Pensamientos, palabras, obras y omisiones

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Pensamientos, palabras, obras y omisiones, … tal cual es la vida.

jueves, 23 de enero de 2020

¡Neuronas en nuestro vientre!

Estamos aún descubriendo nuestro mundo físico y en particular nuestro mundo neuronal, que por lo visto ya no es ninguna falacia decir que las neuronas no están solo en nuestro cerebro; estudios dicen que nuestras tripas también están llenas de ellas ¡Neuronas en nuestro vientre!, esto hace no muchos años hubiera sido para pensar que quien lo decía estaba ido de la cabeza.
Os voy a dejar un vídeo de un documental que habla sobre ello y así luego cada uno puede decidir que quiere creer 

Otro artículo de la revista "Muy interesante" nos habla de la relación directa que existe entre el cerebro y el estómago y como actúa esta interrelación sobre el organismo. Se producen una serie de efectos químicos con la segregación de sustancias diferentes que influyen por ejemplo en el comportamiento frente a la comida (se produce la hormona llamada grelina que es la que nos provoca la sensación de hambre) o en el grado de agresividad (con el estómago vacío somos más agresivos). 

Con cerca de 100 millones de neuronas en el sistema digestivo, estas se ponen en contacto con el cerebro a través del nervio vago, que es el que regula nuestro estado emocional; así que podemos decir que hay una parte emocional que va directamente ligada a nuestro sistema digestivo ( la serotonina es producida en cantidad importante, 3/4 partes, por "el segundo cerebro"), por lo que a mí se me antoja que eso de tener "un nudo en el estómago" cuando tenemos problemas o "un nudo en la garganta" cuando la angustia nos invade o las famosas "mariposas en el estómago" o algo un poco más escatológico como la expresión "cagarse de miedo", puede estar relacionado con los complejos intercambios químicos que se producen.

Del mismo modo, hoy en día se sabe que en el corazón existen células nerviosas con la mismas características que las del cerebro y las del aparato digestivo, y aquí vuelvo con otra antigua expresión que lo indica "tener una corazonada" o "me lo dice el corazón". Antes de saber que este tipo de células existen en más sitios a parte de en el cerebro, para muchos ilustrados y entendidos, si coincidían los hechos con las corazonadas era por mera casualidad, y han necesitado las evidencias de la ciencia para poder creer que no solo el cerebro es el pensante del organismo humano.
Nunca hubieran pensado que tenemos neuronas en el corazón o neuronas en nuestro vientre, pero es así; cierto es que no toman decisiones igual de elaboradas que las que toma el cerebro, pero sin ellas nuestro cerebro no sabría como gestionar todo nuestro organismo.

Erase una vez un planeta precioso y lleno de vida en el que vivía un solo habitante llamado Otcel. Siendo el único hombre del planeta, no tenía competencia y reinaba sobre todo lo que había en su entorno: los animales obedecían a sus órdenes, los vegetales crecían a su paso, ríos cantaban cuando pasaba por ellos y las montañas se subían más alto cuando estaba en su cima para que pudiera admirar todo el paisaje. Era tal el poder de Otcel que también reinaba sobre el viento, el sol y la lluvia.... era el amo y señor de todo lo que acontecía en su planeta.

A Otcel no se le escapaba que su poder sobre todas las cosas era el resultado de su enorme inteligencia, que la cuidaba con esmero para que cada día fuese mayor. Era tanto su afán por mantener su inteligencia activa y así saber cómo ejercer el poder sobre todo su planeta, que a las noche caía rendido en un profundo sueño reparador.

Una noche, mientras el soberano dormía, todos sus órganos se reunieron a los pies de su cama. El cerebro altivo, el corazón noble, un emocionado estómago, los trabajadores riñones, el hígado limpiador, los pulmones suspirando,...
Comenzó la reunión y el cerebro, tomó la palabra para presidir la reunión, a lo que los demás órganos del cuerpo enfadados le respondieron:

—No aguantamos más ni tu vanidad ni tu chulería ni tus abusos de poder, nosotros también somos importantes y necesitamos que nos prestes atención; tenemos nuestras ideas y conocimientos –dijeron todos los órganos revolucionados.

— ¡Cómo os atrevéis a enfrentaros! –gritó el cerebro–. Vosotros, todos, no sois nada sin mí, que soy el que pienso y el que decido de manera correcta, para eso trabajo todo el día.

— Perdona y no te ofendas, tú sin nosotros tampoco eres nada –dijo el corazón con respeto y amor.
— Solo queremos un trato más justo y objetivo –dijeron los intestinos, que eran muy fuertes e influyentes para el cerebro.

Estas palabras hicieron pensar al cerebro  y se retiró a sus sueños, dejando a los demás plantados en su revuelta orgánica,  y aunque los intestinos le hicieron dudar,  siguió rondando por sus neuronas su enorme enfado. ¡Ingratos! Y seguía pensando en todos los desvelos y horas de trabajo que él hacía por ellos!

La memoria que alberga el cerebro de Otcel recordó viejas riñas y resentimientos en los años de vida trabajando para los demás órganos. Hacía ya mucho tiempo que le venía molestando disponer  de menos sangre cada vez que el estómago y los intestinos hacían la digestión; pensó que se iban a enterar de quién era él en el organismo... ¡el que mandaba!

Haciendo uso de sus poderes, el cerebro, por medio de sus mensajeros, cortó  la sensación de hambre y de necesidad de comer desapareció, por lo que Otcel olvidó que tenía que comer las frutas de sus hermosos árboles o beber la leche de sus vacas. 
El cerebro contento, se alegraba de vencer al estómago en la batalla de quién era el que mandaba... se iban a enterar bien enterados de quién era el cerebro enfadado y además conseguiría finalmente tener todo la sangre sólo para él y podría pensar más y mejor.

Durante unos cuantos días, al despertar el cerebro mantenía su obsesión de mandar sobre el resto del cuerpo y a pesar de que se sentía en cada día que pasa algo más cansado, su cabezonería no le dejaba contradecir la orden de no comer. 
Todo el organismo estaba en alerta y cada vez más debilitado. Los ojos no veían igual y Otcel se tropezaba y se caía, cada pocos pasos se sentaba a descansar a la sombra; ya no mandaba a la lluvia caer o al sol salir y la nubes y el viento campaban a sus anchas sin saber bien que hacer. Aquel precioso planeta fue poco a poco perdiendo su belleza. Pero lo peor fue que al de unas semanas y lleno de tristeza y dolores, Otcel moría de debilidad por no comer.

Su corazón apagándose no logró convencerlo de su enorme error y cuando al final su cerebro se dio cuenta de que la destrucción de los demás significaba también su propia destrucción, ya fue tarde y finalmente Otcel dejó de ser el único habitante de aquel maravilloso planeta que después de muchos años, logró saber por sí mismo como volver a la belleza y la vida, algo a lo que Otcel no pudo acceder por el orgullo y la tiranía de su cerebro.

Este es un precioso cuento que se puede contar a los niños pequeños para que vayan normalizando y entendiendo que no solo el cerebro piensa; a parte de él, tenemos neuronas en el corazón y neuronas en nuestro vientre y que hay que cuidar todo el cuerpo porque no es que tengamos órganos vitales, somos órganos vitales.




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