando de sus propias decisiones. 
Esto ocurre cuando las pequeñas críticas se enmascaran como “consejos” o “sugerencias”, pero en realidad refuerzan la idea de que su manera de hacer las cosas no es la adecuada.

Autoimagen de igualdad

En muchas relaciones, el hombre puede sentirse satisfecho y hasta “orgulloso” de considerarse igualitario o feminista. La autocomplacencia en este sentido significa que cree que su esfuerzo es suficiente, lo que le impide cuestionarse si está manteniendo comportamientos sutiles que reflejan un desequilibrio en cuanto a la igualdad. 
Al sentirse “un buen aliado”, puede dejar de revisar sus actitudes o preguntarse si está siendo realmente equitativo.

¿Por qué ocurre este desequilibrio sutil?

Este fenómeno tiene sus raíces en la normas culturales y expectativas de género (El patriarcado) que siguen presentes a nivel social, aunque muchas personas ya no compartan estas ideas abiertamente. Desde una edad temprana, los hombres suelen recibir mensajes que validan sus deseos y decisiones como importantes, mientras que a las mujeres se les enseña a adaptarse, a negociar y a tener en cuenta las necesidades de los demás. 
Esto lleva a que, incluso en relaciones aparentemente igualitarias, los deseos del hombre tiendan a tomar más espacio.

Además, muchos hombres pueden considerar que ser “bueno” en términos de igualdad significa simplemente no ser autoritarios o no usar un tono agresivo. Sin embargo, la verdadera igualdad implica una revisión continua de cómo ambos miembros se adaptan y negocian sus deseos y límites. Si uno de ellos mantiene una posición de comodidad en la que sus deseos son prioritarios, el balance no es equitativo.

Consecuencias para la relación

Esta sutil predominancia puede tener efectos negativos en la relación a largo plazo, incluyendo:

  • Frustración y resentimiento: La persona que siente que sus deseos están siendo minimizados puede llegar a experimentar frustración y resentimiento. A largo plazo, esto desgasta la relación y dificulta la satisfacción y la conexión emocional entre ambos.

  • Pérdida de autonomía: La parte que cede sus propios deseos y adaptaciones termina sintiendo que su autonomía se ve comprometida, lo cual afecta su autoestima y bienestar. También puede limitar el crecimiento personal y la sensación de poder en la relación.

  • Desequilibrio en la toma de decisiones: Cuando uno de los miembros de la pareja impone sus preferencias o decisiones de manera sutil, se instala un patrón en el que sus deseos toman el control, afectando la calidad de la relación y perpetuando una desigualdad que contradice los ideales de igualdad.

Para que una relación funcione de manera equitativa, es importante que ambos miembros puedan reflexionar sobre estos desequilibrios sutiles y trabajen juntos para construir una dinámica más balanceada. Algunas estrategias pueden incluir:

  • Escucha activa y negociación: En lugar de asumir que la propia perspectiva es la correcta, fomentar un diálogo donde ambas personas puedan expresar sus deseos, sus dudas y sus prioridades en pie de igualdad.

  • Cuestionar la autocomplacencia: Es importante que ambos miembros de la pareja revisen y cuestionen sus propios comportamientos y actitudes. La igualdad no es un logro que se alcanza una vez, sino un compromiso constante de revisión y adaptación.

  • Valorar y respetar los deseos de ambos: Implica que ambos miembros comprendan que todas las perspectivas son válidas y dignas de ser respetadas, independientemente de si son lógicas o prácticas.

De esta manera, se construye una relación donde los deseos y los intereses de ambos se valoran, evitando que los comportamientos sutiles de una parte terminen imponiéndose sobre la otra.

  • Los hombres tienden a explicar a la mujer todo 

Hace referencia a una actitud común, muchas veces inconsciente, donde ellos asumen que tienen más conocimiento o que sus opiniones son necesarias para que la otra persona “entienda bien” algo. Este fenómeno, a veces llamado "mansplaining", parte de la idea de que, de alguna manera, el hombre “sabe mejor” o que su enfoque es el adecuado. En realidad, este comportamiento no es malintencionado, pero suele ser fruto de hábitos culturales antiguos que asumen que las mujeres no saben o no pueden hacer las cosas igual de bien.

¿Por qué ocurre esta tendencia a “explicarlo todo”?

La sociedad ha alimentado durante mucho tiempo la idea de que los hombres tienen habilidades “mejores” o “más racionales” en ciertos temas, como la tecnología, la economía o la política, aunque estos conceptos no tengan base real. Esta creencia ha influido en la forma en que interactúan algunos hombres, que muchas veces intentan “ayudar” o “aclarar” sin darse cuenta de que pueden estar asumiendo que la otra persona no es capaz de entender o hacer algo por sí misma.

Otro factor es que muchas personas no son conscientes de cómo esta actitud se convierte en una forma de subestimar a los demás, pues se vuelve un patrón casi automático: “explicar” sin detenerse a pensar si la otra persona ya sabe del tema o si necesita ayuda.

¿Cómo se manifiesta?

Interrupciones: Muchos hombres tienden a interrumpir cuando una mujer está hablando, asumiendo que pueden aportar algo “más importante” o “más claro”. Esta interrupción constante da a entender que la explicación de la mujer no es suficiente o que lo que va a decir el hombre es más valioso.

Consejos sin ser solicitados: Un hombre puede sentir que es útil ofrecer consejos o soluciones sobre temas en los que la mujer no ha pedido ayuda. Este impulso de ofrecer ayuda no solicitada subestima la capacidad de la otra persona para resolver los asuntos a su manera.

Sentirse invadido: cuando la mujer interviene en una conversación comenzada por el hombre, este siente que le quita autoridad y que inmiscuye en donde no tiene que hacerlo, con las consiguientes represalias hacia ella (enfado, desacreditación, desvalorización, violencia emocional o física,...)

Subestimar las opiniones de la mujer: Algunos hombres tienden a cuestionar o “reformular” lo que una mujer dice, como si su forma de explicar las cosas no fuera válida. Esto se ve cuando repiten o reinterpretan lo que la otra persona ha dicho, a veces con un aire de “aquí está la verdadera explicación”.

Tomar la palabra en temas que ella domina: Incluso en temas donde una mujer es claramente experta, muchos hombres tienden a tomar el control de la conversación o a explicarle algo, ignorando su conocimiento. 

Consecuencias de esta actitud en las relaciones

Cuando un hombre asume que debe explicarlo todo, aunque sea con buena intención, está enviando mensajes que pueden afectar negativamente a la relación:

Sensación de subestimación: Esta actitud hace que la otra persona sienta que sus conocimientos y habilidades no son valorados. La mujer puede sentir que se le trata como si fuera incapaz o menos competente, lo cual genera frustración y desconfianza. 

Desgaste en la comunicación: Esta constante necesidad de “explicar” puede hacer que la comunicación sea menos fluida y genere malentendidos. La otra persona puede evitar expresar su punto de vista para no ser interrumpida o recibir una explicación innecesaria.

Inseguridad y auto-duda: Escuchar repetidamente explicaciones no solicitadas puede llevar a la otra persona a dudar de sus propias capacidades, aunque no haya motivo real para ello. Este tipo de interacción puede afectar la autoestima y hacer que alguien piense que no es lo suficientemente capaz.

¿Cómo cambiar esta dinámica?

Para que esta tendencia de “explicar todo” evolucione hacia una comunicación más respetuosa y equilibrada, es importante que:

Se escuche de verdad: Escuchar activamente y dejar que la otra persona termine de hablar sin interrupciones es esencial. La comunicación mejora mucho cuando no existe una prisa por “aclarar” o “complementar” lo que se está diciendo.

Preguntar antes de ofrecer ayuda: Si parece que la otra persona está teniendo alguna dificultad, en lugar de asumir automáticamente el rol de guía, es más respetuoso preguntar si necesita ayuda o si tiene una duda.

Reconocer el conocimiento y la experiencia de la otra persona: Apreciar la experiencia y el conocimiento del otro significa validar y respetar lo que cada persona sabe y aporta. Esto evita que una persona asuma que su perspectiva es la única valiosa o necesaria.

Practicar la humildad y la igualdad en la conversación: Cambiar la idea de “saber más” por una actitud de compartir conocimientos en pie de igualdad puede crear una comunicación más enriquecedora y abierta. De este modo, se elimina la necesidad de tener “la última palabra” y se construye una relación de respeto.

Aceptar la diversidad de formas de hacer: Todos tienen maneras distintas de entender y realizar tareas. Respetar estas diferencias y no imponer una forma de hacer como “correcta” o “mejor” ayuda a que las relaciones sean más colaborativas y a que cada persona sienta que sus conocimientos son valorados.

Superar la tendencia de “explicarlo todo” permite construir relaciones donde se respeta la experiencia y capacidad de la otra persona. Una comunicación respetuosa, sin la necesidad de subestimar al otro, es clave para fomentar una relación de confianza y equilibrio, donde todas las voces se sientan valoradas.

  • Tendencia a dar soluciones por parte del hombre

Cuando una mujer comparte una experiencia, especialmente si es algo que le preocupa o le causa malestar, es común que algunos hombres sientan la necesidad de dar soluciones inmediatas, aunque ella solo esté buscando ser escuchada y comprendida. Esta reacción no suele ser malintencionada, pero sí puede crear una desconexión en la comunicación, ya que se centra más en resolver el problema que en acompañar el momento emocional.

¿Por qué algunos hombres reaccionan ofreciendo soluciones?

Esta tendencia puede venir de una cultura que ha fomentado en los hombres la idea de que “hacer” y “resolver” es la forma adecuada de mostrar apoyo. En vez de acompañar en la escucha, sienten que su aporte es valioso si consiguen “arreglar” o “mejorar” la situación de inmediato, porque relacionan el apoyo con encontrar soluciones. Sin embargo, en muchas ocasiones, cuando una persona comparte algo, no está buscando una respuesta práctica, sino simplemente un momento de conexión, alguien que le escuche y valide lo que siente.

¿Cómo se manifiesta esta actitud?

Interrupciones para dar consejo: En medio de una conversación donde la otra persona solo quiere expresar sus sentimientos o desahogarse, es común que el hombre interrumpa para decir qué haría él o cuál cree que es “la solución”. Esto interrumpe el flujo de la conversación y puede hacer que la mujer se sienta incomprendida.

Propuestas de “soluciones prácticas”: Aunque no haya señales de que se necesita una solución, muchos hombres ofrecen respuestas prácticas de inmediato, como si hubiera un paso a seguir o un plan a implementar, cuando a veces lo único necesario es que alguien escuche sin presionar por un cambio.

Restar importancia a la experiencia emocional: Al buscar resolver el problema rápidamente, se pasa por alto la experiencia emocional de la otra persona. Es como si los sentimientos que acompañan la experiencia fueran menos importantes que lo que hay que hacer para solucionar el problema, cuando, para la mujer, expresar esos sentimientos es una parte esencial.

Centrarse en el “hacer” en lugar del “escuchar”: Cuando una mujer cuenta algo personal, espera una respuesta que la haga sentir acompañada y entendida, no necesariamente una acción. Sin embargo, muchos hombres dan por hecho que deben “hacer algo”, olvidando que escuchar sin intervenir también es un gran acto de apoyo.

¿Qué consecuencias puede tener esta tendencia en la comunicación?

Este impulso de resolver o dar soluciones sin ser necesario puede hacer que la comunicación pierda la conexión emocional y el sentido de apoyo que la otra persona necesita. Algunas consecuencias son:

Sentimiento de incomprensión: La mujer puede sentir que no es escuchada o que su necesidad de expresarse no es valorada. Esto puede hacer que evite compartir sus sentimientos en el futuro o que se sienta sola en su experiencia.

Frustración y desánimo: Cuando alguien solo quiere hablar y recibe una lista de soluciones, puede llegar a sentirse frustrada, como si sus emociones estuvieran siendo descartadas. Esto genera una barrera en la relación, donde la mujer se desanima a la hora de comunicarse, porque sabe que recibirá soluciones en vez de comprensión.

Falta de conexión emocional: Cuando la respuesta a una situación emocional es práctica y no empática, se pierde la oportunidad de conectar desde el apoyo emocional. La persona que habla necesita sentir que su experiencia importa y que la otra persona realmente la entiende.

¿Cómo mejorar esta dinámica?

Para lograr una comunicación más cercana y menos centrada en la solución inmediata, es útil que ambos miembros de la relación comprendan la importancia de escuchar sin intervenir. Aquí algunos consejos:

Practicar la escucha activa: La escucha activa implica realmente estar presente y receptivo a lo que la otra persona quiere expresar, sin saltar a conclusiones o soluciones. Una buena manera de demostrar esto es hacer preguntas que profundicen en lo que la otra persona siente, en lugar de responder con consejos.

Preguntar antes de ofrecer soluciones: Si hay una duda sobre si la otra persona necesita consejo o ayuda práctica, es mejor preguntar directamente: “¿Te gustaría que te ayude con alguna idea o prefieres que te escuche?”. Esta pregunta sencilla permite a la otra persona decidir y evita que se sienta invadida con respuestas innecesarias.

Validar los sentimientos: Mostrar empatía sin juzgar ni intentar “arreglar” la situación ayuda mucho. Expresiones como “entiendo cómo te sientes”, “debe ser difícil para ti” o “gracias por compartirlo conmigo” demuestran apoyo sin minimizar lo que la otra persona experimenta.

Darse cuenta de que a veces la mejor ayuda es el silencio: La necesidad de “arreglar” algo o dar un consejo inmediato a veces refleja la incomodidad de no saber qué decir. Aceptar que en ocasiones solo estar ahí y escuchar es suficiente puede ser una gran manera de apoyar sin intervenir.

Recordar que compartir no siempre busca soluciones: No todos los problemas requieren una acción. Al reconocer que muchas personas encuentran alivio solo al expresar sus emociones, es más fácil comprender que, en estos momentos, lo que realmente ayuda es la compañía y el apoyo emocional.

Cuando se escucha sin la urgencia de resolver, la otra persona se siente validada, comprendida y en confianza. Cambiar el enfoque de “resolver” a “acompañar” permite que la comunicación sea más respetuosa y sincera, y contribuye a que ambas personas sientan que están en el mismo equipo, compartiendo sus experiencias sin juicio ni presión.

  • Preferencia de mujeres con la estética que dictan los estereotipos de belleza femenina 

La preferencia hacia mujeres que se ajustan a los estereotipos de belleza es algo que sigue muy presente en la sociedad actual. Estos estereotipos de belleza femenina – como tener una figura delgada, piel tersa, cabello arreglado y una apariencia “perfecta” según los medios – influyen en la manera en que las personas ven y valoran a las mujeres. Esta presión hace que, muchas veces, se prioricen características físicas sobre cualidades internas como el carácter, la inteligencia o el talento.

¿De dónde vienen estos estereotipos?

Estos estereotipos de belleza no son nuevos; vienen de muchos años de modelos que nos llegan a través de medios como la televisión, las redes sociales, las revistas y hasta el cine. Estas imágenes refuerzan la idea de que para ser “atractiva” o “valiosa”, una mujer debe cumplir con ciertos estándares físicos que son inalcanzables para la mayoría. 
Las redes sociales también juegan un rol importante en esto, ya que muchas imágenes se presentan con filtros o retoques, creando una idea poco realista de cómo debe verse una mujer “bella”.

¿Cómo afectan estos estereotipos a las personas?

Presión y autoexigencia: Las mujeres sienten una presión constante por alcanzar esos estándares de belleza, lo que puede llevarlas a tener baja autoestima y a estar siempre preocupadas por su apariencia física. Esta presión puede generar ansiedad o inseguridad, ya que muchas veces sienten que no cumplen con las expectativas sociales.

Reducción de la identidad a la apariencia física: Cuando solo se valora a las mujeres que cumplen con estos estereotipos, se les reduce a su aspecto, dejando de lado otras cualidades importantes como sus capacidades, su inteligencia, sus habilidades y su personalidad. Esto puede hacer que muchas mujeres se sientan valoradas únicamente por su físico, y no por quiénes son como personas.

Desigualdad de oportunidades: Los estereotipos de belleza también influyen en la vida laboral, ya que muchas veces las mujeres que se ajustan más a estos modelos tienen mayores oportunidades de ser aceptadas o destacadas en ciertos trabajos, mientras que otras pueden ser discriminadas o pasar desapercibidas. Este sesgo limita el potencial de muchas mujeres, que son juzgadas por su apariencia en vez de por su talento.

Comparación constante: Con la presencia de estos modelos idealizados en todos lados, las personas tienden a compararse constantemente. Esto lleva a pensar que, si no cumplen con esos estándares, entonces “no son suficientes” o no son atractivas, generando frustración y descontento.

Problemas de salud física y emocional: La presión por ajustarse a estos estereotipos de belleza puede llevar a comportamientos extremos, como dietas excesivas o cirugías estéticas innecesarias, que pueden afectar la salud física y emocional de las mujeres. Estos esfuerzos por “encajar” en un molde pueden hacer que muchas personas se desconecten de su propio cuerpo y de sus necesidades reales.

¿Cómo podemos cuestionar y cambiar esta preferencia?

Para cambiar esta idea y dejar de priorizar la apariencia física sobre otras cualidades, podemos:

Valorar a las personas por su autenticidad: La verdadera belleza está en ser auténtico y en aceptar cada aspecto de uno mismo. En vez de centrarse en estereotipos, es importante valorar a las personas por lo que son, por sus experiencias y su forma de ver el mundo.

Celebrar la diversidad: Las características únicas de cada persona son las que realmente aportan valor a la sociedad. Al reconocer la belleza en la diversidad, se amplían los estándares y se rompe con la idea de que solo existe un tipo de atractivo. La belleza no tiene un solo molde, y todos los cuerpos, pieles, edades y formas merecen ser valorados y respetados.

Educar sobre los efectos de los estereotipos: Hablar abiertamente de cómo los medios y las redes sociales construyen estos estereotipos ayuda a que más personas sean conscientes de que no tienen que cumplir con ellos para ser valoradas. Cuanta más conciencia haya, más fácil será para las personas cuestionar estas ideas y enfocarse en lo que realmente importa.

Respetar la individualidad: Cada persona tiene el derecho a decidir cómo quiere verse y cómo se siente bien consigo misma. En vez de imponer un ideal, es importante respetar las decisiones individuales sobre la apariencia, dejando de lado las expectativas ajenas.

Fomentar relaciones que se basen en valores y no en apariencias: Cuando construimos relaciones basadas en valores como la empatía, la amistad y la admiración genuina, dejamos de lado los prejuicios superficiales. Esto crea conexiones mucho más significativas y auténticas, donde las personas pueden mostrarse como realmente son.

La preferencia hacia un tipo de belleza estereotípica limita y presiona a muchas personas a seguir un molde que no siempre se ajusta a su realidad. Cambiar esta mentalidad y valorar a las personas por sus cualidades más allá de su apariencia permite que las relaciones, el respeto y la autoaceptación crezcan, construyendo una sociedad más inclusiva y menos enfocada en apariencias irreales.

  • Autoridad sobre las mujeres y el derecho de disponibilidad

Ambas actitudes suceden de manera más solapada y sutil, tanto que es de dificultosa percepción.

Aunque los avances en igualdad de género han cambiado mucho las normas y expectativas, todavía existen ideas y comportamientos que reflejan una autoridad social sobre las mujeres y un derecho de disponibilidad de los hombres hacia ellas. 
Estas ideas no siempre son explícitas, pero influyen en cómo se comportan y se relacionan muchas personas en su vida cotidiana.

La autoridad sobre las mujeres

Este concepto se refiere a la idea, muchas veces inconsciente, de que las mujeres deben ser de alguna forma “guiadas” o “dirigidas” por las personas que tienen a su alrededor, especialmente cuando estas personas son hombres. Aunque ya no es tan común que se diga abiertamente, aún existen situaciones en las que se espera que una mujer consulte, dependa, o tome en cuenta la opinión de un hombre antes de tomar decisiones importantes.

Ejemplos actuales de esta idea solapada de autoridad pueden incluir:

  • El “hombre protector”- Se sigue viendo como algo positivo que el hombre tome decisiones para “proteger” a las mujeres, incluso si ellas no han pedido esa protección. Esto hace que muchas veces se cuestione o invalide la autonomía de las mujeres.

  • Los comentarios sobre “la pareja decide”- En algunas relaciones, aunque ambos miembros tengan los mismos derechos, persiste la idea de que el hombre tiene la última palabra o que “sabe mejor” lo que le conviene a la pareja o a la familia.

  • Subestimación en espacios laborales o sociales- Las mujeres aún suelen enfrentar actitudes que sugieren que su conocimiento o capacidad de liderazgo son inferiores, como cuando se les interrumpe más en reuniones o se les cuestiona con más frecuencia que a sus compañeros varones.

Este tipo de autoridad, aunque no se exprese de forma directa, se mantiene en actitudes, gestos y expectativas que reflejan una idea de “supervisión” sobre las mujeres.

 Derecho de disponibilidad

El derecho de disponibilidad se refiere a la creencia (a menudo inconsciente) de que las mujeres “deben” estar disponibles para los hombres, ya sea para atenderles, escucharles o incluso responder a sus intereses románticos o sexuales. Aunque muchas personas no lo expresen abiertamente, esta idea persiste en situaciones cotidianas.

  • La expectativa de respuesta- Cuando un hombre se interesa en una mujer, todavía es común que espere una respuesta positiva o inmediata, y si la mujer no responde como él desea, puede interpretarse como una ofensa o una falta de educación. Esto ocurre en situaciones como el rechazo a una invitación o la falta de respuesta en redes sociales. En una relación estable produce malestar en el hombre que la mujer no accede cuando a él le apetece intimidad sexual, atribuyendo desinterés por parte de la mujer y haciéndola sentir que la relación no va bien porque no tiene la misma apetencia en los mismos momentos que la tiene el hombre.

  • Roles en el hogar o en relaciones personales- En muchas familias y relaciones de pareja, aunque ambos trabajen o tengan las mismas responsabilidades, persiste la expectativa de que las mujeres deben estar disponibles para asumir tareas domésticas o de cuidado, como si fuese algo “natural” o un deber añadido a sus otras obligaciones.

  • Disponibilidad emocional y afectiva- se espera que las mujeres estén emocionalmente disponibles para escuchar, comprender y cuidar de los hombres a su alrededor, incluso si ellas mismas están pasando por momentos difíciles. Esta expectativa supone que ellas deben ser “el soporte” en cualquier situación, sin importar sus propios estados de ánimo o necesidades.

Aunque estas creencias no se expresen abiertamente, están arraigadas en siglos de costumbres y enseñanzas que siguen influyendo en la manera en que nos relacionamos. Estas expectativas solapadas de autoridad y disponibilidad limitan la autonomía de las mujeres y pueden llevar a relaciones desiguales, donde sus deseos y necesidades no se respeten completamente.

Cambiar estas actitudes implica reconocer que las mujeres tienen la misma autonomía y derechos que cualquier otra persona y que no tienen que cumplir con expectativas de disponibilidad o de obediencia implícita. Es fundamental para una sociedad igualitaria que tanto hombres como mujeres cuestionen y rechacen estos comportamientos, y que construyamos relaciones donde todas las personas se sientan valoradas y libres de actuar y decidir por sí mismas.

  • En las relaciones, el hombre se considera en posesión de la razón, la verdad o la objetividad

En muchas relaciones, todavía se ve la tendencia a que las personas con el rol de hombre se consideren en posesión de “la razón” o de “la verdad” en una conversación o en una discusión. Esto viene de una idea social que asocia ciertos atributos, como la objetividad o la lógica, con características masculinas, mientras que se tiende a ver las opiniones y los puntos de vista de las mujeres como más emocionales o subjetivos. Este enfoque, sin embargo, no solo es limitante, sino que genera tensiones y puede hacer que la otra persona se sienta invalidada o poco valorada.

¿Por qué se asocia la “razón” o la “verdad” con lo masculino?

Históricamente, la sociedad ha promovido la idea de que los hombres son “más racionales” y “menos emocionales” que las mujeres, lo cual es un estereotipo sin base real. Esta visión se ha arraigado tanto que muchas veces se percibe como natural. Además, en contextos donde los hombres han tenido más acceso al poder y la educación, se ha reforzado esta idea de que sus opiniones son más “objetivas” o “acertadas”, como si fueran las únicas con lógica. 
Esto ha influido en cómo se comunican en las relaciones, creyendo que sus argumentos son más sólidos o que su perspectiva es “la correcta”.

¿Cómo se manifiesta esta actitud en las relaciones?

Desacreditar opiniones o emociones: Muchas veces, cuando una mujer expresa una opinión o habla de sus sentimientos, se la puede ver como “exagerada” o “emocional”. 
Esto crea la idea de que sus puntos de vista no son válidos o no tienen el mismo peso que los del hombre, quien cree estar en lo correcto solo porque “piensa con la cabeza y no con el corazón”.

Dificultad para aceptar puntos de vista diferentes: En lugar de ver las conversaciones como una oportunidad para aprender o entender a la otra persona, algunos hombres tienden a mantener su posición y a no ceder, ya que creen que su enfoque es más “lógico” o “realista”.

Menosprecio sutil o “corrección” constante: En algunos casos, los hombres interrumpen o “corrigen” a su pareja durante una conversación, como si supieran mejor cómo deben entenderse las cosas. 
Esto no solo es frustrante, sino que refuerza la idea de que hay una sola forma correcta de ver las cosas y que esta le pertenece al hombre.

Imposición de su visión como la “realidad objetiva”: Algunos hombres tienden a ver sus opiniones como hechos y, por lo tanto, como “la realidad”. Esto puede hacer que la otra persona sienta que sus opiniones son ignoradas o tratadas como simples puntos de vista emocionales y no como observaciones igual de válidas.

Consecuencias de esta actitud en las relaciones

Esta idea de que uno de los dos siempre tiene la razón puede afectar gravemente la dinámica de pareja, generando desequilibrios y frustración en la otra persona. Algunas de las consecuencias más comunes son:

Desgaste emocional: Sentirse ignorada o que sus opiniones no importan, puede hacer que la otra persona sienta frustración, tristeza o que dude de su propio juicio. La constante corrección o desvalorización de su perspectiva puede generar que la comunicación se vuelva difícil.

Distanciamiento emocional: Con el tiempo, cuando una persona siente que su punto de vista no cuenta, tiende a desconectarse emocionalmente y a evitar compartir sus pensamientos o sentimientos. Esto afecta la relación y puede hacer que cada uno se distancie.

Conflictos constantes: Las discusiones se vuelven más frecuentes y repetitivas cuando uno de los dos no está dispuesto a escuchar, a empatizar o a aceptar otros puntos de vista. Esto crea una dinámica en la que el conflicto se vuelve la norma.

¿Cómo se puede construir una relación más equilibrada?

Para superar esta tendencia y construir una relación basada en el respeto mutuo, es importante adoptar algunas actitudes:

Valorar la perspectiva de la otra persona: Reconocer que todos tenemos puntos de vista únicos y válidos ayuda a que cada persona sienta que sus pensamientos y sentimientos importan. Nadie tiene el “monopolio de la verdad”; cada quien aporta algo valioso a la conversación.

Escuchar activamente sin interrumpir ni corregir: Escuchar implica realmente estar presente en la conversación y dejar que la otra persona exprese su punto de vista completo antes de responder. No se trata de quién tiene razón, sino de entender a la otra persona y de que ambas opiniones se respeten.

Aprender a ceder: Estar en una relación implica aceptar que no siempre se tiene la razón. Ceder, comprender o aceptar el punto de vista de la otra persona es clave para mantener una dinámica saludable. Esto no significa renunciar a la propia opinión, sino aceptar que hay diversas maneras de ver las cosas.

Dejar espacio a las emociones: Todos somos emocionales, y expresar lo que sentimos no le resta validez a nuestras opiniones. En lugar de invalidar la perspectiva de la otra persona, es importante crear un espacio donde los sentimientos también tengan cabida y se valoren tanto como la lógica.

Buscar la empatía y el entendimiento: Cuando uno de los dos cree que su enfoque es el único válido, la relación pierde equilibrio. Cultivar la empatía y ver las cosas desde la perspectiva del otro permite que la relación crezca y que se sienta más fuerte.

Construir relaciones basadas en el respeto a las ideas, opiniones y emociones de cada uno permite que ambas personas se sientan valoradas y escuchadas. Cuando dejamos de lado la idea de que hay una “verdad absoluta” y que alguien siempre tiene la razón, creamos un espacio en el que cada persona puede ser ella misma, aportando su perspectiva y creciendo en conjunto.

  • Corregir de forma reiterada la manera de hacer algo

Corregir reiteradamente a otra persona en la forma en que hace algo, aunque el resultado final sea igual de bueno, es algo que se da bastante y que puede llegar a ser agotador para quien lo recibe. 

Este hábito suele partir de una necesidad de controlar los detalles o de pensar que solo hay una “forma correcta” de hacer las cosas o de imposición del criterio propio, sin tener en cuenta que, cuando se insiste en corregir a la otra persona en cosas que no afectan el resultado, se puede estar enviando un mensaje de desconfianza y de falta de respeto hacia sus capacidades.

¿Por qué ocurre esta tendencia a corregir siempre?

Existen varias razones por las que algunas personas sienten la necesidad de corregir a otras en su forma de hacer las cosas, aunque el objetivo final se logre igual. 

Preferencia por su propio método: Muchas veces, creemos que nuestro modo de hacer algo es el mejor o el más eficiente, y eso nos lleva a querer que las personas a nuestro alrededor lo hagan igual. Pero cada quien tiene su propia manera de resolver las cosas y eso no significa que sea incorrecto.

Necesidad de control: Para algunas personas, el control es una forma de sentirse seguras. Corregir les da una sensación de que todo está bajo control y de que las cosas saldrán “bien”. 
Sin embargo, este control excesivo puede afectar a los demás, que se sienten limitados o menospreciados.

Perfeccionismo: La gente perfeccionista suele tener altos estándares y, por lo mismo, se obsesiona con cómo deben hacerse las cosas. Sin embargo, esa obsesión puede hacer que se concentren en detalles insignificantes y se pierdan de vista el hecho de que cada quien puede lograr buenos resultados a su manera.

Desconfianza en las capacidades ajenas: A veces, corregir habitualmente refleja una falta de confianza en la habilidad de la otra persona para completar la tarea por su cuenta. Esto no siempre es consciente, pero puede dar la impresión de que uno piensa que sabe hacerlo “mejor”.

Consecuencias de la corrección reiterada en las relaciones

Corregir todo el tiempo a la otra persona no solo es frustrante, sino que también genera una serie de efectos negativos en las relaciones:

Sensación de inferioridad: La persona que recibe las correcciones puede sentirse menospreciada, como si sus habilidades no fueran suficientes. Esto puede afectar su confianza en sí misma y hacer que dude de sus capacidades.

Distanciamiento emocional: Cuando alguien se siente constantemente observado o criticado, tiende a querer alejarse o a limitar la comunicación. El deseo de corregir cada detalle crea una barrera en la relación, ya que la otra persona se siente en juicio permanente.

Falta de autonomía: Al corregir la manera de hacer algo, se limita la autonomía de la otra persona, haciéndole sentir que no tiene libertad para decidir ni para hacer las cosas a su manera. Esto puede hacer que la relación se vuelva rígida y que las personas pierdan el sentido de colaboración y confianza.

Tensión y frustración: Cuando uno de los dos se enfoca en corregir constantemente, se genera una atmósfera de tensión. La persona que recibe las correcciones suele sentir frustración o incluso enojo, lo que puede generar discusiones y afectar la comunicación.

¿Cómo evitar esta dinámica de corrección constante?

Aceptar que hay diferentes maneras de hacer las cosas: Cada persona tiene sus propios métodos y formas de hacer algo. En lugar de imponer un modo específico, es mejor reconocer que todos pueden llegar a buenos resultados de distintas maneras.

Reflexionar sobre la necesidad de controlar: Cuando surge la urgencia de corregir algo, es útil preguntarse: “¿Es realmente necesario?” Si el resultado será el mismo, tal vez no vale la pena intervenir. Es importante recordar que el control no siempre garantiza mejores resultados, y dejar que las personas tengan libertad en sus acciones crea una dinámica más saludable.

Valorar la autonomía de la otra persona: Respetar la manera en que la otra persona hace las cosas fortalece la relación. Cada vez que nos detenemos de hacer una corrección innecesaria, estamos transmitiendo confianza y respeto hacia sus habilidades.

Enfocarse en lo importante: En vez de perderse en los detalles, es mejor concentrarse en lo que realmente importa, que es el resultado final y el esfuerzo que se ha puesto en ello. La perfección no siempre es el objetivo; a veces es suficiente con que la tarea esté bien hecha, aunque el proceso sea diferente al que uno usaría.

Fomentar la comunicación: Si realmente hay un motivo de peso para sugerir una corrección, es importante que se haga de manera respetuosa y en un ambiente de comunicación abierta, sin imponer ni juzgar. Expresar una sugerencia en vez de una corrección hace que el mensaje sea recibido con más apertura.

¿Qué ganamos al dejar de corregir cada detalle?

Dejar de lado la corrección constante permite que la relación sea más relajada y de confianza. Las personas se sienten más valoradas y libres de ser ellas mismas. Al dar espacio para que cada quien haga las cosas a su manera, se genera un ambiente donde la colaboración y el respeto mutuo florecen. Además, aprender a soltar la necesidad de controlar libera a la persona que suele corregir, ayudándole a disfrutar más del proceso y a enfocarse en lo que realmente importa: compartir y construir juntos sin presiones.

  • Atribución culposa a la mujer 

La atribución culposa hacia una persona, especialmente hacia mujeres, se da cuando se tiende a responsabilizarlas de ciertos inconvenientes, emociones o situaciones, aunque no tengan una verdadera relación directa con ellas. Expresiones como “me distraes”, “eso te pasa porque exageras” o “haces un problema donde no lo hay” se usan para culpar de manera sutil a la otra persona y, a menudo, restarle valor a sus emociones o a su percepción de las cosas. Aunque estas frases puedan parecer inocentes, a largo plazo afectan la relación, generan frustración y desgastan la autoestima de la persona que las recibe.

¿Cómo funciona la atribución culposa?

La atribución culposa consiste en proyectar la responsabilidad de algo negativo, sea grande o pequeño, en la otra persona. Esto puede ser desde culpar por una simple distracción hasta responsabilizarla por el mal humor o el estrés de quien se queja. 
Algunas de las razones comunes por las que esto sucede son:

Evadir la responsabilidad propia: Al culpar a la otra persona, se evita asumir la propia responsabilidad o el impacto de las propias acciones. Esto ayuda a evitar la culpa personal, pero termina creando una sensación de injusticia en la otra persona.

Restar importancia a las emociones del otro: Frases como “haces un problema donde no lo hay” minimizan el sentir de la otra persona y le envían el mensaje de que lo que experimenta no es importante o está fuera de lugar.

Controlar la conversación: Cuando alguien se queja de que “me distraes” o “me hablas y me lío”, en realidad está buscando tener la última palabra y controlar el ritmo de la conversación o de la situación, echando la culpa a la otra persona de lo que considera un inconveniente.

Proyectar inseguridad o estrés: A veces, cuando una persona está estresada o siente inseguridad, es más fácil culpar al otro que mirar hacia adentro. En estos casos, estas frases son una forma de liberar la tensión interna, aunque el impacto termine siendo injusto.

Ejemplos de atribución culposa y cómo afectan en las relaciones

“Me distraes”: Esta frase puede parecer inofensiva, pero indirectamente está diciendo que cualquier falla o distracción es responsabilidad de la otra persona, no de quien se distrae. A largo plazo, la otra persona puede sentir que, para no “distraer”, debe limitarse, hablar menos o evitar interactuar.

“Eso te pasa porque exageras”: Cuando alguien escucha que exagera, empieza a dudar de sus propias emociones o percepciones. Se va convenciendo de que sus sentimientos no tienen valor o que siempre está “sobreactuando”, lo cual puede afectar su autoestima.

“Haces un problema donde no lo hay”: Esta frase minimiza los problemas o las preocupaciones de la otra persona y le hace sentir que no tiene derecho a expresar sus inquietudes. Esto puede hacer que, con el tiempo, esa persona deje de expresar sus opiniones o necesidades para no molestar.

“Se me hace tarde porque me hablas y me lías”: En este caso, se traslada la responsabilidad del retraso a la otra persona, como si simplemente hablar con ella fuera una carga o una distracción indeseada. Esto genera la impresión de que el tiempo compartido no es valioso o que se le está culpando por cosas fuera de su control.

“No, si la culpa la tendré solo yo”: Este tipo de comentario crea un ambiente de manipulación sutil, haciendo que la otra persona sienta que está siendo injusta y que debería asumir la responsabilidad. En realidad, es una forma de victimización que busca evitar responsabilidades y poner a la otra persona en una posición de “culpa”.

¿Cómo impacta esto en la otra persona?

La atribución culposa va erosionando poco a poco la confianza y la autoestima de la persona que la recibe. Algunas de las consecuencias comunes son:

Desgaste emocional: Escuchar este tipo de comentarios genera frustración, agotamiento y, a veces, hasta una sensación de injusticia. La persona que recibe la culpa puede empezar a sentir que no importa lo que haga, siempre estará mal.

Duda y baja autoestima: Con el tiempo, la otra persona puede empezar a cuestionarse si de verdad está exagerando o si realmente tiene culpa de todo lo que sucede. Esto genera una inseguridad constante y un temor a expresar sus emociones.

Silenciamiento: Para evitar comentarios negativos o atribuciones de culpa, muchas personas terminan callando sus opiniones o emociones. Esto afecta la comunicación en la relación, que se vuelve menos honesta y más rígida.

Distanciamiento y resentimiento: Cuando se culpa reiteradamente, se va acumulando un resentimiento que lleva al distanciamiento emocional. La persona que  recibe la culpa siente que sus emociones no son válidas y que no tiene espacio para ser ella misma.

¿Cómo evitar la atribución culposa en una relación?

Asumir la propia responsabilidad: En lugar de culpar a la otra persona, es más útil asumir la propia responsabilidad. Si algo va mal, reconocer el propio papel en la situación ayuda a construir una relación más justa y equilibrada.

Validar las emociones del otro: En lugar de minimizar o decir que la otra persona exagera, es mejor escuchar y validar sus sentimientos. Esto no solo mejora la comunicación, sino que hace que la otra persona se sienta valorada.
Buscar la empatía y la comprensión: En vez de buscar culpables, podemos intentar comprender de dónde viene cada emoción o situación. A veces, las cosas no salen como queremos, pero culpar al otro no cambiará el resultado. La empatía y la comprensión permiten que la relación crezca de manera positiva.
Reflexionar antes de hablar: Si la tendencia es culpar al otro, es útil parar un momento y pensar si realmente es necesario decir algo o si se está proyectando una frustración propia. Con un poco de reflexión, muchas veces evitamos comentarios innecesarios.
Construir una comunicación honesta y respetuosa: Una relación sana se basa en la comunicación abierta y sin miedo a expresar lo que uno siente. Esto no significa culpar o juzgar, sino compartir pensamientos y emociones de forma respetuosa y equilibrada.

La atribución culposa puede parecer sutil, pero tiene un impacto profundo en la salud de cualquier relación. Al enfocarse en la empatía, el respeto y la responsabilidad propia, es posible crear un ambiente donde ambas personas se sientan escuchadas y valoradas. Dejar de culpar permite construir una relación más sólida, basada en la confianza y en el reconocimiento de que todas/os tenemos derecho a expresar nuestras emociones y nuestras percepciones sin miedo a ser juzgadas/os.

  • Tomar decisiones sin consultar y dirigir la situación 

Cuando una persona toma decisiones sin consultar o dirige las cosas a su manera, tratando a la mujer más como si fuera unas ayudante que como una compañera con quien compartir las decisiones, la relación se vuelve desequilibrada. 
Esto significa que, en lugar de hacer equipo o de resolver juntos los asuntos de la vida diaria, una de las partes asume el papel de “jefe” y decide por las dos. Aunque esta actitud a veces se toma sin mala intención, el mensaje que transmite es que la opinión de la otra persona no cuenta tanto, como si estuviera allí solo para seguir instrucciones.

¿Cómo se da esta dinámica en la vida cotidiana?

Decisiones importantes sin consulta: Un ejemplo común es cuando se decide sobre temas grandes, como las finanzas, el hogar o los planes a futuro, sin preguntar. Cuando una persona toma estas decisiones unilateralmente, la otra queda fuera del proceso, lo que puede hacer que sienta que su voz y sus intereses no son tomados en cuenta.

Organizar la rutina de ambos: Esto también se ve en las decisiones sobre cómo se organizará el tiempo o qué actividades se harán en pareja o en familia. Si solo una persona elige lo que se hará el fin de semana, dónde ir de vacaciones o a qué compromisos asistir, la otra persona puede sentir que no tiene espacio para decidir sobre lo que también afecta su vida.

“Liderar” las tareas del hogar: En el día a día, esta dinámica se ve en cómo se gestionan las tareas domésticas o los roles en el hogar. Si solo una persona organiza qué, cuándo y cómo se hará cada cosa, mientras la otra solo recibe órdenes o instrucciones, eso convierte la relación en algo más jerárquico que colaborativo.

Tomar decisiones sobre la vida social: Si una de las personas decide a quién ver, cuándo recibir visitas o qué eventos sociales son importantes, sin consultar a la otra, está asumiendo el poder sobre las actividades sociales compartidas, quitándole a la otra persona el poder de opinar o elegir.

¿Cómo afecta esto en la relación?

Sensación de invisibilidad: Cuando una persona no es consultada para decisiones que le afectan, puede sentir que su opinión no tiene peso, como si sus deseos no fueran importantes. Esto afecta la autoestima y el sentido de pertenencia en la relación.

Falta de colaboración y compañerismo: Una relación sana se basa en el trabajo en equipo y en compartir decisiones. Cuando solo una persona “lleva la batuta” y la otra se limita a seguir instrucciones, se pierde el sentimiento de ser compañeros y de construir algo juntos.

Resentimiento y distancia emocional: Al ser constantemente dirigida, la otra persona puede empezar a acumular resentimiento. Aunque al principio parezca que simplemente cede para evitar problemas, a largo plazo, este resentimiento crea una barrera emocional que afecta la cercanía y la comunicación en la pareja.

Falta de confianza mutua: Cuando una persona toma todas las decisiones, la otra puede percibirlo como una señal de desconfianza en sus habilidades o en su criterio. Esto provoca que se genere un ambiente de inseguridad y de recelo que debilita la relación.

¿Por qué algunas personas actúan de esta manera?

Esta actitud de tomar decisiones sin consultar o de asumir un papel de liderazgo en la relación puede venir de varios lugares:
Hábito o costumbre: Algunas personas crecieron en ambientes donde este tipo de roles eran comunes y simplemente lo replican sin cuestionar si es lo mejor para su relación actual.

Deseo de control: Para algunas personas, controlar las decisiones les da una sensación de seguridad. Prefieren manejar todo porque así sienten que tienen el control sobre la situación y los posibles resultados.

Inconsciencia: No siempre es algo hecho con mala intención. A veces, la persona ni siquiera se da cuenta de que está asumiendo todo el control, y que la otra persona se siente relegada o tratada más como ayudante que como pareja.

Falta de habilidades de comunicación: La comunicación abierta y la consulta no siempre son habilidades que todos tienen desarrolladas. Hay quienes prefieren actuar directamente que dialogar o negociar, simplemente porque no están acostumbrados a hacerlo.

¿Cómo lograr un cambio?

Involucrar a la otra persona: Darle el lugar que le corresponde como compañera o compañero implica incluirla en cada decisión, preguntar por su opinión y respetar su respuesta. Involucrarla no solo en los temas grandes, sino también en los pequeños detalles, demuestra que se valora su punto de vista y sus deseos.

Pedir opiniones y proponer soluciones juntos: Si una persona toma una decisión, debería compartir el porqué y preguntar qué opina la otra antes de actuar. Esto permite que se generen ideas y soluciones en conjunto, fortaleciendo la comunicación y la sensación de equipo.

Delegar responsabilidades equitativamente: Dividir las tareas y responsabilidades es esencial para que ambos sientan que están construyendo juntos. Esto puede ser tan simple como rotar las decisiones sobre las actividades del fin de semana o permitir que cada persona se encargue de gestionar ciertos temas sin intervenciones unilaterales.

Escuchar activamente: A veces, la otra persona puede estar enviando señales de incomodidad que no se están escuchando. Estar atentos a lo que expresa, ya sea verbal o no verbalmente, ayuda a ajustar la manera de interactuar y de tomar decisiones en conjunto.

Trabajar la empatía: Ponerse en los zapatos de la otra persona ayuda a entender cómo se siente cuando no es consultada o es tratada como ayudante. Al darse cuenta del impacto emocional de este comportamiento, es más fácil cambiarlo.

Ventajas de tomar decisiones en conjunto

Cuando ambos participan de manera activa en las decisiones, la relación se vuelve más fuerte y más justa. Compartir las decisiones crea un sentido de unidad y de compromiso mutuo, porque cada persona siente que su voz importa y que tiene un papel activo en la relación. Además, tomar decisiones conjuntas permite que ambas personas aprendan una de la otra, generando un ambiente donde cada quien aporta sus talentos y perspectivas. Esto refuerza la conexión y evita la desigualdad o el resentimiento, creando una relación equilibrada y saludable.

Hasta aquí aprendiendo de este tema de la socialización jerárquica a la que hemos sido sometidas nosotras y ellos, los hombres. 

Todas estas reflexiones están hechas por mujeres y por hombres expertos en feminismo y otras masculinidades, capaces de hacer un análisis de las situaciones de desigualdad entre mujeres y hombres. Personas que van a las entrañas donde hay una normalización de situaciones que propician la perpetuación de actitudes machistas, misóginas, desigualitarias y violentas.

El resto de personas, tenemos que aprender mucho, mucho; nosotras para detectar situaciones que no debemos permitir o consentir y ellos para no realizar actos injustos, alienantes y desigualitarios, que siguen a unas normas establecidas y perpetúan la socialización jerárquica.

Es posible crear ambientes familiares, educativos y laborales donde todas las personas tengan voz y donde no se valore a nadie por “estar arriba” o “abajo” en una escala de poder. Esto lleva tiempo y requiere desaprender esas normas que están muy presentes en nuestra cultura, pero es un paso importante para construir una sociedad más equitativa y libre.