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lunes, 20 de febrero de 2017

Mis miedos

La verdad que me he movido con pocos miedos por la vida y eso tiene su lado bueno y su lado de aprendizaje, ya que caminas por situaciones muy diferentes que ayudan a conocerte y a valorarte. Cierto que por ese camino de pocos miedos te tropiezas con piedras inesperadas con las que caes, pero al levantarte te llevas el aprendizaje. Por lo que yo sé de enfrentarme a mis miedos, es un paso indispensable para crecer.

Mis miedos no se si los tengo todos localizados, pero voy a intentar poner por escrito lo que me nazca de dentro al contemplarme en mi ser con una música de fondo que me deje concentrarme en mí. Veamos que sale de este momento.

Me tengo miedo a mí, a mí rechazo personal.
Tengo miedo a no valorarme.
Tengo miedo a mi olvido de quién soy.
Tengo miedo a una crisis de identidad.
Tengo miedo a una crisis existencial.

Ahora estos son mis miedos, los que me fluyen, no quiere decir que no haya más, pero ahora es lo que hay.

Según he escritos los dos últimos, he encontrado que me ha salido decirme que las crisis son oportunidades, así que he dejado de verlos como miedos en el mismo momento.
Si me voy a las crisis que he tenido en mi vida, compruebo que después de ellas todo ha mejorado; no sé cómo pero se han dado los factores de mejora necesarios para que me encuentre en mejor situación personal y existencial.

Los otros miedos los tengo en el mismo pack metidos, porque en realidad se refieren a lo mismo.

A mí, como a tantas personas, nos han enseñado a tapar todo aquello nuestro que era distinto a lo que la sociedad determinaba.
Nos apagaron la individualidad, la creatividad, el poder actuar como sentías; desde pequeños no siendo escuchados en nuestro interior y tapándonos nuestro ser hemos vivido desde que nos alcanza el recuerdo y esto tiene secuelas en forma de miedos.

La vida me ha ido poniendo personas para que me enfrente a esos miedos, personas que realmente han reflejado esos miedos en mi realidad, los han hecho evidentes, palpables y constantes.

Tan acostumbrada al rechazo emocional, tan adaptada a él, no he visto las señales de ello en los de fuera hasta que me he sentido tan pequeña y encogida que he necesitado encontrarme casi muerta para marchar de situaciones duras.

En las primeras huidas no era consciente del aprendizaje que me ponían delante y por eso he tenido que volver a pasar parecidas situaciones que me pongan de manifiesto que el rechazo que recibo fuera es el reflejo del que he tenido yo para conmigo misma.

En cada crisis existencial, en cada rechazo potencial, en cada mandar marchar de mi lado había algo que aprender. Sigo aprendiendo de esta herida emocional, aprendiendo con esta herida cada vez más localizada y protegida hasta su cura total.

Reconocido el miedo, reconociendo cada vez que me tocan la herida del rechazo a mi ser e intentando convertirlos en reconocimiento de mi misma al margen de que el exterior siga intentando esconder mi ser por sus miedos propios a verlo, por sus miedos a verse.

El rechazo en sí tiene dos sentidos: uno es el de protegerse y el otro es el querer huir para no afrontar lo que nos es molesto o desagradable.

Según lo que voy leyendo de aquí y de allá, el rechazo lo podemos manifestar como una proyección de lo que llevamos dentro en otra persona. Es decir, vemos fuera lo que llevamos dentro y no queremos aceptar.
Tiene miga la cosa porque si además de rechazar no veo que eso está en mí, puedo dedicar mi energía a defenderme cuando me manifiestan que yo lo tengo, provocando situaciones relacionales tensas.

Si nos reconocemos en estas actitudes, quitar el miedo a verse y analizar si realmente tenemos aquello que vemos en los demás es un alternativa sana aunque tengamos que pasar por momentos críticos de crisis personales.

Momentos de caos, momentos de crisis, momentos de cambio en cada reconocimiento de mi ser.
En estas circunstancial el ego aturde, confunde, hace pensar que no es real lo que se siente para que volver a esconder el ser y dejar todo el sitio a él, a la personalidad creada para sobrevivir en este entorno en el que nos ha tocado vivir.

Tras cada desencuentro, tras cada rechazo, tras cada crisis me ha venido una aceptación de quien soy en la luz y en las sombras; amor y aceptación a mi sentir. Autoafirmación de quien soy y de lo que siento.
Por lo tanto pienso de nuevo ... ¡aupa esos mis miedos reconocidos! que aunque las pases mal, el beneficio personal merece la pena.

Aquello a lo que no te enfrentas te persigue, aquello a lo que plantas cara marcha. Y con esta frase que me ha salido, he recordado que existe alguna parecida de alguien conocido y al ir a buscarla me encuentro que es de Carl Jung y dice: "Lo que niegas en tu vida te somete, pero si por el contrario lo aceptas, esa experiencia te transforma".

Y también he encontrado otra frase en twitter que dice: "Lo que resistes persiste, lo que niegas te somete, lo que ignoras te ciega, lo que rechazas se vuelve destino y lo que aceptas te transforma".

Así que sí, voy a aceptar mis miedos y con ello, la cura de ellos.
Por si quieres conocer la emoción del miedo un poco más.