Dentro
de la jornada formativa de sistemas de entrenamiento y recuperación de este mes
de junio 2016 , el experto Diego
Marqués nos habló sobre los sistemas de compresión como método de recuperación.
Existe
una gran variedad de prendas de compresión desde bañadores como los que utilizaba
Michael Phelps hasta el año 2010 en el que se prohibieron, hasta medias,
calcetines, mangas para brazos, musleras, para los gemelos, camisetas…, todas
ellas con diferente presión. Toda esta variedad nos hace difícil saber que es
lo más eficaz.
Las prendas de
compresión se empezaron a utilizar en el ámbito clínico, pero ahora nos
centraremos en el deportivo y diremos que hay tres tipos de prendas:
-Vendajes elásticos, ligeros y de retención, para mantener los
vendajes fijos en su lugar en cualquier parte del cuerpo.
-Prendas de soporte (inelásticos o de baja elasticidad), para un
soporte mecánico y evitar la inflamación (presión baja en
reposo y alta en movimiento). Ejemplo típico es un vendaje tras un esguince
de tobillo.
– Prendas de
compresión (elásticos o alta elasticidad), estructura flexible y
presión mantenida más tiempo (variaciones mínimas de presión en
movimiento), este tipo de prendas son las que se utilizan para la recuperación.
Dentro de ellas hay dos tipos diferentes; las de compresión uniforme y las de
compresión graduada.
La compresión se
mide en milímetros de mercurio y en las prendas de compresión graduada
la parte distal lleva mayor compresión que la zona proximal, es decir cuando
leamos que una media de compresión tiene entre 10 y 15 milímetros de mercurio
de compresión, la zona distal tendrá esa compresión, pero no sabemos lo que hay
en el resto de la extremidad (Compresión distal mayor que compresión
proximal).
Generalmente los fabricantes, son las prendas de
compresión graduada las que más comercializan, siendo aconsejable no
llevarlas más de 24h de manera continua ya que puede generar incomodidad, algo
que anula los posibles beneficios de la compresión.
Existe
un problema con las prendas de compresión; cada país tiene un tipo de clasificación
distinta en cuanto a los rangos de presión por lo que hay que saber que las
prendas deportivas son las de menor compresión y para aspectos médicos, de
mayor.
No existe una normativa internacional, aunque si hubo un
intento de una norma europea (ENV 12718), pero no se alcanzó un
acuerdo y en 2005 fue invalidada, por lo que sigue existiendo una necesidad de
un acuerdo europeo.
Los beneficios de este tipo de prendas está determinado por el
nivel de presión que ejerce la prenda, su estructura y el tipo de actividad
física, es decir, si estamos en reposo o estamos en movimiento. La presión que
ejerce una prenda de compresión es mayor cuanto más fuerza tiene ese tejido,
ahora bien, cuanto mayor sea el diámetro de la extremidad, menor presión habrá
en el centro.
Dichos beneficios están sobre todo a nivel venoso, conseguimos que
haya una menor filtración de fluidos al espacio intersticial muscular que
genera la inflamación y una reducción del diámetro de los capilares y
venas mayores, lo que implica una mayor velocidad del flujo venoso que
permite la limpieza de diferentes metabolitos (lactato, creatinkinasa, … ). Es
decir, aumenta la bomba muscular, mecanismo mediante el cual las contracciones
dinámicas aumentan la velocidad del flujo sanguíneo cada vez que la prenda
presiona las venas. Se produce la desviación de la sangre de los vasos
superficiales y profundos de regreso al corazón durante las contracciones
dinámicas.
Así que podemos decir que si hay una óptima presión hay tres
grandes beneficios; menos diámetro de venas, aceleración del flujo sanguíneo y
aumento de la presión intramuscular.
A nivel muscular tenemos un soporte físico y mecánico con los sistemas de
compresión; ayuda al músculo a tener mayor estabilidad gracias a la mayor
presión que tiene en sí mismo, es decir, mantiene la estructura y la función
muscular.
También limita la formación de edemas por la restricción del
espacio de acumulación de fluidos, además de permitir la alineación de las
fibras musculares.
Teniendo
en cuenta que la recuperación debe ser específica al trabajo realizado, una prenda de compresión podrá utilizarse
cuando se cree que haya daño muscular inducido por el ejercicio, como pueden
ser, inflamación muscular, microrroturas musculares, pérdida de fuerza y
rigidez muscular (sensación de agujetas), en otros casos puede ser útil pero no
tendrá el mismo efecto.
Los
diferentes estudios que se han realizado con sistemas de compresión respondían a
tres preguntas:
¿Cuándo la recuperación es completa?; el deportista es capaz
de alcanzar o superar la actividad de referencia.
¿Cómo cuantificarla?, en función al tiempo requerido para la
desaparición de la fatiga.
¿Cómo se puede medir?, marcadores subjetivos, neuromusculares, de
rendimiento y bioquímicos (dentro de los marcadores bioquímicos están los
estudios realizados observando el lactato y la creatinkinasa).
Como ejemplo, con la compresión el lactato se retiene en el músculo antes de ser enviada
a la sangre, por lo que se ve contrarrestado el beneficio de la rapidez con la
que el flujo venosa actúa con este mismo sistema de recuperación que es la
compresión.
Los
efectos del uso de las prendas de compresión en diferentes parámetros fisiológicos y
de rendimiento físico durante la recuperación todavía muestran resultados
contradictorios y necesitados de ser corroborados. Así como una serie de
estudios determinan unos beneficios, otros determinan que no lo son tanto, por
lo que hay aún una gran controversia con el tema, además de no saber muy bien
el comportamiento físico específico en cada deporte que genera la fatiga.
No
obstante, pese al desconocimiento de lo que es la fatiga en cada persona y en
cada disciplina deportiva y esa falta de especificidad en el tema, quedó claro
que los sistemas de compresión como método de recuperación no tienen contraindicaciones, por lo que si pueden beneficiar
aunque no sea más que en un pequeño grado, son de recomendable uso para los
deportistas.